Jesús de Nazaret
Para este domingo día 23 de
agosto sugiero en el comentario realizar una serie de búsquedas de textos
evangélicos para leerlos en paralelo y de forma crítica. Creo que es una de las
muchas maneras de acercarse al mensaje de la Buena Noticia para encontrar en
ella esa luz que serena, ilumina y acompaña.
Si estos ejercicios no se
realizan seguramente que no sucederá nada. Es posible que todo siga igual. Con
estos ejercicios no pretendo cambiar nada de cuanto cada uno llevamos dentro a
modo de tesoro que nos ofrece la seguridad de sentirnos a gusto en la vida en
general y en cada una de nuestras tareas, en particular.
Los ejercicios propuestos en
el comentario sobre el relato del Evangelio de Mateo se refieren al
acontecimiento, sucedido o imaginado, que tuvo lugar en las tierras altas de la
Galilea del siglo primero de nuestra historia. El nombre de ese lugar era
Cesarea de Filipo. Parece como que Jesús de Nazaret y cuantas personas le
acompañaban se hubieran sentado y hubieran comenzado a colocar negro sobre
blanco las piezas de sus personas y de sus proyectos. Desde entonces flota
constantemente en el aire una pregunta: ¿Quién es Jesús de Nazaret?
De la misma manera que el
aire es imprescindible para que todos puedan respirar y vivir, creo que Jesús
de Nazaret es también imprescindible para que muchas personas respiren y
vivan de una determinada manera. Por esta razón, cuando me hago consciente
de la pregunta '¿Quién es Jesús de Nazaret?' me la vuelvo a formular así:
¿Quién es mi Jesús de Nazaret? Y en multitud de ocasiones y en presencia de
otras personas me suelo preguntar en mis adentros, tal vez sólo para situarme,
'¿Quién es tu Jesús de Nazaret?'.
Creo que el propio
Evangelista Mateo se hizo también esta misma pregunta y nos la dejó
respondida en el relato completo de su Buena Noticia y de forma muy explícita
en Mt 16,18 (fácil de recordar la cita) que está dentro del contexto de Mt
16,13-28.
¿Quién es Jesús de Nazaret?
Precisamente eso, un hombre de Nazaret. Hijo de un hombre y de una mujer, como
todos los demás hombres y mujeres de este poblado de la tierra de Israel y del
mundo. Un hombre.
Y en un momento de su vida,
allá por la Cesarea de Filipo, este hombre dialoga con otros hombres y
mujeres sobre eso de ser hombre y mujer. Precisamente sobre esto de ser,
diríamos hoy, PERSONA, o tal vez HUMANO.
Por ahora nos vale como
presentación del comentario. Seguiremos hablando en otra ocasión sobre el
asunto derivado de éste de ser persona y humano. Este asunto es 'la
divinización' que no es otra cosa que un proceso que sucede en las
interioridades de las personas, los grupos y los pueblos por el que nos
olvidamos de lo que somos para inventarnos lo que nunca se debería llegar a
ser: un dios divinizado y divinizador.
Punto y seguido ahora, que va
a ser demasiada dosis para un solo domingo. Despacio iremos mejor y más lejos.
A continuación tienes estos
comentarios. El de Mateo que he señalado. Y el de Hechos, en el que seguimos
constatando el desconocimiento que Pablo manifiesta sobre el respirar y vivir
de Jesús de Nazaret.
Domingo 21º del TO. Ciclo
A (23.08.2020): Mateo 16,13-20
¿Quién es tu Jesús de Nazaret? Lo
medito y escribo CONTIGO,
Desde la costa mediterránea de Tiro y Sidón -en la
que se encontraron el Jesús de Nazaret del Evangelista Mateo, los seguidores de
éste, la mujer cananea (la pagana sirofenicia del Evangelista Marcos) y su hija
(Mateo 15,21-28)- hasta la región de Cesarea de Filipo hay que recorrer una
larga distancia en la que suceden varias cosas importantes que, ¿los maestros
de la liturgia vaticana decidieron, en su día, que el pueblo de la celebración
no las oyera? Quizá.
¿Qué virus de nociva espiritualidad evangélica se
contiene en Mateo 15,29-39 y en su continuación en Mateo 16,1-12? Ahí se habla
del virus de las levaduras. Espero que todos recordemos aquella parábola de la
levadura de la mujer en Mt 13,33. La levadura de la espiritualidad farisea y
saducea fermenta la masa de la Ley de Moisés en Religión judía. La levadura de
Jesús es la buena noticia que ya leímos en Mateo 7,12. Que nunca debe
olvidarse.
Con este asunto de la levadura entre las
neuronas, leo en Mateo: “Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo
preguntó a sus seguidores... ¿Quién decís que soy yo?... Entonces les prohibió
decir que él era el Cristo (en griego), el Mesías (en
hebreo)” (Mt 16,13-20).
Este explícito y textual relato fue considerado
tan importante y nuclear en la Tradición eclesiástica que se quiso considerar
como el momento fundacional de la Iglesia católica, apostólica, romana y
vaticana. Creo que para una inmensa mayoría de creyentes, estas expresiones
llegan a ser dogma de fe, revelado por la trinidad divina. Y a cualquier mente
crítica esta tradición dogmática le parece dudosa y muy seguramente ajena al
pensar de Jesús.
Antes de emitir ninguna otra opinión conviene
leerse muy despacio y en paralelo o sinopsis estos tres textos evangélicos:
Mateo 16,13-20, por un lado; en el centro Marcos 8,27-30; y por otro lado Lucas
9,18-21. Los tres relatos no pueden considerarse como constatación de un solo
hecho y mensaje ocurrido en la vida de Jesús de Nazaret. El hecho sólo ocurrió
de una manera.
Y para subrayar este dato es preciso saber
también que el cuarto Evangelio, el de Juan, nada nos cuenta de este hecho de
la fundación de la Iglesia por Jesús y de la institucionalización del Papado,
en Roma y en la persona de Pedro, en el que se ha apoyado toda la Tradición
después de la muerte de Jesús de Nazaret. Tanto la iglesia como el papado de
Pedro y de sus sucesores pertenecen a la Tradición eclesiástica y no al
Evangelio que fue el propio Jesús de Nazaret.
Y se debe añadir también el dato que nos ofrecen
Marcos 8,31-33 y Mateo 16,21-23. En ambos relatos se explica con nitidez
explícita el rechazo de Jesús de Nazaret al propio Pedro a quien se le califica
como ‘Satanás’ por su manera tan diabólica de pensar el mesianismo de Jesús.
Siempre que veo y escucho los textos de la Biblia
con los criterios de la lectura histórico-crítica no dejo de preguntarme, y más
en casos como éste del relato de Mateo, por qué la historia se ha fiado más de
la Tradición que del Evangelio (ambos los escribo en Mayúscula). Y no encuentro
otra explicación que la ignorancia, inconsciente o pretendida. No se leía el
Evangelio y ¿así seguimos? Mirar despacio el Evangelio es como amarse piel con
piel y no sólo de oídas.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 39º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(23.08.2020): Hch 21,27-36
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
Seguimos con Pablo/Saulo en Jerusalén, como nos
lo narra el cronista de la teología que es Lucas. Este Pablo desoyó
abiertamente las sugerencias del profeta Ágabo en casa de Felipe y de sus
cuatro hijas animadoras de pequeñas iglesias en los alrededores de Cesarea del
Mar.
En cambio, se ha fiado completamente de las
propuestas de las gentes de la casa de Santiago y de la iglesia de los DOCE:
hazte pasar por ‘buen judío y por observante de la Ley’. Tal vez, si hubiera
llamado a la puerta de la casa de María, la madre de Juan Marcos (Hch 12,12),
los hechos pudieron haber sucedido de manera muy distinta. Pero éste no fue el
camino de Pablo.
Así, pues, Pablo subió al Templo de Jerusalén
como el quinto hombre de aquel grupo de judíos comprometidos con un voto.
¡Importa poco de qué tipo de voto se trate! Los rituales y ofrendas de este
voto tienen lugar a lo largo de siete días, tiempo más que sobrado para
despertar sospechas e investigaciones poco o nada humanizadoras.
Una vez más, y así se sigue aún después de
siglos, nos encontramos los lectores con los enfrentamientos provocados por las
Religiones: “El revuelo cundió por toda la ciudad” (Hch 21,30). “Toda
Jerusalén andaba revuelta... Era tal la violencia de la gente que los soldados
tuvieron que llevarse a Pablo... El pueblo en masa gritaba: ¡Muera!” (Hch
21,31-36).
Al acabar la lectura de los hechos de este relato
breve, deseo retomar aquella escena en casa de Felipe, el evangelizador de las
tierras de Cesarea del Mar, perteneciente al grupo de los SIETE y exiliado de
Jerusalén después de la lapidación, muerte y enterramiento de Esteban. En
aquella hora de las despedidas y en el lugar donde a la sensatez se le puede
llamar profecía, Pablo decide echar en saco roto el sentido común en nombre de
una irracionalidad tal como la de pretender ser como Esteban (Hch 7) o hacerse
semejante al mismísimo Jesús de Nazaret.
Si este Paulo/Saulo andaba buscando un final para
sus días como el de Jesús de Nazaret, ¿por qué no asume y acepta morir ahora y
en las mismas puertas del Templo de Jerusalén? Quien se creía fuerte constata
muy de cerca la debilidad más profunda. Este Pablo no desea ni morir ya, ni
aquí ni así. Intuyo que Lucas me está diciendo que su Pablo debe continuar el
aprendizaje de ‘ser seguidor’ no tanto del Cristo-Mesías judío sino de Jesús de
Nazaret.
Deseo también ahora remansar mi proceso de lector
en la persona de ‘El tribuno’, la autoridad romana en ‘La ciudad de la paz’ que
es Jerusalén. El proceder de esta persona me recuerda la semejante actuación de
la autoridad romana en Éfeso (Hch 19) cuando se desató el enorme enfrentamiento
de todos contra todos por la defensa de su propia religión, sea de la diosa
Artemisa (Demetrio), sea de la Ley de Moisés (Alejandro) o sea la religión del
Camino (Pablo).
En este remanso de la meditación crítica de mi yo
audiente, lector o comentarista se me va desvelando con nitidez la semilla de
la violencia que anida en toda religión sea de los tiempos que sean, porque
siempre que hubo humanos, hubo también religiones. Y por ser Lucas el autor de
estos Hechos quiero recordar esto: ¿Dónde, cuándo y cómo llega Dios? (Lc
17,20-21).
Carmelo Bueno Heras
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