Santa Virginia Centurione Bracelli, viuda y fundadora
fecha: 15 de diciembre
n.: 1587 - †: 1651 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 22 sep 1985 - C: Juan Pablo II 18 may 2003
hagiografía: Vaticano
n.: 1587 - †: 1651 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 22 sep 1985 - C: Juan Pablo II 18 may 2003
hagiografía: Vaticano
Elogio: En la misma ciudad, santa Virginia
Centurione Bracelli, viuda, la cual, dedicándose al servicio del Señor,
socorrió de muchas maneras a los pobres, ayudó a las iglesias rurales y fundó y
rigió la Obra de las Señoras Auxiliares de la Misericordia.
Virginia Centurione, viuda de Bracelli,
nació el 2 de abril de 1587 en Génova (Italia). Fue hija de Jorge Centurione,
Dux de la República en el bienio 1621-1622, y de Lelia Spínola, ambos
descendientes de familias de antigua nobleza. Bautizada dos días más tarde,
recibió la primera formación religiosa y literaria de su madre y de un
preceptor doméstico. Aunque ya desde su adolescencia manifestó inclinación a la
vida del claustro, tuvo que aceptar la decisión de su padre, que quiso que se
casara, el 10 de diciembre de 1602, con Gaspar Grimaldi Bracelli, un joven
rico, heredero de una ilustre familia, pero inclinado a una vida desordenada y
al vicio del juego. De esa unión nacieron dos niñas: Lelia e Isabel.
Al quedarse viuda con sólo 20 años,
Virginia hizo voto de castidad perpetua, rechazando las ocasiones de contraer
segundas nupcias, tal como se lo propuso su padre, y vivió retirada en casa de
su suegra, aplicándose a la educación y a la administración de los bienes de
sus hijas y dedicándose a la oración y a la beneficencia. En 1610 sintió más
claramente la vocación especial a «servir a Dios en sus pobres». Aunque estaba
severamente controlada por su padre, y sin descuidar nunca el cuidado de su
familia, comenzó a trabajar en favor de los necesitados. Los atendía
directamente, distribuyendo en limosnas la mitad de sus propias rentas, o por
medio de las instituciones benéficas de aquel tiempo.
Una vez casadas sus hijas, Virginia se
dedicó por completo al cuidado de los muchachos abandonados, de los ancianos y
de los enfermos, y a la promoción de los marginados. La guerra entre la
República de Génova y el Duque de Saboya, apoyado por Francia, sembrando el
desempleo y el hambre, indujo a Virginia, en el invierno de 1624-1625, a acoger
en casa, primero a unas quince jóvenes abandonadas, y luego, al aumentar el
número de los prófugos en la ciudad, a todos los pobres que pudo, especialmente
mujeres, proveyendo en todo a sus necesidades. Tras el fallecimiento de su
suegra, en el mes de agosto de 1625, no sólo comenzó a acoger a las jóvenes que
llegaban espontáneamente, sino que ella misma andaba por la ciudad, sobre todo
por los barrios de peor fama, en busca de las más necesitadas y que se hallaban
en peligro de corrupción.
Al intensificar la iniciativa de la
acogida de las jóvenes, sobre todo durante el tiempo de la peste y de la
carestía de 1629-1630, Virginia se vio obligada a tomar en arriendo el convento
vacío de Montecalvario, a donde se trasladó el 14 de abril de 1631 con sus
acogidas, a las que puso bajo la protección de Nuestra Señora del Refugio. Tres
años después la Obra contaba ya con tres casas en las que residían casi 300
acogidas. Por esto Virginia consideró oportuno pedir el reconocimiento oficial
al Senado de la República, que lo concedió el 13 de diciembre de 1635.
Las acogidas de Nuestra Señora del Refugio
se convirtieron para la Santa en sus «hijas» por excelencia, con las que
compartía la comida y los vestidos, y a las que instruía con el catecismo y
adiestraba en el trabajo para que se ganasen el propio sustento. Proponiéndose
dar a la Obra una sede propia, después de haber renunciado a la adquisición del
Montecalvario debido a su precio demasiado elevado, compró dos casitas
contiguas en la colina de Carignano, que, con la construcción de una nueva ala
y de la iglesia dedicada a Nuestra Señora del Refugio, se convirtió en la
casa-madre de la Obra. El espíritu que animaba a la Institución fundada por
Virginia Bracelli estaba ampliamente presente en la Regla redactada en los años
1644-1650. En ella se establecía que todas las casas constituyen la única Obra
de Nuestra Señora del Refugio, bajo la dirección y administración de los
Protectores (laicos nobles designados por el Senado de la República); se
reafirma la división entre las «hijas» con hábito e «hijas» sin hábito; pero
todas deben vivir -aunque no tengan votos- como las monjas más observantes, en
obediencia y pobreza, trabajando y orando; además, deben estar dispuestas a ir
a prestar servicio en los hospitales públicos, como si estuvieran obligadas por
medio de un voto. Con el tiempo la Obra se desarrollará en dos Congregaciones
religiosas: las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio de Monte Calvario y las
Hijas de Nuestra Señora en el Monte Calvario.
Después del nombramiento de los
Protectores (el 3 de julio de 1641), que eran considerados los verdaderos
superiores de la Obra, Virginia Bracelli no quiso inmiscuirse más en el
gobierno de la casa: ella estaba sometida a su querer y seguía sus
disposiciones, incluso en la aceptación de cualquier joven necesitada. Virginia
vivía como la última de sus «hijas», dedicada al servicio de la casa: salía
mañana y tarde a mendigar para conseguir el sustento para toda la casa. Se
interesaba por todas como una madre, especialmente por las enfermas,
prestándolas los servicios más humildes. Ya en los años anteriores había
comenzado una acción social sanadora, destinada a curar las raíces del mal y a
prevenir las recaídas: a los enfermos y los inválidos se les había de internar
en centros apropiados para ellos; los hombres útiles debían ser iniciados en el
trabajo; las mujeres debían ejercitarse en los telares y en hacer labores de
corte y confección; y los niños tenían la obligación de ir a la escuela. Al
crecer las actividades y redoblarse los esfuerzos, Virginia vio disminuir a su
alrededor el número de colaboradoras, sobre todo las mujeres burguesas y
aristocráticas, que temían comprometer su reputación al tratar con gente
corrompida y siguiendo a una guía que, aunque fuera noble y santa, aparecía un
tanto temeraria en sus empresas.
Abandonada por las Auxiliares,
desautorizada de hecho por los Protectores en el gobierno de su Obra, y
ocupando el último lugar entre las hermanas en la casa de Carignano, mientras
que su salud física se debilitaba rápidamente, Virginia parecía que encontraba
nueva fuerza en la soledad moral. El 25 de marzo de 1637 consiguió que la
República tomara a la Virgen María como protectora. Suplicó con insistencia
ante el Arzobispo de la ciudad la institución de las Cuarenta Horas, que
comenzaron en Génova hacia finales de 1642, y la predicación de las misiones
populares (1643). Se interpuso para allanar las frecuentes y sanguinarias rivalidades
que, por motivos fútiles, surgían entre las familias nobles y los caballeros.
En 1647 obtuvo la reconciliación entre la curia arzobispal y el gobierno de la
República, en lucha entre sí por puras cuestiones de prestigio. Sin perder
nunca de vista a los más abandonados, estaba siempre disponible,
independientemente del rango social, para cualquier persona que acudiese a ella
para pedir ayuda.
Enriquecida por el Señor con éxtasis,
visiones, locuciones interiores y otros dones místicos especiales, entregó su
espíritu al Señor el 15 de diciembre de 1651, a la edad de 64 años. El Sumo
Pontífice Juan Pablo II la proclamó beata en 1985 y el mismo pontífice la
canonizó el 18 de mayo de 2003.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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