domingo, 16 de febrero de 2020

‘Digo... Os digo... Yo os digo.’ ( Domingo 6º T.O. A (16.02.2020): Mateo 5,17-37) y “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29) (Domingo 12º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (16.02.2020): Hch 9,1-22)


Dos cuestiones
Primera:
Cuando leamos los textos del Evangelio de este domingo, me recomiendo quedarme con esta expresión tan sencilla de memorizar: 'Has oído que se dijo... En cambio yo te digo...' 
A esto le llamo desobedecer conscientemente.
Y me pienso con serenidad que aceptar esto implica reconocer que hay dos caminos, dos opciones, dos opiniones, dos decisiones, dos programas, dos maneras de hacer las cosas, dos formas de vivir, dos visiones de la realidad, dos maneras de pensar... Y aunque toda persona tenga dos piernas y pies es imposible que camine a la vez por dos caminos distintos. Y alguien inteligente me podrá decir que hay senderos paralelos. De acuerdo. La experiencia dice que caminar de esta manera paralela provoca una partición de la persona del caminante en dos mitades, como si se abriera en canal...    

Segunda:
Cuando leamos en el Libro de los Hechos de los Apóstoles el nombre de SAULO es bueno pensar en ese mismo momento en PABLO. Y a la inversa. Si leemos Pablo es conveniente pensar también en Saulo.
Para mis adentros suelo pensar siempre en SauloPablo. Ambos son la misma persona, pero es el propio libro de los Hechos el que hace estas distinciones. Me gustaría saber la razón por la que Lucas tuvo esta ocurrencia... Sé que más de uno bien informado me dirá que esto se debe a la famosa 'conversión' de este hombre, judío de la diáspora. Sin dejar de ser cierta esa opinión quiero decir una cosa de gramática, o de lengua, o de cultura...
Parece ser que el nombre de SAULO proviene del  vocablo hebreo 'Saúl' que significa, fuerte, bravo, poderoso. ¿Acaso no se recuerda bien al primer rey de Israel llamado precisamente Saúl?
En cambio, el nombre de Pablo parece que proviene del latín y significa, débil, menor, pequeño, enclenque... ¿SauloPablo es a la vez lo uno y lo otro? ¿Lo tan opuesto? Creo que este Lucas, el narrador de la historia, se ha pasado con el asunto del cambio de nombre.  Pero  no dejaré de preguntarme si aquel judío de Tarso era más Saúl que Pablo o al revés. ¿Acaso no lo vemos o leemos como un judío apasionado y luego también tan apasionado como cristiano? 

Y no me alargo más, porque ambas cuestiones ya están apuntadas. Espero que de alguna manera ayuden a ver, leer y pensar con un poco más de claridad los textos de los 'cinco Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos y Juan'.   

Domingo 6º T.O. A (16.02.2020): Mateo 5,17-37
‘Digo... Os digo... Yo os digo.’ Lo medito y lo escribo CONTIGO,

Me hubiera gustado conocer a la persona que escribió el Evangelio llamado ‘de Mateo’.  Su mente fue clarividente. Sabía escribir bien y sabía qué escribía. No le tembló el pulso para poner en boca de su Jesús de Nazaret palabras tan directamente sorprendentes.  El domingo pasado invitaba a leerme Mateo 5,1 hasta 7,28-29, donde se acaba por afirmar: “Cuando acabó Jesús su discurso, las gentes quedaron asombradas por su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”. ¿Los escribas hablaban bla, bla, bla...?

El texto de Mateo 5,17-37 es una parte pequeñita de este discurso que sólo encontramos en este Evangelio. Se le suele llamar el discurso de las Bienaventuranzas. Pero lo que realmente importa es atreverse a leerlo todo completo. Desde el comienzo, hasta el final. Y descubrir, entre otras perlas literarias y teológicas, esta expresión que no dejaré jamás de recordar cada vez que hable, no solo de este discurso, sino de cualquier otro relato de este Evangelista: “Por tanto, en conclusión, todo cuanto queráis que os hagan los demás, hacédselo también vosotros a ellos. Esta es toda la Ley y los Profetas”  (Mt 7,12). Esto sí fue una alternativa total. Asusta...

El texto de Mateo 5,17-37 se debe alargar hasta llegar al verso 5,48 para completar la serie de cinco anáforas literarias y teológicas. La autoridad litúrgica decidió que estas cinco ‘estrofas’ las meditásemos en este domingo y en el siguiente: “Habéis oído que se dijo a los antepasados... En cambio yo, Jesús de Nazaret,  os digo...” (5,21; 5,27; 5,33; 5,38 y 5,43). Se trata de cinco asuntos o temas prioritarios para la vida, la espiritualidad, la convivencia, la persona, las relaciones... Cinco cuestiones propias de todas las épocas y gentes.

En el texto de Mateo 5,17-37 tenemos la oportunidad de leer y saborear entre las neuronas  tres de estas cuestiones que a mí modesto parecer tienen en común el asunto de las relaciones entre las personas: 1, ¿qué es matar al otro? 2, ¿qué es adulterar-repudiar? 3, ¿qué es mentir?

Cuando he hablado de estas anáforas, en más de un lugar me han dicho que no deje de subrayar y comentar Mt 5,17-19, en donde parece que este Jesús  de Mateo no deja de ser en ningún momento un ‘buen judío’: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas”. La misión evangelizadora de Jesús, podríamos decir desde estos contextos, no fue venir a destruir ningún proyecto o religión o camino. Vino a iniciar algo distinto, distante o alternativo. Y decidió no imponer a nadie esta opción. Las decisiones pertenecen a cada uno y a su REINO.

En el texto de Mateo 5,17-37 se recuerda uno de los diez mandamientos de la Ley: No matarás. En cambio, la opción de este Jesús de Nazaret de Mateo es reconocer al otro como lo que es siempre: una persona. Tan sencillo (5,21-26). Se recuerda también las orientaciones legales sobre el adulterio y el repudio en las relaciones de hombres y mujeres (5,27-32).  Para Jesús, hombreymujer, mujeryhombre, siempre serán personas y no cosas que puedan ser objeto de pertenencia a alguien. Creo que nunca se dejará de opinar sobre estos asuntos. Y se recuerda en tercer lugar (5,33-37) el asunto de la mentira y la verdad, la fidelidad, la honradez, la justicia. Nunca olvidaré de los días de mi infancia, mientras leo esto, el valor de dos manos adultas que se estrechan para sellar un compromiso. Ecología y ética, cien por cien. 
Carmelo Bueno Heras 
          
 Domingo 12º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (16.02.2020): Hch 9,1-22
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Nos dejó escrito Lucas: “Con la fuerza del Espíritu seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra” (Hch 1,8). En los ocho primeros capítulos ya leídos hemos contemplado la evangelización en Jerusalén y en Samaría. Desde este capítulo noveno comienza el relato de la evangelización fuera de la tierra de Israel.

No olvidamos los grupos de seguidores llamados los ‘Doce’ y los ‘Siete’. Ni se nos quedan perdidos personajes como Pedro, Bernabé, Esteban  y Felipe. Pero desde ahora el narrador Lucas nos pone ante los ojos a Saulo, el joven que presenció y aplaudió el apedreamiento de Esteban y que no pudo aceptar o soportar la presencia de los seguidores del galileo Jesús. ¿Acaso ofrece alguna duda el comienzo de este capítulo noveno de Hechos? “Saulo seguía amenazando de muerte a los seguidores de Jesús de Nazaret” (Hch 9,1).

Para este comentario he acotado el relato de Hechos 9,1-22 en el que nos encontramos con este judío llamado Saulo, fanático, violento, sanguinario e irresistiblemente atrevido. Parece ser que residía en Jerusalén desde que Esteban vivió sus últimos días de persecución y muerte. ¿Por qué este cronista de la historia, que desea ser Lucas, nos cuenta  ahora y aquí la decisión que tomó este Saulo del que ignoramos como lectores casi todo?

La decisión de Saulo, según Lucas, no pudo ser más dehumanizadora, diabólica, terrible, fanática, atemorizadora: el judío Saulo “fue a ver a los Sumos Sacerdotes y les pidió cartas para las Sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres” (Hch 9,1-2). ¿Dónde quedaron olvidados estos ‘papeles’?

En el texto de Hechos 9,3-19 cuenta el narrador Lucas la llamada y recordada popularmente ‘La conversión de Pablo’. En realidad debo señalar ahora dos cuestiones importantes. La primera no es sencilla. Esta es la primera narración de unos hechos dudosamente históricos. En Hch 22,1-16 y en Hch 26,1-23 volvemos a leer esta llamada ‘conversión’ contada por el propio Pablo. Las tres narraciones son tan distintas y distantes que no pudieron ser así tal cual.

La segunda cuestión tiene un calado teológico muy complejo. Leemos que el propio Jesús de Nazaret habla en visión con Saulo. Y a ningún lector se le oculta que este relato hunde sus raíces en aquel relato de los comienzos del Libro del Éxodo cuando el propio Moisés habla de tú a tú con la voz de la zarza que arde y que se identifica con Yavé, Yosoyelquesea, Dios judío.

Este narrador que es Lucas, como ya hizo en la narración de la Infancia de Jesús, mueve todos los hilos del ámbito de las divinidades para transformar radicalmente las decisiones de Saulo. De enceguecido perseguidor queda transformado en ‘el’ evangelizador. Para Lucas parece ser cierto que su Espíritu Santo anda siempre detrás de los vendavales del viento. ¡Qué tremendo!

Me quedo sorprendido del apunte que me deja Lucas de su Saulo en Damasco (Hch 9,20-22): “Demostraba Saulo que Jesús era el Mesías”. ¿Mesías? ¡¡¡Cuánto le queda aún por aprender!!!
Carmelo Bueno Heras

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