Evangelio del día: Dios sana con amor y compasión, pero debes tener
fe
Evangelio del día. AUDIO. Mateo 9,18-26 - XIV Tiempo ordinario:
Jesús le dijo: Ten confianza hija, tu fe te ha salvado
Evangelio del día: Mateo 9,18-26
Evangelio del día
(Sanación de una mujer y resurrección de una niña): "En aquel tiempo,
mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y,
postrándose ante Él, le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a
imponerle tu mano y vivirá". Jesús se levantó y lo siguió con sus
discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de
hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando:
"Con sólo tocar su manto, quedaré curada". Jesús se dio vuelta, y al
verla, le dijo: "Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado". Y desde
ese instante la mujer quedó curada. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a
los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo:
"Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme". Y se reían de
él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se
levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región" Palabra del Señor
Reflexión del Papa Francisco
Nuestra fe puede todo. Es victoria. Y esto sería bello que lo
repitiéramos, también a nosotros, porque tantas veces somos cristianos
derrotados.
Jesús ha alabado mucho la fe de la hemorroísa, de la cananea o
del ciego de nacimiento y decía que quien tiene fe como una semilla de mostaza
puede mover montañas.
Esta fe nos pide a nosotros dos actitudes: confesar y
encomendarnos.
Confesar.
La fe es confesar a Dios, pero al Dios que se ha revelado a
nosotros, desde el tiempo de nuestros padres hasta ahora; al Dios de la
historia. Y esto es lo que todos los días rezamos en el Credo.
Y una cosa es rezar el Credo desde el corazón y otra como
papagayos, ¿no? Creo, creo en Dios, creo en Jesucristo, creo… ¿Yo creo en lo
que digo?
Esta confesión de fe ¿es verdadera o yo la digo un poco de
memoria, porque se debe decir? ¿O creo a medias? ¡Confesar la fe! ¡Toda, no una
parte! ¡Toda!...
Nosotros sabemos cómo pedir a Dios, cómo agradecer a Dios, pero
adorar a Dios, ¡adorar a Dios es algo más! Sólo quien tiene esta fe fuerte es
capaz de la adoración...
Encomendarse.
El hombre o la mujer que tiene fe se encomienda a Dios: ¡se
encomienda! Pablo, en un momento oscuro de su vida, decía: "Yo sé bien a
quién me he encomendado". A Dios. Al Señor Jesús. Encomendarse: y esto nos
lleva a la esperanza.
Así como la confesión de la fe nos lleva a la adoración y a la
alabanza de Dios, el encomendarse a Dios nos lleva a una actitud de esperanza.
Hay tantos cristianos con una esperanza con demasiada agua, no
fuerte: una esperanza débil. ¿Por qué? Porque no tienen la fuerza y el coraje
de encomendarse al Señor.
Pero si nosotros los cristianos creemos confesando la fe, y
también custodiando la fe, y encomendándonos a Dios, al Señor, seremos
cristianos vencedores. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: ¡nuestra
fe!. (Homilía
en Santa Marta, 10 de enero de 2014)
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