Dos cuestiones
Primera:
Cuando leamos los textos del
Evangelio de este domingo, me recomiendo quedarme con esta expresión tan
sencilla de memorizar: 'Has oído que se dijo... En cambio yo te
digo...'
A esto le llamo desobedecer
conscientemente.
Y me pienso con serenidad que
aceptar esto implica reconocer que hay dos caminos, dos opciones, dos
opiniones, dos decisiones, dos programas, dos maneras de hacer las cosas, dos
formas de vivir, dos visiones de la realidad, dos maneras de pensar... Y aunque
toda persona tenga dos piernas y pies es imposible que camine a la vez por dos
caminos distintos. Y alguien inteligente me podrá decir que hay senderos
paralelos. De acuerdo. La experiencia dice que caminar de esta manera paralela
provoca una partición de la persona del caminante en dos mitades, como si se
abriera en canal...
Segunda:
Cuando leamos en el Libro de
los Hechos de los Apóstoles el nombre de SAULO es bueno pensar en ese mismo
momento en PABLO. Y a la inversa. Si leemos Pablo es conveniente
pensar también en Saulo.
Para mis adentros suelo
pensar siempre en SauloPablo. Ambos son la misma persona, pero es
el propio libro de los Hechos el que hace estas distinciones. Me gustaría saber
la razón por la que Lucas tuvo esta ocurrencia... Sé que más de uno bien
informado me dirá que esto se debe a la famosa 'conversión' de este hombre,
judío de la diáspora. Sin dejar de ser cierta esa opinión quiero decir una cosa
de gramática, o de lengua, o de cultura...
Parece ser que el nombre de
SAULO proviene del vocablo hebreo 'Saúl' que significa, fuerte, bravo,
poderoso. ¿Acaso no se recuerda bien al primer rey de Israel llamado
precisamente Saúl?
En cambio, el nombre de Pablo
parece que proviene del latín y significa, débil, menor, pequeño, enclenque... ¿SauloPablo
es a la vez lo uno y lo otro? ¿Lo tan opuesto? Creo que este Lucas, el narrador
de la historia, se ha pasado con el asunto del cambio de nombre.
Pero no dejaré de preguntarme si aquel judío de Tarso era más Saúl que
Pablo o al revés. ¿Acaso no lo vemos o leemos como un judío apasionado y luego
también tan apasionado como cristiano?
Y no me alargo más, porque
ambas cuestiones ya están apuntadas. Espero que de alguna manera ayuden a
ver, leer y pensar con un poco más de claridad los textos de los 'cinco
Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos y Juan'.
Domingo 6º T.O. A (16.02.2020): Mateo 5,17-37
‘Digo... Os digo... Yo os digo.’ Lo medito y lo escribo CONTIGO,
Me hubiera gustado
conocer a la persona que escribió el Evangelio llamado ‘de Mateo’. Su
mente fue clarividente. Sabía escribir bien y sabía qué escribía. No le tembló
el pulso para poner en boca de su Jesús de Nazaret palabras tan directamente
sorprendentes. El domingo pasado invitaba a leerme Mateo 5,1 hasta 7,28-29,
donde se acaba por afirmar: “Cuando acabó Jesús su discurso, las gentes
quedaron asombradas por su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas”. ¿Los escribas hablaban bla, bla,
bla...?
El texto de Mateo
5,17-37 es una parte pequeñita de este discurso que sólo encontramos
en este Evangelio. Se le suele llamar el discurso de las Bienaventuranzas. Pero
lo que realmente importa es atreverse a leerlo todo completo. Desde el
comienzo, hasta el final. Y descubrir, entre otras perlas literarias y
teológicas, esta expresión que no dejaré jamás de recordar cada vez que hable,
no solo de este discurso, sino de cualquier otro relato de este
Evangelista: “Por tanto, en conclusión, todo cuanto queráis que os
hagan los demás, hacédselo también vosotros a ellos. Esta es toda la Ley
y los Profetas” (Mt 7,12). Esto sí fue una alternativa total.
Asusta...
El texto de Mateo
5,17-37 se debe alargar hasta llegar al verso 5,48 para completar la
serie de cinco anáforas literarias y teológicas. La autoridad litúrgica decidió
que estas cinco ‘estrofas’ las meditásemos en este domingo y en el siguiente: “Habéis
oído que se dijo a los antepasados... En cambio yo, Jesús de Nazaret, os
digo...” (5,21; 5,27; 5,33; 5,38 y 5,43). Se trata de cinco asuntos o temas
prioritarios para la vida, la espiritualidad, la convivencia, la persona, las
relaciones... Cinco cuestiones propias de todas las épocas y gentes.
En el texto
de Mateo 5,17-37 tenemos la oportunidad de leer y saborear
entre las neuronas tres de estas cuestiones que a mí modesto parecer
tienen en común el asunto de las relaciones entre las personas: 1, ¿qué es
matar al otro? 2, ¿qué es adulterar-repudiar? 3, ¿qué es mentir?
Cuando he hablado
de estas anáforas, en más de un lugar me han dicho que no deje de subrayar y
comentar Mt 5,17-19, en donde parece que este Jesús de Mateo
no deja de ser en ningún momento un ‘buen judío’: “No penséis que he
venido a abolir la Ley y los Profetas”. La misión evangelizadora de
Jesús, podríamos decir desde estos contextos, no fue venir a destruir ningún
proyecto o religión o camino. Vino a iniciar algo distinto, distante o
alternativo. Y decidió no imponer a nadie esta opción. Las decisiones
pertenecen a cada uno y a su REINO.
En el texto
de Mateo 5,17-37 se recuerda uno de los diez mandamientos de
la Ley: No matarás. En cambio, la opción de este Jesús de Nazaret
de Mateo es reconocer al otro como lo que es siempre: una persona. Tan sencillo
(5,21-26). Se recuerda también las orientaciones legales sobre el
adulterio y el repudio en las relaciones de hombres y mujeres
(5,27-32). Para Jesús, hombreymujer, mujeryhombre, siempre serán personas
y no cosas que puedan ser objeto de pertenencia a alguien. Creo que nunca se
dejará de opinar sobre estos asuntos. Y se recuerda en tercer lugar (5,33-37)
el asunto de la mentira y la verdad, la fidelidad, la honradez, la
justicia. Nunca olvidaré de los días de mi infancia, mientras leo esto, el
valor de dos manos adultas que se estrechan para sellar un compromiso. Ecología
y ética, cien por cien.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 12º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(16.02.2020): Hch 9,1-22
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)
Nos dejó escrito
Lucas: “Con la fuerza del Espíritu seréis mis testigos en Jerusalén, en
toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra” (Hch 1,8). En los
ocho primeros capítulos ya leídos hemos contemplado la evangelización en
Jerusalén y en Samaría. Desde este capítulo noveno comienza el relato de la
evangelización fuera de la tierra de Israel.
No olvidamos los
grupos de seguidores llamados los ‘Doce’ y los ‘Siete’. Ni se nos quedan
perdidos personajes como Pedro, Bernabé, Esteban y Felipe. Pero desde
ahora el narrador Lucas nos pone ante los ojos a Saulo, el joven
que presenció y aplaudió el apedreamiento de Esteban y que no pudo aceptar o
soportar la presencia de los seguidores del galileo Jesús. ¿Acaso ofrece alguna
duda el comienzo de este capítulo noveno de Hechos? “Saulo seguía
amenazando de muerte a los seguidores de Jesús de Nazaret” (Hch 9,1).
Para este
comentario he acotado el relato de Hechos 9,1-22 en el que nos
encontramos con este judío llamado Saulo, fanático, violento, sanguinario e
irresistiblemente atrevido. Parece ser que residía en Jerusalén desde que
Esteban vivió sus últimos días de persecución y muerte. ¿Por qué este cronista
de la historia, que desea ser Lucas, nos cuenta ahora y aquí la decisión
que tomó este Saulo del que ignoramos como lectores casi todo?
La decisión de
Saulo, según Lucas, no pudo ser más dehumanizadora, diabólica, terrible,
fanática, atemorizadora: el judío Saulo “fue a ver a los Sumos
Sacerdotes y les pidió cartas para las Sinagogas de Damasco, autorizándolo a
traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y
mujeres” (Hch 9,1-2). ¿Dónde quedaron olvidados estos ‘papeles’?
En el texto
de Hechos 9,3-19 cuenta el narrador Lucas la llamada y
recordada popularmente ‘La conversión de Pablo’. En realidad debo señalar ahora
dos cuestiones importantes. La primera no es sencilla. Esta es la primera
narración de unos hechos dudosamente históricos. En Hch 22,1-16 y en Hch
26,1-23 volvemos a leer esta llamada ‘conversión’ contada por el propio Pablo.
Las tres narraciones son tan distintas y distantes que no pudieron ser así tal
cual.
La segunda cuestión
tiene un calado teológico muy complejo. Leemos que el propio Jesús de Nazaret
habla en visión con Saulo. Y a ningún lector se le oculta que este relato hunde
sus raíces en aquel relato de los comienzos del Libro del Éxodo cuando el
propio Moisés habla de tú a tú con la voz de la zarza que arde y que se
identifica con Yavé, Yosoyelquesea, Dios judío.
Este narrador que
es Lucas, como ya hizo en la narración de la Infancia de Jesús, mueve todos los
hilos del ámbito de las divinidades para transformar radicalmente las
decisiones de Saulo. De enceguecido perseguidor queda transformado en ‘el’
evangelizador. Para Lucas parece ser cierto que su Espíritu Santo anda siempre
detrás de los vendavales del viento. ¡Qué tremendo!
Me
quedo sorprendido del apunte que me deja Lucas de su Saulo en Damasco (Hch
9,20-22): “Demostraba Saulo que Jesús era el Mesías”.
¿Mesías? ¡¡¡Cuánto le queda aún por aprender!!!
Carmelo
Bueno Heras
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