Mateo 7,12 (siete doce)
El próximo domingo será el
último del mes de julio.
Este sencillo dato quiere
decir que llevamos bastante mediado ya el verano en estas tierras de Europa y
del llamado Norte. Por otros lares la realidad será distinta. En algunos de
ellos no será ni siquiera verano, sino todo lo contrario.
Una única tierra, un único
sol, una única luna, igual la lluvia, igual la brisa, igual el fuego..., pero
tan semejantes como distintas las personas que lo habitamos.
Esta casa de la tierra nos
parece muy igual, pero no es cierto. Es tan diversa. Algún entendido podrá decir
que esta nuestra única casa del mundo y de su cosmos no es 'mono', sino
'pluri'. O dicho con otras palabras, 'esta singularidad de la casa es,
precisamente, su pluralidad'.
En este contexto en el que
hablo y escribo, se comprenderá que lo singular y lo plural no es otra cosa que
una expresión parabólica, una parábola. Y como toda parábola, la realidad de
nuestra casa es provocadora. Constantemente nos grita que hay tareas que hacer
en ella. Tareas como las que se nos despiertan al leer las parábolas que el
Evangelista Mateo se atreve a poner en boca de su Jesús de Nazaret. Tres, en la
lectura evangélica de este domingo:
Tarea es buscar tesoros
escondidos
Tarea es encontrar perlas
Tarea es pescar...
Pero en el fondo se trata
solamente de una tarea inmensamente sencilla, única y plural a la vez: hacer
a los demás lo que deseo que ellos me hagan a mí. ¿Mi deseo es insaciable?
Pues que sea también insaciable mi tarea de compartirme en los
demás.
Creo que nunca me va a dejar
tranquilo la realidad provocadora de Mateo siete doce y todas sus explicaciones
aplicadas.
A continuación pueden
leerse los dos comentarios de cada domingo.
Domingo 17º del TO. Ciclo A (26.07.2020): Mateo 13,44-52
Viejo y Nuevo, la Ley y Jesús. Lo
medito y escribo CONTIGO,
En las liturgias de este último domingo del mes
de julio tenemos la oportunidad de escuchar y meditar el final del discurso
sobre las parábolas que el Evangelista Mateo puso en labios de su Jesús de
Nazaret. Se trata de las tres últimas parábolas que, junto a las cuatro
anteriores, completan el número de la totalidad que, en esta lengua tan
peculiar de la Biblia, es el siete.
Las tres parábolas ocupan la primera parte de
esta lectura (Mateo 13,44-50). El final de este relato no podría ser otro,
evidentemente, que la conclusión (Mateo 13,51-52, que transcribo: “Todo
discípulo del Reino de los Cielos es como el amo de casa que saca de sus arcas
lo nuevo y lo viejo”. Este ‘amo’ de casa puede leerse también ‘ama de
casa’. Adelanto ya que este final del tercer discurso del Jesús de Mateo es
semejante al final del primero (Mateo 7,12-27).
“El Reino de los Cielos es...” (Mt
13,44). Así comienza la quinta parábola. El Reino es un tesoro escondido...
Y creo que este tesoro y su escondite secreto no es otra realidad que lo ya
escrito por este Evangelista y su Jesús en Mt 7,12: “Todo cuanto deseas que
te hagan los demás, házselo a ellos. Esta es la Ley y los Profetas”. Tú y
yo, ¿somos este tesoro y su campo? Sí, claro.
“El Reino de los Cielos es...” (Mt
13,45-46). Así comienza la sexta parábola. El Reino es una perla
encontrada... Y creo que esta perla y su mercader buscador no es otra
realidad que lo ya anunciado por este Evangelista y su Jesús en Mt 7,12: “Todo
cuanto deseas que te hagan los demás, házselo a ellos. Esta es la Ley y los
Profetas”. ¡Tú y yo somos esta perla y su mercader!
“El Reino de los Cielos es...” (Mt
13,47-50). Así comienza la séptima y última de las parábola. El Reino es
una red de pescar... Y creo que esta red tan específica no es otra
realidad que lo ya escrito por este Evangelista y su Jesús en Mt 7,12: “Todo
cuanto deseas que te hagan los demás, házselo a ellos. Esta es la Ley y los
Profetas”. Tú y yo somos esta red de pescar. Y esto lo podemos certificar
en esa lectura sinóptica sobre esta red de pescar (Mt 13,47-50) con la
construcción de aquellas casas sobre la arena o sobre la roca (Mt 7,24-27).
Añado una pizca al comentario: En esta última
parábola, muchos comprenderán que Mateo y su Jesús están hablando del ‘más
allá’, del después del mundo. Y yo me atrevo a pensar, creer y contemplar que
ambos (Mateo y su Jesús) están pensando en el ‘más acá’, en este mundo.
Pero, ¿no se habla en estos textos sinópticos del
propio Evangelista (7,12-27 y 13,47-50) de la salvación y la perdición? Claro
que sí. Exactamente. O, ¿ya se nos olvidó que este escriba que es Mateo (y su
mismo Jesús de Nazaret) nos decía que existían dos caminos? Habéis oído que se
os dijo... (era el camino de la Ley y los Profetas); en cambio, yo os digo...
(era el camino de Jesús). Cada persona decidirá seguir la religión de la Ley y
los Profetas o el camino de Jesús.
O, dicho en palabras de la conclusión de este
relato (13,51-52), cada persona es ‘ama de su casa’ y sabe bien qué es lo viejo
y qué es lo nuevo, qué es la Ley y quién es ‘su’ Jesús. Y sabe también (o
debería saberlo) si el cimiento de su casa es arena de Ley o roca de Evangelio
del Jesús de Mateo: cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás.
¿Cuántas veces me lo diré?
Carmelo Bueno Heras
Domingo 35º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(26.07.2020): Hch 20,1-16
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
El comienzo de este relato del Libro de los
Hechos nos anuncia que Pablo ha concluido, más mal que bien, su evangelización
en Éfeso: “Cuando se apaciguó el tumulto, mando Pablo llamar a los
discípulos para animarlos, luego se despidió y salió para Macedonia...”
(Hch 20,1).
A partir de este momento da la impresión de que
la narración pertenece a una mano muy distinta de la que podríamos considerar
como primera y original. ¿Se trataría de un relato añadido? Existe todo tipo de
posibles interpretaciones. Sea añadido o no lo que sí queda muy claro es lo
enredado y enredador de este relato en la geografía, la literatura y la
teología.
Además el cronista de estos sucesos pasa de ser
‘uno’ a ser ‘nosotros’ sin ninguna advertencia previa para el lector. Este
‘uno’ que nos cuenta los ‘hechos’ es siempre el Evangelista Lucas, pero nunca
sabremos quién es (o son) ese ‘nosotros’ de Hch 20,5-16. Cualquier suposición
interpretativa es tan válida como imposible de justificar.
Advierto que este ‘nosotros’ nunca puede ser el
grupo de siete personas, todos varones, que aparecen citadas en Hch 20,4 y que
son: “Sópater, Aristarco, Segundo, Gayo, Timoteo, Fortunato y Trófimo”.
Se trata de un dato que fue real o ¿tan sólo hay que considerarlo relacionado
con aquel grupo de los SIETE helenistas encabezados por el martirizado Esteban?
También se me despiertan demasiadas sospechas en
torno al suceso que se nos cuenta en Hch 20,7-12: “El primer día de la
semana nos reunimos a partir el pan... un muchacho de nombre Eutiquio... cayó
del tercer piso. Lo levantaron ya cadáver, pero Pablo bajó... le devolvió el
aliento. Volvió a subir, partió el pan y cenó”. ¿Se trata de la tradicional
santa misa dominical?
Me atrevo a pensar que la mano narradora de estos
hechos desea atribuir a este su Pablo de Tarso una identidad semejante a la de
los viejos profetas de Israel, Elías y Eliseo. Y hechos como éste se volverán a
repetir más adelante en el viaje definitivo de este Pablo viajero. Tal vez
estas opciones interpretativas no tengan mayor importancia. O sí. Dependerá de
quien lea.
Creo que he tratado de expresar lo más
significativo de este relato. Sin embargo me parece oportuno constatar el
itinerario preciso de esta parte, real o imaginada, del tercer viaje del
Evangelizador Pablo que abandona la ciudad de Éfeso (en el Asia Menor), llega a
Macedonia y de ahí va a Grecia (la Acaya romana) y desde ahí regresa de nuevo a
Macedonia (tierras de Europa) para pasar otra vez a Asia, empezando por Troas
(o Tróade), donde tiene lugar la muerte y vuelta a la vida del muchacho
Eutiquio, continuando por Aso, Mitilene y hasta Mileto.
Punto y seguido en esta ciudad del Asia Menor. Y
nueva estancia aquí, pero de ello hablaremos en el siguiente comentario. Si
ahora hacemos tú y yo, leyente y escribiente, el ejercicio de repasar el viaje
y sus actividades nos sorprenderá la reiterada curiosidad de contemplar a Pablo
que habla y no se nos dice de qué. ¿Evangeliza, desde la realidad de la vida de
Jesús o desde su exaltación de hombre divinizado? Creo que evangeliza en
solitario aunque siempre hay quienes le acompañan, pero inactivos y en
silencio. ¿Es así o también imagino demasiado?
Carmelo Bueno Heras
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