viernes, 12 de abril de 2019

DAYAN (DOLORES ALEIXANDRE)


DAYAN
Dolores Aleixandre
Imagino que recuerdan a Moshe Dayan, aquel político y militar israelí con el parche negro sobre su ojo perdido en la guerra. Su nombre en hebreo significa “ser bastante, ser suficiente”, todo lo contrario de José que expresa algo muy distinto: “que (Dios) añada…”. Se diría que el primer nombre está marcado por la saciedad y la plenitud, y el segundo por la ansiedad y el deseo de más. En un himno que recitan los judíos en el seder de Pascua y que  va enumerando y encadenando los regalos recibidos de Dios, se repite este estribillo Dayenú: “nos habría bastado”. “Si hubiera dividido para nosotros las olas del mar, sin hacérnoslo pasar a pie enjuto, dayenú. Si hubiera atendido a nuestras necesidades durante cuarenta años, sin alimentamos con el maná..., dayenú.  Si nos hubiera alimentado con el maná, sin damos el sábado..., dayenú etc.”.

Para hacer más evidente que las experiencias humanas hondas son universales, guardo una imagen que me impactó en un viaje a Japón que hice años atrás:  en el jardín de un templo budista de Kyoto hay un recipiente de piedra para contener el agua de la lluvia  con esta leyenda: Yo solo sé satisfecho (Lo único que sé es cuándo estoy satisfecho). Y es eso también lo que sentía el orante del Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta”, y lo decía también Santa Teresa con su castellano rotundo: “Quien a Dios tiene, nada le falta”.

Y aprovechando que estamos en  Pascua, podríamos componer nuestro propio Dayenú haciendo memoria de diferentes momentos de gracia vividos a lo largo de nuestra existencia y, ante cada uno de ellos, repetir con agradecimiento: Dayenú, me habría bastado...

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