San Silverio, papa mártir
fecha: 2 de diciembre
fecha en el calendario anterior: 20 de junio
†: 537 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 20 de junio
†: 537 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En la isla de Palmarola, de la
Liguria, tránsito de san Silverio, papa y mártir, el cual, al no querer
rehabilitar a Antimo, obispo herético de Constantinopla depuesto por su
predecesor san Agapito, por orden de la emperatriz Teodora fue privado de su
sede y enviado al destierro, donde murió agotado por los sufrimientos.
Silverio, hijo del papa san Hormisdas (pero
que no gobernó inmediatamente después de él), no era más que un subdiácono el
22 de abril del año 536, día de la muerte del pontífice san Agapito I, en
Constantinopla; pero en aquella fecha, Teodato, el rey ostrogodo de Italia, que
temía la aparición de un candidato bizantino, le obligó a ocupar el cargo de
Obispo de Roma. A pesar de semejante imposición, el clero romano aceptó de buen
grado a Silverio, después de su consagración. La emperatriz Teodora le escribió
inmediatamente para pedirle que reconociese a los monofisitas Antino y Severo
como patriarcas de Constantinopla y Antioquía respectivamente; el Papa Silverio
repuso con una rotunda negativa, aunque expresada con gentil lenguaje
diplomático, y se afirma que, al sellar el sobre con la carta de respuesta,
declaró que acababa de firmar su sentencia de muerte. Estaba en lo cierto:
Teodora era una mujer implacable que no toleraba la oposición; aunque sí sabía
aguardar una oportunidad para castigarla.
El general ostrogodo Vitiges, en su
intento por tomar Roma, llegó hasta los suburbios y los arrasó; en la ciudad,
el Papa y los miembros del senado, para evitar la catástrofe, abrieron sus
puertas a un enemigo de los ostrogodos, el guerrero bizantino Belisario; y
entonces se le presentó a Teodora su oportunidad. Primero se valió de la
astucia: fraguó una carta en la que el Papa Silverio aparecía como un traidor
en tratos con los godos y la hizo circular. Sin embargo, aquella estratagema
fracasó y, entonces, la emperatriz recurrió a la violencia: el papa Silverio
fue secuestrado y conducido hasta Patara de Licia, en el Asia Menor. Durante el
día siguiente al del rapto, el bizantino Belisario, presionado por su esposa
Antonina, proclamó Papa al diácono Vigilio, el candidato designado por la
emperatriz Teodora. Así dio principio un período funesto para el papado.
En apariencia, se había mantenido en la
ignorancia al emperador Justiniano de lo que sucedía en Roma; pero en cuanto el
obispo de Patara le entrevistó para informarle con lujo de detalles, no pudo
por menos que tomar cartas en el asunto: mandó que se hiciera una investigación
y que Silverio partiese inmediatamente a Roma para hacerse cargo de la sede.
Tan pronto como el Papa tocó tierras de Italia, los partidarios de Vigilio le
cerraron el paso y lo capturaron. Antonina, la esposa de Belisario, ansiosa por
halagar a Teodora, convenció a su marido para que ordenase a los captores del
Papa que hicieran lo que buenamente les pareciera con el cautivo. En consecuencia,
Silverio, vejado y golpeado por la soldadesca, fue escoltado hasta la solitaria
isla de Palmarola, en el Mar Tirreno, frente a Nápoles y abandonado allí a su
suerte. Pocos días más tarde, en aquella isla, o quizá en la vecina de Ponza,
murió el papa a causa de los malos tratos recibidos y la falta de recursos en
aquella soledad. De acuerdo con Liberato, quien escribió lo que había oído
decir, murió de hambre; pero Procopio, un cronista contemporáneo de Silverio,
asegura que el papa fue asesinado al llegar a la isla por uno de los soldados,
que llevaba instrucciones de Antonina en este sentido. Como quiera que haya
sido, a san Silverio se le conmemora como mártir.
No se ha puesto en claro cómo fue
regularizado el nombramiento de Vigilio a la Sede Pontificia; pero sí se sabe
que, tan pronto como ocupó el trono de San Pedro, su protectora, la emperatriz,
dejó de favorecerlo, en vista de que se mostraba reacio a apoyar sus intrigas
en favor de los monofisitas, se proclamó partidario de la ortodoxia e hizo todo
lo que podía esperarse de un papa.
Véase el Liber Pontificalis (ed.
Duchesne), vol. I, pp. 290-295, donde el editor, en su introducción (pp.
36-38), señala que hay una curiosa diferencia de tono, entre la parte más
antigua y la posterior de ese escrito. Duchesne saca la conclusión de que fue
recopilado por dos escritores distintos y que el primero era hostil a Silverio
y el segundo le tenía simpatía. Las otras fuentes de información tienen una
notable escasez de datos, pero a falta de algún material mejor, no son
despreciables: el Breviarium, de Liberato; el De Bello Gothico, de Procopio; y
los documentos de Vigilio en el libro de Mansi, Concilio, vol. IX. Ver también
«Los Papas, de San Pedro a Juan Pablo II», de Jean Mathieu-Rosay, Rialp,
Madrid, 1990, pág. 93, reproducida aquí.
Otra biografía, con cita de fuentes, puede leerse en el artículo de J.P. Kisrsch en
la Catholic Encyclopedia, que puede leerse traducido.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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