En África, santos mártires Masilitanos, acerca de los cuales san Agustín predicó un sermón a los fieles en el aniversario de su muerte.
En Antioquía, ciudad de Siria, san Cirilo, obispo, que fue encarcelado y desterrado en tiempo del emperador Diocleciano.
En la fortaleza de Suania (Schemaris), en los montes del Cáucaso, san Anastasio, monje, el cual, discípulo de san Máximo el Confesor, por defender la fe ortodoxa sufrió con él cárcel y torturas, y habiendo partido hacia esta fortaleza, en ella, o tal vez en camino, entregó su vida.
En Menat, en la Galia Arvernense, san Meneleo, abad.
En Pavía, ciudad de la Lombardía, san Jerónimo, obispo.
En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Orden de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que en tiempo del rey Carlos II fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria.
Ante el litoral de Rochefort, en Francia, beato Jacobo Lombardie, presbítero de Limoges, mártir, que en la terrible persecución desencadenada contra la Iglesia durante la Revolución Francesa, por ser sacerdote fue encarcelado en una pequeña nave, en condiciones insalubres, donde falleció consumido por una enfermedad incurable.
En un lugar llamado Majiazhuang, cerca de Daining, en la provincia de Hebei, en China, santos mártires Ana Wang, virgen, Lucía Wang Wangzhi y su hijo Andrés Wang Tianqing, asesinados por el nombre de Cristo durante la persecución desencadenada por los Yihetuan.
También cerca de Daining, igualmente en la provincia china de Hebei, santa María Wang Lizhi, mártir, que en la misma persecución, cuando algunos paganos intentaban salvarla pidiéndole que dijera no ser cristiana, ella afirmó abiertamente ser sierva de Cristo Jesús y por esto fue ejecutada de inmediato.
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