Santa Isabel de Portugal, reina
fecha: 4 de julio
fecha en el calendario anterior: 8 de julio
n.: c. 1271 - †: 1336 - país: Portugal
canonización: C: Urbano VIII 24 jun 1626
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 8 de julio
n.: c. 1271 - †: 1336 - país: Portugal
canonización: C: Urbano VIII 24 jun 1626
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en
conseguir que reyes enfrentados hiciesen las paces y por su caridad en favor de
los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el
monasterio de monjas de la Tercera Orden de las Clarisas de Estremoz, en
Portugal, que ella misma había fundado, y en el cual murió cuando se esforzaba
por conseguir la reconciliación entre un hijo y un nieto suyos que estaban
enfrentados.
Patronazgos: intercesora en peleas y conflictos, contra las guerras.
Oración: Oh Dios, que creas la paz y amas la
caridad, tú que otorgaste a santa Isabel de Portugal la gracia de conciliar a
los hombres enfrentados, muévenos, por su intercesión, a poner nuestros
esfuerzos al servicio de la paz, para que merezcamos llamarnos hijos de Dios.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración
litúrgica).
Isabel era hija de Pedro III de Aragón.
Nació en 1271. En el bautismo recibió el nombre de Isabel en honor de su tía
abuela, santa Isabel de
Hungría. El nacimiento de la niña fue ya un símbolo de la
actividad pacificadora que iba a ejercer durante toda su vida, puesto que,
gracias a su venida al mundo, hicieron la paz su abuelo, Jaime, que ocupaba
entonces el trono, y su padre. La joven princesa era de carácter amable y,
desde sus primeros años, dio muestras de gran inclinación a la piedad y a la
bondad. Trataba de imitar todas las virtudes que veía practicar a su alrededor,
porque le habían enseñado que era conveniente unir a la oración la
mortificación de la voluntad propia para obtener la gracia de vencer la
inclinación innata al pecado. Desgraciadamente, los padres de familia olvidan
esto con frecuencia y acostumbran a sus hijos a desear desproporcionadamente
las cosas de este mundo y a satisfacer todos sus caprichos. Ninguna penitencia
es más educativa para un niño que la de acostumbrarse a no comer entre comidas,
a soportar con paciencia que no se cumplan todos sus deseos y a no complicar la
vida a los demás.
La victoria de Santa Isabel sobre sí misma
se debió a la educación que recibió en la niñez. A los doce años, Isabel
contrajo matrimonio con el rey Dionisio de Portugal. Este monarca admiraba más
la noble cuna, la belleza y las riquezas de su esposa que sus virtudes. Sin
embargo, la dejó practicar libremente sus devociones, sin sentirse por ello
llamado a imitarla. Isabel se levantaba muy temprano para rezar maitines,
laudes y prima antes de la misa; por la tarde, continuaba sus devociones
después de las vísperas. Naturalmente, consagraba algunas horas del día al
desempeño de sus deberes domésticos y públicos. Comía con parsimonia, vestía
con modestia, se mostraba humilde y afable con sus prójimos y vivía consagrada
al servicio de Dios. Su virtud característica era la caridad. Hizo lo necesario
para que los peregrinos y los forasteros pobres no careciesen de albergue y
ella misma se encargaba de buscar y socorrer a los necesitados; además, proveía
de dote a las doncellas sin medios.
Fundó instituciones de caridad en diversos
sitios del reino; entre ellas se contaban un hospital en Coimbra, una casa para
mujeres arrepentidas en Torres Novas y un hospicio para niños abandonados. A
pesar de todas esas actividades, Isabel no descuidaba sus deberes, sobre todo
el respeto, amor y obediencia que debía a su marido, cuyas infidelidades y
abandono soportaba con gran paciencia. Porque, aunque Dionisio era un buen
gobernante, era un hombre vicioso. En su carrera pública era justo, valiente,
generoso y compasivo, pero en su vida privada era egoísta y licencioso. La
reina hizo lo imposible por atraerle a la virtud, pues la entristecían mucho
los pecados de su esposo y el escándalo que daba con ellos y no cesaba de orar
por su conversión. Su bondad era tan grande, que cuidaba cariñosamente a los
hijos naturales de su marido y se encargaba de su educación.
Santa Isabel tuvo dos hijos: Alfonso, que
sería el sucesor de su padre y Constancia. Alfonso dio desde muy joven muestras
de poseer un carácter rebelde debido, en parte, a la preferencia que su padre
daba a sus hijos naturales; se levantó en armas en dos ocasiones y en ambas, la
reina consiguió restablecer la concordia. Pero las malas lenguas empezaron a
esparcir el rumor de que Isabel apoyaba en secreto la causa de su hijo y el rey
la desterró algún tiempo de la corte. La reina poseía realmente un talento muy
notable de pacificadora; así, logró evitar la guerra entre Fernando IV de
Castilla y su primo, y entre el mismo príncipe y Jaime II de Aragón.
El rey Dionisio cayó gravemente enfermo en
1324. Isabel se dedicó a asistirle, de suerte que apenas salía de la cámara
real más que para ir a misa. Durante su larga y penosa enfermedad, el monarca
dio muestra de sincero arrepentimiento. Murió en Santarem, el 6 de enero de
1325. La reina hizo entonces una peregrinación a Santiago de Compostela y
decidió retirarse al convento de Clarisas Pobres que había fundado en Coimbra.
Pero su confesor la disuadió de ello, e Isabel acabó por profesar en la Tercera
Orden de San Francisco. Pasó sus últimos años santamente en una casa que había
mandado construir cerca del convento que había fundado. La causa de la paz, por
la que había trabajado toda su vida, fue también la ocasión de su muerte. En
efecto, la santa murió el 4 de julio de 1336 en Estremoz, a donde había ido en
una misión de reconciliación, a pesar de su edad y del insoportable calor. Fue
sepultada en la iglesia del monasterio de las Clarisas Pobres de Coimbra. Dios
bendijo su sepulcro con varios milagros. La canonización tuvo lugar en 1626.
En Acta Sanctorum, julio, vol. II, hay una
biografía de la santa que data casi de su época. En las crónicas hay muchos
datos sobre la reina Isabel. La leyenda del paje que se salvó milagrosamente de
la muerte en un horno y probó así su inocencia, es una simple fábula, cuyos
orígenes se remontan al folklore de la India que pasó a formar parte de la
leyenda cristiana de santa Isabel en 1562, pero puede haber reminiscencias en
la iconografía.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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