San León IX, papa
fecha: 19 de abril
n.: 1002 - †: 1054 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Victor III 1087
hagiografía: Mathieu-Rosay: Los Papas
n.: 1002 - †: 1054 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Victor III 1087
hagiografía: Mathieu-Rosay: Los Papas
Elogio: En Roma, en la basílica de San Pedro, san León IX, papa, que primero
fue obispo de Tulle durante veinticinco años, en donde defendió enérgicamente a
su comunidad, y una vez elegido para la sede romana, reunió varios sínodos para
acordar la reforma de la vida del clero y la extirpación de la simonía.
Patronazgos: patrono de músicos, y en especial de organistas.
refieren a este santo: San Gregorio VII
San Leon IX nació en 1002 en Alsacia, que
formaba entonces parte del Sacro Romano Imperio. Hugo, su padre, estaba
estrechamente emparentado con el emperador; su madre se llamaba Heilewida.
Ambos formaban un excelente matrimonio cristiano; eran tan cultos, que hablaban
corrientemente el francés, además del alemán, cosa excepcional en aquella
época. A los cinco años, Bruno, como se llamaba el futuro León IX, fue a
estudiar a la escuela de Bertoldo, obispo de Toul. En ella empezó a mostrar su
talento excepcional. Su tutor era un primo suyo, mucho más grande que él,
llamado Adalberto, quien fue luego obispo de Metz. Un suceso de la niñez se
quedó profundamente grabado en la mente del futuro papa: en cierta ocasión un
animal ponzoñoso le mordió y le dejó entre la vida y la muerte; entonces se le
apareció san Benito y le tocó con una cruz; cuando despertó el niño, estaba
completamente curado.
Una vez terminados sus estudios, fue
nombrado canónigo de la iglesia de San Esteban de Toul. En 1026, el emperador
Conrado II fue a Italia a combatir una rebelión de los lombardos; Bruno, que
era entonces diácono, le acompañó al mando del regimiento con el que había
contribuido el anciano obispo de Toul. Su éxito en la dirección del regimiento
le ganó fama de hábil militar, cosa que tal vez no fue muy buena, teniendo en
cuenta el porvenir. El obispo de Toul murió cuando Bruno se hallaba todavía en
Italia y el clero y el pueblo de la ciudad le eligieron para sustituir al
difunto. El día de la Ascensión de 1027, Bruno entró en Toul, en medio de las
aclamaciones del pueblo y fue consagrado inmediatamente. Habría de gobernar la
diócesis durante veinte años. Su primera ocupación consistió en introducir una
disciplina más estricta entre su clero, tanto secular como regular. Inspirado
sin duda por su gran devoción a san Benito, tenía en alta estima la vida
religiosa; hizo, pues, cuanto estuvo en su mano por reavivar la disciplina y el
fervor de los grandes monasterios de su diócesis, e introdujo en ella la
reforma de Cluny.
En el verano de 1048, murió el papa Dámaso
II, después de un pontificado de veintitrés días. El emperador Enrique III
eligió a su pariente, Bruno, para sucederle. De camino para Roma, Bruno se detuvo
en Cluny, donde se unió a su comitiva el monje Hildebrando, quien sería más
tarde el papa san Gregorio VII.
Después de ser elegido según los cánones, Bruno ascendió al trono pontificio con
el nombre de León IX, a principios de 1049. Durante muchos años los buenos
cristianos, así clérigos como laicos, habían luchado contra la simonía; pero el
mal estaba tan profundamente arraigado, que hacía falta una mano fuerte para
combatirlo. El papa procedió sin vacilaciones. Poco después de su elección,
convocó en Roma un sínodo que condenó y privó de sus beneficios a los clérigos
culpables de simonía y lanzó severos decretos contra la decadencia del celibato
eclesiástico. León IX empezó a promover entre el clero de Roma la vida
comunitaria, que ya antes había ayudado a instituir en Toul, cuando era diácono
del obispo de dicha ciudad. Además, convencido de que la reforma exigía algo
más que simples decretos, empezó a visitar los países de Europa occidental para
dar mayor fuerza a las leyes y sacudir la conciencia de las autoridades. La
reforma de las costumbres era su principal objetivo, pero también insistió en
la predicación y en el canto sagrado, que amaba particularmente. San León se
vio también obligado a condenar las doctrinas de Berengario de Tours, quien
negaba la presencia real de Cristo en la Eucaristía. El enérgico papa cruzó dos
veces más los Alpes: una vez para visitar su antigua diócesis de Toul, y otra
para reconciliar a Enrique III con Andrés de Hungría. Debido a esos viajes, el
pueblo le llamó «Peregrinus Apostolicus», el peregrino apostólico.
León consiguió ver aumentado el patrimonio
de San Pedro con Benevento y otros territorios del sur de Italia, lo cual
acrecentó el poder temporal de los papas. Pero ello no dejó de traerle
dificultades, pues los normandos invadieron dichos territorios. León IX salió
en persona al encuentro del enemigo, pero fue derrotado y hecho prisionero, en
Civitella y los invasores le detuvieron algún tiempo en Benevento. El golpe
para el prestigio de León fue muy rudo; además, san Pedro Damián y
otros varones de Dios le criticaron severamente, diciendo que, si la guerra era
necesaria, tocaba al emperador hacerla y no al Vicario de Cristo.
El patriarca de Constantinopla, Miguel
Cerulario, aprovechó la ocasión para acusar de herejía a la Iglesia de
Occidente, a propósito de ciertos puntos de disciplina y liturgia en que
difería de la Iglesia de Oriente. El papa respondió con una larga carta,
vibrante de indignación, pero no exenta de moderación. Muy característico de
León IX fue el hecho de empezar a aprender el griego para comprender mejor los
argumentos de sus acusadores. Pero, aunque ése fue el principio de la
separación definitiva de la Iglesia oriental y occidental, San León no vivió lo
suficiente para ver el resultado de la delegación que envió a Constantinopla.
Ya para entonces, su salud estaba muy debilitada. Ordenó, pues, que colocasen
su lecho junto a un sarcófago, en San Pedro, y murió apaciblemente ante el
altar mayor, el 19 de abril de 1054. «El cielo ha abierto sus puertas a un
Pontífice del que el mundo no era digno; León ha llegado a la gloria de los
santos», declaró el abad de Monte Cassino, formulando exactamente el
pensamiento de la cristiandad. En los cuarenta días que siguieron a su muerte,
se habló de setenta curaciones milagrosas. En 1087, el beato Víctor III
confirmó la canonización popular y ordenó que los restos mortales de san León
fuesen solemnemente trasladados a un monumento.
León IX fue el primer papa que propuso que
la elección del Sumo Pontífice recayese siempre sobre uno de los cardenales. La
proposición se convirtió en ley, cinco años después de su muerte. Uno de los
monarcas con quien san León mantuvo relaciones amistosas fue san Eduardo el
Confesor, a quien concedió la autorización de fundar nuevamente
la abadía de Westminster, en vez de hacer una peregrinación a Roma. Se cuenta
que durante su pontificado, el rey MacBeth visitó la Ciudad Eterna, tal vez
para expiar sus crímenes.
Es imposible enumerar aquí en detalle
todas las fuentes de la vida de san León IX. Baste con hacer una referencia
general a Biblioteca Hagiográfica Latina, nn. 4818-4829 y al excelente artículo
sobre el pontificado de León IX en Lives of the Popes in the Middle Ages (vol.
VI, pp. 19-182), de Mons. H.K. Mann. Acerca del aspecto ascético de la vida de
este papa, es particularmente valiosa la primera parte de la biografía de
Wiberto, así como los documentos publicados por el P. A. Poncelet en Analecta
Bollandiana, vol. XXV (1906), pp. 258-297. Aunque O. Delarc no conocía esos
documentos cuando escribió su obra Un pape alsacien (1876), ésta es interesante
por lo que se refiere a las condiciones de la época. Quien quiera estudiar más
a fondo la cuestión, debe consultar las obras de Martens, Drehmann, Hauck y
Brucker, escritas con puntos de vista muy diferentes. El St Léon IX de L.
Sittler y P. Stintzi (1950) contiene una serie de estudios y citas
interesantes, de los que algunos se refieren particularmente a Alsacia.
fuente: Mathieu-Rosay: Los Papas
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