Santos Mapálico y compañeros, mártires
fecha: 19 de abril
†: 250 - país: África Septentrional
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
†: 250 - país: África Septentrional
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: En la provincia romana de África,
san Mapálico, mártir, que durante la persecución desencadenada bajo el
emperador Decio, movido de piedad hacia su familia pidió que se concediese la
paz eclesiástica a su madre y a su hermana, que habían abjurado, tras lo cual,
conducido ante el tribunal, fue coronado por el martirio. Con él perecieron
muchos otros santos mártires que confesaron igualmente a Cristo, entre ellos
Baso, en una cantera; Fortunio, en la cárcel; Pablo, en el mismo tribunal;
Fortunata, Victorino, Víctor, Heremio, Crédula, Hereda, Donato, Firme, Venusto,
Frutos, Julia, Marcial y Aristón, muertos por hambre en prisión.
El testimonio sobre estos mártires, en
especial acerca del cabeza de grupo, Mapálico, proviene de las cartas de san Cipriano de
Cartago, mártir él mismo ocho años después, y de quien nos queda
el conmovedor y sincero testimonio de su pasión.
El santo exhorta a los cristianos a
mantenerse firmes en la confesión de la fe en medio de las pruebas, y lo hace
acudiendo a ejemplos recientes y que da por conocidos. Uno de esos ejemplos es
precisamente el de Mapálico y sus compañeros, a quienes cita en tres ocasiones,
extendiéndose en el caso: en la carta 8, en la 21 y en la 22, las tres
auténticas, por lo que tenemos un testimonio, no sólo autorizado, sino también
inusualmente cercano a los hechos. El grupo dio su martirio en el año 250, en
la persecución del emperador Decio, una de las más devastadoras, sólo superada
por la de Diocleciano, cincuenta años más tarde.
En la carta 8 Cipriano se detiene
específicamente en la pasión del propio Mapálico, y de cómo el santo, a las
puertas de la muerte, alentaba a los demás y en medio de los tormentos, movido
por el Espíritu Santo, ofreció al procónsul que vería la respuesta del cielo al
día siguiente; efectivamente, nos dice Cipriano, el cielo confirmó al día
siguiente que lo recibía en la gloria, posiblemente con algún prodigio sobre el
que la carta no se extiende. En la carta 21 menciona la lista de los compañeros
del santo, tal como la reproduce el elogio del Martirologio Romano.
En la 22 cuenta el episodio de que
Mapálico intercedió por su madre y hermana, tal como señala el elogio, pero la
cuestión no es meramente anecdótica sino que se inscribe en el problema de los
"lapsi", los que abjuraban de la fe frente al martirio, que era el
problema candente en época de Cipriano. En la Iglesia de los dos primeros
siglos había prevalecido la interpretación de que una vez que una persona era
bautizada, si abjuraba de la fe (por ejemplo, por ceder ante las torturas a las
que eran sometidos los cristianos en persecución), ya no había posibilidad de
pedir el reingreso en la fe, se era réprobo para toda la eternidad.
Sin embargo, no todos aceptaban esta
interpretación rigurosa, y el problema de los que abjuraban de la fe y querían
volver -que dividió verdaderamente a la Iglesia, como lo muestra la historia
de san Ceferino y
san Hipólito- ocupó el primer plano de los debates del siglo III. Gracias a
ello, a escritos como los de San Cipriano, a ejemplos como los de san Mapálico,
hubo una gran evolución en la disciplina penitencial de la Iglesia, y se
entendió de una manera nueva el modo de aplicar los méritos infinitos d ela
muerte de Cristo a los pecados cometidos una vez bautizados.
Precisamente el santo trataba de mostrar
con el ejemplo de Mapálico, que una cosa era pedir por piedad en favor de su
madre y hermana, y otra era renegar de la fe y pretender pedir para sí mismo.
En todo caso san Mapálico verificó con su propia sangre la disposición a dar la
vida por Cristo.
La cuestión de los lapsi está
tratada con más extensión en la propia biografía de san Cipriano. Las cartas
del santo se encuentran en la Biblioteca.
Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: abril 2018
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