Domingo día 30 de agosto.
Todavía es verano por el hemisferio norte. Menos verano, pero verano al fin de
cuentas. Por el hemisferio sur será invierno. Menos invierno, tal vez.
Afortunadamente esta realidad de nuestra tierra es así. Y cuando pensamos en esto,
es posible que más de uno mire al sol por el día y a la luna por la noche. El
sol y la luna se callan, nos escuchan y siguen su camino. Tú y yo seguimos
también nuestros propios caminos. Consciente o no tanto, cada persona sigue su
camino.
¿Su camino? ¿Qué
camino?
Estamos en tiempos del GPS.
Usted está aquí. Y de aquí se va para allá, su lugar de destino. Venga conmigo.
Fíese. Yo le voy diciendo. Derecha. Izquierda. Manténgase. Trescientos
metros... Le quedan aún dos punto seis kilómetros. El GPS lleva marcado el
camino en tu pantalla. Y tú y yo nos fiamos. Funciona. Se tardará más o menos,
pero se llega al destino señalado.
Nos hemos ido olvidando de
Machado, Antonio, que decía que el camino se hace al andar. El GPS lo
lleva ya escrito, precisado, cronometrado... Lleva dentro todos los caminos de
todos los caminantes. Es una maravilla, seguramente.
Ahora que escribo estas cosas
me imagino a las gentes de antes y de mucho antes y de muchísimo antes... que
no disponían de tal tecnología nacida de las neuronas humanas. ¿Cómo fue
posible vivir sin GPS? No sabemos cómo, pero sabemos que fue posible.
Ahora que escribo estas cosas
me imagino a esas gentes de los siglos sin GPS que escribieron sus reflexiones
sobre 'el camino' como lo hizo, no hace tanto, un tal M. Delibes o como lo
hizo, en la segunda mitad del siglo uno de nuestra historia, otra tal como
María Magdalena.
Sí, esta mujer escribió
a su aire inspirador la vida de su Jesús de Nazaret al modo y manera de 'un
camino'. Y esta manera de imaginar sentó cátedra porque llegaron después otros
tres narradores de la misma historia de aquel Jesús de Nazaret (Mateo, Lucas y
Juan) y los tres hablaron de aquel hombre galileo como 'el camino'. Es más, uno
de estos narradores, Lucas, cuenta en su Libro de los Hechos que otro judío
nacido en Tarso y que se llamaba Pablo hablaba de 'su' CristoSeñorResucitado
como 'el nuevo camino'.
Reconozco que la lectura del
relato de Mateo 16,13-28 me ha alterado en muchas ocasiones las pilastras
inamovibles de eso que muchos llaman fe, pero que a mí me suena a otra cosa.
Con este asunto del GPS voy comprendiendo casi bien que este asunto del laico
de la Galilea tiene que ver con la Guía Personal del Servicio. Con esta GPS tan
original, se comprende que el asunto del SERVICIO no es para realizarlo con
quienes están por arriba de uno, sino para ejercitarlo siempre y en todo lugar
con quienes están por debajo de uno: Guía Personal del Servicio.
A continuación se encuentran
los dos comentarios.
Domingo 22º del TO. Ciclo
A (30.08.2020): Mateo 16,21-27
La cuestión es servir o ser servido. Así lo escribo CONTIGO,
En este nuevo domingo, seguimos leyendo en el
Evangelio de Mateo en el preciso lugar en el que lo habíamos dejado hace una semana.
Tanto el texto anterior como éste que leemos ahora conviene leerlos
conjuntamente como si fueran una unidad, uno solo: Mateo 16,13-28. El versículo
16,28 también, que siempre se lo comen las vaticanas tijeras de la liturgia.
Todo cuanto se nos cuenta sucede en las tierras
del norte de la región de la Galilea, en Cesarea de Filipo. Allá donde comienza
el Jordán a ser un río. Al pie de un monte. Y será precisamente desde aquí
donde se inicie ‘un camino’. El camino de la subida a Jerusalén; el camino del
descendimiento de un río camino de su acabamiento en el mar; el camino de un
nuevo proyecto de vida; el camino que es y seguirá siendo Jesús de Nazaret; el
camino llamado espiritualidad cristiana; el camino del seguimiento.
Sencillamente, ‘el camino’. Todo está en él.
Más de un estudioso se atrevió a llamar a esta
nueva realidad ‘La Religión del Camino’. Para este símbolo del camino cada
caminante tiene su interpretación peculiar. Como se dice en el ejercicio de
otra tradición: ‘Existen tantos caminos de Santiago como caminantes’. Con este
asunto, en las alforjas de caminante me sugiero llevar delante de ellas un
interrogante: ¿Quién decís que soy yo? O, ¿quién digo yo que eres tú?
Esto ya lo leímos en la semana pasada.
De entre todos los acompañantes de Jesús sólo uno
habló. Sólo uno confesó lo que pensaba. Según este Evangelista, el confesor
Pedro fue tan encumbrado (Mt 16,17) como abajado (Mt 16,20). Si esto no se
comprendió hace siete días debe leerse despacio el texto de esta nueva
celebración: Mt 16,21-28. En él, el propio Evangelista pone en boca de
su Jesús estas palabras dirigidas directa y explícitamente a Pedro: ‘¡Quítate
de mi vista, Satanás!’ (Mt 16,23).
Cuantas más veces me detengo a contemplar esta
narración más me convenzo de que no es posible que todo esto, junto y a la vez,
sea ciertamente verdadero. La contradicción es tan nítida que sólo puede ser
tarea realizada por dos escritores diferentes y en distintos tiempos. Un hombre
como Pedro no puede ser a la vez el bienaventurado de Dios y el mismo Satanás.
La evidente contradicción se comprende sin
demasiadas dificultades. La cuestión central se arraiga en los contenidos que
se encierran en la palabra griega ‘cristós’ que traduce la palabra hebrea
‘masiah’. En lengua española decimos ‘cristo’ y ‘mesías’. Jesús, cristo y
mesías. Y desde ahí, el cristianismo y el mesianismo. Dos palabras de una misma
y única realidad: el cristianismo mesiánico o el mesianismo cristiano. No se
trata de un juego de palabras.
Se trata de la realidad humana de creer, querer y
desear servir, o servir a. Es decir, ponerse a la altura de quien está
por debajo de uno y atreverse los dos a caminar juntos, progresar, crecer,
compartir, ser personas. O, por el contario, se trata de la realidad humana de
creer, querer y desear ser servido, o servirse de. Es decir,
ponerse por encima de los demás para ser obedecido, idolatrado, divinizado,
separado, enaltecido. Tal vez ambas realidades puedan ser ‘liberadoras’, pero
ciertamente no lo serán de la misma manera. El mesianismo cristiano de Jesús
fue ‘servir’. En cambio, el cristianismo mesiánico de Pedro fue ‘ser
servido’. Ahí estamos.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 40º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(30.08.2020): Hch 21,37 a 22,29
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
Nuestro Lucas sigue contándonos la estancia de su
Saulo/Paulo en Jerusalén. Ya sabemos que está en el Templo de Jerusalén como
‘buen judío’ y dando testimonio explícito de ser un observante de la Ley de
Israel. Pero ha sido descubierto, acusado y apresado. Su vida sigue
abiertamente amenazada. Sin apenas darnos cuenta como lectores, el narrador
Lucas comienza la narración de la auténtica conversión de Saulo en Pablo. Ésta
acabará en Roma.
Esta conversión es un largo proceso en el tiempo
y en el espacio. En este comentario prestamos atención a los tres primeros
acontecimientos de esta dilatada experiencia que, casi de manera imperceptible
y natural, acabará en la comprensión de Jesús como judío y galileo.
El primer paso o hecho de esta conversión nos
lo cuenta Lucas en Hch 21,37-40. Muy sutilmente nos dice Lucas que Pablo
hablaba en latín con el tribuno romano. De este tribuno depende ahora el
respirar y vivir. ¿No estaba dispuesto este hombre, desde su última estancia en
casa de Felipe y de sus hijas, a entregar su vida como así le sucedió a Jesús
de Nazaret? Este Pablo de Lucas sabe defender bien sus derechos como persona y
viviente. El tribuno romano permite que el apresado Pablo hable al pueblo judío
en su propia lengua aramea.
El segundo paso o hecho de esta conversión nos
lo sigue contando Lucas en Hch 22,1-21 y comienza de esta manera: “Padres
y hermanos míos, escuchad la defensa que os presento ahora...Soy judío, nací en
Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad... Aprendí hasta el último
detalle de la Ley... Yo perseguí a muerte este nuevo Camino...” (Hch 22,3).
El sabio narrador Lucas pone en labios de su Saulo/Paulo un discurso que nos
suena a confesión cuando se lo lee o escucha. No va a ser la única vez
que encontremos una confesión así. Habrá otra en Hch 26,2-23. Estas dos
confesiones habrán de leerse siempre en paralelo con Hch 9,3-25.
La lectura sinóptica de estos tres textos del
libro de los Hechos nos ilumina la opinión de haber sido Lucas el propio
narrador de unos hechos a medias de Pablo y a medias suyos. Cada lector puede
imaginarse y aceptar esta y otras siete opiniones diferentes. Las diferencias y
las semejanzas de los tres relatos no precisan aquí y ahora más comentario que
este dato anecdótico: Por más que leo y releo no encuentro en estos textos el
caballo del que cayó Pablo, como dicen a su modo los artistas y tantos
‘espirituales’ intérpretes del suceso.
Después de recordar con precisión el relato de
Hechos 9,3-25 me sigue cautivando ahora lo que este Lucas me deja escrito en
Hch 22,8. Sobre todo esta expresión: “Yo soy Jesús de Nazaret”. Esta
confesión la ha puesto Lucas en boca del propio Jesús. Todo humanidad. En
cambio, Pedro lo confiesa Mesías divino (Lc 9,18-21). Y Pablo también habla
así; Cristo-Mesías.
El tercer paso o hecho de la conversión de
Pablo lo leemos en Hechos 22,22-29. Y creo con Lucas que además de la
conversión se trata del propio relato de ‘la Pasión de Pablo’: “Hasta aquel
momento estuvieron escuchando, pero entonces empezaron a gritar: ¡quita de en
medio a ese individuo, no merece vivir!” (Hch 22,22). Ante esta situación,
Pablo interpela al centurión romano en defensa propia (Hch 22,25). Le importa más
ser ‘de Roma’ que de ‘el Nazareno’.
Carmelo Bueno Heras
No hay comentarios:
Publicar un comentario