martes, 23 de abril de 2019

Santos del día 24 de abril

Santos del día 24 de abril
Octavo Kalendas maii
   San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir (3 coms.) - Memoria litúrgica   
No se celebra hoy, porque hay una celebración de mayor rango (Miércoles de la Octava de Pascua, solemnidad)
San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir, que, siendo abogado, decidió entrar en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, donde llevó una vida observante de vigilias y oraciones. Asiduo en la predicación de la Palabra de Dios, fue enviado a la región de Recia para consolidar la verdadera doctrina, y por su fe católica, en Sevis, en Suiza, sufrió el martirio por obra de algunos herejes.
En Jerusalén, conmemoración de las santas mujeres María de Cleofás y Salomé, que junto con María Magdalena, al amanecer del día de Pascua, se dirigieron al sepulcro del Señor para ungir su cuerpo y allí recibieron el primer anuncio de la Resurrección.
En Lyon, ciudad de la Galia, san Alejandro, mártir, que, tres días después de la pasión de san Epipodio, fue sacado de la cárcel, azotado y clavado en una cruz hasta expirar.
En Nicomedia, en Bitinia, san Antimo, obispo, y compañeros, mártires en la persecución bajo el emperador Diocleciano. Antimo, por confesar a Cristo, recibió la gloria del martirio al ser decapitado, y de la multitud de fieles de su grey, unos fueron también decapitados, otros quemados vivos y los restantes llevados a alta mar en pequeñas embarcaciones para ser ahogados.
En Illiberis, actual Elvira, en la Hispania Bética, san Gregorio, obispo, cuya obra titulada «Sobre la Fe» fue alabada por san Jerónimo.
En las cercanías de Blois, en la Galia Lugdunense, san Deodato, diácono y abad, que, después de llevar vida de anacoreta, fue guía de un grupo de discípulos que en este lugar se habían reunido en torno a él.
En Canterbury, en Inglaterra, san Melito, obispo, que enviado a Inglaterra por el papa san Gregorio Magno como abad, fue ordenado allí obispo de los sajones orientales por san Agustín, y finalmente, tras sufrir muchas tribulaciones, accedió a la sede de Canterbury.
En York, en Northumbría, san Wilfrido, obispo, que durante cuarenta y cinco años ejerció con gran empeño su ministerio, y obligado a ceder su sede, terminó en paz sus días entre los monjes de Ripon, de quienes fue abad durante un tiempo.
En la isla de lona, en Escocia, san Egberto, presbítero y monje, que se ocupó con dedicación a evangelizar varias regiones de Europa y, ya anciano, reconcilió a los monjes de lona con el uso romano del cómputo pascual, celebrando su Pascua eterna al término de la Misa de la solemnidad.
En Mortain, en la región de Normandía, san Guillermo Firmato, eremita, que, canónigo y médico en Tours, tras una peregrinación a Jerusalén se retiró a la soledad hasta su muerte.
En Angers, en Francia, santa María de Santa Eufrasia (Rosa Virginia) Pelletier, virgen, que para acoger piadosamente a las mujeres de vida descarriada, que ella denominaba «Magdalenas», fundó el Instituto de Hermanas del Buen Pastor.
En Dinan, en Francia, san Benito (Ángel) Menni, presbítero de la Orden de San Juan de Dios, fundador de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús.
En Roma, santa María Elisabet Hesselblad, virgen, que, oriunda de Suecia, tras haber prestado servicio durante largo tiempo en un hospital, reformó la Orden de Santa Brígida, dedicándose particularmente a la contemplación, a la caridad para con los necesitados y a la unidad de los cristianos.

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