San Pío V, papa
fecha: 30 de abril
fecha en el calendario anterior: 5 de mayo
n.: 1504 - †: 1572 - país: Italia
otras formas del nombre: Antonio Ghislieri
canonización: B: Clemente X 1 may 1672 - C: Clemente XI 22 may 1712
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 5 de mayo
n.: 1504 - †: 1572 - país: Italia
otras formas del nombre: Antonio Ghislieri
canonización: B: Clemente X 1 may 1672 - C: Clemente XI 22 may 1712
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Pío V, papa, de la Orden de Predicadores, que, elevado a la sede
de Pedro, se esforzó con gran piedad y tesón apostólico en poner en práctica
los decretos del Concilio de Trento acerca del culto divino, la doctrina
cristiana y la disciplina eclesiástica, promoviendo también la propagación de
la fe. Se durmió en el Señor en Roma, el día primero del mes de mayo.
refieren a este santo: San Alejandro
Sauli, San Carlos
Borromeo, San Francisco de
Borja
Oración: Señor, tú que has suscitado
providencialmente en la Iglesia al papa san Pío quinto, para proteger la fe y
dignificar el culto, concédenos, por su intercesión, participar con fe viva y
con amor fecundo en tus santos misterios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Miguel Ghislieri nació en 1504, en Bosco,
en la diócesis de Tortona y tomó el hábito de Santo Domingo a los catorce años,
en el convento de Voghera. Después de su ordenación sacerdotal, fue profesor de
filosofía y teología durante dieciséis años. Además, ejerció los cargos de
maestro de novicios y superior de varios conventos. En 1556, fue elegido obispo
de Nepi y Sutri y al año siguiente, fue nombrado inquisidor general y cardenal.
Como él lo hacía notar, con cierta ironía, esos cargos eran como grillos con
que la Iglesia le ataba los pies para impedirle volver a la paz del claustro.
El papa Pío IV le transladó a la sede piamontesa de Mondovi, que estaba
prácticamente en ruinas a causa de las guerras. El nuevo prelado consiguió, en
poco tiempo, restablecer la calma y la prosperidad; pero pronto fue llamado a
Roma a ejercer otros cargos. Aunque las opiniones del cardenal Ghislieri no
siempre coincidían con las de Pío IV, jamás dejó de manifestarlas abiertamente.
Pío IV murió en diciembre de 1565. El
cardenal Ghislieri fue elegido para sucederle, gracias, sobre todo, a los
esfuerzos de san Carlos
Borromeo, quien veía en él al reformador que la Iglesia necesitaba.
Miguel Ghislieri tomó el nombre de Pío V. Desde el primer momento de su
pontificado, puso de manifiesto que estaba decidido a aplicar no sólo la letra,
sino también el espíritu del Concilio de Trento. Con motivo de la coronación de
un nuevo papa, solían distribuirse regalos a la multitud; Pío V ordenó que se
diesen dichos regalos a los pobres de los hospitales y que se repartiese, entre
los conventos más necesitados de la ciudad, el dinero que estaba destinado a
cubrir los gastos de un banquete que solía ofrecerse a los cardenales,
embajadores y otras altas personalidades. Uno de los primeros decretos del
nuevo Pontífice fue para que los obispos residiesen en sus diócesis y los
párrocos en sus parroquias, so pena de severos castigos. San Pío V se ocupó con
el mismo celo de purificar la curia, que de acabar con los bandoleros en los
Estados Pontificios; de promulgar leyes contra la prostitución, que de prohibir
las corridas de toros. En una época de escasez, importó de Francia y Sicilia
grandes cantidades de grano y mandó distribuir gratuitamente la mayor parte y
vender el resto a un precio inferior al de costo. Resuelto a acabar con el
nepotismo, mantuvo a sus parientes a distancia; aunque continuando la tradición
tuvo que elevar a uno de sus sobrinos al cardenalato, le concedió poderes muy
reducidos.
El nuevo Breviario fue publicado en 1568;
en él se omitían las fiestas y extravagantes leyendas de algunos santos y se
daba a las lecciones de la Sagrada Escritura su verdadero lugar. El nuevo
Misal, que apareció dos años más tarde, restableció muchas costumbres antiguas
y adaptó la vida litúrgica a las necesidades de la época. La nueva liturgia fue
obligatoria en toda la Iglesia de occidente excepto en los casos en que
existían costumbres locales que databan de más de doscientos años, como por
ejemplo, en la Orden de Predicadores, a la que pertenecía el Papa. A San Pío V
debió la Iglesia la mejor edición que se había hecho hasta entonces de las
obras de Santo Tomás de Aquino, quien fue titulado Doctor de la Iglesia por el
mismo papa. Las penas que decretó san Pío V contra las violaciones del orden
moral eran tan severas, que sus enemigos le acusaron de que quería convertir a
Roma en un monasterio. El éxito del papa se debió, en gran parte, a la
veneración que el pueblo le profesaba por su santidad. Ayunaba en el adviento y
durante la cuaresma, aun en sus últimos años de vida, a pesar de sus achaques.
Su oración era tan fervorosa, que el pueblo aseguraba que obtenía cuanto
pidiese a Dios. Frecuentemente visitaba los hospitales y asistía personalmente
a los enfermos.
Las reformas que hemos enumerado, habrían
consumido todas las energías de un hombre común y corriente; en el caso de san
Pío V no eran siquiera su principal preocupación. Los dos grandes problemas de
su pontificado fueron la divulgación del protestantismo y las invasiones de los
turcos. Contra ambas amenazas trabajó incansablemente; dio nuevo impulso a la
Inquisición, de suerte que el sabio Bayo, cuyos escritos fueron condenados,
sólo pudo salvar la vida al retractarse. Pero no todos los éxitos del papa
contra el protestantismo se debieron a métodos tan drásticos, ya que, por
ejemplo, san Pío V convirtió a un inglés, simplemente con la santidad y
dignidad que trashumaban de él. Durante su pontificado, se completó el
catecismo que el Concilio de Trento había mandado redactar y el santo Pontífice
mandó traducirlo inmediatamente a varias lenguas. Igualmente impuso a los
párrocos la obligación de impartir instrucción religiosa a los niños y jóvenes.
Aunque san Pío V era más bien conservador, se adelantó a la mayoría de sus
contemporáneos en la importancia que atribuía a la instrucción en el caso del
bautismo de los adultos.
Los términos que empleó el Pontífice en la
reedición de la bula «In Caena Domini» (1568), dejaban ver claramente que, en
cuanto papa, defendía cierta soberanía sobre los príncipes. Durante muchos años
acarició la esperanza de ganar a la fe a Isabel de Inglaterra; pero, en 1570,
publicó contra ella una bula de excomunión («Regnans in Excelsis»), por la que
dispensaba a sus súbditos de la obligación de prestarle obediencia y les
prohibía reconocerla como soberana. Fue éste un error de juicio, ciertamente,
pero se explica por el desconocimiento de las circunstancias reales de
Inglaterra y de los sentimientos del pueblo. Esta medida no hizo más que
aumentar las dificultades de los católicos ingleses y dar cierta apariencia de
verdad a la acusación de traición que se les hacía tan frecuentemente; por otra
parte, agudizó las controversias sobre los juramentos y pruebas de fidelidad
que tanto molestaron y debilitaron a los católicos, desde el «Juramento de
Obediencia», en 1606, hasta la emancipación, en 1829. Aun actualmente no ha
desaparecido del todo la sospecha que la bula despertó acerca de la lealtad
cívica de los católicos. Algunos mártires ingleses murieron protestando de su
lealtad a la reina y, cuando la Armada Invencible, apoyada por Pío V, quien
esperaba que el dominio español en Inglaterra contribuyese a aplicar sus
sanciones, zarpó en 1588, los católicos ingleses no se mostraron menos prontos
a combatirla que el resto de sus compatriotas. Europa había cambiado mucho; la
época de las luchas entre Gregorio VII y Enrique IV, Alejandro III y
Barbarroja, Inocencio III y Juan de Inglaterra, la época de la «Unam Sanctam»
de Bonifacio VIII, habían pasado a la historia. Se acercaba el momento en que
otro Sumo Pontífice, Pío IX, iba a declarar: «Actualmente ya nadie piensa en el
derecho de deponer a los príncipes, que la Santa Sede ejerció antiguamente, y
el Sumo Pontífice menos que nadie».
Pío V olvidó su fracaso ante los ingleses,
al año siguiente, cuando Don Juan de Austria y Marcantonio Colonna, apoyados
política y económicamente por la Santa Sede, acabaron con el poder de los
turcos en el Mediterráneo. Al mando de un ejército de veinte mil soldados,
zarparon de Corfú y encontraron a la flota turca en el Golfo de Lepanto. Allí
derrotaron a los turcos en una de las más famosas batallas navales. El papa
había orado por la flota cristiana -frecuentemente con los brazos en cruz-,
desde que ésta zarpó. Además, había decretado oraciones públicas y ayunos
privados. Precisamente a la hora de la batalla, se llevaba a cabo en la iglesia
de la Minerva una procesión del santo rosario para pedir por la victoria de los
cristianos. El papa se hallaba tratando algunos negocios con varios cardenales;
súbitamente interrumpió la conversación, abrió la ventana y permaneció unos
minutos con los ojos clavados en el cielo. Después cerró la ventana y dijo a
los cardenales: «No es el momento de hablar de negocios; demos gracias a Dios
por la victoria que ha concedido a los ejércitos cristianos». Para conmemorar
dicha victoria, incluyó más tarde, en las Letanías de la Virgen, la invocación
«Auxilio de los cristianos», e instituyó una fiesta en honor del santo rosario.
El día de la gran victoria fue el 7 de octubre de 1571. Al año siguiente, el
papa sufrió el violento ataque de una dolorosa enfermedad de la que había
sufrido mucho tiempo y que sus austeridades habían agravado. Dicha enfermedad
le llevó a la tumba el 1 de mayo de 1572, a los sesenta y ocho años de edad.
San Pío V -el último de los papas que
alcanzó el honor de los altares hasta el advenimiento de san Pío X- fue
canonizado en 1712. El santo Pontífice practicó durante toda su vida la
austeridad monacal de su juventud. Su bondad y fervor eran proverbiales: no se
contentaba con ayudar económicamente a los pobres y a los enfermos, sino que
los asistía personalmente. Cierto que en el carácter de san Pío V había también
un aspecto de rudeza, que muchos historiadores se han encargado de subrayar;
pero durante su pontificado, en el que no le faltó el apoyo y el ejemplo de
hombres de la talla de un san Felipe Neri, Roma empezó a percibir los
resultados del Concilio de Trento y volvió a merecer el título de Ciudad
Apostólica y Primera Sede del mundo. Un pariente de san Francisco Javier, el
Doctor Martín de Azpilcueta, dejó un interesante testimonio del ambiente que
reinaba en Roma, en una carta que escribió a su familia. El Doctor Azpilcueta,
que había viajado mucho, se hace lenguas de los habitantes de Roma, de su buena
conducta y de su espíritu religioso. Ciertamente los viajeros de la época de
León X y Paulo III no se expresaban en los mismos términos y el cambio se
debió, sobre todo, a san Pío V.
Dada la importancia del papel histórico de
san Pío V, resulta imposible dar una bibliografía completa. En la obra de
Emilio Calvi, Bibliografía di Roma, se hallará una lista de los libros y
artículos antiguos. También Pastor, en el tomo VIII de la Historia de los
Papas, consagrado exclusivamente al pontificado de Pío V, cita las principales
obras. Aquí mencionaremos únicamente el Summarium de Virtutibus, impreso
durante el proceso de canonización para uso de la Sagrada Congregación de Ritos,
y las biografías de Catena y Gabutius. Dichas biografías pueden verse en Acta
Sanctorum, mayo, vol. I, junto con otros documentos de muy diverso valor. En
Analecta Bollandiana, vol. XXXIII (1914) , pp. 187-215, hay un excelente
artículo del P. Van Ortroy, en el que se halla el esbozo biográfico más antiguo
que se conoce de san Pío V. Cuadro: «Cristo muerto adorado por San Pío V» de
Michele Parrasio, siglo XVI, en el Museo del Prado, Madrid.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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