San Hermenegildo, mártir
fecha: 13 de abril
†: 586 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 586 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Tarragona, ciudad de Hispania, san Hermenegildo, mártir, que,
siendo hijo de Leovigildo, rey arriano de los visigodos, se convirtió a la fe
católica por mediación de san Leandro, obispo de Sevilla. Recluido en la cárcel
por disposición del rey, al haberse negado a recibir la comunión de manos de un
obispo arriano, el día de la fiesta de Pascua fue degollado por mandato de su
propio padre.
Oración: Oh Dios, que suscitaste en tu
Iglesia a san Hermenegildo, mártir, como intrépido defensor de la fe,
concédenos a cuantos veneramos hoy la memoria de su martirio la unidad en la
confesión de tu nombre y la perseverancia en tu amor. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)

Hermenegildo y su hermano Recaredo eran
hijos de Leovigildo, rey de los visigodos de España, y de su primera esposa,
Teodosia. Su padre los educó en la herejía arriana. Hermenegildo se casó, sin
embargo, con una ferviente católica, Indegundis o Ingunda, hija del rey
Sigberto de Austrasia; al ejemplo y oraciones de su mujer, así como a la
predicación de san Leandro,
arzobispo de Sevilla, debió Hermenegildo su conversión. Leovigildo se enfureció
cuando supo que su hijo había hecho profesión pública de fe católica y le
ordenó que renunciase a todas sus dignidades y posesiones. Pero Hermenegildo se
negó a hacerlo y se rebeló contra su padre. Como los arrianos eran muy
poderosos en la España visigótica, Hermenegildo envió a san Leandro a
Constantinopla para pedir auxilio. La misión del arzobispo no tuvo éxito;
entonces Hermenegildo pidió ayuda a los generales romanos que, al mando de un
pequeño ejército, gobernaban todavía la estrecha faja de tierra de las costas
del Mediterráneo que aun pertenecía al Imperio. Los generales romanos se
llevaron a la esposa y al hijo de Hermenegildo como rehenes y le prometieron
ayuda, pero no cumplieron sus promesas. Hermenegildo opuso resistencia en
Sevilla, durante un año, a las tropas de su padre; al fin, tuvo que huir al
territorio romano, donde descubrió que su padre había sobornado a sus aliados.
Desesperado de obtener ayuda de los hombres,
entró en una iglesia y se refugió detrás del altar. Leovigildo no se atrevió a
violar el santuario, pero mandó a su hijo Recaredo, que era todavía arriano, a
ofrecer la reconciliación a Hermenegildo, con tal de que pidiese perdón a su
padre. Hermenegildo aceptó y la reconciliación se llevó a cabo; según parece,
fue sincera por ambas partes. Leovigildo devolvió a su primogénito muchas de
sus antiguas dignidades; pero Gosvinda, la segunda esposa del rey, consiguió
despertar nuevas sospechas contra Hermenegildo, quien fue encarcelado en
Tarragona. Esta vez no se le acusaba de traición, sino de herejía; se le
ofrecía la libertad a condición de que se retractase. Hermenegildo pidió
fervorosamente a Dios que le fortaleciese en su combate por la fe, añadió mortificaciones
voluntarias a sus sufrimientos y se vistió con un saco, como los penitentes.
En Pascua, su padre le envió a un obispo
arriano, prometiéndole que le perdonaría con tal de que aceptase la comunión de
manos del prelado. Al saber que Hermenegildo se había negado rotundamente,
Leovigildo entró en uno de sus frecuentes paroxismos de cólera y mandó a la
prisión a un pelotón de soldados con la orden de matar a su hijo. Hermenegildo
recibió la noticia con gran resignación y murió instantáneamente de un solo
golpe de mazo. San Gregorio el Grande atribuye a los méritos de san
Hermenegildo la conversión cuatro alños después del martirio, de su hermano
Recaredo y de toda la España visigótica. Leovigildo fue pronto presa de los
remordimientos. Aunque nunca abjuró del arrianismo, en su lecho de muerte
encomendó a su hijo Recaredo a san Leandro, con la esperanza de que éste le
convertiría a la fe ortodoxa.
No podemos menos de condenar a
Hermenegildo por haberse levantado en armas contra su padre; pero, como lo hace
notar San Gregorio de Tours, expió abundantemente su pecado con sus
sufrimientos y su heroica muerte. Otro Gregorio, el gran Pontífice, hizo notar
que Hermenegildo recibió en el martirio la verdadera corona de los reyes. Se ha
discutido violentamente el derecho de Hermenegildo a ser considerado como
mártir. A pesar del relato de san Gregorio el Grande en sus Diálogos, otros
escritores antiguos -entre los que se cuentan algunos españoles, como el abad
de Valclara, Johannes Biclariensis, Isidoro de Sevilla y Pablo de Mérida-
parecen decir que Hermenegildo fue pura y simplemente un rebelde y que por ello
fue condenado a muerte. La comisión nombrada por Benedicto XIV para la reforma
del calendario litúrgico recomendó que se suprimiese el nombre de san Hermenegildo;
en la actualidad sólo es memoria litúrgica en España y algunos países de
tradición hispánica.
Ver los Diálogos de san Gregorio el
Grande, lib. III, C. 31; Florez, España Sagrada, vol. VI, p. 384. Puede verse
un excelente resumen de la controversia sobre el martirio en A dictionary of
Christian Biography, vol. II, pp. 921-924, que se basa en gran parte en un
artículo de F. Görres en Zeitschrift f. his. Theologie, vol. I, 1873. El P. R.
Rochel (Razón y Fe, particularmente vol. VII, 1903) respondió apasionadamente a
los críticos de san Hermenegildo; pero el P. Albert Poncelet (Analecta
Bollandiana, XXIII, 1904, pp. 360-361) demostró que la respuesta del P. Rochel
era insuficiente en muchos puntos. P. Gams, en Kirchengeshcichte Spaniens, se
sitúa en un punto de vista más moderno. Hay que decir que la mejor edición de
la crónica de Johannes Biclariensis es la de Mommsen en Monumenta Germaniae
Historica, Auctores Antiquissimi, vol. XI. Una traducción muy posterior dice
que san Hermenegildo murió en Sevilla; pero Johannes Biclariensis, que era
contemporáneo del santo, afirma expresamente que murió en Tarragona. Ver
Analecta Bollandiana, vol. XXIII, p. 360.
Imagen: Francisco de Goya: San Hermenegildo en la cárcel, 1798/1800, Museo Lázaro Galdiano, Madrid.
Imagen: Francisco de Goya: San Hermenegildo en la cárcel, 1798/1800, Museo Lázaro Galdiano, Madrid.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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