CONSEJOS ÚTILES PARA LA VIDA ESPIRITUAL.
Capítulo XVII
LA VIDA DE LOS RELIGIOSOS.
1. Conviene que
aprendas a reprimirte tú mismo en muchas cosas si quieres gozar de paz y
concordia con los otros. No es poco vivir en la comunidad de los monasterios o
congregaciones y allí compartir todo sin discordia perseverando fielmente hasta
la muerte. Feliz el que allí vive santamente y se realiza con éxito. Si quieres
permanecer debidamente y progresar considérate como un extraño y peregrino en
la tierra. Conviene que te hagas como insensato por Cristo si quieres llevar de
verdad la vida religiosa.
2. Los hábitos y
señales exteriores significan poco pero la conversión de vida y el total
control sobre las pasiones, de verdad hacen al religioso. Quien busca algo
distinto a sólo Dios y la salvación de su alma, encontrará únicamente angustias
y dolores. Nadie puede estar en paz continuamente si no se esfuerza por ser el
más pequeño y sumiso a todos. Has venido a servir, no a dirigir; se te ha
llamado para soportar y trabajar no para que estés ocioso y fantaseando. Aquí
de verdad se pone a prueba a las personas como el oro en el crisol. Aquí nadie
persevera si no quiere humillarse ante Dios de todo corazón.
Capítulo XVIII
EJEMPLO DE LOS PRIMEROS RELIGIOSOS.
1. Mira bien los
vivos ejemplos de los santos fundadores en los que resplandece la verdadera
perfección y religión, y verás qué poco o casi nada es lo que hacemos. ¡Qué
viene a ser nuestra vida si la comparamos con la de ellos...!. Los santos y
amigos de Cristo sirvieron al Señor con hambre y sed, con frío e indigencia,
con trabajo y cansancio, en vigilias y ayunos, en medio de persecuciones y
muchas ofensas. ¡Qué abundantes y graves tribulaciones padecieron los
apóstoles, los mártires, los confesores, las vírgenes y todos los demás que
quisieron seguir los pasosde Cristo!
2. En este mundo se
dieron menos importancia a sí mismos para poseer sus vidas plenamente en la
eternidad (Jn 12, 25). ¡Qué vida tan exigente y desprendida llevaron los Padres
del desierto, qué prolongadas y graves tentaciones soportaron!. ¡Con qué
frecuencia fueron maltratados por el enemigo, qué continuas abstinencias
cumplieron! ¡Qué gran entusiasmo y fervor tuvieron para el progreso espiritual,
qué fuerte guerra combatieron para dominar los vicios, qué pura y recta
intención tuvieron hacia Dios!
3. Durante el día
trabajaban y se pasaban las noches orando y mientras trabajaban, no cesaban de
orar mentalmente. Empleaban útilmente todo su tiempo y les parecía poco todo el
tiempo que podían estar a solas con Dios y por gran dulzura que encontraban en
la contemplación hasta llegaban a olvidarse de satisfacer las necesidades
básicas de su naturaleza. Renunciaban a las riquezas, a los títulos y a los
honores, a los amigos y familiares, no deseaban tener nada del mundo, apenas
consumían lo necesario y hasta les molestaba atender sus necesidades vitales.
Eran pobres, pues, en bienes materiales, pero muy ricos en gracia y virtudes.
Externamente eran indigentes pero por dentro rebosaban de la predilección y el
afecto sensible de Dios. Para el mundo eran ajenos pero eran muy cercanos y
amigos íntimos de Dios. A sí mismos se consideraban como sin ningún valor y
despreciados del mundo entero pero a los ojos de Dios eran preciosos y
queridos. Eran ciertamente humildes y vivían obedeciendo con sencillez. En
caridad y paciencia caminaban y por eso cada día progresaba su espíritu y
obtenían grandes dones de Dios. Fueron propuestos como ejemplo para todos los
religiosos y más nos deben animar a obrar bien que la multitud de los tibios a
descuidarnos.
4. ¡Qué entusiasmo
tuvieron todos los religiosos al comienzo de sus santas Instituciones! Cuánta
devoción en la oración, cuánta emulación en la virtud qué gran cumplimiento de
las normas, qué respeto y obediencia bajo las constituciones de los maestros,
en todos florecía. Todavía quedan vestigios, para testificar que verdaderamente
fueron santos y perfectos que supieron luchar con denuedo para lograr la
victoria. Ahora parece gran cosa si uno no es transgresor y puede tolerar con
paciencia lo que primero aceptó. ¡Qué tibieza y negligencia de nuestra
condición que tan pronto declina nuestro entusiasmo inicial y nos da tedio
vivir por la dejadez y tibieza!. Ojalá no se duerma en ti el interés por la
virtud ya que tienes delante tantos ejemplos de santos.
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