domingo, 16 de agosto de 2020

Imitación de Cristo (Consejos útiles para la vida espiritual)

PARTE PRIMERA
CONSEJOS ÚTILES PARA LA VIDA ESPIRITUAL.



Capítulo XXV
PERMANENTE REFORMA
 DE TODA NUESTRA VIDA.


1. Sé atento y cuidadoso en servir a Dios y medita con frecuencia: ¿A qué has venido?. ¿Por qué te has retirado del mundo?. ¿Acaso no fue por vivir para Dios y transformarte en persona del Espíritu?. Anímate, pues, a progresar, porque pronto vas a recibir el premio de tus esfuerzos, y no habrá para ti más temor ni dolor al final. Ahora trabajarás poco y encontrarás magnífico descanso y perpetua alegría. Si te mantienes fiel y entusiasta en tus acciones Dios, sin duda, será más fiel y generoso en retribuirte.

2. Cierta persona sufría gran angustia fluctuando frecuentemente entre el miedo y la confianza; un buen día, cargado de tristeza, se arrojó delante de un altar en la Iglesia para orar y revolviendo dentro de sí los pensamientos, decía: "Si supiera por cuánto tiempo más iré a perseverar en el servicio de Dios...". Al instante escuchó interiormentela respuesta divina: "Sabiendo esto ¿cómo te comportarías?. Haz ahora lo que harías entonces y estarás bien seguro". A partir de ahí, consolado y reconfortado, se ofreció a la voluntad divina y cesó la angustia y confusión. No quiso investigar con curiosidad para saber qué pasaría con él en el futuro sino más bien se preocupó de inquirir cuál sea la perfecta y satisfactoria voluntad de Dios (Rm 12, 2) para empezar y completar toda buena obra.

3. "Confía en el Señor y haz el bien," dice el salmista, "habita tu tierra y serás alimentado con sus riquezas" (Sal 37, 3). La causa principal por la que muchos se retraen de su progresiva y animosa reforma es el horror a las dificultades y al esfuerzo del combate. Por eso, progresarán más que otros en las virtudes cristianas quienes empleen todas sus energías en vencer valerosamente lo que más les dificulta y contraría. Porque allí cada uno aprovecha más, y merece gracias más amplias donde se vence más a sí mismo y se mortifica por el Espíritu.

4. Pero no todos tienen que vencer y mortificar lo mismo. Sin embargo, el aplicado y con espíritu de competencia será más valeroso en su aprovechamiento, aunque tenga fuertes pasiones que otro de temperamento tranquilo menos fervoroso para las virtudes. Dos cosas ayudan especialmente para una profunda reforma: sustraerse con violencia de todo aquello a que nos inclina nuestra naturaleza desviada y perseguir con ardor el bien que más nos hace falta. Procura también precaver y vencer lo que más frecuentemente te desagrada en los demás.

5. En todas partes procura tu perfeccionamiento de manera que si ves o escuchas buenos ejemplos puedas llegar a imitarlos. Si encuentras algo reprensible cuídate de no hacerlo igual. O si alguna vez lo hiciste, inmediatamente dedícate a corregirlo. Así como tus ojos miran a los demás igualmente los otros se fijan en ti. ¡Qué feliz y grato es contemplar a los hermanos entusiastas y devotos, condescendientes y disciplinados!. ¡Qué triste y pesado es ver que van de aquí para allá, sin objetivo los que no realizan aquello para lo que fueron llamados!. ¡Qué dañino es despreciar el propósito de su vocación y dirigir sus facultades a lo que no se les encomendó!.

6. Acuérdate de la decisión que asumiste y propónte como modelo al Crucificado. Bien puedes avergonzarte, contemplando la vida de Jesucristo que hasta ahora no te preocupaste de imitarlo más a Él aunque hace largo tiempo que estás en el camino de Dios. La persona religiosa que con dedicación y devoción trate de ejercitarse en la vida y pasión del Señor, encontrará que le son útiles y necesarias mayormente y que no le es posible encontrar nada mejor fuera de Jesús. ¡Si Jesús crucificado viniera a nuestro corazón qué pronto y suficientemente seríamos enseñados!.

7. El ferviente religioso sabe recibir bien y aceptar todo lo que le mandan. El negligente y tibio tiene una aflicción sobre otra y de todas partes padece angustias porque carece de las alegrías interiores y le está prohibido buscar las exteriores. El religioso que vive fuera de la disciplina está cerca de caer gravemente. Quien busca la relajación y las dispensas siempre estará entre angustias porque lo uno o lo otro le descontentará.

8. ¿Cómo hacen tantos otros religiosos que se encuentran muy satisfechos bajo la disciplina conventual?. Salen rara vez, viven abstraídos, comen pobremente, se visten con sencillez, trabajan mucho, hablan poco, pasan la noche en vela, madrugan, tienen largas horas de oración, estudian frecuentemente y se mantienen en perfecto orden. Fíjate en los cartujos, los cisterciences y en los monjes o monjas de las diversas órdenes religiosas, cómo cada noche se levantan para recitar salmos al Señor. Y por eso sería una torpeza de tu parte, que holgazanearas en tiempo tan santo mientras tan gran multitud de religiosos inicia su jubilosa alabanza a Dios. ¡Ojalá ninguna otra cosa nos correspondiese sino alabar a Dios Nuestro Señor con todo el corazón y los labios!. ¡Ojalá nunca tuvieras necesidad de comer, ni beber, ni dormir, sino que siempre te fuera posible alabar a Dios y estar libre para dedicarte solamente a las realidades espirituales!. Entonces serías mucho más feliz que ahora que te ves obligado a atender a tu naturaleza humana por cualquier necesidad. ¡Ojalá no tuvieras estas necesidades sino únicamente alimentos para el espíritu que desgraciadamente rara vez saboreamos lo suficiente!.

9. Cuando alguien llega a este punto, de no buscar su satisfacción en ninguna criatura, entonces empieza recién a sentir a Dios perfectamente, y a estar contento de cualquier cosa que suceda. Entonces no se entusiasma por lo grandioso ni se deprime por lo pequeño, sino que íntegra y confiadamente se pone en manos de Dios, quien es todo para él en todas las cosas, para el que nada se pierde ni muere, sino que todo vive en Él y le sirve al instante según su Voluntad.

10. Acuérdate siempre del Fin, porque el tiempo perdido no vuelve. Sin atención y diligencia nunca adquirirás las virtudes. Si empiezas a entibiarte, empiezas tu mal proceder. En cambio, si te entregas con calor al servicio de Dios, encontrarás gran paz y sentirás menos el esfuerzo por el favor de Dios y el amor a la virtud. La persona ardorosa y diligente está preparada para todo. Mayor esfuerzo hace falta para resistir los vicios y pasiones adversas que para desarrollar el trabajo físico. Quien no evita los defectos pequeños, poco a poco caerá en los grandes. Te alegrarás siempre al anochecer, si has empleado el día provechosamente. Vigílate tú mismo, anímate tú mismo, corrígete tú mismo, y hagan lo que hagan los demás, no te descuides de ti mismo. Tanto progresarás, cuanto contigo mismo ejercites tu energía. Así es.

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