domingo, 30 de agosto de 2020

Domingo 22º del TO. Ciclo A (30.08.2020): Mateo 16,21-27 La cuestión es servir o ser servido. y Domingo 40º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (30.08.2020): Hch 21,37 a 22,29 “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)


Domingo día 30 de agosto. Todavía es verano por el hemisferio norte. Menos verano, pero verano al fin de cuentas. Por el hemisferio sur será invierno. Menos invierno, tal vez.  Afortunadamente esta realidad de nuestra tierra es así. Y cuando pensamos en esto, es posible que más de uno mire al sol por el día y a la luna por la noche. El sol y la luna se callan, nos escuchan y siguen su camino. Tú y yo seguimos también nuestros propios caminos. Consciente o no tanto, cada persona sigue su camino. 
¿Su camino? ¿Qué camino? 
Estamos en tiempos del GPS. Usted está aquí. Y de aquí se va para allá, su lugar de destino. Venga conmigo. Fíese. Yo le voy diciendo. Derecha. Izquierda. Manténgase. Trescientos metros... Le quedan aún dos punto seis kilómetros. El GPS lleva marcado el camino en tu pantalla. Y tú y yo nos fiamos. Funciona. Se tardará más o menos, pero se llega al destino señalado.
Nos hemos ido olvidando de Machado, Antonio, que decía que el camino se hace al andar. El GPS lo lleva ya escrito, precisado, cronometrado... Lleva dentro todos los caminos de todos los caminantes. Es una maravilla, seguramente.
Ahora que escribo estas cosas me imagino a las gentes de antes y de mucho antes y de muchísimo antes... que no disponían de tal tecnología nacida de las neuronas humanas. ¿Cómo fue posible vivir sin GPS? No sabemos cómo, pero sabemos que fue posible. 
Ahora que escribo estas cosas me imagino a esas gentes de los siglos sin GPS que escribieron sus reflexiones sobre 'el camino' como lo hizo, no hace tanto, un tal M. Delibes o como lo hizo, en la segunda mitad del siglo uno de nuestra historia, otra tal como María Magdalena. 
Sí, esta mujer escribió a su aire inspirador la vida de su Jesús de Nazaret al modo y manera de 'un camino'. Y esta manera de imaginar sentó cátedra porque llegaron después otros tres narradores de la misma historia de aquel Jesús de Nazaret (Mateo, Lucas y Juan) y los tres hablaron de aquel hombre galileo como 'el camino'. Es más, uno de estos narradores, Lucas, cuenta en su Libro de los Hechos que otro judío nacido en Tarso y que se llamaba Pablo hablaba de 'su' CristoSeñorResucitado como 'el nuevo camino'. 
Reconozco que la lectura del relato de Mateo 16,13-28 me ha alterado en muchas ocasiones las pilastras inamovibles de eso que muchos llaman fe, pero que a mí me suena a otra cosa. Con este asunto del GPS voy comprendiendo casi bien que este asunto del laico de la Galilea tiene que ver con la Guía Personal del Servicio. Con esta GPS tan original, se comprende que el asunto del SERVICIO no es para realizarlo con quienes están por arriba de uno, sino para ejercitarlo siempre y en todo lugar con quienes están por debajo de uno: Guía Personal del Servicio.
A continuación se encuentran los dos comentarios.


Domingo 22º del TO. Ciclo A (30.08.2020): Mateo 16,21-27
La cuestión es servir o ser servido. Así lo escribo CONTIGO,

En este nuevo domingo, seguimos leyendo en el Evangelio de Mateo en el preciso lugar en el que lo habíamos dejado hace una semana. Tanto el texto anterior como éste que leemos ahora conviene leerlos conjuntamente como si fueran una unidad, uno solo: Mateo 16,13-28. El versículo 16,28 también, que siempre se lo comen las vaticanas tijeras de la liturgia.

Todo cuanto se nos cuenta sucede en las tierras del norte de la región de la Galilea, en Cesarea de Filipo. Allá donde comienza el Jordán a ser un río. Al pie de un monte. Y será precisamente desde aquí donde se inicie ‘un camino’. El camino de la subida a Jerusalén; el camino del descendimiento de un río camino de su acabamiento en el mar; el camino de un nuevo proyecto de vida; el camino que es y seguirá siendo Jesús de Nazaret; el camino llamado espiritualidad cristiana; el camino del seguimiento. Sencillamente, ‘el camino’. Todo está en él.

Más de un estudioso se atrevió a llamar a esta nueva realidad ‘La Religión del Camino’. Para este símbolo del camino cada caminante tiene su interpretación peculiar. Como se dice en el ejercicio de otra tradición: ‘Existen tantos caminos de Santiago como caminantes’. Con este asunto, en las alforjas de caminante me sugiero llevar delante de ellas un interrogante: ¿Quién decís que soy yo? O, ¿quién digo yo que eres tú? Esto ya lo leímos en la semana pasada.

De entre todos los acompañantes de Jesús sólo uno habló. Sólo uno confesó lo que pensaba. Según este Evangelista, el confesor Pedro fue tan encumbrado (Mt 16,17) como abajado (Mt 16,20). Si esto no se comprendió hace siete días debe leerse despacio el texto de esta nueva celebración: Mt 16,21-28. En él, el propio Evangelista pone en boca de su Jesús estas palabras dirigidas directa y explícitamente a Pedro: ‘¡Quítate de mi vista, Satanás!’ (Mt 16,23).

Cuantas más veces me detengo a contemplar esta narración más me convenzo de que no es posible que todo esto, junto y a la vez, sea ciertamente verdadero. La contradicción es tan nítida que sólo puede ser tarea realizada por dos escritores diferentes y en distintos tiempos. Un hombre como Pedro no puede ser a la vez el bienaventurado de Dios y el mismo Satanás.

La evidente contradicción se comprende sin demasiadas dificultades. La cuestión central se arraiga en los contenidos que se encierran en la palabra griega ‘cristós’ que traduce la palabra hebrea ‘masiah’. En lengua española decimos ‘cristo’ y ‘mesías’. Jesús, cristo y mesías. Y desde ahí, el cristianismo y el mesianismo. Dos palabras de una misma y única realidad: el cristianismo mesiánico o el mesianismo cristiano. No se trata de un juego de palabras.

Se trata de la realidad humana de creer, querer y desear servir, o servir a. Es decir, ponerse a la altura de quien está por debajo de uno y atreverse los dos a caminar juntos, progresar, crecer, compartir, ser personas. O, por el contario, se trata de la realidad humana de creer, querer y desear ser servido, o servirse  de. Es decir, ponerse por encima de los demás para ser obedecido, idolatrado, divinizado, separado, enaltecido. Tal vez ambas realidades puedan ser ‘liberadoras’, pero ciertamente no lo serán de la misma manera. El mesianismo cristiano de Jesús fue ‘servir’. En cambio, el cristianismo mesiánico de Pedro  fue ‘ser servido’. Ahí estamos.
Carmelo Bueno Heras

Domingo 40º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (30.08.2020): Hch 21,37 a 22,29
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Nuestro Lucas sigue contándonos la estancia de su Saulo/Paulo en Jerusalén. Ya sabemos que está en el Templo de Jerusalén como ‘buen judío’ y dando testimonio explícito de ser un observante de la Ley de Israel. Pero ha sido descubierto, acusado y apresado. Su vida sigue abiertamente amenazada. Sin apenas darnos cuenta como lectores, el narrador Lucas comienza la narración de la auténtica conversión de Saulo en Pablo. Ésta acabará en Roma.

Esta conversión es un largo proceso en el tiempo y en el espacio. En este comentario prestamos atención a los tres primeros acontecimientos de esta dilatada experiencia que, casi de manera imperceptible y natural, acabará en la comprensión de Jesús como judío y galileo.

El primer paso o hecho de esta conversión nos lo cuenta Lucas en Hch 21,37-40. Muy sutilmente nos dice Lucas que Pablo hablaba en latín con el tribuno romano. De este tribuno depende ahora el respirar y vivir. ¿No estaba dispuesto este hombre, desde su última estancia en casa de Felipe y de sus hijas, a entregar su vida como así le sucedió a Jesús de Nazaret? Este Pablo de Lucas sabe defender bien sus derechos como persona y viviente. El tribuno romano permite que el apresado Pablo hable al pueblo judío en su propia lengua aramea.

El segundo paso o hecho de esta conversión nos lo sigue contando Lucas en Hch 22,1-21 y comienza de esta manera: “Padres y hermanos míos, escuchad la defensa que os presento ahora...Soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad... Aprendí hasta el último detalle de la Ley... Yo perseguí a muerte este nuevo Camino...” (Hch 22,3). El sabio narrador Lucas pone en labios de su Saulo/Paulo un discurso que nos suena a confesión  cuando se lo lee o escucha. No va a ser la única vez que encontremos una confesión así. Habrá otra en Hch 26,2-23. Estas dos confesiones habrán de leerse siempre en paralelo con Hch 9,3-25.

La lectura sinóptica de estos tres textos del libro de los Hechos nos ilumina la opinión de haber sido Lucas el propio narrador de unos hechos a medias de Pablo y a medias suyos. Cada lector puede imaginarse y aceptar esta y otras siete opiniones diferentes. Las diferencias y las semejanzas de los tres relatos no precisan aquí y ahora más comentario que este dato anecdótico: Por más que leo y releo no encuentro en estos textos el caballo del que cayó Pablo, como dicen a su modo los artistas y tantos ‘espirituales’ intérpretes del suceso.

Después de recordar con precisión el relato de Hechos 9,3-25 me sigue cautivando ahora lo que este Lucas me deja escrito en Hch 22,8. Sobre todo esta expresión: “Yo soy Jesús de Nazaret”. Esta confesión la ha puesto Lucas en boca del propio Jesús. Todo humanidad. En cambio, Pedro lo confiesa Mesías divino (Lc 9,18-21). Y Pablo también habla así; Cristo-Mesías.

El tercer paso o hecho de la conversión de Pablo lo leemos en Hechos 22,22-29. Y creo con Lucas que además de la conversión se trata del propio relato de ‘la Pasión de Pablo’: “Hasta aquel momento estuvieron escuchando, pero entonces empezaron a gritar: ¡quita de en medio a ese individuo, no merece vivir!” (Hch 22,22). Ante esta situación, Pablo interpela al centurión romano en defensa propia (Hch 22,25). Le importa más ser ‘de Roma’ que de ‘el Nazareno’.
Carmelo Bueno Heras

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