domingo, 12 de julio de 2020

Domingo 15º del TO. Ciclo A (12.07.2020): Mateo 13,1-23 ¿Siembras la escucha, sembrador?, y Domingo 33º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (12.07.2020): Hch 18,23 a 19,22 “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)


Aquel tizonazo
No desearía en este momento irme por las ramas como suelo, porque es preciso decir de entrada lo que más me urge e importa decir o, en este caso, dejar escrito.
Quienes lean el texto del Evangelista Mateo que se propone proclamar la liturgia de la misa de este domingo constatarán que se citan unas palabras del Profeta Isaías Primero. Estas palabras citadas las encontrará completas el lector si se toma la molestia de buscar y leer sin prisas Isaías 6. Puedo asegurar que no pasará nada si no se hace este ejercicio. Mis adentros me empujan a escribir estas cosas y no dejarlas calladas, como quien oye llover.
Es decir, el Evangelista Mateo copió unas líneas que el profeta Isaías había dejado escritas allá por los años 750 antes de Cristo. Da la casualidad que este Mateo hace lo mismo que ya hizo Marcos y que luego harán también Lucas (por dos veces, Evangelio y Hechos) y Juan. Los cuatro Evangelistas que dedican sus  escritos a Jesús de Nazaret entienden que lo dicho, escrito y transmitido por el Isaías profeta merece mucho la pena. Vamos, que no se puede comprender a este hombre de la historia de Israel llamado Jesús de Nazaret sin haber comprendido bien qué cuenta aquel profeta en el capítulo sexto de su libro de memorias de la historia de Israel. 
Puedo asegurar que no ha existido orientador espiritual, sobre todo cristiano o católico, que no haya ido a beber justamente a las aguas cristalinas de este sexto capítulo del profeta. Y seguramente que en el Instituto de Vida Religiosa de Madrid y de los muy ilustres claretianos se tendrá un cariño especial por este texto de Isaías 6 que cuenta, según el contar de este profeta, su vocación, su experiencia religiosa, el punto de partida y hasta la plenitud de su identidad de hombre-persona y de hombre de Dios. En su día, hace ya lustros, dejé escrito en uno de los surcos de mi sementera, un breve comentario de este capítulo sexto de Isaías. 'El tizonazo' fue el título que escribí para aquella página de la revista Educar hoy. 
Este asunto de 'el tizonazo' lo saben muy bien los señores sacerdotes porque han de recordarlo siempre que se disponen a proclamar el Evangelio en las misas en las que ellos son los presidentes y los celebrantes, que son todas. El tizonazo no es otra cosa que el carbón encendido que uno de los Serafines aplicó a los labios de un Isaías 'enajenado o fuera de sí', aturdido y enmudecido en el centro y culmen de la fiesta del nacionalismojudío en su máxima expresión que se celebraba en la totalidad del Templo de Jerusalén. 
Después de ser 'atizado' en sus labios, de esta manera y por el Serafín de Dios, Isaías no dejó de andar despierto, expedito, locuaz, poeta y profeta.
Creo que Isaías llegó a ser consciente de la profunda deshumanización de la experiencia religiosa judía. De la experiencia y de la expresión. Desde aquel tizonazo, la realidad de la Religión dejó de tener sentido para él. Soy consciente de cuanto digo y por esto mismo invito a que se lea completo y cien veces ese capítulo sexto del profeta. Creo que Jesús de Nazaret se leyó esas cien veces el mensaje de Isaías en los largos años de su silencio de vida oculta. Hasta que se le comenzó a desatar la lengua y a despertar su identidad de profeta.
Hubiera esperado que la primera lectura de las eucaristías de este domingo fuera la de este capítulo sexto completo de Isaías, pero me doy cuenta de que se propone un texto del Segundo Isaías, poeta y profeta del nacionalismo judío. Cosas de curas, sin duda. Y 'sin cura', que es mucho peor.
A continuación transcribo los dos comentarios. 

            
Domingo 15º del TO. Ciclo A (12.07.2020): Mateo 13,1-23
¿Siembras la escucha, sembrador?, lo pregunto y escribo CONTIGO,

El domingo pasado se nos proponía la lectura crítica del relato final del capítulo undécimo del Evangelio de Mateo y en este domingo dice la cita ¡¡¡expresamente!!! que leamos el comienzo del capítulo decimotercero. ¿Y por qué nunca se nos propone el capítulo decimosegundo del Evangelio de Mateo? Nunca nadie sabrá las razones de tales disposiciones, pero algo habrá...

Con el lenguaje de las parábolas de este Jesús de Mateo me atrevo a confirmar que Mateo 12 es ‘el impacto directo en la línea de flotación de la barca del judaísmo y de su religión’. Y el responsable directo de hacer efectivo el impacto no fue otro que Jesús de Nazaret que con los dichos y hechos de su persona y de su vida dejó vacío de sentido el tiempo del sábado, el espacio de la sinagoga y toda la espiritualidad sustentada por esta Ley que se creía dictada por el único y verdadero Yavé-Dios: “Este hombre [Jesús de Nazaret] es el señor del sábado” (12,8). Deseo que cada aprendiz de la buena noticia nos leamos completo este capítulo: Mt 12,1-50.

En cambio, a las autoridades eclesiásticas les pareció fundamental dedicar tres domingos a la lectura y meditación de Mateo 13,1-52. Me alegro de esta decisión porque, sólo así, podremos comprender el mensaje del tercero de los cinco discursos que sólo este Evangelista colocó en labios de su Jesús de Nazaret, nuevo Moisés de una nueva Ley. Disponemos de esta página y de otras dos más para empaparnos de las llamadas ‘parábolas’ de ¿Jesús, Dios, el reino, la persona, el seguimiento, el mundo, la convivencia? ¡El discurso de las siete parábolas!

Dejo escrito por adelantado una curiosidad que me despiertan las neuronas. La cuarta de estas siete parábolas es la central de todo el discurso. ¿La más importante si no interpreto mal las intenciones del narrador?: Parábola de la mujer y su levadura, ¡el fermento de toda la masa!

Pero empecemos ordenadamente y con Mateo 13,1-23“Aquel día”. Si se pudiera fijar en un calendario este día y de qué mes y año, podríamos haber celebrado en la historia del mundo y del seguimiento de Jesús festividades de todo tipo. Y si escribiera aquí las sugerencias de mi imaginación no tendría espacio suficiente en esta página: ¡2º Milenio de la parábola de la red!

Aquel día, como en los anteriores y como en casi todo este Evangelio de Mateo, a Jesús se le contempla rodeado de gentes. Da igual que esté en el monte (Mt 5) o que se encuentre en el mar (Mt 13,1), como en esta ocasión en la que había salido de ‘casa’. ¿Era ésta la casa de sus padres José y María? ¿Era la casa de su pueblo? ¿Era la casa, tal vez, de su religión? ¡Su casa!

La narración que nos transcribió Mateo es fruto de la redacción del Evangelista. Él no estuvo allí, papiro o papel en mano, tomando nota exacta de cuanto hablaba su Jesús el laico de Galilea. “Una vez salió un sembrador a sembrar...” (13,3-9). Y él mismo, según dice Mateo, se atreve a explicar lo que ha contado (13,18-23). Y entre medias de ambas partes del relato de Jesús leemos una constatación deslumbrantemente acertada (13,10-15): “Oír... Mirar... comprender... se ha embotado el corazón de”... Ya lo había adelantado el profeta de todos los tiempos, Isaías, cuando contaba su experiencia del sinsentido de lo religioso (Is 6). Corazón embotado... Por eso, importa recordar: ¡Cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás...!
Carmelo Bueno Heras

Domingo 33º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (12.07.2020): Hch 18,23 a 19,22
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

El experto narrador Lucas acababa de escribir, explícitamente en uno de los surcos del relato del segundo viaje y a sus lectores, que su Saulo/Pablo haría un tercer viaje. No ha tardado nada, como si en la iglesia, que he llamado de los CINCO, de Antioquía de Siria no deseara permanecer más: “Pasado algún tiempo, emprendió Pablo otro viaje y recorrió Galacia y Frigia animando a los discípulos” (Hch 18,23). ¿Por qué tanta prisa por alejarse de esta iglesia?

Este tercer viaje del Saulo/Pablo de Lucas tiene su lugar de salida, lo diré otra vez, en Antioquía de Siria. Y tendrá su final como bien puede constatarlo todo curioso lector: “Pasados aquellos días y acabados los preparativos emprendimos la subida a Jerusalén. Desde Cesarea del Mar nos acompañaron algunos discípulos para llevarnos a casa de... (Hch 21,15-16).

Este Pablo inicia su tercer viaje en solitario y lo acaba en Jerusalén y muy acompañado ‘de seguidores nuevos’. Ya no volverá a su Antioquía de Siria y nada más sabremos de este grupo o iglesia. ¿Enigma de Lucas? Tal vez. ¿Puedo interpretar que los creyentes de Antioquía sí habían llegado a comprender a Jesús de Nazaret y su vida de laico galileo en vez de como ‘el Mesías’?

Lucas nos sitúa desde Hch 18,24 en Éfeso, donde reside el matrimonio Áquila y Pricila que acompañó a Pablo en el viaje anterior por las tierras de la romanagrecia europea. Y ahí también nos habla Lucas de un nuevo evangelizador llamado Apolo, judío elocuente y de la sinagoga, los sábados, la Escritura, el ser judío, el ser como Jesús, evangelizar... Es decir, el bautismo y Jesús el Mesías (Hch 18,24-28). Esto sucede mientras Pablo sigue... ‘en su camino’.

“Pablo atravesó la meseta [a Anatolia, de Turquía] y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos... Allí permaneció dos años... Tanto judíos como griegos pudieron escuchar la Palabra... Ésta se difundía y confirmaba con mucho vigor”  (Hch 19,1-20). La evangelización realizada por Pablo, siempre Pablo en singular y en solitario, a lo largo de dos años queda sintetizada por el cronista Lucas en un mínimo desarrollo narrativo. Este evangelizador sigue empeñado en la única ‘pedagogía de la evangelización´ en la que parece haber puesto su total confianza: sábado, sinagoga, la escritura, Jesús Mesías, el bautismo y la imposición de manos.

Mi lectura crítica se detiene en, al menos, dos precisiones intencionadas de este Evangelista que es Lucas y que lo es también su Saulo/Pablo. “Fueron en total unos doce hombres” (Hch 19,7). ¿Se está repitiendo el modelo del grupo e iglesia de los Doce de Jerusalén? Y la segunda precisión: “Dios hacía por medio de Pablo prodigios extraordinarios” (Hch 19,11). ¿Había que proclamar y visualizar ante las gentes la grandeza del señor Jesús, ‘el Mesías? Creo que Lucas nos anuncia de forma reiterada quién fue el Jesús de Nazaret para su Saulo/Pablo de Tarso.

Con el brevísimo relato de Hch 19,21-22 concluye Lucas de manera magistral la evangelización en Éfeso, fuera así o solamente en la mente del narrador: “Cumplido todo esto”. Pablo va a seguir por las tierras del Asia Menor, pero ya tiene entre ceja y ceja realizar un próximo viaje. A Roma, claro. La capital del Imperio. Este ‘buen judío’ que fue Pablo y toda su misión siguen poniendo sobre la mesa la cuestión (¿religiosa y resuelta?) del judaísmo y de las ‘otras’ gentes
Carmelo Bueno Heras

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