sábado, 8 de agosto de 2020

Imitación de Cristo (Consejos útiles para la vida espiritual)

 PARTE PRIMERA

CONSEJOS ÚTILES PARA LA VIDA ESPIRITUAL.


Capítulo XIX

LA ACTIVIDAD DEL BUEN RELIGIOSO.

1. La vida del buen religioso debe relucir con toda clase de virtudes para que sea interiormente como aparece por fuera; y debe ser mejor por dentro que como se aprecia de fuera porque nuestro inspector es Dios a quien debemos el máximo respeto donde sea que estemos y debemos andar tan puros como ángeles en su presencia. Cada día tenemos que renovar nuestros propósitos y animarnos al fervor como si hoy fuese el primer día de nuestra conversión, y decir: "Ayúdame Señor Dios en el buen propósito de tu santo servicio y haz que hoy día empiece perfectamente porque nada he hecho hasta ahora".

2. Según nuestro propósito será el camino de nuestro aprovechamiento y debe poner mucho empeño el que quiere aprovechar bien. Si el que propone firmemente, con frecuencia decae ¿qué será del que rara vez o con menos firmeza propone?. Sucede que de diversas maneras desertamos de nuestros propósitos y una pequeña omisión de los ejercicios no pasa sin detrimento. Los propósitos de los santos penden más de la gracia de Dios que del propio saber y en Dios siempre confían cuando algo acometen. Porque el hombre propone pero Dios dispone y no está en poder del hombre su camino (Jr 10, 23).

3. Si por causa de la compasión o por utilidad del prójimo se suspende de vez en cuando el cumplimiento de los ejercicios acostumbrados, con posterioridad puede fácilmente recuperarse. Sin embargo, abandonarlos simplemente por fastidio o negligencia es una actividad muy culpable y se sentirá que hace daño. Esforcémonos cuanto podamos porque así y todo fallaremos con facilidad en muchas cosas. No obstante, siempre debe proponerse algo muy concreto principalmente contra aquello que más se opone a nuestro progreso. Debemos escrutar por igual nuestras actividades exteriores e interiores porque todas tienen que ver con nuestro aprovechamiento.

4. Si no eres capaz de recogerte en ti mismo continuamente, quizás puedas algunas veces en el día, o al menos una vez cada día, ya sea temprano o al atardecer. Propón por la mañana y al final del día examinar tus obras, porque es posible que hayas ofendido muchas veces a Dios y al prójimo. Ármate con todas tus fuerzas contra las maldades diabólicas, frena la gula y podrás frenar con mayor facilidad tus bajas inclinaciones. Nunca estés del todo ocioso, sino lee, escribe, reza, medita o desarrolla alguna labor útil para la comunidad. Sin embargo las actividades físicas deben realizarse con discreción, porque no convienen por igual para todos.

5. Las actividades no comunes, no deben ostentarse públicamente sino ejercerse en privado protegidas por el secreto. Ten cuidado, no obstante: No seas mezquino con los intereses comunes y dispuesto con los tuyos exclusivamente sino que después de cumplir íntegra y fielmente lo que debes y te han encomendado, si todavía te queda tiempo, vuelve sobre ti mismo como deseas según tu buena disposición. No todos podemos llevar a cabo las mismas cosas: unas convienen más a unos y otras a otros. En concordancia con los distintos tiempos conviene diversas actividades, porque unas son más propias de los domingos y festividades religiosas y otras de los días ordinarios. Unas son necesarias en tiempo de tentación y otras distintas en tiempo de paz y tranquilidad. Está bien que pensemos en ciertas cosas cuando estamos entristecidos y en otras cuando nos  encontremos alegres en el Señor.

6. En las festividades principales debemos renovar nuestros buenos ejercicios e implorar con más ahínco la intercesión de los Santos. De celebración en celebración debemos hacer propósitos como si entonces tuviéramos que emigrar de este mundo y llegar por fin a la eterna fiesta. De ésta manera, debemos prepararnos con gran solicitud en los tiempos de piedad cristiana y más piadosamente comportarnos y cumplir más estrictamente nuestros compromisos religiosos como si fuéramos a recibir de Dios dentro de corto tiempo el premio de nuestros trabajos.

7. Y si esto se dilata creamos que no estamos muy bien preparados y que todavía no somos merecedores de tanta gloria como se revelará en nosotros al final de nuestras vidas y esforcémonos por prepararnos mejor para ese suceso. Feliz el servidor que cuando regrese su Señor le encuentre vigilante; de verdad les digo que lo pondrá como administrador de todos sus bienes (Lc 12, 37)

No hay comentarios:

Publicar un comentario