domingo, 23 de agosto de 2020

Domingo 21º del TO. Ciclo A (23.08.2020): Mateo 16,13-20 ¿Quién es tu Jesús de Nazaret? y Domingo 39º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (23.08.2020): Hch 21,27-36 “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)


Jesús de Nazaret
Para este domingo día 23 de agosto sugiero en el comentario realizar una serie de búsquedas de textos evangélicos para leerlos en paralelo y de forma crítica. Creo que es una de las muchas maneras de acercarse al mensaje de la Buena Noticia para encontrar en ella esa luz que serena, ilumina y acompaña.

Si estos ejercicios no se realizan seguramente que no sucederá nada. Es posible que todo siga igual. Con estos ejercicios no pretendo cambiar nada de cuanto cada uno llevamos dentro a modo de tesoro que nos ofrece la seguridad de sentirnos a gusto en la vida en general y en cada una de nuestras tareas, en particular.

Los ejercicios propuestos en el comentario sobre el relato del Evangelio de Mateo se refieren al acontecimiento, sucedido o imaginado, que tuvo lugar en las tierras altas de la Galilea del siglo primero de nuestra historia. El nombre de ese lugar era Cesarea de Filipo. Parece como que Jesús de Nazaret y cuantas personas le acompañaban se hubieran sentado y hubieran comenzado a colocar negro sobre blanco las piezas de sus personas y de sus proyectos. Desde entonces flota constantemente en el aire una pregunta: ¿Quién es Jesús de Nazaret? 

De la misma manera que el aire es imprescindible para que todos puedan respirar y vivir, creo que Jesús de Nazaret es también imprescindible para que muchas personas respiren y vivan de una determinada manera. Por esta razón, cuando me hago consciente de la pregunta '¿Quién es Jesús de Nazaret?' me la vuelvo a formular así: ¿Quién es mi Jesús de Nazaret? Y en multitud de ocasiones y en presencia de otras personas me suelo preguntar en mis adentros, tal vez sólo para situarme, '¿Quién es tu Jesús de Nazaret?'.

Creo que el propio Evangelista Mateo se hizo también esta misma pregunta y nos la dejó respondida en el relato completo de su Buena Noticia y de forma muy explícita en Mt 16,18 (fácil de recordar la cita) que está dentro del contexto de Mt 16,13-28.

¿Quién es Jesús de Nazaret? Precisamente eso, un hombre de Nazaret. Hijo de un hombre y de una mujer, como todos los demás hombres y mujeres de este poblado de la tierra de Israel y del mundo. Un hombre. 
Y en un momento de su vida, allá por la Cesarea de Filipo, este hombre dialoga con otros hombres y mujeres sobre eso de ser hombre y mujer. Precisamente sobre esto de ser, diríamos hoy, PERSONA, o tal vez HUMANO.

Por ahora nos vale como presentación del comentario. Seguiremos hablando en otra ocasión sobre el asunto derivado de éste de ser persona y humano. Este asunto es 'la divinización' que no es otra cosa que un proceso que sucede en las interioridades de las personas, los grupos y los pueblos por el que nos olvidamos de lo que somos para inventarnos lo que nunca se debería llegar a ser: un dios divinizado y divinizador. 

Punto y seguido ahora, que va a ser demasiada dosis para un solo domingo. Despacio iremos mejor y más lejos.
A continuación tienes estos comentarios. El de Mateo que he señalado. Y el de Hechos, en el que seguimos constatando el desconocimiento que Pablo manifiesta sobre el respirar y vivir de Jesús de Nazaret.

  
Domingo 21º del TO. Ciclo A (23.08.2020): Mateo 16,13-20
¿Quién es tu Jesús de Nazaret? Lo medito y escribo CONTIGO,

Desde la costa mediterránea de Tiro y Sidón -en la que se encontraron el Jesús de Nazaret del Evangelista Mateo, los seguidores de éste, la mujer cananea (la pagana sirofenicia del Evangelista Marcos) y su hija (Mateo 15,21-28)- hasta la región de Cesarea de Filipo hay que recorrer una larga distancia en la que suceden varias cosas importantes que, ¿los maestros de la liturgia vaticana decidieron, en su día, que el pueblo de la celebración no las oyera? Quizá.

¿Qué virus de nociva espiritualidad evangélica se contiene en Mateo 15,29-39 y en su continuación en Mateo 16,1-12? Ahí se habla del virus de las levaduras. Espero que todos recordemos aquella parábola de la levadura de la mujer en Mt 13,33. La levadura de la espiritualidad farisea y saducea fermenta la masa de la Ley de Moisés en Religión judía. La levadura de Jesús es la buena noticia que ya leímos en Mateo 7,12. Que nunca debe olvidarse.

Con este asunto de la levadura entre las neuronas, leo en Mateo: Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus seguidores... ¿Quién decís que soy yo?... Entonces les prohibió decir que él era el Cristo (en griego), el Mesías (en hebreo)” (Mt 16,13-20).

Este explícito y textual relato fue considerado tan importante y nuclear en la Tradición eclesiástica que se quiso considerar como el momento fundacional de la Iglesia católica, apostólica, romana y vaticana. Creo que para una inmensa mayoría de creyentes, estas expresiones llegan a ser dogma de fe, revelado por la trinidad divina. Y a cualquier mente crítica esta tradición dogmática le parece dudosa y muy seguramente ajena al pensar de Jesús.

Antes de emitir ninguna otra opinión conviene leerse muy despacio y en paralelo o sinopsis estos tres textos evangélicos: Mateo 16,13-20, por un lado; en el centro Marcos 8,27-30; y por otro lado Lucas 9,18-21. Los tres relatos no pueden considerarse como constatación de un solo hecho y mensaje ocurrido en la vida de Jesús de Nazaret. El hecho sólo ocurrió de una manera.

Y para subrayar este dato es preciso saber también que el cuarto Evangelio, el de Juan, nada nos cuenta de este hecho de la fundación de la Iglesia por Jesús y de la institucionalización del Papado, en Roma y en la persona de Pedro, en el que se ha apoyado toda la Tradición después de la muerte de Jesús de Nazaret. Tanto la iglesia como el papado de Pedro y de sus sucesores pertenecen a la Tradición eclesiástica y no al Evangelio que fue el propio Jesús de Nazaret.

Y se debe añadir también el dato que nos ofrecen Marcos 8,31-33 y Mateo 16,21-23. En ambos relatos se explica con nitidez explícita el rechazo de Jesús de Nazaret al propio Pedro a quien se le califica como ‘Satanás’ por su manera tan diabólica de pensar el mesianismo de Jesús.

Siempre que veo y escucho los textos de la Biblia con los criterios de la lectura histórico-crítica no dejo de preguntarme, y más en casos como éste del relato de Mateo, por qué la historia se ha fiado más de la Tradición que del Evangelio (ambos los escribo en Mayúscula). Y no encuentro otra explicación que la ignorancia, inconsciente o pretendida. No se leía el Evangelio y ¿así seguimos? Mirar despacio el Evangelio es como amarse piel con piel y no sólo de oídas.
Carmelo Bueno Heras
      
Domingo 39º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (23.08.2020): Hch 21,27-36
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Seguimos con Pablo/Saulo en Jerusalén, como nos lo narra el cronista de la teología que es Lucas. Este Pablo desoyó abiertamente las sugerencias del profeta Ágabo en casa de Felipe y de sus cuatro hijas animadoras de pequeñas iglesias en los alrededores de Cesarea del Mar.

En cambio, se ha fiado completamente de las propuestas de las gentes de la casa de Santiago y de la iglesia de los DOCE: hazte pasar por ‘buen judío y por observante de la Ley’. Tal vez, si hubiera llamado a la puerta de la casa de María, la madre de Juan Marcos (Hch 12,12), los hechos pudieron haber sucedido de manera muy distinta. Pero éste no fue el camino de Pablo.

Así, pues, Pablo subió al Templo de Jerusalén como el quinto hombre de aquel grupo de judíos comprometidos con un voto. ¡Importa poco de qué tipo de voto se trate! Los rituales y ofrendas de este voto tienen lugar a lo largo de siete días, tiempo más que sobrado para despertar sospechas e investigaciones poco o nada humanizadoras.

Una vez más, y así se sigue aún después de siglos, nos encontramos los lectores con los enfrentamientos provocados por las Religiones: “El revuelo cundió por toda la ciudad” (Hch 21,30). “Toda Jerusalén andaba revuelta... Era tal la violencia de la gente que los soldados tuvieron que llevarse a Pablo... El pueblo en masa gritaba: ¡Muera!” (Hch 21,31-36).

Al acabar la lectura de los hechos de este relato breve, deseo retomar aquella escena en casa de Felipe, el evangelizador de las tierras de Cesarea del Mar, perteneciente al grupo de los SIETE y exiliado de Jerusalén después de la lapidación, muerte y enterramiento de Esteban. En aquella hora de las despedidas y en el lugar donde a la sensatez se le puede llamar profecía, Pablo decide echar en saco roto el sentido común en nombre de una irracionalidad tal como la de pretender ser como Esteban (Hch 7) o hacerse semejante al mismísimo Jesús de Nazaret.

Si este Paulo/Saulo andaba buscando un final para sus días como el de Jesús de Nazaret, ¿por qué no asume y acepta morir ahora y en las mismas puertas del Templo de Jerusalén? Quien se creía fuerte constata muy de cerca la debilidad más profunda. Este Pablo no desea ni morir ya, ni aquí ni así. Intuyo que Lucas me está diciendo que su Pablo debe continuar el aprendizaje de ‘ser seguidor’ no tanto del Cristo-Mesías judío sino de Jesús de Nazaret.

Deseo también ahora remansar mi proceso de lector en la persona de ‘El tribuno’, la autoridad romana en ‘La ciudad de la paz’ que es Jerusalén. El proceder de esta persona me recuerda la semejante actuación de la autoridad romana en Éfeso (Hch 19) cuando se desató el enorme enfrentamiento de todos contra todos por la defensa de su propia religión, sea de la diosa Artemisa (Demetrio), sea de la Ley de Moisés (Alejandro) o sea la religión del Camino (Pablo).

En este remanso de la meditación crítica de mi yo audiente, lector o comentarista se me va desvelando con nitidez la semilla de la violencia que anida en toda religión sea de los tiempos que sean, porque siempre que hubo humanos, hubo también religiones. Y por ser Lucas el autor de estos Hechos quiero recordar esto: ¿Dónde, cuándo y cómo llega Dios? (Lc 17,20-21).
Carmelo Bueno Heras

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