San Pablo de la Cruz, presbítero y fundador
fecha: 18 de octubre
fecha en el calendario anterior: 28 de abril
n.: 1694 - †: 1775 - país: Italia
canonización: B: Pío IX 1 may 1853 - C: Pío IX 29 jun 1867
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 28 de abril
n.: 1694 - †: 1775 - país: Italia
canonización: B: Pío IX 1 may 1853 - C: Pío IX 29 jun 1867
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Roma, muerte de san Pablo de la Cruz, presbítero, cuya memoria se
celebra mañana.
refieren a este santo: San Vicente
María Strambi
Oración: Concédenos, Señor, que san Pablo de
la Cruz, cuyo único amor fue Cristo crucificado, nos alcance tu gracia, para
que, estimulados por su ejemplo, nos abracemos con fortaleza a la cruz de cada
día. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración
litúrgica).
San Pablo de la Cruz, fundador de los
Pasionistas, nació en Ovada, en la República de Génova, en 1604, casi al mismo
tiempo que Voltaire. Pablo Francisco era el hijo mayor de Lucas Danei, hombre
de negocios de buena familia. Tanto éste como su esposa eran excelentes
cristianos. Siempre que Pablo empezaba a llorar por cualquier motivo, su madre
le mostraba el crucifijo y le hablaba de los sufrimientos de Cristo. Así, fue
formando poco a poco en el niño, la gran devoción a la Pasión, que había de
distinguirle toda su vida. El padre de Francisco leía en familia las vidas de
los santos y exhortaba a sus hijos a guardarse de los peligros del juego y de
los pleitos. Aunque Pablo era una de esas almas selectas que se entregan a Dios
desde la infancia, a los quince años, un sermón que oyó le dejó convencido de
que no correspondía suficientemente a la gracia. Así pues, luego de hacer una
confesión general, emprendió una vida de austeridad: dormía en el suelo, pasaba
varias horas de la noche en oración y tomaba severas disciplinas. En estas
prácticas le imitaba su hermano, Juan Bautista, dos años menor que él. También
fundó una especie de sociedad de santificación mutua con sus amigos, varios de
los cuales entraron más tarde en la vida religiosa. En 1714, Pablo partió a
Venecia para responder al llamado del Papa Clemente XI, quien había pedido
voluntarios para la guerra contra los turcos; pero un año después se dio de
baja, convencido de que no estaba hecho para la vida militar. Sintiendo que
Dios no le llamaba tampoco a una vida ordinaria en el mundo, rechazó una
cuantiosa herencia y un matrimonio brillante. Pero antes de que él o sus
directores lograsen descubrir su verdadera vocación, vivió varios años en casa
de sus padres, en Castellazzo de Lombardía, donde mediante la práctica de la
oración constante, alcanzó un alto grado de contemplación.
En tres extraordinarias visiones que tuvo,
en 1720, observó un hábito negro sobre el que estaba grabado el nombre de
Jesús, en caracteres blancos, bajo una cruz, a la altura del pecho. En la
tercera de esas visiones, la Santísima Virgen, vestida con el hábito negro, le
ordenó que fundase una congregación cuyos miembros vistiesen ese hábito y
sufriesen constantemente por la pasión y muerte de Cristo. Pablo presentó por
escrito un relato de sus visiones al obispo de Alejandría, el cual consultó con
varias personas de autoridad, entre las que se contaba el capuchino Columbano
de Génova, antiguo director espiritual de Pablo. Conociendo la heroica vida de
virtud y oración que el joven había llevado desde niño, todos declararon que se
trataba, realmente, de una vocación señalada por Dios. Entonces, el obispo
autorizó a Pablo a seguir el divino llamamiento y le confirió el hábito negro.
La insignia de la cruz la reservó hasta que el Papa aprobase la nueva
fundación. Pablo empezó inmediatamente a redactar las reglas de la futura
congregación. Durante cuarenta días se retiró a una oscura y húmeda celda
triangular, contigua a la sacristía de la iglesia de San Carlos de Castellazzo,
donde vivió a pan y agua y durmió en un lecho de paja. Las reglas que redactó
entonces, sin consultar ningún libro, son sustancialmente las mismas que
observan actualmente los pasionistas.
Después de ese retiro, permaneció algún
tiempo con Juan Bautista y otro discípulo, en las cercanías de Castellazzo,
ayudando al clero en la catequesis y dando misiones con gran éxito. Pero pronto
comprendió que, para cumplir plenamente su misión, necesitaba la aprobación de
Roma. Así pues, descalzo, con la cabeza descubierta y sin un centavo en la
bolsa, emprendió el viaje a la Ciudad Eterna. En Génova dejó a su hermano Juan
Bautista. En cuanto llegó a Roma, se presentó en el Vaticano; pero, como no
tenía credenciales, no pudo entrar. Pablo vio en ello una señal de que todavía
no sonaba la hora de Dios y emprendió tranquilamente el viaje de vuelta. Pasó
por las solitarias laderas de Monte Argentaro, que el mar separa casi
enteramente de la península. El sitio le impresionó tanto, que poco después volvió
con Juan Bautista, decidido a llevar en una de las ermitas abandonadas en aquel
lugar, una vida tan austera como la de los padres del desierto. Más tarde,
pasaron algún tiempo en Roma, donde recibieron las órdenes sagradas; pero en
1727, retornaron a Monte Argentaro, con la intención de fundar el primer
noviciado, para el cual habían recibido ya la autorización pontificia.
En la empresa tuvieron que hacer frente a
numerosas dificultades. Todos los primeros candidatos encontraron demasiado
duro el régimen de vida y se volvieron atrás. Por otra parte, a causa de la
amenaza de la guerra, los bienhechores no pudieron cumplir sus promesas.
Finalmente, se desató una grave epidemia en los pueblos de los alrededores.
Pablo y Juan Bautista, que habían recibido en Roma facultades de misioneros, se
consagraron a dar los últimos sacramentos a los agonizantes, a cuidar a los
enfermos y a reconciliar con Dios a los pecadores. Las misiones que predicaron
por entonces tuvieron tal éxito, que pronto empezaron a llamarles de otros
pueblos. Igualmente, solicitaron la admisión varios nuevos novicios (de los que
no todos perseveraron) y, en 1737, se acabó de construir el primer «retiro» o
monasterio pasionista. A partir de entonces, la congregación empezó a florecer,
aunque las pruebas y decepciones no escasearon. En 1741, Benedicto XIV aprobó
las reglas, un tanto mitigadas, e inmediatamente aumentó el número de
vocaciones para la congregación. Seis años después, cuando los pasionistas
tenían ya tres casas, se reunieron en capítulo general. Ya para entonces, la
fama de sus misiones y de la austeridad de su vida se había divulgado por toda
Italia. San Pablo en persona evangelizó casi todas las ciudades de los Estados
Pontificios y la región de Toscana. El tema constante de su predicación era la
Pasión de Cristo. Con una cruz en la mano y los brazos extendidos, el santo
hablaba de los sufrimientos del Señor, en forma que conmovía aun a los más
duros. Cuando se disciplinaba violentamente en público por los pecados del
pueblo, hacía llorar aun a los soldados y a los bandoleros. Un oficial que
asistió a una de las misiones confesó al santo: «Padre, yo he estado en muchas
batallas, sin pestañear siquiera al tronar del cañón, pero la voz de vuestra
reverencia me hace temblar de pies a cabeza». El apóstol trataba tiernamente a
los penitentes en el confesionario, confirmándolos en sus buenos propósitos,
exhortándolos a cambiar de vida y sugiriéndoles medios prácticos para
perseverar en el buen camino.
Dios colmó a san Pablo de la Cruz de dones
extraordinarios. El santo predijo el futuro, curó a muchos enfermos y, aun en
su vida mortal, se apareció en varias ocasiones a personas que se hallaban muy
distantes del sitio en que él se encontraba. En las ciudades, las gentes se
arremolinaban a su alrededor, tratando de tocarle y de arrancarle un fragmento
del hábito para guardarlo como reliquia, a pesar de que él desechaba toda
muestra de veneración. En 1765, san Pablo tuvo la pena de perder a su hermano
Juan Bautista, del que nunca se había separado y con quien le unía un cariño
extraordinario. De temperamento muy diferente, ambos hermanos se completaban el
uno al otro y luchaban juntos por adquirir la perfección. Desde que habían
recibido la ordenación sacerdotal, se había confesado el uno con el otro,
ejerciendo por turno el oficio de jueces. La única vez en que no estuvieron de
acuerdo fue el día que Juan Bautista se atrevió a alabar a su hermano en su
presencia. Ello hirió tan profundamente la humildad de san Pablo, que prohibió
a su hermano que le dirigiese la palabra, lo cual resultó ser una penitencia
tan dura para uno como para el otro. La nube de la desavenencia se esfumó
finalmente al tercer día, cuando Juan Bautista pidió de rodillas perdón a su
hermano. Jamás volvió a haber una dificultad entre ellos. En memoria de la
amistad que los había unido, el Papa Clemente XIV confió, muchos años más
tarde, a san Pablo de la Cruz, la basílica romana de San Juan y San Pablo.
En 1769, Clemente XIV aprobó
definitivamente la nueva congregación. San Pablo hubiese querido retirarse
entonces a la soledad, pues su salud se había debilitado mucho y el siervo de
Dios consideraba terminada su tarea. Pero sus hijos se resistieron a cambiar de
superior, y el Papa, que tenían gran cariño por el santo, quiso que pasase en
Roma una temporada. Durante sus últimos años, san Pablo de la Cruz se consagró
a la fundación de las religiosas pasionistas. Después de muchas dificultades,
se inauguró en 1771 el primer convento, en Corneto; pero la mala salud del
fundador le impidió asistir a la ceremonia y nunca llegó a ver a sus hijas
espirituales vestidas con el hábito. Sintiéndose ya muy enfermo, mandó pedir al
Papa su bendición, pero el Pontífice le respondió que la Iglesia necesitaba que
viviese algunos años más. San Pablo mejoró un poco y vivió todavía tres años.
Su muerte ocurrió el 18 de octubre de 1775, cuando tenía ochenta años. Su
canonización tuvo lugar en 1867.
Aparte de los testimonios del proceso de
beatificación, la aportación más importante que se ha hecho a la historia de
san Pablo de la Cruz es la publicación de sus cartas en cuatro volúmenes:
Lettere di S. Paolo della Croce, disposte ed annotate dal P. Amedeo della Madre
del Buon Pastore (1924). Merece especial atención el diario espiritual de los
cuarenta días de retiro en Castellazzo, en 1720, pues revela, más que cualquier
otro documento, el trabajo de la gracia en el alma del santo. Existen numerosas
biografías en varios idiomas. La primera fue la que escribió san Vicente
Strambi. En 1924, apareció una edición corregida de la obra del P. Pío del
Espíritu Santo.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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