sábado, 1 de agosto de 2020

Domingo 18º del TO. Ciclo A (02.08.2020): Mateo 14,13-21 Milagros, no. ¡Procesos! y Domingo 36º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (02.08.2020): Hch 20,17-38 “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Primer domingo del mes de agosto del año 2020. Decimoctavo domingo del Tiempo ordinario y de la lectura del Evangelista Mateo. Hemos llegado ya hasta el capítulo decimocuarto. Invito a que se lea completo el comentario que hago a esta elección de los responsables de la liturgia. Ellos serán conscientes de qué seleccionan que se lea y que no se lea. Todo me parece muy arbitrario... Y peligroso. E intencionado.

Se desea que nos leamos el llamado milagro de 'la multiplicación de los panes'. Y de entrada debo decir que Lucas y Juan sólo nos han contado una multiplicación. En cambio Marcos y Mateo, nos han dejado constatadas dos multiplicaciones de pan por obra y gracia del decir y hacer de Jesús de Nazaret. 

En alguna ocasión he pensado y he escrito que si en vez de dos multiplicaciones Jesús hubiera hecho multiplicaciones de pan diariamente en vez de un milagro estaríamos hablando ahora de 'un negocio' y, tal vez, 'con ánimo de lucro'. 

Multiplicar pan día a día como si fuera una eucaristía de la santa misa podría arreglar el problema del hambre y más en estos tiempos de la pandemia y situación de pobreza y miseria en la que estamos sumidos unos más que otros, pero todos con la nefasta y pendiente espada de Damocles sobre nuestras cabezas.

Imagino que los predicadores de esta palabra de 'la multiplicación de los panes' pondrán en relación directa este 'milagro de Jesús' con la Eucaristía. Y seguramente que tendrán sus razones, pero en los relatos evangélicos esta multiplicación de panes tiene que ver con la manera de pensar, creer y vivir de quienes se creen seguidores de la religión judía o seguidores de la manera de pensar, creer y vivir del judío Jesús de Nazaret. 

Por estas otras razones me resulta muy inquietante leer las palabras que Mateo pone en boca de su Jesús: 'Dadles vosotros de comer'. Y comprendo que este 'vosotros' no es sólo el número de los Doce, sino la presencia y la tarea de todos cuantos se fían de aquel laico y judío de Galilea llamado Jesús. 

Ni la multiplicación del pan en los Evangelios ni la eucaristía o santa misa en la tradición eclesiástica deben considerarse como un negocio. Y menos con el desmedido deseo del lucro. Es fácil proclamarlo, pero muy tentador olvidarlo. 

Y de la otra lectura y comentario invito a quedarse con una palabra. El nombre de una ciudad llamada MILETO. Ahí cuenta Lucas un acontecimiento que tal vez solo existió en su 'magín teológico', pero se dicen, aluden o despiertan tantas reflexiones... Mileto, una ciudad todavía hoy visitable. Mileto, que rima con Éfeso. Mileto... como si ahí Pablo sintiera sus experiencias profundas de considerarse 'fundador'. Mucho cuidado con la lectura y con sus interpretaciones... 


Domingo 18º del TO. Ciclo A (02.08.2020): Mateo 14,13-21
Milagros, no. ¡Procesos! Lo medito y escribo CONTIGO,

Es inevitable. Me tengo que preguntar por el delito que ha cometido el relato de Mt 14,1-12 para que nunca lo escuche el pueblo que participa domingo tras domingo en la celebración de la mesa de la palabra y del pan. Me gustaría estar equivocado y que alguien me lo dijera. Pero no deseo dejarme en el tintero que el hecho de la muerte de Juan el Bautista nos informa de la vida y destino de un judío disidente de la autoridad tanto de la Religión como de la Política.

En cambio se nos propone leer la continuación del relato en Mateo 14,13-21, la primera multiplicación de los panes que realiza este Jesús del que nos informa este Evangelista. El hecho, ya sea real, simbólico, imaginado o atribuido, sólo nos lo han contado este Evangelista Mateo y su fuente inspiradora que ha sido el Evangelio de Marcos. Ambos Evangelistas nos cuentan que Jesús de Nazaret realizó dos multiplicaciones del pan para los hambrientos de la región de Galilea. Los Evangelistas Lucas y Juan sólo nos cuentan una sola multiplicación.

No sé si estos datos tienen poca o mucha importancia. Como lector que soy lo comparto con quienes lo lean y que cada cual opine como mejor le parezca. Y añado este otro dato, por si nos ayuda en algo a la comprensión del texto para este domingo primero de agosto y para el siguiente. El dato que evoco no es otro que los relatos del libro del Éxodo donde se le cuenta al ‘buen judío’ la experiencia de su primera pascua: Una comida de familia y el paso del mar.

¿Pretendió el Evangelista Mateo evocar estos acontecimientos de la liberación pascual cuando nos cuenta, primero, la primera multiplicación de los panes (Mt 14,13-21) para presentar a su Jesús como sanador del hambre del pueblo y, a continuación, el paso por el mar tempestuoso de la Galilea (Mt 14,22-36) para presentar a su Jesús como sanador de toda otra enfermedad? Nadie me podrá impedir el contemplar a mi manera el tejido del texto del Evangelista.

El nuevo Moisés que es este Jesús del narrador Mateo se hace pan y salud. “Sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos”, escribe este escriba desde el inicio de este relato (Mt 14,14). Nada leemos de tablas de leyes de dioses ni de ritos de ofrendas de sacerdotes.

Ante el hambre y la enfermedad lo primero es el pan y la salud. Toda liberación de cuanto nos deshumaniza a los humanos se sentirá comprometidamente iluminada al  escuchar, en plena celebración litúrgica de la Palabra o en el rincón de la meditación crítica la Voz que Mateo coloca en este judío laico de Galilea: “Dadles vosotros de comer” (Mt 14,16). Y así se hizo allí.

“Comieron todos. Se saciaron. Y recogieron lo sobrante en doce canastos llenos” (Mt 14,20). Invito ahora y aquí a releer al propio Mateo en 16,5-12. Si no se hace este ejercicio no sucederá nada. Quien lo haga tendrá una clave nueva para entender de qué otro pan se trata. Creo que entonces se podrá aceptar son sentido común que en la realidad de la naturaleza no se suelen dar lo que solemos llamar ‘milagros’, sino más bien y siempre lo que entendemos como ‘procesos’. Por fin, el breve apunte de Mt 14,21 nunca dejaremos de leerlo, y tampoco debemos dejar de interpretarlo. Según los aires de las ideologías que respiramos, pocos estarán de acuerdo con la irrelevancia de las mujeres y de los niños. Jesús tampoco lo estuvo.
Carmelo Bueno Heras
       
Domingo 36º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (02.08.2020): Hch 20,17-38
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

No llevo cuenta de las veces que he tenido que consultar el mapa para tratar de imaginarme el lugar por donde pasa o reside este Saulo/Pablo de las neuronas de su narrador Lucas. Sin esta obligada consulta a la geografía se pierden posibilidades de comprensión del relato. Confieso esto porque, como ya se nos adelantó en páginas anteriores, el misionero de Tarso parece que hizo de Éfeso uno de los lugares emblemáticos de su tarea. ¿Pablo o Lucas? Tanto da. Los dos.

“Desde Mileto, mandó [Pablo] llamar a los presbíteros de la iglesia de Éfeso. Cuando se presentaron les dijo:” (Hch 20,17). El narrador Lucas nos deja escrito, ¿¡textualmente!?, las palabras de su Pablo/Saulo a los responsables de la eclesía-iglesia-comunidad cristiana de Éfeso. Me sorprende inmensamente que a este Pablo no se le dejara hablar en Éfeso y ahora Lucas le ponga en su boca un discurso tan intencionadamente interesado (Hch 20,18-35).

Nada se nos cuenta de la vida cotidiana de la comunidad cristiana que desarrolla su día a día en esta ciudad del Asia Menor llamada Mileto en la que aún hoy se pueden admirar los restos de un excelente y grandioso teatro romano. Tanto a Lucas como a su Pablo sólo parece importarles ‘la carta del pastor’ destinada a las autoridades eclesiales de Éfeso. Explícitamente se nos escribe que “cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas y Pablo rezó... Y le acompañaron hasta el barco” (Hch 20,36-38).

Casi con total certeza se puede afirmar que Lucas puso en boca de su Pablo/Saulo estas palabras que conviene leer más de una vez para ir dejando que los mensajes del Evangelio de Jesús vayan iluminando estas orientaciones en las que se atisba la siembra del proceso institucionalizador de la que acabará llamándose ‘Iglesia de Jesús’, luego cristiana y católica.

Parece todo muy normal desde el comienzo, pero al detenerse y contemplar críticamente lo leído se cae en la cuenta de que Pablo y su tarea no debieran ser el centro de aquella Buena  Noticia que fue el hombre de la Galilea, Jesús de Nazaret. Este Pablo no deja de insistir en convertirse a Dios, creer en el Señor Jesús y sentirse animados por el Espíritu Santo (Hch 20,18-28). Pero, ¿quién era el Dios de Pablo?, ¿quién era su Señor Jesús? y ¿quién su Espíritu Santo?

Pablo sigue hablando sólo de él y de su experiencia a los animadores de la comunidad de Éfeso (Hch 20,29-35) y hasta se atreve a recordar unas palabras del Jesús de Nazaret al que nunca vio ni oyó (Hch 20,35) y que no encontraremos en ninguno de los cuatro Evangelios. ¿Se tratará de una fina ironía de Lucas para con su Pablo? Las tres primeras bienaventuranzas de su Jesús ¿no expresan todo lo contrario (Lc 6,20-21)? ¿Hay más felicidad en dar que en recibir?      

Con seguridad, Lucas escribe esta crónica de los hechos cuando ya Pablo ha muerto y se contempla su tarea desde el horizonte del paso del tiempo. Esta forma de expresarse el Evangelista deja en mi experiencia de lector la impresión de que este Pablo, con esta ¿su carta apostólica a los animadores de la comunidad’?, es el fundador de la iglesia de Éfeso y de todas las que hasta ahora fueron iniciándose tanto en Asia Menor como en Europa. Según los cuatro Evangelios, parece cierto que Jesús no fue el fundador de ninguna iglesia. ¿Lo fue ‘este’ Pablo?  
Carmelo Bueno Heras 

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