Beato Álvaro de Córdoba, religioso presbítero
fecha: 19 de febrero
†: c. 1430 - país: España
otras formas del nombre: Álvarez de Córdoba, Álvaro de Zamora
canonización: Conf. Culto: Benedicto XIV 22 sep 1741
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: c. 1430 - país: España
otras formas del nombre: Álvarez de Córdoba, Álvaro de Zamora
canonización: Conf. Culto: Benedicto XIV 22 sep 1741
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Córdoba, en la región española de
Andalucía, conmemoración del beato Alvaro, presbítero de la Orden de
Predicadores, célebre por su predicación y la contemplación de la Pasión del
Señor.
No sabemos exactamente dónde nació el
beato; unos autores dicen que en Lisboa y otros que en Córdoba, España. En todo
caso, en esta última ciudad pasó la mayor parte de su vida. Allí entró al
convento de San Pablo de la Orden de Santo Domingo, en 1368. Con el tiempo,
llegó a ser un gran predicador y trabajó con gran éxito, primero en Andalucía y
luego en Italia. A la muerte del rey Enrique II de Castilla, el beato fue
nombrado confesor y consejero de la reina madre Catalina (hija de Juan de
Gante, duque de Lancaster) y dirigió la educación del joven rey Juan II. Álvaro
de Córdoba reformó la corte; pero cuando las disensiones políticas dividieron
la regencia, el beato se retiró y recomenzó su trabajo de predicador. Desde
tiempo atrás había concebido el proyecto de fundar un convento donde se
siguiese estrictamente la regla primitiva de Santo Domingo, según la reforma
iniciada por el beato Raimundo
de Cápua. Álvaro se consagró de lleno a la empresa; escogió una
región montañosa cerca de la ciudad y allí construyó el convento de
Escalacaeli, que pronto se convirtió en una fuente de ciencia y piedad, que
atraía candidatos de todas las regiones de España. El beato formó un movimiento
de oposición a Pedro de Luna, el «antipapa» Benedicto XIII, y movió al pueblo y
sobre todo a la nobleza a reconocer al papa legítimo.
A pesar de su avanzada edad, el beato
prosiguió su obra de catequesis, de enseñanza y predicación. Pasaba el día
entero en ese trabajo y consagraba casi toda la noche a la oración en el
monasterio. Éste vivía totalmente de las limosnas; el beato predicaba con
frecuencia en el mercado y terminaba diciendo: «Hermanos míos, los pobres
frailes de Santo Domingo del convento de la montaña se encomiendan a vuestra
caridad». Las prácticas de penitencia del beato eran cada vez más severas; iba
de rodillas hasta una capilla consagrada a Nuestra Señora de las Misericordias,
disciplinándose durante el trayecto. Todavía existe en Córdoba una pintura que
representa al beato arrodillado, con las espaldas cubiertas de sangre, rodeado
por un grupo de ángeles, algunos de los cuales se ocupan en retirar los
guijarros del camino. El beato construyó varias capillas en los terrenos del
monasterio; cada una de ellas representaba una «estación» o escena de la
Pasión, probablemente en recuerdo del viaje de Álvaro a Jerusalén. Se cuenta
que una noche, mientras el beato oraba en una de dichas capillas, se desató una
violenta tempestad que le aisló totalmente del monasterio. Al oír sonar el
toque de maitines, el beato elevó los ojos al cielo, tomó su capa, la tendió
sobre el torrente y así llegó sano y salvo a la otra orilla; echándose la capa
sobre los hombros, fue a ocupar su puesto habitual en el coro. El culto del
beato fue confirmado en 1741.
Ver Touron, Les hommes illustres de
l'Ordre de St. Dominique, vol. III, pp. 98-110; Procter, Dominican Saints, pp. 42-44;
Mortier, Maitres Généraux O.P., vol. IV, pp. 210-214. Este último historiador da a entender que el beato
introdujo en el Occidente la devoción del viacrucis. Pero lo cierto es que ya
San Petronio de Bolonia, en el siglo V, había proyectado una serie de
«estaciones», y los agustinos Pedro y Juan de Fabriano habían construido un
viacrucis, poco antes de la época del beato.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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