jueves, 18 de abril de 2019

Qué bien, convertirse en buen pan (Enric Termes) 18042019



 Qué bien, convertirse en buen pan

Cuando tenemos un poco de hambre, ¡qué bien nos sabe aquel pedazo de pan que nos llevamos a la boca! No es necesario que esté recién hecho, tierno y sabroso. Basta que sea aquel resto un poco seco que quedó olvidado en la cesta del pan. ¡Qué rico está! Aquel pedazo que nos calma el hambre es el fruto de mucho tiempo y de muchos esfuerzos, especialmente el de dejarse transformar. Ha tardado mucho a convertirse en pan. Comenzando, lejos en el tiempo, por quien ha sembrado en la tierra aquel trigo–o cualquier otra semilla– que se convertirá en la base, dejando pasar el tiempo para que aquella semilla germine, crezca, dé fruto –el máximo posible– y sea recolectado. Aquel trigo triturado, con la cantidad adecuada de agua, la levadura correspondiente y con una brizna de sal deberá dejarse amasar, reposar en el tiempo para que la levadura lo transforme internamente, poner en el horno para ser cocido y convertido en algo diferente. En definitiva, para ser «buen pan» hay que sufrir y dejarse trabajar, para poder ser, así, finalmente, un pan que sacie, que alimente, que dé fuerzas, que pueda ser partido y –todavía mejor– repartido y compartido. ¡Ojalá pudiéramos decir como Cristo, y como tantos otros en la historia: «He partido mi cuerpo como el pan y lo he repartido entre los hombres»!
Enric Termes
Centre de Pastoral litúrgica. MD. 2019/05

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