San Jerónimo Emiliani, que en su juventud se dejó llevar por la cólera y la lujuria, pero tras ser encarcelado por sus enemigos se convirtió a Dios, entregándose al cuidado de los más necesitados, especialmente los huérfanos y enfermos. Junto con los compañeros que logró reunir, dio inicio a la Congregación llamada de los Clérigos Regulares de Somasca, y tiempo después, mientras atendía a los enfermos en esta misma población de Somasca, cercana a Bérgamo, en la Lombardía, contrajo la peste y falleció piadosamente.
Santa Josefina Bakhita, virgen, nacida en la región de Darfur, en Sudán, que, siendo aún niña, fue raptada y vendida en diversos mercados africanos de esclavos, sufriendo dura cautividad. Al obtener la libertad, abrazó la fe cristiana e ingresó en el Instituto de Hijas de la Caridad (Canosianas), y pasó el resto de su vida en Schio, en el territorio italiano de Vicenza, entregada a Cristo y al servicio del prójimo.
En Alejandría de Egipto, conmemoración de santa Cointa o Quinta, mártir, a quien los paganos, durante la persecución llevada a cabo bajo el emperador Decio, querían obligar a adorar a los ídolos, pero ella lo rechazó firmemente y, atada de pies y manos, fue arrastrada por calles y plazas, sufriendo un horrendo suplicio.
En Pavía, de la Liguria, san Jovencio o Evencio, obispo, que trabajó denodadamente en favor del Evangelio.
Conmemoración de los santos monjes mártires del monasterio de San Dío, en Constantinopla, que fueron asesinados cruelmente por su defensa de la fe católica, con ocasión del envío de la carta del papa san Félix III contra el patriarca Acacio.
En Bretaña Menor, san Iacuto, abad, hermano de los santos Winwaldo y Guethnoc, que construyó cerca del mar el monasterio que después llevó su nombre.
En Milán, en Lombardía, memoria de san Honorato, obispo, que, ante el inminente ataque de los lombardos, puso a salvo a buena parte de la población trasladándola a Génova.
En Vesoncio (hoy Besançon), en Burgundia, san Nicecio, obispo.
En Verdún, en la Galia, san Pablo, obispo, que, habiendo abrazado la vida monástica, fue después elevado a la sede episcopal de esta ciudad, en la que promovió el culto divino y la vida regular de los canónigos.
En Albano, en el Lacio, beato Pedro, llamado «Igneo» por haber pasado ileso por el fuego, que fue monje de Valumbrosa y después obispo de Albano, trabajando siempre sin tregua para restaurar la disciplina eclesiástica.
En Muret, en la región aquitana de Limoges, san Esteban, abad y fundador de la Orden de Grandmont, que confió a los clérigos la alabanza divina y la contemplación, dejando la administración de los asuntos temporales a la caridad de los hermanos legos.
En Savigliano, localidad del Piamonte, en Italia, beata Josefina Gabriela Bonino, virgen, que fundó una congregación religiosa bajo la protección de la Sagrada Familia de Nazaret, para educar a los huérfanos y asistir a los enfermos pobres.
En Collevalenza, en la provincia de Perugia, Italia, beata María Esperanza de Jesús (Alhama Valera), virgen, fundadora de las congregaciones de las Esclavas del Amor Misericordioso y de los Hijos del Amor Misericordioso.
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