San Anselmo de Canterbury, obispo y doctor de la Iglesia
fecha: 21 de abril
n.: c. 1033 - †: 1109 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Anselmo de Aosta
canonización: C: Alejandro III 9 jun 1163
hagiografía: Vaticano
n.: c. 1033 - †: 1109 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Anselmo de Aosta
canonización: C: Alejandro III 9 jun 1163
hagiografía: Vaticano
Elogio: San Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia, originario de Aosta, que
fue monje y abad del monasterio de Bec, en el territorio de Normandía, donde
enseñaba a los hermanos a caminar por la vía de la perfección y a buscar a Dios
por la comprensión de la fe. Promovido a la insigne sede de Canterbury, en
Inglaterra, trabajó denodadamente por la libertad de la Iglesia, y por ello
sufrió dificultades y destierros.
refieren a este santo: Beata Ida de
Boulogne, Beato Lanfranco
de Canterbury, Beato Urbano II
Oración: Señor Dios, que has concedido a tu
obispo san Anselmo el don de investigar y enseñar las profundidades de tu
sabiduría, haz que nuestra fe ayude de tal modo a nuestro entendimiento, que
lleguen a ser dulces a nuestro corazón las cosas que nos mandas creer. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)
En Roma, en la colina del Aventino, se
encuentra la abadía benedictina de San Anselmo. Como sede de un Instituto de
estudios superiores y del abad primado de los Benedictinos Confederados, es un
lugar que aúna la oración, el estudio y el gobierno, precisamente las tres
actividades que caracterizaron la vida del santo a quien está dedicada: Anselmo
de Aosta, de cuya muerte se celebra este año (2009) el IX centenario. Las
múltiples iniciativas, promovidas especialmente por la diócesis de Aosta con
ocasión de este feliz aniversario, han puesto de manifiesto el interés que
sigue suscitando este pensador medieval. También es conocido como Anselmo de
Bec y Anselmo de Canterbury por las ciudades con las que tuvo relación.
¿Quién es este personaje al que tres
localidades, lejanas entre sí y situadas en tres naciones distintas -Italia,
Francia e Inglaterra-, se sienten particularmente vinculadas? Monje de intensa
vida espiritual, excelente educador de jóvenes, teólogo con una extraordinaria
capacidad especulativa, sabio hombre de gobierno e intransigente defensor de la
libertas Ecclesiae, de la libertad de la Iglesia, san Anselmo es una de las
personalidades eminentes de la Edad Media, que supo armonizar todas estas
cualidades gracias a una profunda experiencia mística que guió siempre su
pensamiento y su acción.
San Anselmo nació en 1033 (o a principios
de 1034) en Aosta, primogénito de una familia noble. Su padre era un hombre
rudo, dedicado a los placeres de la vida y dilapidador de sus bienes; su madre,
en cambio, era mujer de elevadas costumbres y de profunda religiosidad (cf.
Eadmero, Vita S. Anselmi: PL 159, col. 49). Fue ella quien cuidó de la primera
formación humana y religiosa de su hijo, que encomendó después a los
benedictinos de un priorato de Aosta. San Anselmo, que desde niño -como narra
su biógrafo- imaginaba la morada de Dios entre las altas y nevadas cumbres de
los Alpes, soñó una noche que era invitado a este palacio espléndido por Dios
mismo, que se entretuvo largo tiempo y afablemente con él y al final le ofreció
para comer «un pan blanquísimo» (ib., col. 51). Este sueño le dejó la
convicción de ser llamado a cumplir una alta misión.
A la edad de quince años pidió ser
admitido en la Orden benedictina, pero su padre se opuso con toda su autoridad
y no cedió siquiera cuando su hijo, gravemente enfermo, sintiéndose cerca de la
muerte, imploró el hábito religioso como supremo consuelo. Después de la
curación y la muerte prematura de su madre, san Anselmo atravesó un período de
disipación moral: descuidó los estudios y, arrastrado por las pasiones
terrenas, se hizo sordo a la llamada de Dios. Se marchó de casa y comenzó a
viajar por Francia en busca de nuevas experiencias. Después de tres años, al
llegar a Normandía, se dirigió a la abadía benedictina de Bec, atraído por la
fama de Lanfranco de Pavía, prior del monasterio. Para él fue un encuentro
providencial y decisivo para el resto de su vida. Bajo la guía de Lanfranco,
san Anselmo retomó con vigor sus estudios y en poco tiempo se convirtió no sólo
en el alumno predilecto, sino también en el confidente del maestro. Su vocación
monástica se volvió a despertar y, tras una atenta valoración, a la edad de 27
años entró en la Orden monástica y fue ordenado sacerdote. La vida ascética y
el estudio le abrieron nuevos horizontes, haciéndole encontrar de nuevo, en un
grado mucho más alto, la familiaridad con Dios que había tenido de niño.
Cuando en 1063 Lanfranco se convirtió en
abad de Caen, san Anselmo, que sólo llevaba tres años de vida monástica, fue
nombrado prior del monasterio de Bec y maestro de la escuela claustral,
mostrando dotes de refinado educador. No le gustaban los métodos autoritarios;
comparaba a los jóvenes con plantitas que se desarrollan mejor si no se las
encierra en un invernadero, y les concedía una «sana» libertad. Era muy
exigente consigo mismo y con los demás en la observancia monástica, pero en
lugar de imponer la disciplina se esforzaba por hacer que la siguieran con la
persuasión.
A la muerte del abad Erluino, fundador de
la abadía de Bec, san Anselmo fue elegido por unanimidad para sucederle: era el
mes de febrero de 1079. Entretanto numerosos monjes habían sido llamados a
Canterbury para llevar a los hermanos del otro lado del Canal de la Mancha la
renovación que se estaba llevando a cabo en el continente. Su obra fue bien
aceptada, hasta el punto de que Lanfranco de Pavía, abad de Caen, se convirtió
en el nuevo arzobispo de Canterbury y pidió a san Anselmo que pasara cierto
tiempo con él para instruir a los monjes y ayudarle en la difícil situación en
que se encontraba su comunidad eclesial tras la invasión de los normandos. La
permanencia de san Anselmo se reveló muy fructuosa; ganó simpatía y estima,
hasta tal punto que, a la muerte de Lanfranco, fue elegido para sucederle en la
sede arzobispal de Canterbury. Recibió la solemne consagración episcopal en
diciembre de 1093.
San Anselmo se comprometió inmediatamente
en una enérgica lucha por la libertad de la Iglesia, manteniendo con valentía
la independencia del poder espiritual respecto del temporal. Defendió a la
Iglesia de las indebidas injerencias de las autoridades políticas, sobre todo
de los reyes Guillermo el Rojo y Enrique I, encontrando ánimo y apoyo en el
Romano Pontífice, al que san Anselmo mostró siempre una valiente y cordial
adhesión. Esta fidelidad le costó, en 1103, incluso la amargura del destierro
de su sede de Canterbury. Y sólo cuando, en 1106, el rey Enrique I renunció a
la pretensión de conferir las investiduras eclesiásticas, así como a la
recaudación de impuestos y a la confiscación de los bienes de la Iglesia, san
Anselmo pudo volver a Inglaterra, donde fue acogido festivamente por el clero y
por el pueblo. Así se concluyó felizmente la larga lucha que libró con las
armas de la perseverancia, la valentía y la bondad.
Este santo arzobispo, que tanta admiración
suscitaba a su alrededor, dondequiera que se dirigiera, dedicó los últimos años
de su vida sobre todo a la formación moral del clero y a la investigación
intelectual sobre temas teológicos. Murió el 21 de abril de 1109, acompañado
por las palabras del Evangelio proclamado en la santa misa de ese día: «Vosotros
sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte,
dispongo un reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que
comáis y bebáis a mi mesa en mi reino...» (Lc 22, 28-30). El sueño de aquel
misterioso banquete, que había tenido desde pequeño precisamente al inicio de
su camino espiritual, encontraba así su realización. Jesús, que lo había
invitado a sentarse a su mesa, acogió a san Anselmo, a su muerte, en el reino
eterno del Padre.
«Dios, te lo ruego, quiero conocerte,
quiero amarte y poder gozar de ti. Y si en esta vida no soy capaz de ello
plenamente, que al menos cada día progrese hasta que llegue a la plenitud»
(Proslogion, cap. 14). Esta oración permite comprender el alma mística de este
gran santo de la época medieval, fundador de la teología escolástica, al que la
tradición cristiana ha dado el título de «doctor magnífico», porque cultivó un
intenso deseo de profundizar en los misterios divinos, pero plenamente
consciente de que el camino de búsqueda de Dios nunca se termina, al menos en
esta tierra. La claridad y el rigor lógico de su pensamiento tuvieron siempre
como objetivo «elevar la mente a la contemplación de Dios» (ib., Proemium).
Afirma claramente que quien quiere hacer teología no puede contar sólo con su
inteligencia, sino que debe cultivar al mismo tiempo una profunda experiencia
de fe. La actividad del teólogo, según san Anselmo, se desarrolla así en tres
fases: la fe, don gratuito de Dios que hay que acoger con humildad; la
experiencia, que consiste en encarnar la Palabra de Dios en la propia
existencia cotidiana; y por último el verdadero conocimiento, que nunca es
fruto de razonamientos asépticos, sino de una intuición contemplativa. Al
respecto, para una sana investigación teológica y para quien quiera profundizar
en las verdades de la fe, siguen siendo muy útiles también hoy sus célebres
palabras: «No pretendo, Señor, penetrar en tu profundidad, porque no puedo ni
siquiera de lejos confrontar con ella mi intelecto; pero deseo entender, al menos
hasta cierto punto, tu verdad, que mi corazón cree y ama. No busco entender
para creer, sino que creo para entender» (ib., 1).
Catequesis de SS Benedicto XVI en la Audiencia del
23 de septiembre de 2009. El pensamiento de san Anselmo es rico, profundo, y
sumanente influyente; en un seminario dictado en el mismo 2009 en el Pontificio
Ateneo San Anselmo, de Roma, dedicado al Epistolario y Oraciones del santo,
junto al conjunto de ponencias, mayormente en italiano, hay un pdf en
castellano de Manel Gasch, OSB, dedicado a la teología de las Oraciones
y Meditaciones, que comienza con unas páginas dedicadas a
introducir al método teológico de san Anselmo, así como a un resumen de los
temas y puntos de inflexión principal de ese pensamiento; puede resultar
interesante para quien desee profundizar un poco más en el autor, sin acudir a
obras especializadas.
Imágenes: Hugo Pictor: «Anselmo en palio
arzobispal», inicial iluminada del «Monologion», fin del siglo XI
(contemporáneo del santo), en la Biblioteca Municipal de Rouen. El cuadro es el
«Anselmo de Aosta» de Francisco de Zurbarán, siglo XVII.
Lecturas: a lo largo del año se utilizan
en el Oficio de Lecturas tres textos extraídos de su amplia obra, dos del
Proslogion y un fragmento de homilía:
-En la memoria del santo: «Que te conozca y te ame, para que encuentre en ti mi alegría» (Proslogion, 14).
-El viernes 1 de Adviento: «El deseo de contemplar a Dios» (Proslogion, 1).
-En la solemnidad de la Inmaculada Concepción: «¡Oh Virgen, por tu bendición queda bendita toda criatura!» (Sermón 52).
-En la memoria del santo: «Que te conozca y te ame, para que encuentre en ti mi alegría» (Proslogion, 14).
-El viernes 1 de Adviento: «El deseo de contemplar a Dios» (Proslogion, 1).
-En la solemnidad de la Inmaculada Concepción: «¡Oh Virgen, por tu bendición queda bendita toda criatura!» (Sermón 52).
fuente: Vaticano
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