Santos Ana y Joaquín, padres de la B.V. María
fecha: 26 de julio
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen
María, Madre de Dios, cuyos nombres se conservaron gracias a la tradición de
los cristianos.
Patronazgos: Santa Ana, cuyo culto es más antiguo que el de san Joaquín, es
patrona de numerosas ciudades europeas, además de las madres y amas de casa, de
los matrimonios; juntos son patronos de los abuelos.
Oración: Señor, Dios de nuestros padres, tú
concediste a san Joaquín y a santa Ana la gracia de traer a este mundo a la
Madre de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos santos, la salvación que
has prometido a tu pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén (oración litúrgica).
San Pedro Damian decía que era una
curiosidad vana y culpable tratar de averiguar lo que los Evangelistas no
escribieron y ponía precisamente como ejemplo la curiosidad acerca de los
padres de la Santísima Virgen. Los únicos escritos que pretenden poseer algunos
datos sobre los padres de María son apócrifos, como el «Protoevangelio de
Santiago», que -a pesar de su nombre- no tiene nada de la autenticidad de la
Sagrada Escritura. En realidad no poseemos ningún dato cierto sobre ellos, pero
no es ilícito aceptar las piadosas creencias procedentes de los apócrifos
cuando no se oponen a las verdades ciertas.
Aunque la primera redacción del apócrifo
de Santiago es muy antigua, no se trata de un documento fidedigno. El
protoevangelio cuenta que los parientes de Joaquín se burlaban de él porque no
tenía hijos. Entonces, el santo se retiró cuarenta días al desierto a orar y
ayunar, en tanto que Ana «se quejaba en dos quejas y se lamentaba en dos
lamentaciones» (por su esterilidad y por haberse quedado sin marido). Cuando
Ana se hallaba sentada orando bajo un laurel, un ángel se le apareció y le
dijo: «Ana, el Señor ha escuchado tu oración: concebirás y darás a luz. Del
fruto de tu vientre se hablará en todo el mundo». Ana respondió: «Vive Dios que
consagraré el fruto de mi vientre, hombre o mujer, a Dios mi Señor y que le
servirá todos los días de su vida». El ángel se apareció también a san Joaquín.
A su debido tiempo, nació María, quien sería un día la Madre de Dios. Hagamos
notar que esta narración se parece mucho a la de la concepción y el nacimiento
de Samuel, cuya madre se llamaba también Ana (1Reyes 1). Los primeros Padres de
la Iglesia oriental veían en ello un paralelismo. En realidad, se puede hablar
de paralelismo entre la narración de la concepción de Samuel y la de San Juan
Bautista, pero en el caso presente la semejanza es tal, que se trata claramente
de una imitación.
Sin embargo, el culto a santa Ana se
difundió desde la antigüedad: la mejor prueba es que en Constantinopla, ya a
mediados del siglo VI, el emperador Justiniano le dedicó un santuario. En Santa
María la Antigua hay dos frescos que representan a Santa Ana y datan del siglo
VIII. Su nombre aparece también destacadamente en una lista de reliquias que
pertenecían a san Angel de Pescheria y sabemos que el papa san León III
(795-816), regaló a la iglesia de Santa María la Mayor un ornamento en el que
estaban bordadas la escena de la Anunciación y las figuras de san Joaquín y
santa Ana.
En Apt, en la Provenza, se guardan
supuestas reliquias de santa Ana, sin embargo las pruebas históricas en favor
de la autenticidad más bien muestran que carecen absolutamente de valor. La
verdad es que antes de mediar el siglo XIV, el culto de santa Ana no era muy
popular en Occidente, pero un siglo más tarde se popularizó enormemente, e
incluso Lutero lo ridiculizó con acritud y atacó en particular la costumbre de
representar juntos á Jesús, María y Ana, como una especie de trinidad. En 1382,
Urbano VI publicó el primer decreto pontificio referente a Santa Ana; por él concedía
la celebración de la fiesta de la santa a los obispos de Inglaterra
exclusivamente, como se lo habían pedido algunos ingleses. Muy probablemente la
ocasión de dicho decreto fue el matrimonio del rey Ricardo II con Ana de
Bohemia, que tuvo lugar en ese año. La fiesta fue extendida a toda la Iglesia
de Occidente recién en 1584, y sólo desde ese tiempo comenzó en Occidente el
culto a san Joaquín.
En el Oriente se celebra desde fecha muy
antigua la fiesta de san Joaquín y santa Ana el 9 de septiembre. Pero en
Occidente, puesto que no había tradición al respecto, las fechas fueron
variables, y sólo en 1913 se fijó el 16 de agosto como día de la fiesta de san
Joaquín. Sin embargo, los benedictinos y algunos católicos de Oriente
celebraban juntos a san Joaquín y santa Ana el 26 de julio, fecha que el nuevo
martirologio adoptó para toda la Iglesia.
El Protoevangelio de Santiago es conocido
con diversos nombres, y su texto puede leerse en muchas ediciones actuales,
incluso populares; una traducción confiable se contiene en «Los Evangelios
apócrifos», BAC (2009). Una obra completa sobre santa Ana y su devoción es la
del P. B. Kleinschmidt, Die heilige Anna (1930). El presente artículo fusiona
(con algunos retoques) los del Butler-Guinea correspondientes a santa Ana del
26 de julio y a san Joaquín del 9 de agosto
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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