Recordarás, Leyente de
palabras y de imágenes, que la semana pasada caminábamos tú y yo por la vereda
esa que los Evangelistas sinópticos descubrieron para hablar de Jesús de
Nazaret como de un caminante que sabe de dónde viene y hacia dónde va y muy
consciente de todo cuanto lleva dentro y fuera.
Una semana más tarde seguimos
estando todos de nuevo en esa misma vereda con ese mismo Jesús caminante
que enseña y aprende esa cuestión tan humana como lo es el acompañar.
En esta experiencia de
caminar, el evangelista Lucas nos ha compartido una cuestión que ningún otro
Evangelista nos contó. ¿Se trata de una nueva realidad o dato de la historia
que este Lucas se inventó? Y si sucedió en vida de Jesús, ¿por qué los demás
narradores no nos dijeron nada de ella?
El asunto es sencillo, en
apariencia.
Se trata de la cuestión de
los setenta y dos. Exactamente, setenta y dos seguidores de Jesús que éste
envía con una misión determinada. Setenta y dos que fueron a lo que Jesús les
había encomendado y setenta y dos que regresaron con la misión realizada.
No sé si a ti, Leyente que
ahora practicas el arte de la lectura y del aprendizaje, este tema de los
setenta y dos discípulos te parece importante o intranscendente. Pero el asunto
está sobre la mesa. Y me atrevo a decir que nadie sabrá nunca la razón de su
presencia. Y si alguien tiene las ideas tan claras y precisas será tal vez por
alguna cuestión interesada. Y confieso y me confieso que a mí me persiguen
varios intereses en la lectura crítica y comprensiva de este dato de la
evangelización de este grupo.
Es más, por decirlo pronto y
a modo de ejemplo.
Este grupo de setenta y dos,
¿eran todos hombres y célibes? ¿Cuántos hombres y cuántas mujeres había?
¿Estuvieron también en aquella cena última de Jesús en la que, al parecer de
este Evangelista (capítulo vigésimo segundo), salieron de labios de Jesús
aquellas palabras famosas: 'Haced esto en memoria mía'?
Si esto fue así (de la manera
que fuera), toda la presidencia eucarística mantenida durante siglos cae por su
propio peso. Esta cuestión de los setenta y dos me atrapa cuando uno comienza a
hacer caminos por entre las neuronas de su interés por el seguimiento de Jesús.
Lo más inoportuno de todo es dejar que el camino de la vida siga y que todo
cuanto se ha dicho se siga repitiendo como si nada hubiera cambiado... Dejemos
estar todo como siempre estuvo todo...
Te comparto, mi Leyente, esto
de los setenta y dos.
En la otra lectura, la de
Mateo, también estamos de camino. Y su asunto es también novedoso, distinto,
aunque parezca que suena a manoseado. Es la cuestión de los tributos. Te dejo
que lo descubras más detenidamente.
Con una sola de este par de
cuestiones da para toda la semana.
Tienes ahora y aquí los
comentarios. También están en el archivo adjunto.
El camino sigue. Y somos
caminantes. Nos acompañamos aunque sólo nos encontremos así dentro de siete
días...
Domingo
14º del T.O. Ciclo C (07.07.2019): Lucas 10,1-12. 17-20.
El sacerdocio y la mujer en la Iglesia. Lo medito y escribo CONTIGO:
La lectura
propuesta para el primer domingo del mes de julio está ‘podada’. Al mirar
detenidamente la cita se observa que los versículos 13-16 del capítulo décimo
del Evangelio de Lucas no se proclamarán. ¿Por qué se hace esto con el texto
original del Evangelista? ¿Quién se dará cuenta de esta violación tan alevosa?
¿Por qué se actúa así?
Me leeré despacio
en la mañana de este nuevo domingo el relato de Lucas 10,1-20. Seguido y
completo. Todo, como lo escribió el propio autor, desde el comienzo, tan
impreciso: “Después de esto” (Lc 10,1) hasta el final, tan
sorprendente: “alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los
cielos” (Lc 10,20). El versículo siguiente inicia una escena nueva en
la narración.
El texto de Lucas
10,1-20 tiene
dos partes bien definidas por el narrador. En la primera se describe el envío
de los setenta y dos seguidores a evangelizar mientras van de camino hacia
Jerusalén (Lc 10,1-16). La segunda parte describe el regreso entusiasmado de
estos setenta y dos evangelizadores (Lc 10,17-20).
Este dato sólo lo
encontramos contado en este Evangelio. ¿Por qué los otros tres Evangelistas no
nos dicen nada de la evangelización de los setenta y dos seguidores de Jesús
por el camino que va desde Galilea hasta Jerusalén? No sé si este narrador nos
habló de los setenta y dos evangelizadores para contraponerlos con los setenta
y dos componentes del Sanedrín judío y con sus tareas de gobierno y guía de los
creyentes de la Religión de la Ley y del Templo.
Las preguntas se me
despiertan y dudo que alguien me las pueda responder con esa verdad que se
acerca a los hechos y se aleja de las meras opiniones. Entre esos setenta y dos
evangelizadores enviados por el propio Jesús, ¿estaban también ‘los DOCE’?
¿Debemos pensar que ‘los Doce’ y ‘los Setenta y dos’ son dos grupos distintos y
diferenciados como sucede hoy en los ámbitos eclesiásticos con los Obispos y
los Sacerdotes? Y otro interrogante más: ¿Por qué precisamente fueron enviados
‘de dos en dos’? ¿Por paridad de hecho, hombre y mujer? ¿Parejas de
hombres, por un lado; y parejas de mujeres, por otro?
Si me callo
mientras leo y me interpelo, tal vez me sienta más sereno. Sin embargo no puedo
dejar de escribir que en un relato como este de Lucas se está sembrando la
semilla de la Evangelización y se está decidiendo sobre la presencialidad de
‘el Reino de Dios entre nosotros’, como se dice en este relato de Lucas en 10,9
y en 10,11.
Este anuncio explícito
de la presencia del Reinado de Dios entre nosotros, ¿no es el centro y el
culmen de la misión evangelizadora de los seguidores de Jesús que se saben y
sienten cercanía, casa e iglesia con Jesús de Nazaret en quien se
cree? Esta misión, ¿pertenece sólo y en exclusiva al sacerdocio
eclesiástico en el que nunca tendrán lugar, voz y voto las mujeres? No olvido
que este asunto del Reino y su Evangelización está sembrado en los adentros de
cada uno como dirá con nitidez Lucas en 17,21. Por eso, en la meditación
crítica de este texto del envío de los setenta y dos se me despiertan dos
cuestiones no resueltas aún entre nosotros, con veinte siglos ya a la espalda,
sobre el sacerdocio y la presencia de la mujer en la Iglesia.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 32º de Mateo (07.07.2019): Mateo 17,22-27.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
Cuando uno decide
leer en su Biblia el relato de Mateo 17,22-27 es muy probable que
vea el título en negrita que el traductor o editor ha escrito antes
del versículo 17,22 y que viene a decir, más o menos, ‘Segundo anuncio de la
Pasión’: “Mientras recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: A este
Hombre lo van a entregar en manos de los hombres...” (Mateo 17,22-23).
Con esta somera
indicación el Evangelista está comenzando la segunda etapa del camino que va
siguiendo Jesús con los suyos desde Cesarea de Filipo hasta Jerusalén. Ya
indiqué que se trata de ‘el camino del seguimiento de Jesús’. Esta segunda
etapa comienza en 17,22 y acabará en Mateo 20,16. Y en ella encontraremos un
discurso que, explícitamente, este Evangelista ha puesto en boca de su Jesús. Será
el cuarto de sus cinco discursos y ocupará todo el capítulo 18.
En este camino,
también lo dejamos escrito y leído en el comentario anterior, se va tratando de
presentar la verdadera imagen de Jesús como mesías que tanto cuesta asimilar a
las gentes de su entorno como los DOCE de entonces y los DOCE de ahora que
siempre hemos sido TODOS cuantos nos hemos dejado sorprender por este hombre
del pueblo, laico y galileo.
Este breve
estribillo de Mateo 17,22-23 es la primera parte del relato
que he acotado para este comentario. ¿Supo el narrador Mateo que Jesús había
dicho estas expresiones antes de su llegada por última vez a Jerusalén? Cuando
este Evangelista escribe han pasado unos cincuenta años de la muerte y
sepultamiento de Jesús y resulta sencillo imaginarse que una persona como el
propio Mateo anda de acompañante de su Jesús de quien nos cuenta lo que hace y
dice. Después de que todo ha sucedido es muy sencillo ser o aparecer como
profeta.
La segunda parte
del texto que selecciono para nuestra reflexión crítica es Mateo
17,24-27. Este asunto que se presenta ahora sólo lo podemos leer en este
Evangelio. Ningún otro nos ha hablado del pago del tributo al Templo de
Jerusalén. Conviene leer despacio el diálogo de Pedro con Jesús. Y vuelvo a
sugerir que tal vez este diálogo de ambos sólo tuvo lugar en las imaginaciones
teológico-sociales de la mente del llamado Evangelista Mateo.
Este Evangelista
coloca tanto a Jesús como a Pedro en el colectivo de judíos que son o viven
como ‘extraños’ que no pertenecen a ‘la familia’ del Templo de Jerusalén.
Precisamente por ser, saberse o sentirse ‘extraños’ están obligados a pagar el
tributo. Se está confesando a Jesús de Nazaret como un extraño extranjero del
Templo. Las gentes no judías de Galilea, ¿tenían que pagar los tributos al
Templo de Jerusalén? Sí. Los judíos no creyentes en el Yavé-Dios de la Ley,
¿estaban obligados a pagar el impuesto al Templo? Según este Mateo,
sí.
Jesús de Nazaret y
el único Templo de Jerusalén son ‘extraños’ el uno para el otro. No se
pertenecen. Este Jesús de Mateo lo sabe y desea que Pedro lo llegue a
comprender. Los dos, ahora y aquí, son extraños en su propia tierra y para las
autoridades de su Religión. Y esta opción les cuesta dinero. Por todo esto, los
demás acompañantes de Jesús se apresuran a preguntarle, en estos momentos,
quién es el más grande -o el primero- en el Reino de los Cielos, que es el
Reino del que vive ahí, Yavé-Dios. Pero esto pertenece ya a Mateo 18,1-35.
Carmelo Bueno
Heras.
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