El próximo domingo
es 21 de julio y será día grande en muchos sitios. Tan grande será que tendrá
también 24 horas con su sol y su luna. Lo de ser grande o no depende más bien
de las decisiones de uno, de sus neuronas, de sus adentros.
En este domingo se
nos leerá el relato de Lucas que nos habla de la estancia de Jesús en casa de
dos mujeres samaritanas, Marta y María. Jamás sabré si este relato fue real o
se lo inventó Lucas, el único Evangelista que nos lo cuenta.
Y mientras me detenía
a pensar en estas cosas se me cruzó de oreja a oreja el deseo que invitarte a
leer la novela (pura y dura novela) que me acabo de leer: El Archipiélago del
Perro, de Ph. Claudel y en editorial Salamandra y de 205 páginas.
Me ha encantado. Me
ha dolido. Me ha emocionado y entristecido... ¡Está tan bien contada que todo
cuanto dice es bueno, muy bueno y está bien, muy bien contado. Literatura de
diez. Todo está en su sitio. Creo yo, su lector.
Me he atrevido a
transcribirte una de sus página, la 91.
El Comisario le
cuenta al Alcalde de la isla de un archipiélago mediterráneo un asunto muy
importante... Y lo escribe al modo de una viñeta en la que todo cuanto se
expresa parece 'evidente', simplista, normal, o poco complicado... Vamos, para
que lo entendamos todos.
Esta página que
transcribo sirve para una intensa y extensa reunión de personas a quienes les
guste hablar de lo que nos pasa a los humanos... No digo nada más. Los
comentarios están a continuación. También en el archivo adjunto, como
siempre...
"La gente
nunca sabe realmente lo que tiene encima de la cabeza. Durante milenios
colocaron a Dios. Les convenía. Ellos estaban abajo. Sudando sangre y agua. Y
arriba, en su nube, estaba Dios, que los creaba, los miraba y los salvaba o los
condenaba. Luego, el ser humano se creyó muy listo. Echó a Dios de la nube y lo
arrojó al cubo de la basura. Durante un tiempo vivió embriagado por su pequeño
asesinato, pero luego se dio cuenta del vacío que había creado. Y como lo
propio del ser humano es actuar siempre con precipitación, siempre, cuando eso,
todo ese espacio vacío, empezó a darle miedo intentó recalentar viejos platos,
pero todos tenían gusto a quemado. Entonces fue cuando se asustó de veras. Y se
refugió en lo único que le quedaba: el progreso. Fíjese que eso es algo que
existe desde la noche de los tiempos. Dele al hombre fuego, hierro y un
martillo, y en un abrir y cerrar de ojos forjará una cadena para sujetar a otro
hombre que se le parece como si fuera su hermano y mantenerlo sometido, o una
punta de lanza para matarlo, en vez de construir una rueda o un instrumento
musical. La rueda y la trompeta llegaron mucho después, muchísimo después, de
la cadena y la punta de lanza, cuando ya ha habido bastante escabechina. Y si
se inventó la rueda fue únicamente para poder llevar la escabechina más lejos,
como la navegación a vela, para que todo el mundo le saque provecho. La
trompeta no sirvió más que para ahogar los gritos de las víctimas y celebrar
las carnicerías. Punto Final. ¡Y ahora encima tenemos satélites!"
Domingo 16º del T.O. Ciclo C (21.07.2019): Lucas
10,38-42.
Como Marta y María, samaritanas. Lo medito y escribo CONTIGO,
Seguimos leyendo,
muy afortunadamente, el relato del Evangelista Lucas en el Evangelio del
domingo día 21 de julio. Ya nos sabemos bien el mensaje de Lucas 10,1-37. Nos
hemos comentado ya el asunto del envío de los setenta y dos con la misión de
evangelizar y seguimos aprendiendo a ser ya no ‘buen judío’, sino ‘buen
samaritano’.
Lo acabo de
escribir y me quedo largo rato hilando los pensamientos sobre este ser ‘buen
judío’ o ser ‘buen samaritano’. Y entre mis cuestiones curiosas una de ellas me
altera de manera especial: Este par de maneras de ser, ¿no están encarnadas en
las personas de María y de Marta de las que nos habla tan de inmediato este
Evangelista Lucas aquí en 10,38-42?
Este relato y los
acontecimientos sucedidos en casa de Marta y de María sólo nos lo ha contado
este Evangelista y en este contexto, precisamente. Ya sé que más de uno me
insinuará que en el Evangelio de Juan, capítulo undécimo, pueden leerse otros
sucesos que ocurren también en casa de Marta, María y Lázaro. ¿Se trata de la
misma casa, familia y personas? ¿Por qué Marcos y Mateo no nos han dicho
absolutamente nada de esta casa, familia y personas? Los investigadores nunca
nos asegurarán si se trata o no de una misma familia real o simbólica.
Me llama la
atención el inicio del texto de este relato tan breve: “Mientras iban
caminando, Jesús entró en un pueblo y una mujer lo recibió en su casa...” (Lc
10,38). ¿Quién me impide pensar que ese pueblo, esa casa y esa mujer son un
pueblo, una casa y una mujer samaritanas? Desde Lucas 9,51 sabemos que Jesús y
sus acompañantes están de camino desde Galilea con la intención de llegar a
Jerusalén. Y en este camino deben pasar, al menos, junto a la región de
Samaría. O tal vez también, por dentro de las tierras de Samaría como muy
precisamente se apuntó en Lucas 9,52-55.
Los Evangelistas
Marcos y Mateo nunca nos dicen nada en sus narraciones del paso de Jesús de
Nazaret por tierras de Samaría. Sólo este Evangelista Lucas y luego el
Evangelista Juan se han atrevido a anunciarnos que su Jesús también anunció su
buena noticia en tierras samaritanas.
Y creo que estos
Evangelistas nos dicen más: En estas tierras samaritanas, el anuncio de la
buena noticia de Jesús recibió la buena noticia de la acogida, como si se
tratara de una buena tierra que acoge y hace germinar la semilla del reinado de
Dios. Ya sólo nos hace falta que alguien bien documentado venga a identificar
al ‘buen samaritano’ de Lucas 10,25-37 con ‘el Lázaro’, discípulo amado a quien
Jesús quería, del Evangelio de Juan en su capítulo undécimo.
Marta y María,
¿mujeres samaritanas y en tierra samaritana que abren su casa y su mesa a Jesús
y a todos cuantos le siguen por el camino? En esta casa importa todo, pero lo
que jamás debe faltar es el diálogo con el galileo y laico de Nazaret y la
escucha de cuanto este Jesús dice y hace. ¿Por qué se sigue identificando a
estas dos mujeres con los movimientos espirituales dentro de la Iglesia
llamados carismas contemplativos, unos, los de María; y activos, otros, los de
Marta? Este Jesús de los Evangelios nunca habló de ningún movimiento de vida consagrada.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 34º de Mateo (21.07.2019): Mateo 19,1-26.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
Después de habernos
dicho Mateo que Jesús acabó su cuarto discurso (Mt 19,1) nos añade a sus
lectores una referencia que no podemos olvidar: “Partió Jesús de
Galilea y se fue hacia la región de Judea, pasando al otro lado del Jordán. Le
siguió mucha gente y les curó allí, y se le acercaron unos fariseos...” (Mt
19,1-3). Conviene retener esta escena tal como nos lo dice el texto.
Los fariseos le preguntan y Jesús responde. Este asunto ocupa el texto de Mt
19,3-12.
El siguiente asunto
(es decir, el segundo, Mt 19,13-15) es muy breve y se inicia con
el acercamiento a Jesús de unos niños que le son presentados por
no se dice quién y que los discípulos tratan de impedirlo. ¿Acaso cerca de
Jesús de Nazaret sólo pueden estar ellos, los primeros, los importantes, los
sanos, los DOCE?
El siguiente tema o
asunto surge de un nuevo acercamiento a Jesús. En este caso se trata de
‘uno’: “En esto, se le acercó uno y le dijo a Jesús: Maestro, ¿qué he
de hacer de bueno para conseguir vida eterna?... (Mt 19,13-26).
Es el tercer asunto puesto sobre la mesa del texto. Queda pendiente otro cuarto
asunto, pero de él nos ocuparemos en el próximo comentario.
Recuerdo que para
este Evangelista seguimos estando en el camino que va desde Galilea en
dirección a Jerusalén. Se trata de un camino real, pero sobre todo, del camino
del acompañamiento de Jesús, de su seguimiento. ¿Qué es acompañar a este Jesús?
¿Qué es seguir a este Jesús? Dos preguntas que, según leo en este texto del
narrador Mateo, se responden con una palabra: acercarse. Acercarse
a él. A Jesús de Nazaret, no al Jesús que cada uno llevamos, imaginamos,
deseamos o nos elaboramos..., como ya hizo Pedro (Mt 16,13-23).
Acercarse a Jesús
de Nazaret es el camino. ¿Acercarse al Jesús de la historia, el hombre que
vivió en las tres primeras décadas del siglo primero hasta el momento de su
sepultamiento? ¿Acercarse al Jesús de la Religión (de la fe, que dicen otros
muchos), el santo redentor que se ha ido configurando siglo tras siglo entre
dogmas, catecismos, concilios, eclesiásticos, teólogos y demás predicadores que
hasta se atrevieron a martirizar su vida como una entrega?
El camino del
acercamiento a Jesús lo escoge cada uno, consciente o por seguir una tradición.
Así lo hicieron también tres tipos de personas de las que nos cuenta ‘sus
aventuras’ este Evangelista Mateo. Las primeras en acercarse son unos fariseos
preocupados por los legales asuntos sobre el matrimonio y el divorcio entre
hombres y mujeres de entonces. ¿Se acercaron o acabaron de alejarse
definitivamente de aquel laico y galileo (Mt 19,3-12)?
“Le acercaron unos
niños... pero los discípulos trataban de impedirlo” (Mt
19,13-15). Nadie andaba más cerca de Jesús que sus propios discípulos, pero
‘acercarse a aquel Jesús’ no es cuestión de distancia física, sino de
‘sin-tonía’ mental y existencial. El tercer acercamiento a Jesús, que nunca
llegó a ser tal, lo protagoniza un tal ‘uno’ (Mt 19,16-26). Curiosamente, éste
pasó a la historia posterior como ‘el joven rico’. Tal vez pretendió, en su
osadía, comprar a aquel Jesús para él. Estaba tan empobrecido que sólo
atesoraba dinero. Lo tenía y lo guardaba. ¿Cómo hacer entender que esto del
dinero cuanto más se parte y reparte más abunda?
Carmelo Bueno Heras
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