Aquel
tizonazo
No
desearía en este momento irme por las ramas como suelo, porque es preciso decir
de entrada lo que más me urge e importa decir o, en este caso, dejar escrito.
Quienes
lean el texto del Evangelista Mateo que se propone proclamar la liturgia de la
misa de este domingo constatarán que se citan unas palabras del Profeta
Isaías Primero. Estas palabras citadas las encontrará completas el lector si se
toma la molestia de buscar y leer sin prisas Isaías 6. Puedo asegurar que no
pasará nada si no se hace este ejercicio. Mis adentros me empujan a escribir
estas cosas y no dejarlas calladas, como quien oye llover.
Es
decir, el Evangelista Mateo copió unas líneas que el profeta Isaías
había dejado escritas allá por los años 750 antes de Cristo. Da la casualidad
que este Mateo hace lo mismo que ya hizo Marcos y que luego harán también
Lucas (por dos veces, Evangelio y Hechos) y Juan. Los cuatro Evangelistas que
dedican sus escritos a Jesús de Nazaret entienden que lo dicho, escrito y
transmitido por el Isaías profeta merece mucho la pena. Vamos, que no se puede
comprender a este hombre de la historia de Israel llamado Jesús de Nazaret sin
haber comprendido bien qué cuenta aquel profeta en el capítulo sexto de su
libro de memorias de la historia de Israel.
Puedo
asegurar que no ha existido orientador espiritual, sobre todo cristiano o
católico, que no haya ido a beber justamente a las aguas cristalinas de este
sexto capítulo del profeta. Y seguramente que en el Instituto de Vida Religiosa
de Madrid y de los muy ilustres claretianos se tendrá un cariño especial por
este texto de Isaías 6 que cuenta, según el contar de este profeta, su
vocación, su experiencia religiosa, el punto de partida y hasta la plenitud de
su identidad de hombre-persona y de hombre de Dios. En su día, hace ya lustros,
dejé escrito en uno de los surcos de mi sementera, un breve comentario de este
capítulo sexto de Isaías. 'El tizonazo' fue el título que escribí para aquella
página de la revista Educar hoy.
Este
asunto de 'el tizonazo' lo saben muy bien los señores sacerdotes porque han de
recordarlo siempre que se disponen a proclamar el Evangelio en las misas en las
que ellos son los presidentes y los celebrantes, que son todas. El tizonazo no
es otra cosa que el carbón encendido que uno de los Serafines aplicó a los
labios de un Isaías 'enajenado o fuera de sí', aturdido y enmudecido en el
centro y culmen de la fiesta del nacionalismojudío en su máxima expresión que
se celebraba en la totalidad del Templo de Jerusalén.
Después
de ser 'atizado' en sus labios, de esta manera y por el Serafín de Dios, Isaías
no dejó de andar despierto, expedito, locuaz, poeta y profeta.
Creo
que Isaías llegó a ser consciente de la profunda deshumanización de la
experiencia religiosa judía. De la experiencia y de la expresión. Desde aquel
tizonazo, la realidad de la Religión dejó de tener sentido para él. Soy
consciente de cuanto digo y por esto mismo invito a que se lea
completo y cien veces ese capítulo sexto del profeta. Creo que Jesús de Nazaret
se leyó esas cien veces el mensaje de Isaías en los largos años de su silencio
de vida oculta. Hasta que se le comenzó a desatar la lengua y a despertar su
identidad de profeta.
Hubiera
esperado que la primera lectura de las eucaristías de este domingo fuera la de
este capítulo sexto completo de Isaías, pero me doy cuenta de que se propone un
texto del Segundo Isaías, poeta y profeta del nacionalismo judío. Cosas de
curas, sin duda. Y 'sin cura', que es mucho peor.
A
continuación transcribo los dos comentarios.
Domingo
15º del TO. Ciclo A (12.07.2020): Mateo 13,1-23
¿Siembras la escucha, sembrador?, lo
pregunto y escribo CONTIGO,
El
domingo pasado se nos proponía la lectura crítica del relato final del capítulo
undécimo del Evangelio de Mateo y en este domingo dice la cita ¡¡¡expresamente!!! que
leamos el comienzo del capítulo decimotercero. ¿Y por qué nunca se nos propone
el capítulo decimosegundo del Evangelio de Mateo? Nunca nadie sabrá las razones
de tales disposiciones, pero algo habrá...
Con
el lenguaje de las parábolas de este Jesús de Mateo me atrevo a confirmar que
Mateo 12 es ‘el impacto directo en la línea de flotación de la barca del
judaísmo y de su religión’. Y el responsable directo de hacer efectivo el
impacto no fue otro que Jesús de Nazaret que con los dichos y hechos de su
persona y de su vida dejó vacío de sentido el tiempo del sábado, el espacio de
la sinagoga y toda la espiritualidad sustentada por esta Ley que se creía
dictada por el único y verdadero Yavé-Dios: “Este hombre [Jesús
de Nazaret] es el señor del sábado” (12,8). Deseo que cada
aprendiz de la buena noticia nos leamos completo este capítulo: Mt 12,1-50.
En
cambio, a las autoridades eclesiásticas les pareció fundamental dedicar tres
domingos a la lectura y meditación de Mateo 13,1-52. Me alegro de
esta decisión porque, sólo así, podremos comprender el mensaje del tercero de
los cinco discursos que sólo este Evangelista colocó en labios de su Jesús de
Nazaret, nuevo Moisés de una nueva Ley. Disponemos de esta página y de otras
dos más para empaparnos de las llamadas ‘parábolas’ de ¿Jesús, Dios, el
reino, la persona, el seguimiento, el mundo, la convivencia? ¡El
discurso de las siete parábolas!
Dejo
escrito por adelantado una curiosidad que me despiertan las neuronas. La cuarta
de estas siete parábolas es la central de todo el discurso. ¿La más importante
si no interpreto mal las intenciones del narrador?: Parábola de la
mujer y su levadura, ¡el fermento de toda la masa!
Pero
empecemos ordenadamente y con Mateo 13,1-23: “Aquel día”.
Si se pudiera fijar en un calendario este día y de qué mes y año, podríamos
haber celebrado en la historia del mundo y del seguimiento de Jesús
festividades de todo tipo. Y si escribiera aquí las sugerencias de mi
imaginación no tendría espacio suficiente en esta página: ¡2º Milenio
de la parábola de la red!
Aquel
día, como en los anteriores y como en casi todo este Evangelio de Mateo, a
Jesús se le contempla rodeado de gentes. Da igual que esté en el monte (Mt 5) o
que se encuentre en el mar (Mt 13,1), como en esta ocasión en la que había
salido de ‘casa’. ¿Era ésta la casa de sus padres José y María? ¿Era la casa de
su pueblo? ¿Era la casa, tal vez, de su religión? ¡Su casa!
La
narración que nos transcribió Mateo es fruto de la redacción del Evangelista.
Él no estuvo allí, papiro o papel en mano, tomando nota exacta de cuanto
hablaba su Jesús el laico de Galilea. “Una vez salió un sembrador a
sembrar...” (13,3-9). Y él mismo, según dice Mateo, se atreve a
explicar lo que ha contado (13,18-23). Y entre medias de ambas partes del
relato de Jesús leemos una constatación deslumbrantemente acertada
(13,10-15): “Oír... Mirar... comprender... se ha embotado el corazón
de”... Ya lo había adelantado el profeta de todos los tiempos, Isaías,
cuando contaba su experiencia del sinsentido de lo religioso (Is 6). Corazón
embotado... Por eso, importa recordar: ¡Cuanto deseas que te hagan,
házselo a los demás...!
Carmelo
Bueno Heras
Domingo 33º de ‘Los
Hechos de los Apóstoles’ (12.07.2020): Hch 18,23 a 19,22
“Ellos sí
escucharán” (Hechos 28,28-29)
El
experto narrador Lucas acababa de escribir, explícitamente en uno de los surcos
del relato del segundo viaje y a sus lectores, que su Saulo/Pablo haría un
tercer viaje. No ha tardado nada, como si en la iglesia, que he llamado de los
CINCO, de Antioquía de Siria no deseara permanecer más: “Pasado algún
tiempo, emprendió Pablo otro viaje y recorrió Galacia y Frigia animando a los
discípulos” (Hch 18,23). ¿Por qué tanta prisa por alejarse de esta
iglesia?
Este
tercer viaje del Saulo/Pablo de Lucas tiene su lugar de salida, lo diré otra
vez, en Antioquía de Siria. Y tendrá su final como bien puede constatarlo todo
curioso lector: “Pasados aquellos días y acabados los preparativos
emprendimos la subida a Jerusalén. Desde Cesarea del Mar nos acompañaron
algunos discípulos para llevarnos a casa de... (Hch 21,15-16).
Este
Pablo inicia su tercer viaje en solitario y lo acaba en Jerusalén y muy
acompañado ‘de seguidores nuevos’. Ya no volverá a su Antioquía de Siria y nada
más sabremos de este grupo o iglesia. ¿Enigma de Lucas? Tal vez. ¿Puedo interpretar
que los creyentes de Antioquía sí habían llegado a comprender a Jesús de
Nazaret y su vida de laico galileo en vez de como ‘el Mesías’?
Lucas
nos sitúa desde Hch 18,24 en Éfeso, donde reside el matrimonio Áquila y Pricila
que acompañó a Pablo en el viaje anterior por las tierras de la romanagrecia
europea. Y ahí también nos habla Lucas de un nuevo evangelizador llamado Apolo,
judío elocuente y de la sinagoga, los sábados, la Escritura, el ser judío, el
ser como Jesús, evangelizar... Es decir, el bautismo y Jesús el Mesías (Hch
18,24-28). Esto sucede mientras Pablo sigue... ‘en su camino’.
“Pablo
atravesó la meseta [a
Anatolia, de Turquía] y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos...
Allí permaneció dos años... Tanto judíos como griegos pudieron escuchar la
Palabra... Ésta se difundía y confirmaba con mucho vigor” (Hch
19,1-20). La evangelización realizada por Pablo, siempre Pablo en singular y en
solitario, a lo largo de dos años queda sintetizada por el cronista Lucas en un
mínimo desarrollo narrativo. Este evangelizador sigue empeñado en la única
‘pedagogía de la evangelización´ en la que parece haber puesto su total
confianza: sábado, sinagoga, la escritura, Jesús Mesías, el bautismo y la
imposición de manos.
Mi
lectura crítica se detiene en, al menos, dos precisiones intencionadas de este
Evangelista que es Lucas y que lo es también su Saulo/Pablo. “Fueron en
total unos doce hombres” (Hch 19,7). ¿Se está repitiendo el modelo del
grupo e iglesia de los Doce de Jerusalén? Y la segunda precisión: “Dios
hacía por medio de Pablo prodigios extraordinarios” (Hch 19,11).
¿Había que proclamar y visualizar ante las gentes la grandeza del señor Jesús,
‘el Mesías? Creo que Lucas nos anuncia de forma reiterada quién fue el Jesús de
Nazaret para su Saulo/Pablo de Tarso.
Con
el brevísimo relato de Hch 19,21-22 concluye Lucas de manera
magistral la evangelización en Éfeso, fuera así o solamente en la mente del
narrador: “Cumplido todo esto”. Pablo va a seguir por las tierras
del Asia Menor, pero ya tiene entre ceja y ceja realizar un próximo viaje. A
Roma, claro. La capital del Imperio. Este ‘buen judío’ que fue Pablo y toda su
misión siguen poniendo sobre la mesa la cuestión (¿religiosa y resuelta?)
del judaísmo y de las ‘otras’ gentes.
Carmelo
Bueno Heras
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