viernes, 7 de agosto de 2020

Imitación de Cristo (Consejos útiles para la vida espiritual)

PARTE PRIMERA
CONSEJOS ÚTILES PARA LA VIDA ESPIRITUAL.



Capítulo XVII
LA VIDA DE LOS RELIGIOSOS
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1. Conviene que aprendas a reprimirte tú mismo en muchas cosas si quieres gozar de paz y concordia con los otros. No es poco vivir en la comunidad de los monasterios o congregaciones y allí compartir todo sin discordia perseverando fielmente hasta la muerte. Feliz el que allí vive santamente y se realiza con éxito. Si quieres permanecer debidamente y progresar considérate como un extraño y peregrino en la tierra. Conviene que te hagas como insensato por Cristo si quieres llevar de verdad la vida religiosa.

2. Los hábitos y señales exteriores significan poco pero la conversión de vida y el total control sobre las pasiones, de verdad hacen al religioso. Quien busca algo distinto a sólo Dios y la salvación de su alma, encontrará únicamente angustias y dolores. Nadie puede estar en paz continuamente si no se esfuerza por ser el más pequeño y sumiso a todos. Has venido a servir, no a  dirigir; se te ha llamado para soportar y trabajar no para que estés ocioso y fantaseando. Aquí de verdad se pone a prueba a las personas como el oro en el crisol. Aquí nadie persevera si no quiere humillarse ante Dios de todo corazón.


Capítulo XVIII
EJEMPLO DE LOS
 PRIMEROS RELIGIOSOS.

1. Mira bien los vivos ejemplos de los santos fundadores en los que resplandece la verdadera perfección y religión, y verás qué poco o casi nada es lo que hacemos. ¡Qué viene a ser nuestra vida si la comparamos con la de ellos...!. Los santos y amigos de Cristo sirvieron al Señor con hambre y sed, con frío e indigencia, con trabajo y cansancio, en vigilias y ayunos, en medio de persecuciones y muchas ofensas. ¡Qué abundantes y graves tribulaciones padecieron los apóstoles, los mártires, los confesores, las vírgenes y todos los demás que quisieron seguir los pasosde Cristo!

2. En este mundo se dieron menos importancia a sí mismos para poseer sus vidas plenamente en la eternidad (Jn 12, 25). ¡Qué vida tan exigente y desprendida llevaron los Padres del desierto, qué prolongadas y graves tentaciones soportaron!. ¡Con qué frecuencia fueron maltratados por el enemigo, qué continuas abstinencias cumplieron! ¡Qué gran entusiasmo y fervor tuvieron para el progreso espiritual, qué fuerte guerra combatieron para dominar los vicios, qué pura y recta intención tuvieron hacia Dios!

3. Durante el día trabajaban y se pasaban las noches orando y mientras trabajaban, no cesaban de orar mentalmente. Empleaban útilmente todo su tiempo y les parecía poco todo el tiempo que podían estar a solas con Dios y por gran dulzura que encontraban en la contemplación hasta llegaban a olvidarse de satisfacer las necesidades básicas de su naturaleza. Renunciaban a las riquezas, a los títulos y a los honores, a los amigos y familiares, no deseaban tener nada del mundo, apenas consumían lo necesario y hasta les molestaba atender sus necesidades vitales. Eran pobres, pues, en bienes materiales, pero muy ricos en gracia y virtudes. Externamente eran indigentes pero por dentro rebosaban de la predilección y el afecto sensible de Dios. Para el mundo eran ajenos pero eran muy cercanos y amigos íntimos de Dios. A sí mismos se consideraban como sin ningún valor y despreciados del mundo entero pero a los ojos de Dios eran preciosos y queridos. Eran ciertamente humildes y vivían obedeciendo con sencillez. En caridad y paciencia caminaban y por eso cada día progresaba su espíritu y obtenían grandes dones de Dios. Fueron propuestos como ejemplo para todos los religiosos y más nos deben animar a obrar bien que la multitud de los tibios a descuidarnos.

4. ¡Qué entusiasmo tuvieron todos los religiosos al comienzo de sus santas Instituciones! Cuánta devoción en la oración, cuánta emulación en la virtud qué gran cumplimiento de las normas, qué respeto y obediencia bajo las constituciones de los maestros, en todos florecía. Todavía quedan vestigios, para testificar que verdaderamente fueron santos y perfectos que supieron luchar con denuedo para lograr la victoria. Ahora parece gran cosa si uno no es transgresor y puede tolerar con paciencia lo que primero aceptó. ¡Qué tibieza y negligencia de nuestra condición que tan pronto declina nuestro entusiasmo inicial y nos da tedio vivir por la dejadez y tibieza!. Ojalá no se duerma en ti el interés por la virtud ya que tienes delante tantos ejemplos de santos.


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