Dicen los entendidos de estas
tierras que las cuatro semanas que van de mediados de julio a mediados de
agosto serán las más religiosas y calurosas. De Virgen del Carmen a Virgen de
la Asunción.
Estas no lejanas tradiciones me
recuerdan mucho a las más lejanas en el tiempo y en el espacio que seguramente
fueron las de las mitologías de Grecia y de Roma, por no aludir a las egipcias
o tal vez a las que celebraban los pueblos del mar, los pueblos de este mar de
todos al que se le llamó 'nuestro mar', el Mediterráneo.
No dejamos de ser gentes de este
mar. Las de la Biblia tampoco dejaron de ser gentes de este mar. Este
Mediterráneo es uno de los cinco mares del ámbito bíblico. Los otros cuatro
serían, el mar Negro, el mar Caspio, el mar del golfo Pérsico y el mar de Rojo.
Estos son los mares. Y las tierras de la Biblia son las tierras de estos mares.
Tan elemental y sencillo. O tan complicado...
¿Y toda esta palabrería?, para
recordar que conviene saber qué narraciones míticas (relatos, se dice ahora) se
han conservado en la historia de las gentes de estas tierras y pueblos.
He escrito estas cosas para recordar
asuntos conocidos ya que, al menos entre estas gentes de aquí, en tiempos del
veraneo se aprovecha para celebrar en torno a los patronos y patronas de
nuestros pueblos. No se desea perder ni una de las viejas tradiciones... El
turismo importa... Reconozco que los esfuerzos que se realizan en torno a estas
celebraciones no son pequeños ni baratos. Y siempre que pienso en esto y lo
contemplo se me queda un rictus de media sonrisa como si fuera una grotesca y
mala cicatriz.
Creo que a todo este mundillo de las
celebraciones patronales se le suele llamar o calificar como 'la religiosidad
popular'. Y mucho cuidado con lo que se hace o se deshace, se dice o se desdice
sobre estas tradiciones populares. La religiosidad popular no se toca, si no es
para sostenerla y aumentarla. Si no llega a ser sagrada, poco le falta. Eso, si
es que lo sagrado existe fuera de las mentes de las gentes.
Como tengo la mala formación de
preguntarme por las cosas, dejo ahora que se me cuele en esa media sonrisa
estas cosas de una nueva pregunta: ¿Qué tal se llevan estas cuestiones de 'la
religiosidad popular' con las cuestiones del mensaje de 'los Evangelios'?
Pues creo que vienen a relacionarse
como lo hacen el agua y el aceite... Están. Y sólo se relacionan cuando se
agitan. Y se relacionan mal, no se asimilan, no se abrazan más que en
apariencia. Creo que se comprenden y tan solo llegan a tolerarse... En cuanto
se establece la ausencia de la agitación cada cosa se arrincona en su nivel
para que nadie confunda lo uno con lo otro. ¡Tengamos la fiesta en paz!
De la religiosidad popular se llega
a saber hasta el color de las medias de la Virgen de la Asunción y del Evangelio
se ignora qué se cuenta en Mateo dieciocho o qué es eso de ser samaritano...
Bueno, de este hombre solidario ya sabemos más pormenores. Algo es algo.
¡Cuánto me hubiera gustado haber podido aprender a evangelizar más y mejor
tanta celebración popular de la fe! Creo que me he quedado tan corto, tan
corto, tan corto que es como no haber iniciado esta misión.
Alguien me estará diciendo ahora que
no presento los textos del Evangelio con sus comentarios para este nuevo
domingo y su semana de meditaciones. Los dos textos del Evangelio que nos toca
en suerte son tan diáfanos que casi no es necesario comentario alguno. Leyente
que estás aquí, entra en los textos y en sus comentarios y constata que es
cierto esto que apunto.
Buena tarea evangelizadora... Por si
sirve de ayuda, tienes a continuación los comentarios.
También los tienes a mano en el
archivo adjunto.
Hasta... ya mismo. En siete
días...
Domingo 15º del T.O. Ciclo C (14.07.2019): Lucas
10,25-37.
¿El Reino?: Ser samaritano y samaritana. Lo medito y escribo CONTIGO:
Antes de comentar
el relato del Evangelio del domingo día 14 de julio deseo volver a denunciar un
alevoso atropello al buen sentido común. ¿Por qué razones no se nos lee al
pueblo el relato de Lucas 10,21-24 en ninguno de los domingos
del año eclesiástico dedicado a la lectura, comprensión y meditación de este
Evangelio de Lucas? ¿Se puede perpetrar tamaño delito y permanecer en silencio
y hasta considerarse ‘guardián’ de una palabra que se dice ‘de Dios’?
Confesaré una
anécdota personal que no tiene otro valor que el haberme sucedido a mí, porque
así lo quise. Este relato de Lucas 10,21-24 fue el texto que decidí leer
personalmente en la liturgia eucarística de despedida de mi hermano el
Toribiete de este mundo nuestro. Mi hermano fue toda su vida uno de estos
‘pequeños’ de los que nos habla este Jesús de Nazaret del Evangelista Lucas.
Creo que nunca me olvidaré de poner en relación a esta especialísima trinidad
que es mi hermano, Jesús de Nazaret y el relato de Lucas 10,21-24.
Espero que más de
una de cuantas personas lean o escuchen, en este domingo de julio, Lucas
10,25-37 tengan la delicadeza de leerse antes esta
bienaventuranza de los pequeños que pone en solfa la prepotencia de quienes se
tienen por inteligentes y sabios. Creo que este mensaje tan denunciador de este
Jesús del Evangelista Lucas es el que provoca la reacción de un hombre de la
ley: “Se levantó un legista y preguntó a Jesús para ponerle a prueba:
Maestro, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?” (Lc 10,25)
Y un poquito más
adelante, sorprendido por la respuesta de Jesús, el legista vuelve a preguntar
a Jesús: “¿Quién es mi prójimo? (Lucas 10,29). A partir de
este momento todo lector sabe muy bien que el narrador Lucas pone en boca de
Jesús una parábola que sólo encontraremos en este Evangelio. Ningún otro
Evangelista la cuenta así. Tal vez, sólo el Evangelista Juan constata un
mensaje semejante cuando describe el encuentro de su Jesús de Nazaret con una
mujer samaritana (Juan 4). ¡Qué bueno sería leer ambos relatos juntos: la
samaritana del samaritano!
El narrador Lucas
pone al final en labios de su Jesús una pregunta al preguntador experto de la
Ley: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del hombre
maltratado y abandonado en el camino de la vida?” (Lc 10,36). Estos
tres de quien se habla fueron: un sacerdote y una levita de Jerusalén y de su
Templo. Y el tercero, un samaritano. ¿Samaritano? Sí, un enemigo de toda la
vida. Un descendiente de los violentos conquistadores asirio-ninivitas de hacía
ya más de setecientos años, pero que estaban tan presentes aún en el odio de
las gentes judías, a la vez, religiosas y nacionalistas. Este samaritano es la
persona de la ‘misericordia’ que se atribuía a Yavé-Dios de Israel y de su
Templo. ¿El samaritano era, pues, el Templo-presencia de Dios? Sí.
Las últimas
palabras que regala este Jesús al buen judío de la Ley son palabras que
atraviesan tiempos y espacios, culturas y mentalidades, políticas y
religiones... sin perder clarividencia y nitidez: “Vete y haz tú lo
mismo” (Lc 10,37). Y mi sentido crítico-contemplativo me lleva de la mano a
releer en este mismo Lucas su texto de 17,20-21 para acabar de comprender que
el ‘Reino-Reinado del Dios en quien Jesús cree’ no es otra cosa que ser
y hacer como el samaritano de esta parábola o la samaritana del
Evangelista Juan, el del ‘amaos unos a otros’.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 33º de Mateo (14.07.2019): Mateo 18,1-35.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
Leo y comento ahora
Mateo 18,1-35, todo el capítulo completo que comienza así de bien: “En
aquel tiempo se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron” (Mt 18,1). Si lo dice el narrador será verdad, pero lo
cierto es que los discípulos estaban ya cerca de Jesús, iban con él por el
camino de Galilea y en dirección a Jerusalén, se alojaban en los mismos
lugares. ¿Qué es eso de que ‘se acercaron... para preguntarle’? Estamos ante un
recurso narrativo del autor...
También merece la
pena leer despacio las palabras de Mateo 19,1: “Cuando terminó de
hablar, pasó Jesús de Galilea”. Recordaré que estas palabras son un
estribillo dentro de este Evangelio llamado de Mateo. Las hemos encontrado en
Mt 8,1, cuando acabó el primer discurso, el de las Bienaventuranzas; en Mt
11,1, cuando acabó el discurso de la misión evangelizadora; y en Mt 13,53
cuando acabó el discurso de las parábolas del Reino. Así pues, este capítulo
decimoctavo viene a ser el cuarto discurso que este Evangelista colocó en
labios de su Jesús de Nazaret. ¿Puedo decir que estamos aquí ante el ‘discurso
sobre la iglesia que Jesús soñaba’?
Las primeras
palabras de este cuarto discurso del Jesús de Mateo vienen a ser la respuesta
de ‘LA pregunta’ (es decir, la primera y la más importante
pregunta) que los discípulos proponen a Jesús para que éste se clarifique y
deje claras las cosas primeras y más importantes: “¿Quién es la persona
más grande en el Reino o Reinado de Dios?” (Mt 18,1). Dejo que cada cual
lea en sus meditaciones la respuesta de Jesús (Mt 18,2-11, aunque el v. 11 no
venga en muchas Biblias, por ser una añadidura). Y esta respuesta se clarifica
más aún con una parábola (Mt 18,12-14) que habla de la tarea de los pastores,
como ya había escrito un profeta (Ezequiel 34).
Las segundas palabras
de este discurso giran también en torno a una pregunta de Pedro: “¿Cuántas
veces tendré que perdonar? (Mt 18,21). Siempre, siempre...
Ahora. Hoy es siempre. El perdón comienza siendo siempre cosa de dos (y
no precisamente cosa de un penitente y de un confesador). ¡Qué bien lo comenta
este Evangelista en Mt 18,15-22! Aprovecho para invitar también a aprenderse
cada lector y de memoria el mensaje de Mt 18,20. ¿Existe otro Templo,
ostensorio o sagrario más explícitamente cristiano que el que aquí se dice,
afirma y sostiene?
Y por si aún no
estuvieran nítidas las claves del perdón y su vivencia, el Evangelista coloca
en labios de su Jesús una parábola que sólo la encontramos aquí y en este
Evangelio. Tal vez una de las claves de interpretación de esta parábola sea
saber que en aquellos tiempos del siglo primero la moneda de un talento
equivalía a seis mil monedas de un denario. Un talento, seis mil
denarios. Y el denario no era otra cosa que el sueldo de un día de trabajo
(Mt 20,1-16).
Propuse más arriba
que Mateo 18,1-35 viene a ser el discurso ¿eclesiástico o eclesial? del Jesús
de Nazaret para este Evangelista que escribe su relato unos cuarenta o
cincuenta años después de la muerte de aquel hombre judío y laico de Galilea.
Para ellos todo cuanto se deba relacionar con la experiencia del seguimiento de
Jesús es cosa de dos (Mt 18,20). El más importante entre ellos es siempre el
más pequeño, debilitado, necesitado, abajado... Y lo más importante entre
ellos, como seguidores, no es otra experiencia que el perdonar y
el sentirse y saberse perdonado, sin intermediarios o ministerios de ningún
tipo. Y... dos es un matrimonio.
Carmelo Bueno Heras
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