Primer
domingo del mes de agosto del año 2020. Decimoctavo domingo del Tiempo
ordinario y de la lectura del Evangelista Mateo. Hemos llegado ya hasta el
capítulo decimocuarto. Invito a que se lea completo el comentario que hago a
esta elección de los responsables de la liturgia. Ellos serán conscientes de
qué seleccionan que se lea y que no se lea. Todo me parece muy arbitrario... Y
peligroso. E intencionado.
Se
desea que nos leamos el llamado milagro de 'la multiplicación de los panes'. Y
de entrada debo decir que Lucas y Juan sólo nos han contado una
multiplicación. En cambio Marcos y Mateo, nos han dejado constatadas dos
multiplicaciones de pan por obra y gracia del decir y hacer de Jesús de
Nazaret.
En
alguna ocasión he pensado y he escrito que si en vez de dos
multiplicaciones Jesús hubiera hecho multiplicaciones de pan diariamente
en vez de un milagro estaríamos hablando ahora de 'un negocio' y, tal vez, 'con
ánimo de lucro'.
Multiplicar
pan día a día como si fuera una eucaristía de la santa misa podría arreglar el
problema del hambre y más en estos tiempos de la pandemia y situación de
pobreza y miseria en la que estamos sumidos unos más que otros, pero todos con
la nefasta y pendiente espada de Damocles sobre nuestras cabezas.
Imagino
que los predicadores de esta palabra de 'la multiplicación de los panes'
pondrán en relación directa este 'milagro de Jesús' con la Eucaristía. Y
seguramente que tendrán sus razones, pero en los relatos evangélicos esta
multiplicación de panes tiene que ver con la manera de pensar, creer y vivir de
quienes se creen seguidores de la religión judía o seguidores de la manera de
pensar, creer y vivir del judío Jesús de Nazaret.
Por
estas otras razones me resulta muy inquietante leer las palabras que Mateo pone
en boca de su Jesús: 'Dadles vosotros de comer'. Y comprendo que este
'vosotros' no es sólo el número de los Doce, sino la presencia y la tarea de
todos cuantos se fían de aquel laico y judío de Galilea llamado Jesús.
Ni
la multiplicación del pan en los Evangelios ni la eucaristía o santa misa en la
tradición eclesiástica deben considerarse como un negocio. Y menos con el
desmedido deseo del lucro. Es fácil proclamarlo, pero muy tentador
olvidarlo.
Y
de la otra lectura y comentario invito a quedarse con una palabra. El nombre de
una ciudad llamada MILETO. Ahí cuenta Lucas un acontecimiento que tal vez solo
existió en su 'magín teológico', pero se dicen, aluden o despiertan tantas
reflexiones... Mileto, una ciudad todavía hoy visitable. Mileto, que rima con
Éfeso. Mileto... como si ahí Pablo sintiera sus experiencias profundas de
considerarse 'fundador'. Mucho cuidado con la lectura y con sus
interpretaciones...
Domingo 18º del TO. Ciclo A (02.08.2020): Mateo 14,13-21
Milagros, no. ¡Procesos! Lo
medito y escribo CONTIGO,
Es inevitable. Me tengo que preguntar por el
delito que ha cometido el relato de Mt 14,1-12 para que nunca lo escuche
el pueblo que participa domingo tras domingo en la celebración de la mesa de la
palabra y del pan. Me gustaría estar equivocado y que alguien me lo dijera.
Pero no deseo dejarme en el tintero que el hecho de la muerte de Juan el
Bautista nos informa de la vida y destino de un judío disidente de la autoridad
tanto de la Religión como de la Política.
En cambio se nos propone leer la continuación del
relato en Mateo 14,13-21, la primera multiplicación de los panes que
realiza este Jesús del que nos informa este Evangelista. El hecho, ya sea real,
simbólico, imaginado o atribuido, sólo nos lo han contado este Evangelista
Mateo y su fuente inspiradora que ha sido el Evangelio de Marcos. Ambos
Evangelistas nos cuentan que Jesús de Nazaret realizó dos multiplicaciones del
pan para los hambrientos de la región de Galilea. Los Evangelistas Lucas y Juan
sólo nos cuentan una sola multiplicación.
No sé si estos datos tienen poca o mucha
importancia. Como lector que soy lo comparto con quienes lo lean y que cada
cual opine como mejor le parezca. Y añado este otro dato, por si nos ayuda en
algo a la comprensión del texto para este domingo primero de agosto y para el
siguiente. El dato que evoco no es otro que los relatos del libro del Éxodo
donde se le cuenta al ‘buen judío’ la experiencia de su primera pascua: Una
comida de familia y el paso del mar.
¿Pretendió el Evangelista Mateo evocar estos
acontecimientos de la liberación pascual cuando nos cuenta, primero, la primera
multiplicación de los panes (Mt 14,13-21) para presentar a su Jesús como
sanador del hambre del pueblo y, a continuación, el paso por el mar tempestuoso
de la Galilea (Mt 14,22-36) para presentar a su Jesús como sanador de toda otra
enfermedad? Nadie me podrá impedir el contemplar a mi manera el tejido del
texto del Evangelista.
El nuevo Moisés que es este Jesús del narrador
Mateo se hace pan y salud. “Sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos”,
escribe este escriba desde el inicio de este relato (Mt 14,14). Nada leemos de
tablas de leyes de dioses ni de ritos de ofrendas de sacerdotes.
Ante el hambre y la enfermedad lo primero es el
pan y la salud. Toda liberación de cuanto nos deshumaniza a los humanos se
sentirá comprometidamente iluminada al escuchar, en plena celebración
litúrgica de la Palabra o en el rincón de la meditación crítica la Voz que
Mateo coloca en este judío laico de Galilea: “Dadles vosotros de comer”
(Mt 14,16). Y así se hizo allí.
“Comieron todos. Se saciaron. Y recogieron lo
sobrante en doce canastos llenos” (Mt 14,20). Invito ahora y aquí a releer
al propio Mateo en 16,5-12. Si no se hace este ejercicio no sucederá nada.
Quien lo haga tendrá una clave nueva para entender de qué otro pan se trata.
Creo que entonces se podrá aceptar son sentido común que en la realidad de la
naturaleza no se suelen dar lo que solemos llamar ‘milagros’, sino más bien y
siempre lo que entendemos como ‘procesos’. Por fin, el breve apunte de Mt 14,21
nunca dejaremos de leerlo, y tampoco debemos dejar de interpretarlo. Según los
aires de las ideologías que respiramos, pocos estarán de acuerdo con la
irrelevancia de las mujeres y de los niños. Jesús tampoco lo estuvo.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 36º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(02.08.2020): Hch 20,17-38
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
No llevo cuenta de las veces que he tenido que
consultar el mapa para tratar de imaginarme el lugar por donde pasa o reside
este Saulo/Pablo de las neuronas de su narrador Lucas. Sin esta obligada
consulta a la geografía se pierden posibilidades de comprensión del relato.
Confieso esto porque, como ya se nos adelantó en páginas anteriores, el
misionero de Tarso parece que hizo de Éfeso uno de los lugares emblemáticos de
su tarea. ¿Pablo o Lucas? Tanto da. Los dos.
“Desde Mileto, mandó [Pablo] llamar a
los presbíteros de la iglesia de Éfeso. Cuando se presentaron les dijo:” (Hch
20,17). El narrador Lucas nos deja escrito, ¿¡textualmente!?, las palabras
de su Pablo/Saulo a los responsables de la eclesía-iglesia-comunidad cristiana
de Éfeso. Me sorprende inmensamente que a este Pablo no se le dejara hablar en
Éfeso y ahora Lucas le ponga en su boca un discurso tan intencionadamente
interesado (Hch 20,18-35).
Nada se nos cuenta de la vida cotidiana de la
comunidad cristiana que desarrolla su día a día en esta ciudad del Asia Menor
llamada Mileto en la que aún hoy se pueden admirar los restos de un excelente y
grandioso teatro romano. Tanto a Lucas como a su Pablo sólo parece importarles
‘la carta del pastor’ destinada a las autoridades eclesiales de Éfeso.
Explícitamente se nos escribe que “cuando terminó de hablar, se pusieron
todos de rodillas y Pablo rezó... Y le acompañaron hasta el barco” (Hch
20,36-38).
Casi con total certeza se puede afirmar que Lucas
puso en boca de su Pablo/Saulo estas palabras que conviene leer más de una vez
para ir dejando que los mensajes del Evangelio de Jesús vayan iluminando estas
orientaciones en las que se atisba la siembra del proceso institucionalizador
de la que acabará llamándose ‘Iglesia de Jesús’, luego cristiana y católica.
Parece todo muy normal desde el comienzo, pero al
detenerse y contemplar críticamente lo leído se cae en la cuenta de que Pablo
y su tarea no debieran ser el centro de aquella Buena Noticia que fue
el hombre de la Galilea, Jesús de Nazaret. Este Pablo no deja de insistir en
convertirse a Dios, creer en el Señor Jesús y sentirse animados por el Espíritu
Santo (Hch 20,18-28). Pero, ¿quién era el Dios de Pablo?, ¿quién era su Señor
Jesús? y ¿quién su Espíritu Santo?
Pablo sigue hablando sólo de él y de su
experiencia a los animadores de la comunidad de Éfeso (Hch 20,29-35) y hasta se
atreve a recordar unas palabras del Jesús de Nazaret al que nunca vio ni oyó (Hch
20,35) y que no encontraremos en ninguno de los cuatro Evangelios. ¿Se
tratará de una fina ironía de Lucas para con su Pablo? Las tres primeras
bienaventuranzas de su Jesús ¿no expresan todo lo contrario (Lc 6,20-21)?
¿Hay más felicidad en dar que en recibir?
Con seguridad, Lucas escribe esta crónica de los hechos
cuando ya Pablo ha muerto y se contempla su tarea desde el horizonte del paso
del tiempo. Esta forma de expresarse el Evangelista deja en mi experiencia de lector
la impresión de que este Pablo, con esta ¿su carta apostólica a los animadores
de la comunidad’?, es el fundador de la iglesia de Éfeso y de todas las que
hasta ahora fueron iniciándose tanto en Asia Menor como en Europa. Según los
cuatro Evangelios, parece cierto que Jesús no fue el fundador de ninguna
iglesia. ¿Lo fue ‘este’ Pablo?
Carmelo Bueno Heras
No hay comentarios:
Publicar un comentario