domingo, 5 de julio de 2020

Domingo 14º del TO. Ciclo A (05.07.2020): Mateo 11,25-30 El evangelio de uno mismo.y Domingo 32º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (05.07.2020): Hch 18,1-22 “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)


Dos metros
Se está acabando el mes de junio y estamos tú y yo compartiendo ya mensajes para el primer domingo de julio. Junio y julio. Dos meses que se dan la mano y que parecen despedirse el uno del  otro.

Con junio se queda todo el curso, en este caso 2019-2020. Al menos es lo que nos sucede en este hemisferio de la tierra llamado Norte. Con el mes de julio llega ese tiempo que llamamos vacaciones, de verano. Y este año hablaremos también de él. Del verano y de las vacaciones. Ambas realidades nos despiertan tantas experiencias pasadas... Y hasta por soñar...

Pero este año es especial. Es especial para junio y para julio. Acabamos el curso, pero todo continúa. Hay que acabar el fútbol, hay que acabar los estudios, hay que acabar la temporada y a ser posible cerrar bien los ejercicios... Y casi todos sabemos que no será posible. Este año de 2019-20 no se acabará bien. Se acabará como se pueda. Lo único cierto es que se acabará como se pueda. ¡Y con tantos muertos!

Y el verano y sus vacaciones no serán las mismas por más nueva normalidad que alguien intente sacarse del majín de la gobernabilidad. Julio y sus vacaciones tendrán que ser como el mes de junio, tendrán que ser de dos metros.

Escribo esto de los dos metros para irme aprendiendo la lección. No es nada sencillo vivir a dos metros de distancia. Hemos sido educados para la cercanía y esta tiene una distancia infranqueable. Dos metros. Y se trata de dos metros reales, nada de simbolismos interpretativos. Dos metros con todos sus centímetros. Y estoy convencido de que no acabaré de aprenderlo. En este verano, me lo iré diciendo día a día, suspenderé en el Máster acelerado de la Distancia. Vivir con dos metros de distancia... Y no nos queda otra alternativa. 

La nuevas normalidades del verano serán estos dos metros entre los dos, tú y yo, y de unos con otros. Dos metros obligados por el sentido común que es la norma más humana de la libertad sensata. Dos metros entre persona y persona. Dos metros entre caminantes o viajantes o estantes o pactantes o dialogantes o celebrantes o durmientes. Dos metros en todas las áreas públicas. 
Dos metros siempre y en casi todo, imagino. Lo admito.

Y ahora escribo estas cosas también para hablar de los comentarios de Mateo y de los Hechos. Y digo también que es preciso aprenderse, hasta acostumbrarse, la melodía de los dos metros de distancia... en asuntos de religión. Entre religión y religión, dos metros, al menos. Dos metros entre judaísmo y cristianismo e islamismo y... cualquier otro 'ismo'. Dos metros entre religioso y ateo. Dos metros entre cada creyente y practicante. Que nadie olvidemos la evidencia: la presencia del misterioso viruscoronado despierta el contagio de la muerte cuando se acorta la distancia de los dos metros.

La tolerancia religiosa son dos metros o dicho con el lenguaje del Evangelista Mateo, el yugo que debe unirnos a los humanos debe ser un yugo que nos permita caminar a dos metros de distancia... ¿Qué nos hemos hecho los humanos para llegar a esta situación? ¿Qué hemos hecho? Distanciarnos tanto unos de otros que hasta nos hemos llegado a pensar que somos enemigos. Y ahora debemos de aprender a estar a la altura de la distancia que nos acerca, a dos metros. 

En este mes de julio comenzamos las primeras sesiones de este Máster de ser humanos titulado 'Dos metros de humanidad' o si les parece, como bien se dice en cierta propaganda imaginativa, 'Dos metros de espacio vital'. 



Domingo 14º del TO. Ciclo A (05.07.2020): Mateo 11,25-30
El evangelio de uno mismo. Lo medito y escribo CONTIGO,

El domingo pasado se nos propuso leer en las celebraciones el texto con el que finalizaba Mateo el capítulo décimo de su Evangelio. Como puede constatarse, se nos propone como lectura evangélica para este domingo primero del mes de julio el texto de Mateo 11,25-30. Y, mi sentido crítico me invita, una vez más, a preguntarme por qué no se nos leerá Mt 11,1-24.

Creo que esta primera parte del capítulo undécimo del Evangelio de Mateo jamás se ha leído en una asamblea dominical de la llamada misa santa. La liturgia no evangeliza, sacramentaliza.

Esta reiterada acción silenciadora de la Palabra del Evangelio que tan explícitamente realiza la liturgia eclesiástica reedita la denuncia que expresaba Jesús de Nazaret en relación con las acciones de la celebración de cada sábado en la sinagoga. Si esto es así, y como a mí me lo parece, nuestra liturgia reproduce efectos semejantes a los denunciados por la buena noticia de Jesús en el evangelio de este domingo: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados... por el yugo... de la Ley” (Mt 11,25-30).

No puedo ni debo dejar de recomendar la lectura completa de este capítulo undécimo de Mateo. Sólo entonces se comprende con transparente claridad que las palabras de ‘la oración’ que el Evangelista pone en los labios y en el corazón de su Jesús constituyen un mensaje que aún sigue sin estar arraigado en la tierra del corazón de multitudes de gentes que nos atrevemos a llamar ‘de la Iglesia y de la Religión católica’.

Aquellas gentes del pueblo judío del siglo primero escucharon a Juan el Bautista y le dieron la espalda. No aguantaron sus denuncias, les parecía que era el mismo diablo (dia-bolo, el que se atraviesa). Y tampoco aquellas gentes de entonces, y también de después en la historia y hasta ahora, aguantaron la denuncia del judío, laico y galileo, Jesús al que consideraban ‘un comilón y borracho’ (Mt 11,1-24 y explícitamente 11,16-19). ¿Escandaliza aún hablar así de Jesús-Dios?

En el texto que se nos invita a meditar hoy una imagen preciosa y muy precisa, al menos para los ámbitos de antes y de pueblo. El yugo. Tal vez en nuestro contexto de ciudad y actualmente, esto del yugo puede sonar o evocar otras realidades muy distintas y distantes. La imagen del yugo alude explícitamente a la religión: el yugo de la religión judía y el yugo de la propuesta de  este Jesús de Mateo. El yugo de Moisés y el yugo de Jesús.

Tendremos, pues, que preguntarnos por este yugo que es Jesús o por el yugo de la religión de este Jesús de Mateo. Creo que todo esto está ya perfectamente expuesto por el Evangelista en el primero de los discursos que puso en labios de quien fue Buena Noticia, Evangelio. Lo recordaré otra vez, y sin aburrirme por hacerlo: “Todo cuanto queráis que os hagan los demás, hacédselo a ellos. Esta es toda la Ley y los Profetas” (Mateo 7,12).

Creo que tú que lees y yo que escribo comprendemos con nitidez que el yugo, la propuesta, la religión de este Jesús de Mateo consiste en ‘ser y hacerse tan pequeño’ que sea uno mismo quien decida qué desear y qué hacer. Nada ni nadie es más importante que uno mismo.      
Domingo 32º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (05.07.2020): Hch 18,1-22
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Volveré a repetir que me cautiva la capacidad narrativa de este evangelizador llamado Lucas. En el texto que me atrevo a comentar se resume la tarea evangelizadora de su Pablo/Saulo en la ciudad greco-romana-macedonia de Corinto. Mientras uno lee este relato tan literario como teológico conviene tener cerca los escritos llamados ‘Primera y Segunda carta a los Corintios’.

En los tres primeros versos de la narración el lector se encuentra ante una situación tan nueva como familiar. Sorprendente siempre: “Después de esto, dejó Atenas [en singular, es Pablo] y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Áquila, judío natural del Ponto [región sureña del Mar Negro], y a su mujer Priscila que habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonaran Roma... se quedó a trabajar en su casa. Eran, como también Pablo, fabricantes de tiendas de campaña...” (Hch 18,1-3).

En Hch 18,1-6 describe Lucas la conocida saulopaulina estrategia evangelizadora. Los sábados en la sinagoga, ante todo. Y el contenido, constatar hasta el convencimiento que el judío resucitado Jesús de Nazaret fue el Mesías anunciado-esperado en Israel. El desenlace de tal evangelización fue, de nuevo, el conflicto, el enfrentamiento y la alteración de la convivencia.

En el siguiente par de versos (Hch 18,7-8), Lucas parece informarnos de los orígenes de la nueva iglesia cristiana en Corinto en torno a la casa de Ticio Justo y junto a la persona de Crispo. Ambos vinculados muy explícitamente al judaísmo. Y en este preciso momento, el cronista Lucas parece haberse ‘encarnado en los adentros de su Pablo’: “Una noche le dijo el Señor a Pablo: no temas, sigue hablando, no te calles. Estoy contigo” (Hch 18,9-11). Es ahora cuando el narrador nos anuncia que su Pablo se queda aquí y así un año y medio. Pero como lector crítico me invade la inmensa duda de si dedicado a los judíos o, ¡por fin!, a los gentiles.

En Hch 18,12-17, Lucas informa de un asunto que pudo suceder tal cual o pertenecer a su propia manera de pensar y de creer. El asunto explícito es la religión, su credo y sus prácticas. El procónsul Galión impide que la religión de la sinagoga y la religión de Pablo alteren la convivencia de los habitantes de la ciudad. ¿Cómo no recordar aquí la Asamblea de Jerusalén?

Y a partir de este momento los lectores del cronista de estos hechos sólo encontramos la mención del itinerario de regreso de Pablo y de sus acompañantes hasta llegar al punto de partida de este segundo viaje misionero: Corinto y su puerto marítimo de Cencreas, Éfeso en Asia Menor, Cesarea del Mar y Antioquía de Siria. De Silas y Timoteo, poco o nada se nos dice.

De la narración de este viaje de regreso, contada en Hch 18,18-22, deseo comentar dos datos nada anecdóticos para mis adentros críticos. Uno de ellos está sembrado en las palabras que Lucas pone en boca de Pablo cuando está en Éfeso, en tierras del Asia Menor: “Volveré por aquí” (18,21). Me está adelantando este narrador que habrá un nuevo viaje para su Pablo. Y el otro dato es la obsesiva mentalidad de este Pablo por tratar de conseguir la conversión del judaísmo y que éste llegue a ser una nueva religión. ¿No fue éste el reino anunciado por Jesús el  Mesías? Pablo sigue siendo ‘buen judío’, creyente y practicante. ¡Sigue aún 

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