San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir
fecha: 24 de abril
n.: 1578 - †: 1622 - país: Suiza
canonización: B: Benedicto XIII 24 mar 1729 - C: Benedicto XIV 29 jun 1746
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1578 - †: 1622 - país: Suiza
canonización: B: Benedicto XIII 24 mar 1729 - C: Benedicto XIV 29 jun 1746
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir, que, siendo abogado,
decidió entrar en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, donde llevó una
vida observante de vigilias y oraciones. Asiduo en la predicación de la Palabra
de Dios, fue enviado a la región de Recia para consolidar la verdadera
doctrina, y por su fe católica, en Sevis, en Suiza, sufrió el martirio por obra
de algunos herejes.
Patronazgos: patrono de los abogados, y de la propagación de la fe.
Oración: Señor Dios, que te has dignado
conceder la palma del martirio a San Fidel de Sigmaringa cuando, abrasado en tu
amor, se entregaba a la propagación de la fe, concédenos, te rogamos, que
arraigados como él en el amor, lleguemos a conocer el poder de la resurrección
de Jesucristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
La congregacion de «Propaganda Fide»,
venera a san Fidel como su primer mártir. Era éste un sacerdote capuchino,
conocido también con el nombre de Marcos Rey. Había nacido en Sigmaringen de
Hohenzollern. Como era un joven muy inteligente, fuc enviado a la Universidad
de Friburgo, en Brisgovia, donde enseñó filosofía, al mismo tiempo que
preparaba su doctorado en leyes. Ya desde entonces empezó a llevar una vida de
penitencia, pues vestía una camisa de pelo y se abstenía del vino. En 1604, fue
nombrado tutor de un reducido grupo de muchachos suabos que querían completar
su educación en las principales ciudades universitarias de Europa occidental.
Durante el viaje, que duró seis años, Fidel se ganó la estima de sus pupilos,
edificándolos con el ejemplo de su devoción y de su liberalidad con los pobres,
a quienes algunas veces regalaba los vestidos que llevaba puestos. A su vuelta
a Alemania, obtuvo el título de doctor en leyes y empezó a trabajar como
abogado en Ensisheim, de la Alsacia superior. Pronto se dio a conocer por su
integridad y por el cuidado con que evitaba las invectivas que se empleaban
entonces en la defensa de los casos. Como defendía con frecuencia a los más
necesitados, el pueblo empezó a llamarle «abogado de los pobres». Pero,
hastiado de los bajos e inicuos expedientes a los que recurrían los otros
abogados, decidió finalmente ingresar en la rama capuchina de la orden
franciscana, de la que su hermano Jorge era miembro. Después de recibir las
sagradas órdenes, Marcos tomó el hábito y escogió el nombre de Fidel, como una
alusión a la corona de vida prometida a quienes perseveran (Ap 2,10).
El P. Fidel pedía constantemente a Dios
que le preservase de la ociosidad y la tibieza. Con frecuencia exclamaba: «¡Ay
de mí que soy el mediocre soldado de un Capitán coronado de espinas!» Dividió
su herencia en dos partes: una la repartió entre los pobres, y la otra la
regaló al arzobispo para que formase un fondo de ayuda a los seminaristas
pobres. En cuanto terminó sus estudios de teología, el joven capuchino empezó a
predicar y a oír confesiones. Fue sucesivamente guardián en Rheinfelden,
Friburgo y Feldkirch. Mientras desempeñaba este último puesto, consiguió la
reforma de las costumbres de la ciudad y las regiones circundantes y convirtió
a numerosos protestantes. Su cariño por los enfermos se manifestó
principalmente en los cuidados que les prodigó durante una violenta epidemia;
ello no hizo más que aumentar su reputación y, a instancias del obispo de Chur,
sus superiores le enviaron con otros ocho capuchinos a predicar a los
swinglianos de Grisons. Como era la primera vez que, después de la Reforma, la
Iglesia trataba de conquistar esa región, los protestantes amenazaron
seriamente a los misioneros. San Fidel no prestó oídos a tales amenazas, aunque
sabía bien el riesgo que con ello corría.
Dios bendijo abundamentemente la misión
desde el primer momento y la Congregación de Propaganda Fide, que se acababa de
fundar, nombró al P. Fidel jefe del movimiento de Grisons. A diario conseguía
el santo nuevas conversiones. Sus éxitos se debían, sin duda, tanto a las
largas horas de la noche que dedicaba a la oración, como a sus sermones e
instrucciones cotidianos. Los maravillosos efectos de su celo acabaron por
encolerizar a sus adversarios, quienes excitaron a los campesinos contra el
misionero, diciendo que se oponía a sus aspiraciones de independencia nacional
y aconsejaba la sumisión al emperador de Austria, por quien estaba pagado.
Enterado de esos rumores, San Fidel pasó varias noches en oración ante el
Santísimo Sacramento o delante de su crucifijo. El 24 de abril de 1622, fue a
predicar a Grüsch. Al terminar su sermón, que había sido aún más ardiente que
de costumbre, fue arrebatado en éxtasis durante varios minutos, con los ojos
fijos en el cielo. En un sermón que predicó en Feldkirch se refirió a su muerte
próxima y poco antes había firmado así su última carta: «Hermano Fidel, que
pronto será pasto de los gusanos». De Grüsch se dirigió a Sewis; estaba
predicando allí un sermón sobre el texto: «Un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo», cuando alguien disparó contra él, pero erró el tiro y la bala fue a
incrustarse en la pared.
En el tumulto que se produjo intervinieron
los soldados austriacos estacionados en la ciudad. Un protestante ofreció
albergue en su casa al P. Fidel, quien le dio las gracias, pero se negó a
aceptar, diciendo que su vida estaba en las manos de Dios. Cuando se dirigía a
Grüsch, fue atacado por un puñado de hombres armados, quienes le exigieron que
abjurase de la fe católica. El santo respondió: «He venido para dar testimonio
de la verdad y no para abrazar vuestros errores». Sus atacantes le derribaron
por tierra y le acabaron a puñaladas. San Fidel tenía cuarenta y cinco años.
Uno de los primeros frutos de su martirio fue la conversión de un ministro
swingliano que lo había presenciado. Fidel de Singmaringa fue canonizado por el
papa Benedicto XIV.
La biografía más fidedigna de san Fidel es
probablemente la de F. della Scala, Der hl. Fidelis von Sigmaringen (1896). El
P. E. de la Motte-Servolex aprovechó mucho dicha biografía para su St. Fidele
de Sigmaringen (1901), que es una obra de tipo más popular. Ver también Nel
terzo centenario di San Fedele da Sigmaringa (1922) . Existen algunas otras
biografías, particularmente en alemán, como la de B. Gossens (1933) ; cf. Léon,
Auréole Séraphique, vol. II, y J. G. Mayer, Geschichte des Bistums Chur (1914)
, pp. 399-405.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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