Sal, Luz y Felipe
Nuevo domingo del mes de
febrero.
Nuevo par de comentarios del
Evangelio para este día y toda la semana.
El primer comentario será
sobre el texto de la lectura oficial del Evangelio en toda la iglesia
católica: Mateo 5,13-16.
Jesús de Nazaret fue sal y
luz.
Tú y yo, que somos ahora y
aquí el mismo Jesús de Nazaret, somos también sal y luz.
Ni la luz ni la sal es lo que
importa. Cuando se habla de ella, ¡cuidado! Más bien se habla de ella para mal,
por estar en exceso o por faltar en exceso. Cuando está en su punto nadie
se acuerda de ella. ¡Y sabe todo tan bien, tan bueno y tan rico! Esto es lo que
digo en el comentario. Por repetirlo que no quede.
El segundo comentario será
para el texto que nos corresponde leer críticamente en el Libro de los Hechos
de los Apóstoles: Hechos 8,6-40. Y de este relato y comentario
deseo que se nos quede en la memoria el nombre de Felipe. Nombre de origen
griego y que viene a significar 'el que ama a los caballos'. Se recordará que
este Felipe formaba parte del llamado grupo de los SIETE. Cuando Esteban fue
apedreado, este griego pudo pensar que el siguiente podría ser él. Y tal
vez por ello, abandonó Jerusalén y puso tierra de por medio. Y, puede que
pudiera ser cierto, esta decisión fue el origen de la presencia del Evangelio
en tierras de África.
Si las cosas pudieron ser
así, entonces el Evangelio arraigó en África antes que en las tierras, aguas,
rincones y horizontes de Europa. Esto no es nada importante, pero conviene
decirlo para que se nos aireen las neuronas.
Podría seguir escribiendo de
más asuntos de por aquí y de por otras tierras o lares o gobiernos. Con lo
apuntado es suficiente para la mente y las ganas de seguir alimentándose.
Los comentarios, a
continuación.
Domingo 5º T.O. A (09.02.2020): Mateo 5,13-16
¿Quién fue Jesús? Sal y Luz. Lo medito y escribo CONTIGO,
Nos toca leer y
meditar en este domingo de febrero el texto de Mateo 5,13-16.
¿Puede saberse qué se dice antes y qué se dice después de este relato en el
Evangelio de Mateo? Si no se consulta la Biblia tengo mis muchas dudas de que
las gentes de la celebración de la misa o eucaristía sepan de qué está
escribiendo este Evangelista o hablando su Jesús de Nazaret.
Sugiero retener
ahora este texto completo de Mateo 7,12, que dice así: “En conclusión,
todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también a ellos, porque
esta es la Ley y los Profetas”. Y si aún se tiene humor para seguir
leyendo, recomiendo este sanísimo nuevo ejercicio y léase en este Evangelio de
Mateo desde 5,1 hasta 8,1. Se comprenderá que este Jesús del Evangelista Mateo
se parece, en las formas, al famoso iniciador del judaísmo en Israel que
se llamaba Moisés, el de las Tablas de la Ley con sus mandamientos.
Sorprendentemente,
para este Jesús de Nazaret del Evangelista Mateo la única manera de ser en esta
vida ‘otro Jesús’, vivo y resucitado, es ser ‘luz’ (Mateo 5,14) o bien ser
‘sal’. Ni de una ni de otra habló jamás aquel Moisés. El camino de este Jesús
de Mateo y el camino de aquel Moisés de la Ley resultan ser dos camino
opuestos. Nadie puede caminar por los dos a la vez. Toda persona está llamada a
tomar una decisión.
“Vosotros sois la
sal de la tierra”, es la primera afirmación que se nos leerá y que
escucharemos, una vez más. Y me digo en mis adentros: Tú y yo, los dos oyentes
de esta palabra somos sal. Exactamente, una pizca de sal. Si tú y yo no
estamos así, porque no deseamos estar en el guiso de la convivencia de este
mundo, ¡qué insípido será vivir! Tan insípido que no merecerá la pena. Mejor
morirse de hambre. Y si estamos tú y yo, como sal, en sobreabundancia y
por todas las partes del guiso de la convivencia, será imposible
convivir.
Hay que aprender a
estar como ‘la pizca de sal’. Ni más ni menos. Estar sin ser notado o notada. Y
esto sólo se sabe con certeza cuando alrededor de uno o de una se está ¡tan a
gusto! Sólo así es como se está para dar sabor y que todo sepa rico, al
paladar, al estómago, al corazón y a las neuronas. A todo cuando abarca tu
piel... ¡Qué hermosa sencillez tan compleja!
“Vosotros sois la
luz de la tierra”,
es la segunda afirmación que nos deja el Jesús de Mateo después de haber
hablado en el monte sobre la felicidad. O sea, sobre las nueve
bienaventuranzas... Esto de ser ‘luz de la tierra’ no es una cuestión de
energía, aunque sea tan importante que sin ella nada se mueve. ‘Ser luz’ es una
cuestión de sentido común, me parece.
A ser luz, se
aprende. Si se quiere serlo. Se aprende cuando se comparte lo que se tiene en
vez de acumular, por si acaso. Se aprende cuando se enciende una llama en vez
de maldecir inútilmente la oscuridad. Se aprende cuando uno se atreve a
situarse en el lugar del otro en vez de llenarse la boca de lamentos contra el
sistema. El sentido común se aprende siempre...
Para el Evangelista
Mateo, el proyecto de su Jesús de Nazaret fue hacerse sal y luz, por eso se
supo tan poco de él. Pero parece que los poderes religiosos y políticos
temblaron y lo mataron.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 11º de ‘Los Hechos de los
Apóstoles’ (09.02.2020): Hch 8,26-40
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)
Has leído de manera
reiterada la expresión ‘Ellos sí escucharán’ desde que tú y yo
hemos comenzado el camino de la lectura de este Libro de los Hechos. En el
frontispicio de cada comentario la dejaré escrita. Habrás constatado que la
expresión ocupa las últimas líneas del libro. Ella, desde esa atalaya del final
abierto, iluminará siempre el camino de los lectores.
En el texto que nos
corresponde ahora compartir y saborear constatamos explícitamente el dato de
que ‘ellos sí escucharán’. Este ‘ellos’ no es precisamente cualquier persona
del pueblo o de la religión de Israel, sino las gentes en general del mundo
que, parece ser que no formaban parte del pueblo elegido por Yavé, el Dios de
Israel. ‘Ellos’ son los extranjeros.
Después de
leer Hch 8,26-40 comenzamos a imaginar que la presencia de la
Buena Noticia que fue el Evangelio de Jesús empieza a ser sembrada en las
tierras de África. ¿Fue así como nos lo contó Lucas y ahora lo leemos?
Esto es historia real e investigada o, ¿se trata tan solo de una manera de
contar la evangelización de la vida que fue Jesús de Nazaret y que todos
aprendemos a realizar a nuestra manera. Después de leernos despacio el relato,
creo que a todos nos sorprende la verosimilitud sospechosa de estos
acontecimientos.
La evangelización
llevada a cabo por el grupo de los SIETE sale de las murallas de Jerusalén y se
anuncia que arraigará en las tierras de África (8,26-28). A partir del próximo
capítulo podremos percatarnos de los inicios de la Evangelización en las
tierras de ‘la cara ancha’ que es Europa, según las informaciones del mito griego.
No deseo olvidar
que la persona central de este relato es Felipe. Uno de los SIETE
elegidos para solucionar los problemas de la atención a las viudas pero que,
como el propio Esteban, es una persona capaz de ‘evangelizar’ por medio de la
Palabra, que parece ser que se lo atribuían en exclusiva los del grupo de los
DOCE. Es una delicia imaginarse el comentario dialogado de aquel Felipe y de
aquel ministro de la reina etíope con el profeta Isaías entre las manos.
Este ejercicio y
esta imagen de poner la Biblia entre las manos de dos o más personas no se me
ha borrado nunca de mi realidad personal, vocacional y profesional. Hasta creo
que ella me ha dado de comer más de lo que hubiera imaginado. Poner la Biblia
entre las manos y compartir la lectura con las preguntas de uno y las
reflexiones de los otros tan abiertamente como la capacidad de escucha nos
habita a cada cual. Así son los orígenes del midrás, el comentario.
Felipe y aquel
ministro etíope compartieron el camino, la palabra, el agua y seguramente que
también, la comida y la bebida. Y así llegaron juntos a la llamada ‘Ruta del
Mar’ que desde Egipto sube hacia el norte junto al ‘mar nuestro’ hasta
encontrarse con la que siglos más tarde se la llamó ‘Ruta de la Seda’, que
enlaza China con Turquía y, por Estambul, con Europa.
En la despedida de
ambos evangelizados evangelizadores, el etíope caminó lleno de alegría desde
Garza hacia el sur y Felipe, por la misma ruta, hacia el norte hasta llegar a
Cesarea del Mar (8,39-40). Ahí se quedó y ahí lo encontraremos al leer con
Lucas Hechos 21. Gratos datos.
Carmelo Bueno Heras
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