Leyente, en esta ocasión te
escribo en domingo, pero unas cuantas horas más tarde. Lo cierto es que no ha
pasado nada extraño, tan solo que en la mañana de este día de Ramos he viajado
desde Córdoba hasta Madrid. Y sólo ahora que ya estoy con mi artilugio de
trabajo puedo enviarte esta presentación y los comentarios correspondientes que
pueden leerse a continuación. Y también en el archivo adjunto.
Seguramente se conoce por
todos ese dicho popular 'De Pascuas a Ramos'. Es tanto como decir 'de año en
año'. Pues justamente hoy, día de Ramos, puedo decir este mismo refrán, pero al
contrario: 'De Ramos a Pascuas', es decir, de ahora mismo en una semana.
Estamos de Ramos y te llega
ahora el comentario del relato del Evangelio sobre la Pascua, la llamada
Resurrección de Jesús. En este domingo que dicen que es tan importante, nuestra
Iglesia siempre nos recomienda o impone la lectura de una parte del capítulo
vigésimo del Evangelio de Juan. Siempre, cada año, invariablemente. No hay
posibilidad de cambio alguno. Esto ya lo desarrollo un poco más en el
comentario.
Sólo deseo expresar una vez
más mi indignación. En esta Iglesia y en este domingo de la Pascua se nos
mutila muy gravemente el mensaje del cuarto Evangelio. Ya sé que me dirán más
de uno que se lee ese mensaje en otra celebración de la Pascua... Pero la
inmensa mayoría del pueblo se acerca a la celebración en pleno día de la
Pascua. Y se podría volver a leer lo que ya se leyó en la noche anterior.
Es más, me atrevo a sugerir
que durante siete días seguidos debería leerse el relato que este Evangelista
Juan cuenta sobre lo sucedido en la mañana del primer día de la semana después
de la sepultura de Jesús, el crucificado. Es decir debería leerse Juan 20,1-18.
No sé por qué motivos esta Iglesia desea ocultar o silenciar la presencia de
María Magdalena en el acontecimiento de la Resurrección de Jesús. Esta mujer
intervino en esta resurrección de Jesús más que ningún otro ser humano. Más que
ningún otro ser humano, lo repetiría otra vez...
Creo que en la Iglesia esta
ocultación tan flagrante es uno de sus pecados más imperdonables, creo que se
acerca a eso que suelen llamar los sinópticos el 'pecado contra el Espíritu'. Y
no sirve que hace nada se le haya reconocido a esta Mujer el nombre de apóstol
o no sé qué...
Si el mensaje de Juan se
desea aceptar como mensaje de aquellas comunidades cristianas del siglo
primero, la figura de María de Magdala hay que escribirla al lado de la persona
de Jesús de Nazaret. Y atreverse a ser consecuente con tal reconocimiento.
Después de 20 siglos la persona de la mujer en la Iglesia es un 'mero postureo'
vacío de sentido y de reconocimiento. Es alguien aún casi sin voz y sin ningún
tipo de de voto que vota con responsabilidad. Y mucha responsabilidad tiene en
este pecado la persona de Pablo, que no fue apóstol primero...
Jesús de Nazaret y María
de Magdala.
Hay que seguir aprendiendo a
ser Jesús de Nazaret y María de Magdala. Creo que en los ámbitos vaticanos de
Roma no se desea ni oír pronunciar tales nombres, porque siempre se habla ahí
de Jesucristo, el Señor, y casi nunca se cita a María Magdalena.
Sobre el comentario del texto
de Mateo sólo deseo recordar aquí ahora que debemos meditar muy seriamente el
ser y el hacer de un profeta escandalosamente político y humano. No digo más,
que estamos en elecciones... y luego cada cual ve la peli desde su óptica y no
deseo ser condenado... ¡a galeras!, que se decía en otros tiempos...
Feliz día de la vida en el
día de pascua. Suerte y Salud.
Domingo de Pascua en el Ciclo C (21.04.2019): Juan
20,1-9.
‘Jesús de Nazaret-María de Magdala’, lo medito y escribo CONTIGO,
En la fiesta de
Ramos se nos leyó el relato de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret según nos
lo dejó contado el Evangelio de Lucas. Una semana más tarde va a ser el
Evangelista Juan quien nos comparta su narración de lo que imaginó pudo suceder
en la mañana del domingo primero de la Pascua. Todos los años en Pascua se
lee Juan 20,1-9. ¿No puede ampliarse, variarse?
Advierto a quien
esto lee que se nos propone leer Juan 20,1-9. ¿Por qué no se va a leer
Juan 20,1-18? Creo que alguien debe de andar muy interesado en
silenciar una parte de lo que este Evangelista Juan nos dejó como
acontecimientos de aquella mañana de la resurrección. Este Evangelista dejó muy
bien contado su relato: “El primer día de la semana, por la
mañana, muy temprano, antes de salir el sol, María Magdalena vino al
sepulcro...” (Juan 20,1-9).
El próximo domingo
día 28 de abril se nos propone desde la incorregida e incorregible liturgia de
la misa Juan 20,19-31: Aquel mismo día, el primero de la semana, por
la tarde, estaban reunidos los discípulos...” (Juan 20,19).
Este narrador cuidadoso y buen teólogo al que llamamos cuarto Evangelio
organiza el vigésimo capítulo de su Evangelio en dos partes: Lo que sucede en
la mañana (20,1-18) y lo que sucede en la tarde (20,19-31). ¡Pues que se nos
lea así!
Por esto es por lo
que vuelvo a preguntar: ¿Por qué en nuestras iglesias y en sus santas misas no
se nos lee al pueblo en este domingo de la Pascua lo que Juan nos anuncia sobre
el encuentro de Jesús de Nazaret con María Magdalena, mujer y la primera
persona a quien se le anuncia personalmente que su Jesús vive? ¿Por qué esta
mujer no es nombrada por ‘el doctor-maestro-catedrático-excelentísimo Pablo de
Tarso en su Primera Carta a los Corintios 15,1-11?
Estos silencios son
intencionados y es hora de que alguien con voz y voto tome nota y se atreva a
leer y comentar abiertamente el Evangelio como fue escrito y como se nos regaló
sin otra pretensión que podernos acercar a Jesús de Nazaret sin trampantojos...
Tanto Pedro como el llamado por este Evangelista Juan ‘discípulo amado’ fueron
personas importantes en sus relaciones con Jesús en los días en que todos ellos
convivieron (Juan 20,1-9).
De ambos se cuentan
sus decisiones nada más enterarse de que algo había sucedido en el sepulcro
donde se depositó al crucificado y muerto Jesús de Nazaret. Es probable que más
de uno piense ahora que en aquellos instantes Pedro era ya ‘el papa primero’ de
la primera y única iglesia de Jesús de Nazaret. A este texto se le puede
interpretar como mejor lo desee cada uno pero, ¿por qué se silencia la
presencia de María de Magdala dentro de la iglesia?
Juan 20,1-9 es una
de las narraciones de ‘El sepulcro vacío’. Curiosamente, según los cuatro
Evangelistas, quien realiza el descubrimiento de este dato es María Magdalena.
Muy probablemente, esta mujer, además de todo esto que se dice de ella,
fue también la primera que tomó la decisión de unirse a Jesús de Nazaret en
Galilea. Por aquellas tierras alejadas de Jerusalén y de su Templo y en
aquellos tiempos del siglo primero, esta María de Magdala oyó y vio a aquel
hombre y se quedó con él convertida en su primera seguidora y acompañante
siempre presente. Ella fue así, antes que Pablo, ¡la primera
resucitadora de Jesús de Nazaret!
Carmelo Bueno Heras
Domingo 21º de Mateo (21.04.2019): Mateo 12,38-45
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
El Evangelista
Mateo nos sorprende a los lectores de su ‘biografía’ sobre Jesús de Nazaret con
un dato que, como poco, me parece desconcertante: “Entonces, en
respuesta, algunos letrados y fariseos interpelaron a Jesús: Maestro, queremos
ver una señal tuya personal” (12,38). Estas son las primeras
expresiones de la breve e intensa unidad literaria que es Mateo
12,38-45.
He dicho que se
trata de un dato desconcertante. Me explico. Desde que este Jesús de Mateo
comenzó su tarea evangelizadora por las tierras de Galilea no ha dejado de
contársenos ‘dichos y hechos’ de este galileo y laico llamado Jesús. Y algo
más, en varias ocasiones estos ‘dichos y hechos’ han tenido como destinatarios
explícitos los fariseos y los escribas. Me volveré a leer sin prisas el relato
de Mateo 4,23 hasta 12,37 para constatarlo de nuevo.
Queremos ver una
señal tuya, personal y explícita, le han pedido a Jesús... Si leemos Marcos
8,11-13 caeremos en la cuenta de las notables diferencias de ambas visiones del
mismo relato. Lucas también nos ha contado este mismo asunto y se parece mucho
más a Mateo que a Marcos. A Jesús le están pidiendo los escribas y fariseos una
señal personal. Y según estos tres narradores, Jesús no les ofrece ninguna
señal personal. El más preciso en afirmarlo es Marcos.
Este Jesús de Mateo
y de Lucas ofrece a los escribas y fariseos una señal que explícitamente les
pertenece a todos ellos, a todo judío creyente o no. Es una señal que todos
pueden leer, comprender, aceptar o rechazar..., como se lee y se acoge la Ley
que se dice venir de parte de su Yavé Dios. Es decir, esta señal debe ser (se
trata de un imperativo) la señal de su Yavé Dios.
La señal que a toda
persona judía debe interrogar tanto como iluminar es la presencia del mensaje
de un profeta que cuenta los datos de la historia de manera provocativamente
revolucionaria. La primera y principal señal (¿signo, sacramento, misterio?,
llámese como se desee) es Jonás, el libro de su nombre que se encuentra y puede
leerse en el rollo de los doce profetas de Israel, junto a Oseas, Amós,
Miqueas...
Más de uno me
preguntará si el relato de Jonás fue histórico y real como lo podemos leer en
sus cuatro breves capítulos. Y casi siempre suelo responder que este relato de
Jonás es tan real e histórico como lo es el extensísimo relato cervantino de
‘El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha’. Nínive fue siempre la capital
del imperio Asirio, el conquistador y deportador del reino de Israel (leer en
el Segundo Libro de la Reyes 17). Israel y Asiria con sus capitales de
Jerusalén y Nínive..., ¿deben sentirse y considerarse siempre naciones y gentes
enemigas?
Y sólo a un profeta
de Israel, camuflado bajo el nombre de Jonás, se le ocurre gritar alto y claro
que hay que amar al enemigo. Que es posible vivir esta utopía. Que
este amor entre pueblos, razas, religiones, personas... es el amor de Dios, de
todo Dios, del único Dios. ¿No es esto una utopía revolucionaria? Me
atrevo a pensar que Jesús de Nazaret decidió ser otro Jonás...
Esta interpretación
de la señal de Jonás como la humanizadora utopía del amor al enemigo implica
asumir el riesgo de la intolerancia, la persecución y la muerte violenta (Mt
12,43-45).
Carmelo Bueno Heras
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