Evangelio del día: Dejar que la semilla del amor haga vida en el
corazón
Evangelio del día. AUDIO. Mateo 13,1-9 - XVI semana tiempo
ordinario: Dejen entrar la simiente de la palabra de Dios, dejen que germine
Evangelio del día: Mateo 13,1-9
Evangelio del día: (La
parábola del sembrador): "En aquel tiempo, Jesús salió de la casa y se
sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que
debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en
la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía:
"El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron
al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso,
donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco
profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se
secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras
cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras
treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!" Palabra del Señor
Reflexión del Papa Francisco
Todos conocemos la parábola de Jesús que habla de un sembrador
que salió a sembrar en un campo; algunas simientes cayeron al borde del camino,
entre piedras o en medio de espinas, no llegaron a desarrollarse; pero otras
cayeron en tierra buena y dieron mucho fruto.
Jesús mismo explicó el significado de la parábola: La simiente
es la Palabra de Dios sembrada en nuestro corazón.
Hoy, todos los días, pero hoy de manera especial, Jesús siembra.
Cuando aceptamos la Palabra de Dios, entonces somos el Campo de la Fe. Por
favor, dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, dejen entrar la
simiente de la palabra de Dios, dejen que germine, dejen que crezca.
Dios hace todo pero ustedes déjenlo hacer, dejen que Él trabaje
en ese crecimiento!
Jesús nos dice que las simientes que cayeron al borde del
camino, o entre las piedras y en medio de espinas, no dieron fruto. Creo que,
con honestidad, podemos hacernos la pregunta: ¿Qué clase de terreno somos, qué
clase de terreno queremos ser?
Quizás a veces somos como el camino: escuchamos al Señor, pero
no cambia nada en nuestra vida, porque nos dejamos atontar por tantos reclamos
superficiales que escuchamos.
Yo les pregunto pero no contesten, ahora, cada uno conteste en
su corazón. ¿Yo soy un joven, una joven, atontada? o somos como el terreno
pedregoso: acogemos a Jesús con entusiasmo, pero somos inconstantes, ante las
dificultades, no tenemos el valor de ir a contracorriente.
Cada uno contestamos, en
nuestro corazón: ¿tengo valor o soy cobarde? O somos como el
terreno espinoso: las cosas, las pasiones negativas sofocan en nosotros las
palabras del Señor. ¿Tengo en mi corazón la costumbre de jugar a dos puntas, y
quedar bien con Dios y quedar bien con el diablo? ¿Querer recibir la semilla de
Jesús y a la vez regar las espinas y los yuyos que nacen en mi corazón? Cada
uno en silencio se contesta.
Hoy, sin embargo, yo estoy seguro de que la simiente puede caer
en buena tierra... "No padre, yo no soy buena tierra, soy una calamidad,
estoy lleno de piedras, de espinas, y de todo". Si puede que eso hay
arriba, pero hacé un pedacito, hacé un cachito de buena tierra y dejá que caiga
allí, ¡y vas a ver cómo germina!
[...] Todos en silencio,
miremos al corazón y cada uno dígale a Jesús que quiere recibir
la semilla. Dígale a Jesús: mirá Jesús las piedras que hay, mirá las espina,
mirá los yuyos, pero mirá este cachito de tierra que te ofrezco, para que entre
la semilla.
En silencio dejamos entrar la semilla de Jesús... Acuérdense de
este momento, cada uno sabe el nombre de la semilla que entró. ¡Déjenla crecer
y Dios la va a cuidar!. (Discurso en la Vigilia con los Jóvenes, JMJ Río, 27 de
julio de 2013)
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