En homenaje a los indígenas muertos por la
Covid-19
2020-07-12
Son muchos nuestros hermanos y hermanas indígenas que están
muriendo por causa de la Covid-19 por y la falta de atención de la política
genocida y etnocida del actual gobierno brasileño.
Quiero
dedicarles este bello mito-historia de los pueblos amazónicos sobre el sentido
de la muerte y la entrada en la suprema Felicidad. Es también para los
familiares de los miles de fallecidos a causa del coronavirus. Para todos
nuestra solidaridad y nuestras palabras de consuelo.
Siempre
nos preguntamos: ¿cómo llegan al cielo las personas fallecidas? Existe la
convicción entre estos pueblos de que todos deben hacer un viaje. Y en ese
viaje hay que pasar pruebas. Según este relato de los pueblos amazónicos, cada
uno debe purificarse, volverse leve, para poder sumergirse dentro de ese mundo
de alegría y de fiesta donde están todos los antepasados y los parientes
fallecidos.
Por
causa de la falta de atención de las autoridades que desprecian e incluso odian
a los pueblos originarios, muchos ‘pajés’ están muriendo, víctimas de la
covid-19. Con ellos desaparece una biblioteca completa de conocimientos que
ellos heredaron, enriquecieron y pasan siempre a las nuevas generaciones. Con
su muerte se produce una ruptura dolorosa de esa tradición. Ellos y nosotros
sufrimos, y nos quedamos más pobres. Para todos ellos nuestra profunda
solidaridad y compasión. Sufrimos el dolor que ellos sufren: LBoff
En
muchas tribus de la Amazonía se cree que los muertos se transforman en
mariposas. Durante el tiempo necesario para la purificación, cada cual adquiere
una forma adecuada. Las que se purifican pronto, son blanquísimas, con pocas
horas de vida, y con colores claros. Penetran directamente en el mundo de la
felicidad.
Las
que necesitan más tiempo son más pequeñas, ligeras y multicolores. Y las que
necesitan mucho tiempo son más grandes, pesadas y de colores oscuros.
Todas
ellas vuelan, de flor en flor, chupando el néctar y fortaleciéndose para cargar
su propio peso cuando se alcen hacia el cielo, donde vivirán felices con todos
los antepasados y parientes, que están sólo en el otro lado de la vida.
En
aquella selva se cuenta la siguiente historia:
Coaciaba,
era una joven india, esbelta y de rara belleza. Había quedado viuda muy pronto,
pues su marido, valiente guerrero, cayó bajo una flecha enemiga. Cuidaba con
extremo cariño de su única hijita, Guanambi.
Para
aliviar su interminable nostalgia de su marido, paseaba cuando podía por la
orilla del río, mirando las mariposas, o por el campo, cerca del sembrado,
donde también revoloteaban colibrís y muchos insectos.
De
tanta tristeza, Coaciaba acabó muriendo. No sólo se muere de enfermedad, de
vejez o por un virus maligno de la naturaleza. También se muere de nostalgia de
la persona amada.
Guanambi,
su hija, quedó completamente sola. Inconsolable, lloraba mucho, especialmente a
la hora en que su madre solía llevarla de paseo. Aun siendo pequeña, sólo
quería visitar el túmulo de su madre. No quería vivir más. Le pedía a ella y a
los espíritus que viniesen a buscarla y la llevasen donde estuviese su madre.
De
tanta tristeza, Guanambi fue languideciendo día tras día hasta que también ella
murió. Sus parientes estaban muy apenados con tanta desgracia sobrevenida sobre
la misma familia.
Pero
curiosamente su espíritu no se volvió mariposa como en los demás indios de la
tribu. Quedó aprisionado dentro de una linda flor de lila, muy cerca de la
sepultura de su madre. Así podía estar junto a su madre, como había pedido a
los espíritus.
La
madre, Coaciaba, cuyo espíritu sí se había trasformado en mariposa, volaba de
flor en flor chupando el néctar para fortalecerse y preparar su viaje al cielo.
Cierto
día, al atardecer, zigzagueando de flor en flor, se posó sobre una linda flor
de lila. Al chupar el néctar, oyó un lloriqueo triste y dulce. Su corazón se
estremeció y casi desfalleció de emoción. Había reconocido dentro de ella la
vocecita de su querida hija Guanambi. ¿Cómo podía estar aprisionada allí? Se
rehizo de la emoción y dijo:
-
Hija querida, mamá está aquí contigo. Estate tranquila, que voy a liberarte,
para que podamos volar juntas al cielo.
Pero
pronto se dio cuenta de que era una levísima mariposa y no tenía fuerzas para
abrir los pétalos, romper la flor y liberar a su hijita querida. Entonces se
recogió en un rincón y, entre lágrimas, suplicó al Espíritu creador y a todos
los ancestros de la tribu:
-
Por amor a mi marido, valiente guerrero, muerto en defensa de todos los
parientes, por compasión de mi hija huérfana, Guanambi, presa en el corazón de
la flor de lila, os imploro, Espíritu de bondad y a todos vosotros ancianos de
nuestra tribu: transfórmenme en un pajarillo veloz y ágil, dotado de un pico
puntiagudo para romper la flor de lila y liberar a mi querida hijita.
Tanta
fue la compasión despertada por Coaciaba que el Espíritu creador y los ancianos
de la tribu atendieron sin tardanza su súplica. La transformaron en un
bellísimo colibrí, ligero, ágil, que se posó inmediatamente sobre la flor de
lila. Le susurró con voz cargada de ternura:
-
Hijita, soy yo, tu mamá. No te asustes. He sido transformada en un colibrí para
venir a liberarte.
Con
el pico puntiagudo fue sacando con cuidado un pétalo tras otro hasta abrir el
corazón de la flor. Allí estaba Guanambi sonriente, tendiendo los bracitos
hacia su madre.
Purificadas
y abrazadas volaron hacia lo alto, cada vez más alto hasta llegar juntas al
cielo.
Desde
entonces existe entre muchos indígenas amazónicos la siguiente costumbre:
siempre que muere una criatura huérfana, se cubre su cuerpecito con flores de
lila, como si estuviese dentro de una gran flor, en la certeza de que su madre,
en forma de colibrí, vendrá a buscarla para volar abrazadas al cielo, donde
estarán eternamente juntas y felices, con todos los antepasados y todos sus
demás parientes.
*Leonardo
Boff reescribió mitos-historias de nuestros pueblos indígenas: El casamiento
entre el cielo y la Tierra, Mar de Ideias, Rio de Janeiro 2014.
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