sábado, 27 de julio de 2019

Orar es respirar. ¡Cuesta creérselo! (Domingo 17º del T.O. Ciclo C (28.07.2019): Lucas 11,1-13.) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) ( Domingo 35º de Mateo (28.07.2019): Mateo 19,27 a 20,16.)


El próximo domingo será ya el último del mes, 28 de julio. Sin prisas ni pausas caminan el sol y la luna. ¿Desde cuándo están con nosotros que somos la tierra? 

Cuando escribo esto es un sábado 20 de julio. El mismito día de la llegada del ser humano a la luna cincuenta años atrás. 1969. Un inmenso proceso en el que se unieron los sueños humanos y la tecnología. ¿Investigación y desarrollo? Podría llamarse así... Tal vez, en el fondo, economía o poder.

Estando en esto debo escribir la presentación de los dos comentarios del Evangelio. Debo comentar el padrenuestro de Lucas, porque es el evangelio oficial de la liturgia del domingo. El comentario está escrito y no es la primera vez que lo hago. 

Por eso, ahora, me basta y sobra con indicarte, leyente asiduo de estas líneas, el título que le he puesto al comentario. Un par de afirmaciones, nada más. Si te gustan, me alegro. Si te disgustan, lo comprendo. El asunto será siempre discutido y discutible. Y tú, seas quien seas, siempre tendrás la razón. Lo acabo de escribir así, porque así lo siento. Siempre tendrás la razón.

Sobre el texto de Mateo no diré otra cosa que esto: el relato que comento y que tú lees es el final de la segunda etapa del Camino de Jesús desde Galilea a Jerusalén. Queda otra etapa, la tercera. ¡Cuánto me gustaría volver a hacer ese camino, in situ! La esperanza no me abandona...

Tienes a continuación estos comentarios. También están igual en el archivo adjunto...   

 Domingo 17º del T.O. Ciclo C (28.07.2019): Lucas 11,1-13.
Orar es respirar. ¡Cuesta creérselo!  Lo medito y escribo CONTIGO: 

Nos acabó de escribir Lucas en el final del capítulo décimo de su Evangelio el encuentro de su Jesús con sus samaritanas mujeres Marta y María. Lo hemos leído y comentado hace una semana. Y sin otra indicación precisa ni de espacio ni de tiempo leemos esto: “Y sucedió que estando él [Jesús] orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos...” (Lucas 11,1). Leo, contemplo y no dejo de interrogarme.

Este Jesús de Lucas camina por tierra samaritana y, ¿se retira a orar él solo? ¿No ora o reza acompañado por quienes le siguen? ¿Estos seguidores, tanto los DOCE como los SETENTA Y DOS, rezan a parte? ¿Qué hace o dice Jesús para que el Evangelista sepa que está orando? ¿Tenía este Jesús algún escrito entre manos al orar? Sólo se nos dice una cosa: Jesús oraba.

Esta vez es ya la cuarta ocasión en la que este Evangelista Lucas nos dice expresamente que Jesús oraba, sin añadirnos nada más. Según Lc 6,12, la primera vez que ora es por la noche y en un monte. Según Lc 9,18, la segunda vez que ora Jesús es para iniciar la respuesta a la pregunta ‘quién decís que soy yo’. Según Lc 9,29, la tercera vez que Jesús ora es también en un monte, el llamado de la ‘transfiguración’. Estos son los datos. Escuetos. Poco esclarecedores.

Ahora, en la cuarta ocasión en la que el Evangelista cuenta a sus lectores este asunto de la oración de Jesús, lo hace así: “Enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos, le pidió a Jesús uno de los suyos”  (Lc 11,1). Curiosamente ahora es cuando este Evangelista pone en boca de su Jesús de Nazaret ‘el padrenuestro’, la llamada oración específica de todo cristiano. Es un padrenuestro de cinco peticiones en el que no existe, paradójicamente, la palabra ‘nuestro’ (Lc 11,2-4) y al que se añade un largo comentario muy peculiar (Lucas 11,5-13).

En el capítulo sexto del Evangelio de Mateo encontramos, dentro del primer gran discurso de las Bienaventuranzas, ‘el padrenuestro’ puesto también en labios de Jesús. El contexto en el que este Jesús de Mateo nos invita a orar con ‘su padrenuestro’ no se parece en nada al que estamos leyendo en Lucas. En Mateo 6,7-13 leemos un padrenuestro de siete peticiones  y una añadidura tanto antes del texto del padrenuestro (Mt 6,5-6), como después de él (Mt 6,14-15).

¿Por qué estos dos Evangelistas nos han transmitido en sus escritos un texto de la oración de Jesús con tantas diferencias? Y lo que es más sospechoso, ¿por qué Marcos y Juan, el primero y el último de los cuatro Evangelistas, nada escribieron sobre esta oración del padrenuestro? El judío, laico y galileo, Jesús de Nazaret conocía, sin duda, las plegarias de los Salmos de la tradición y la práctica o método de la oración en el Templo, la Sinagoga o la casa (Mt 6,5-6).

Me preguntaré, y no espero encontrar respuesta acertada y segura, por qué los Evangelistas nos dejaron tan pocas herramientas para aprender a orar como, sin duda también, aprendió Jesús a hacerlo. Tengo para mí que la oración de Jesús fue respirar. Me seguiré diciendo que orar es vivir, y es también amar, y es también neuronear, y es también caminar, y es también compartir, y es también trabajar, y es sobre todo respirar. Respirar el aire que es el espíritu, el Espíritu, el ESPÍRITU. Respirar es orar: “Todo ser que respira alaba al...” ¿Aire? (Salmo 150,6).
Carmelo Bueno Heras

Domingo 35º de Mateo (28.07.2019): Mateo 19,27 a 20,16.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

En el comentario anterior decía que íbamos a retomar ahora un cuarto asunto que el Evangelista Mateo nos cuenta a propósito de las consecuencias del acaparamiento de dinero en esta realidad de la vida y su relación con esa otra realidad que se denomina ‘vida eterna’. Se había acercado ‘uno’ a Jesús para preguntarle: “¿qué tengo que hacer de bueno para conseguir vida eterna?” (Mateo 19,16).

Los discípulos, y sobre todo, Pedro, quedaron impresionados por el mensaje de este Jesús del Evangelista Mateo. Y creo que esa misma impresión se nos queda marcada a todos cuantos leemos y tratamos de asimilar el mensaje de entonces que leemos ahora. ¿Acaso no hubiéramos hecho cada uno de nosotros lo que hizo Pedro?: “Nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido,  qué nos va a tocar?” (Mateo 19,27).

Esta pregunta de Pedro es el desencadenante de una respuesta de este Jesús de Mateo que sigue sorprendiendo a quienes se le acercan y le escuchan desde aquella primera intervención suya en el monte que acabará llamándose de ‘las Bienaventuranzas’ (Mt 7,12). En este momento no se alude a aquel estribillo que recordamos bien: “Habéis oído que se dijo... En cambio, yo os digo”. Aquí se dice esto otro, que es tan igual y semejante a aquello: “los últimos serán primeros y los primeros últimos” (Mt 19,30 y 20,16).

De esta manera tan bien escogida y narrada el Evangelista nos ha llevado al final de la segunda etapa del camino de Galilea a Jerusalén. Ya nos vamos convenciendo de que en este ‘camino’ no importa tanto el itinerario físico-geográfico, sino el proceso de comprensión de los valores, actitudes y decisiones de Jesús y de aquellos que desean ser como él. A estos valores, actitudes y decisiones les califica y denomina este Evangelista ‘Reino o Reinado de Dios’.

La parábola con la que se inicia el capítulo vigésimo lo explica tan pedagógicamente que no admite dudas, aunque sé que siempre habrá ‘mentalidades del capital’ que considerarán injusta la manera de actuar del Jesús de Mateo identificada con el propietario de la viña de la parábola (Mt 20,1-16): “El Reinado de Dios es semejante al propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar jornaleros para su viña”. Ningún otro Evangelista cuenta esta parábola. ¿Se la inventó Mateo? Nunca lo sabré, pero cuando lea el relato de Mateo 21,33-46 recordaré de nuevo este asunto de la viña y de los viñadores. ¡Son tan semejantes!

No dejaré de repetirme expresiones que este Evangelista nos va dejando escritas como quien deposita semillas para que germinen y crezcan: El Reino-Reinado de Dios es una semilla y su sembrador... El Reino-Reinado de Dios es un propietario y su contrato de jornaleros... El Reino-Reinado de Dios, ¿eres tú?, ¿lo soy yo?, ¿lo somos tú y yo y cada persona? El Reino de Dios es y está en “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás”. Eso es. El Reino es así.

Este Reino es vida eterna. Vida eterna aquí. Una paradoja sólo creíble cuando se elige ser último en vez de ser primero, cuando se decide ser servidor del abajado en vez de aceptar ser aupado en el pedestal... Y acabo el comentario ya mientras me leo sin prisas ahora Mateo 23.
Carmelo Bueno Heras

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