martes, 25 de agosto de 2020

Imitación de Cristo (Felicidad Espiritual)

PARTE TERCERA
FELICIDAD ESPIRITUAL.



CAPITULO I
CRISTO HABLA
 INTERIORMENTE.


Discípulo:
1. Escucharé lo que hable en mí el Señor Dios (Sal 85,9). Feliz quien oye que el Señor le hable internamente, y de su boca recibe frases de consolación. Felices los oídos que captan el susurro de la Circulación Divina y no advierten los susurros de este mundo. Felices efectivamente los oídos que no escuchan la voz resonante de afuera sino la que enseña la Verdad interiormente. Felices los ojos que están cerrados al exterior pero que están dirigidos hacia dentro. Felices los que penetran internamente y se esfuerzan por prepararse más y más, con ejercicios cotidianos a fin de recibir los Secretos divinos. Felices los que gozan de dedicarse a Dios y excluyen de sí todo impedimento natural. Atiendo a todo esto yo mismo y cierro la puerta de mi sensualidad para poder oír lo que habla en mí mi Señor Dios.

2. Esto dice mi Amado: Yo soy tu Salud, tu Paz y tu Vida, consérvate cerca de Mí, y encontrarás paz. Abandona todo lo transitorio busca lo Eterno. ¿Qué vienen a ser todas las cosas temporales sino seducciones?. ¿De que te ayudará todo lo creado si te abandona tu Creador?. Por eso, dejadas todas las cosas, hazte agradable y fiel a tu Creador y podrás lograr la verdadera felicidad.


CAPITULO II
LA VERDAD HABLA
 INTERIORMENTE SIN ESTRÉPITO.


Discípulo:
1. Habla, Señor porque tu servidor te escucha (1Sam 3,10). Yo soy tu servidor, dame inteligencia para que conozca tu enseñanza (Sal 119,125). Dispón mi corazón a las palabras de tus labios tu voz fluya y rocíe (Dt 32,2). Dijeron antiguamente los hijos de Israel a Moisés: Háblanos tú a nosotros y oiremos; no nos hable el Señor, no sea que muramos (Ex 20,19). Así no, Señor, así no ruego sino más bien suplico humilde, ansiosamente como el profeta Samuel: Habla, Señor porque tu servidor te escucha. No me hable Moisés o alguno de los profetas, sino más bien háblame Tú, Señor Dios, Inspirador e Iluminador de todos los profetas, porque Tú solo, sin ellos me pueden enseñar ellos, sin Ti, para nada aprovechan.

2.Pueden hacer ruidos de palabras pero no dan espíritu. Hablan correctamente, pero si Tú callas, no encienden el corazón. Dicen las letras, pero Tú otorgas el sentido. Predican misterios, pero Tú haces comprender su significado. Dan a conocer mandamientos, pero Tú ayudas a cumplirlos. Muestran el camino, pero Tú das fuerza para seguirlo. Ellos actúan sólo por fuera, pero Tú instruyes e iluminas el corazón. Ellos riegan la superficie, pero Tú regalas la fecundidad. Ellos levantan la voz, pero Tú concedes entender a quien escucha.

3.Por lo tanto, que no hable Moisés, sino Tú señor Dios mío, Eterna Verdad, no sea que muera y quede sin fruto, si solamente se me advierte por fuera, sin encenderme interiormente.

No se me vaya a juzgar por las palabras oídas y no cumplidas, comprendidas pero no amadas, creídas pero no respetadas. Háblame, pues, Señor, porque soy tu servidor (1Sam 3,10). Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6,68).


Capítulo III
LAS PALABRAS DE DIOS
 DEBEN ESCUCHARSE CON HUMILDAD.


Jesucristo:
1.Escucha, hijo, mis palabras; mis especialísimas palabras que exceden a las de todos los intelectuales y sabios de este mundo. Mis palabras son espíritu y vida (Jn 6,63) y no pueden ser ponderadas con criterios humanos. No son para referirse con vana complacencia sino para oírse en silencio, y recibirse con toda humildad y mucho afecto.

Discípulo:
Feliz quien es instruido por Ti y conoces tus leyes, porque lo alivias en los días difíciles (Sal 94,12-13) y no está abandonado en la Tierra.

Jesucristo:
2. Yo enseñe a los profetas desde el principio y hasta ahora no dejo de hablarles a todos pero muchos son sordos e insensibles a mi voz. Muchos escuchan con más gusto al mundo que a Dios, y más fácilmente siguen sus deseos personales que lo que agrada a Dios. El mundo promete cosas pasajeras y pequeñas y es servido con gran avidez; Yo prometo lo máximo y eterno y se desganan los corazones de las personas. Avergüénzate Sidón dice el mar (Is 23,4). ¿Quién me sirve y obedece en todo con tanto cuidado como se sirve al mundo y a sus poderosos?. Y si buscas la causa, escucha: Por un pequeño premio, se recorre un largo camino; por la Vida Eterna, muchos apenas quieren levantar un pie.

3. Se busca ganancias despreciables; por una moneda se litiga a veces vergonzosamente. Por cosas sin importancia y pequeñas promesas no se tiene temor en fatigarse día y noche; pero ¡qué vergüenza! flojean en fatigarse un poco por el Bien permanente, el Premio invalorable, por el máximo Honor y la Gloria interminable. Avergüénzate, pues, servidor flojo y quejoso que otros están mas preparados para la perdición que tú para la Vida. Están más contentos de la vanidad que tú de la Verdad. A veces su esperanza se frustra pero mi promesa nunca falla, ni a quien me reconoce deja que se vaya vacío. Doy lo que prometí; cumplo lo que dije, siempre que alguien quiera permanecer en el amor hasta el fin. Yo soy Remunerador de todos los buenos y pongo a prueba exigente a todos los devotos.

4. Imprime mis palabras en tu corazón y medítalas cuidadosamente porque serán muy necesarias para ti en momentos de tentación. Lo que no entiendes al leer lo sabrás el día de mi Visita. Doblemente acostumbro visitar a mis escogidos: en la tentación y en la consolación. Y dos lecciones diariamente les enseño: una reprendiendo sus vicios, otra, animándolos al crecimiento de sus virtudes. El que entiende mis palabras y las desprecia tiene quién lo juzgue el último día (Jn 12,48).

5. Oración para pedir la gracia de la devoción: Señor Dios mío, Tú eres todos mis bienes. Y ¿yo quién soy para atreverme a hablarte?. Yo soy tu pobrísimo servidor y como insignificante gusanito mucho más pobre despreciable de lo que sé y me atrevo a decir. Recuerda Señor, sin embargo, que nada soy, nada tengo y nada valgo. Tú solo eres Bueno, Justo y Santo, Tú todo lo puedes, todo lo das, todo lo llenas, dejando vacío solo al pecador. Acuérdate de tu misericordia, y llena mi corazón de tu gracia porque no quieres que tus obras sean vacías. ¿Cómo podré tolerarme en esta vida miserable si no me reconfortas con tu misericordia y tu gracia?. No apartes tu rostro de mí (Sal 27,9) no demores más tu Visita, no retires tu consuelo no vaya a ser mi espíritu como tierra sin agua (Sal 143,6). Señor, enséñame a cumplir tu voluntad enséñame a vivir en Tu presencia con dignidad y humildad; porque Tú eres mi sabiduría, de verdad me conoces, y me conociste, antes que el mundo existiera y antes que naciera yo.

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