lunes, 14 de julio de 2025

Buena persona, buena gente. - 2025, 13.07. Domingo 15º del TO Ciclo C: Lucas 10,25-37 (Sólo Lucas, el del toro, nos cuenta la parábola del buen samaritano) y CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas (Semana 33ª (13.07.2025): Lucas 11,37-54. Decisión a decisión, este Jesús de Lucas firma su sentencia de muerte)..

 Buena persona, buena gente.

En este segundo domingo del mes de julio se nos lee, a quienes deseamos volver a escucharlo, el relato tan conocido del Evangelio llamado: EL BUEN SAMARITANO. Jesús de Nazaret era judío. Judíos y samaritanos, en aquellas épocas, venían a ser como rusos y ucranianos de ahora, por decirlo de alguna forma. Judíos y samaritanos era entonces enemigos irreconciliables. Es decir, para unos y otros, el mejor enemigo era el enemigo muerto. Esto de enemigo del enemigo ha sucedido entre nosotros los humanos desde que los hombres y mujeres hemos comenzado a estar presentes sobre la tierra. Y siempre, siempre, siempre, y en nuestros días de la civilización y de la declaración de los derechos humanos, tú y yo como seres humanos profesamos la cruda realidad de sabernos y sentirnos 'enemigos'. Escandaliza y duele proclamarnos enemigos... Siento decirlo, nos pertenece la enemistad como el aire y el alimento para sobrevivir. 
Confesar de alguien, alto y claro, que tal o cual viviente es buena gente, buena persona, es casi como creer en los milagros, que son rara avis. 
También es verdad esta otra constatación: Siendo tan enemigos entre nosotros y casi haber profesado la enemistad como identidad de nuestra humanidad, aún no hemos conseguido acabar con el planeta, con la tierra y con la vida. Los humanos pasamos, desaparecemos y las montañas y valles de nuestras realidades permanecen. Nos matamos, nos morimos, y todo cuanto nos rodea permanece. 
Frente a esta realidad tan humana de la enemistad nos sigue sorprendiendo el relato de Jonás entre los mensajes del llamado antiguo testamento. Y nos sigue sorprendiendo también el breve relato utópico de la parábola, puesta en labios de Jesús de Nazaret, del Samaritano Bueno. La utopía no es la enemistad, sino la bondad, la mano tendida, la palabra escuchada, el diálogo, el abrazo... ¡la paz!
¿Y las religiones? Su presencia es como la guerra. La única religión es el abrazo compartido. Lo dice el Jesús de Nazaret del Evangelista Lucas. Los demás narradores no nos lo contaron así, aunque también nos lo dijeron de otras maneras. Basta con leernos Mateo 7,12 o Juan 13,35 o Marcos 3,1-6. 
¿Verdad que se nos hiere el corazón constatar que el mejor enemigo tenga que ser el enemigo muerto?
A continuación se encuentran los dos comentarios para el domingo 13 de julio de 2025.
También se los puede leer en el archivo adjunto.
Carmelo Bueno Heras       

Comentario primero:

2025, 13.07. Domingo 15º del TO Ciclo C: Lucas 10,25-37. Leo y escribo Contigo:

Sólo Lucas, el del toro, nos cuenta la parábola del buen samaritano

“En aquel momento y lleno de alegría, Jesús dijo: Te bendigo, Padre…, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y, en cambio, se las has enseñado y regalado a los más pequeños… Volviéndose a los discípulos, les dijo: Dichosos los ojos que ven lo que veis. Muchos profetas y reyes quisieron verlo, pero no lo vieron. Y quisieron oírlo, pero no lo oyeron” (Lucas 10,21-24).

 

He copiado casi completo este texto del relato de Lucas como otro ejemplo más de la incompetencia consciente de quienes son responsables en el Vaticano de esta poda sangrante y manipuladora del texto del Evangelio. ¿Por qué los clérigos no nos leen a los laicos del pueblo estos cuatro versículos del capítulo décimo del libro que yo llamo ahora ‘Evangelio entrañable’? ¿Por qué?, me pregunto y nadie responde. ¿Se lo pedirá un día el papa romano a su monseñor el cardenal Robert Sarah y al secretario de éste, el arzobispo Arthur Roche? Me temo que se necesitará un concilio, ¿vaticano séptimo?, para enmendar tantos siglos de maltrato del Evangelio.

 

Dicho esto, sería más oportuno callarme. Pero no puedo hacerlo, porque el texto que a continuación nos escribió el llamado Lucas es uno de los que nunca se podrá dejar de recordar. Y esta página es la inolvidable parábola del samaritano (10,30-37). Todos nos la sabemos y hasta con los más insignificantes detalles. El contexto de esta narración es tan importante como el mensaje de la propia parábola. Siempre me quedaré con la duda de saber si esta parábola la contó Jesús de Nazaret o se la inventó Lucas con el atrevimiento de atribuírsela a Jesús. La duda me nace y crece por constatar que sólo este Evangelista es quien nos la cuenta.

 

Y me detengo ya en el contexto en el que se enraíza esta parábola del sacerdote, el levita y el samaritano ante ‘la presencia bien visible’ de uno de los millones de ‘medio muertos’ de la vida (10,30). Y ese contexto es la voz de un judío de la Ley que pregunta a Jesús de Nazaret lo que a mí, personalmente y en público, también muchas personas me han preguntado y lo seguirán haciendo:

 

¿Qué hay que hacer para ir al cielo de la vida eterna cuando uno se muera y deje esta vida terrena? (10,25). ¿Qué hay que hacer? ¿Qué hay que hacer? ¿Qué hay que hacer?

 

Hoy, en este año tan romano (del papa) y diocesano (del obispo) la respuesta me surge directa, fácil, contundente… ¡blasfema!: Gana la indulgencia plenaria en este especialísimo año del jubileo santoY para ello, confiesa, comulga y cruza la puerta que se ha abierto para quienes deseen alcanzar la vida eterna sin rastro ni mácula de pecado. Les confieso que llevo ya 22 de esas indulgencias ‘conscientemente conquistadas’. ¡Me duele tanto escribirlo así!, me avergüenzo profundamente, pero no sé callármelo. Puedo explicarlo, pero sería otro comentario.

 

¿Qué hay que hacer? El Evangelio que es Jesús de Nazaret lo responde tan bien, sin polémicas, sin provocaciones, sin documentos, sin dogmas, sin credos, sin religiones… ¿Qué hay que hacer para conseguir vida eterna? Amar, amar. Ama y vivirás (10,26-28). ¿Qué hay que hacer aquí y cómo hay que hacerlo? Ver, acercarse, inclinarse, arrodillarse, tocar, limpiar, acariciar, curar, vendar, acompañar, compartir, cuidar… AMAR. Nada más. Vete y ama. Aquí (10,37).

Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 10.07.2016. También, en Madrid, 13.07.2025.  


Comentario segundo: CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 33ª (13.07.2025): Lucas 11,37-54. Decisión a decisión, este Jesús de Lucas firma su sentencia de muerte.

Proseguimos despacio la lectura del relato que el Evangelista Lucas nos va compartiendo sobre su Jesús de Nazaret. Recuerdo que el propio narrador nos dijo que estamos en ese proceso del ‘camino que sube hacia Jerusalén’ (Lc 9,51). En ‘este peculiar camino’ encontramos este recurso narrativo del Evangelista: “Mientras hablaba, un fariseo rogó a Jesús que fuera a comer con él…” (Lc 11,37). Casi todo el texto anterior de este undécimo capítulo del Evangelio está dedicado a las palabras que dice Jesús a ‘unos’ y a ‘otros’.

 

A partir de Lc 12,1, Jesús seguirá hablando: “Habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, se puso Jesús a decir”. Aquí y de esta manera, el escritor inicia una nueva unidad en su ‘biografía’ sobre su Jesús. Así, pues, Lucas 11,37-54 es un todo narrativo. Muy interesante e importante por tratarse, como ya he apuntado, de una comida. Ninguno de los Evangelistas olvida subrayar el dato de un Jesús de Nazaret que comparte mesa, pan, vino y comensalía con los suyos y los que al parecer no fueron de los suyos, como sucede aquí.

 

Este hecho de la comida de Jesús en casa del fariseo sólo está contado, y aquí, por este Evangelista. En Mateo y Marcos se cuentan comidas semejantes, pero muy distintas, sobre todo en el tiempo y en el lugar. En esta narración de Lucas sorprende que estando de camino entre Galilea y Judea se le acerque un fariseo para invitarle a su casa. Y llama también la atención que esté, también ahí, un ‘experto en la Ley’, un legista. Y nada se nos dice de la presencia o ausencia de los y las acompañantes de Jesús. Tampoco sabemos nada del menú.

 

Sin embargo, el narrador está muy interesado en una tradición muy tradicional y religiosa: “El fariseo se extrañó al ver que Jesús no se había lavado antes de comer” (11,38). En aquella religión judía, ¡como en toda otra religión, también la llamada católica!, importa mantener las tradiciones ‘queseven’ para ‘quesesiganviendo’. ¿La religión debe de entrar por los ojos? Atreverse a mirar y a mirarse por dentro, ¿no es cuestión que le importe a la religión? Cada vez entiendo mejor que me encandile ese mensaje de este Evangelio, y que leeremos muy pronto, en 17,21: “El reinado de Dios está dentro de ti y de mí”.

 

Según Lucas, a este buen fariseo que abre a Jesús las puertas de su casa y de su mesa le ha entrado como un vendaval la tormenta llamada Jesús, el laico de Nazaret. En el texto de los versículos 39-44 Jesús arremete contra ese y todos los fariseos. Sin distinción alguna: ‘Vosotros los fariseos…  Ay de vosotros… Ay de vosotros… Ay de vosotros´. Tres tremendas denuncias.

 

Y, por si no fuera suficiente, el narrador Lucas nos informa de la presencia de un experto en la Ley que se atreve a sortear la tormenta y a enfrentarse a este Jesús. En cambio, la tempestad arrecia con las palabras de Jesús en 47-52: ‘Ay de vosotros, que edificáis sepulcros a los profetas… Ay de vosotros, que imponéis a los demás cargas intolerables…  Ay de vosotros, que os creéis los amos del saber y del creer’. ¿Más claro? Imposible. No es preciso vocearlo más. Este laico de Galilea que es Jesús y que va camino de Jerusalén está firmando con sus palabras su propia sentencia de muerte ante la autoridad religiosa: ‘Salió de allí y los escribas y fariseos empezaron a’… Y me queda espacio para sugerir que se lea ¡¡ahora mismo!! Lc 15, completo.

Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 15.07.2018. También, en Madrid, 13.07.2025

Santos del día 14 de julio

                                                           Santos del día 14 de julio

   San Camilo de Lelis, presbítero - Memoria litúrgica   
San Camilo de Lelis, presbítero, que nació cerca de Teano, en la región italiana de los Abruzos, y desde la adolescencia siguió la carrera militar y se dejó arrastrar por los vicios propios de una juventud alegre y despreocupada, pero, convertido de su mala vida, se entregó al cuidado de los enfermos en los hospitales de los incurables, a los que servía como al mismo Cristo. Ordenado sacerdote, puso en Roma los fundamentos de la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos. († 1614)

En Brescia, en la región de Venecia, san Optaciano, obispo, que subscribió las cartas sinodales sobre la fe católica respecto a la Encarnación enviadas por Eusebio, obispo de Milán, al papa san León. († s. V)
En Soignies, de Brabante, en Austrasia, san Vicente o Madelgario, que, con el consentimiento de su esposa santa Valtrudis, abrazó la vida monástica y, según cuenta la tradición, fundó dos monasterios. († c. 677)
En Deventer, de Frisia, san Marchelmo, presbítero y monje, anglosajón de origen y discípulo desde su juventud de san Wilibrordo, al que acompañó en los trabajos que este emprendió por Cristo. († c. 775)
En Stáry Kynsperk, lugar cercano a la ciudad de Egres, en Bohemia, beato Hroznata, mártir, que, al fallecer su esposa y su hijo, dejó la corte ducal e ingresó en el monasterio premonstratense de Tepla, y por defender los derechos de este monasterio fue capturado por unos malhechores, que lo dejaron morir de hambre. († 1217)
En Verona, en los confines de la región de Venecia, santa Tuscana, que, muerto su esposo, distribuyó todos sus bienes entre los pobres y se dedicó incesantemente en la Orden de San Juan de Jerusalén al cuidado de los enfermos. († 1343/1344)
En Foligno, de la Umbría, beata Angelina de Marsciano, que, al quedar viuda, se consagró durante cincuenta años a servir a Dios y al prójimo, e inició una Congregación de Hermanas de la Tercera Orden Regular de San Francisco de clausura para la formación de la juventud femenina. († 1435)
En Valencia, ciudad de España, beato Gaspar de Bono, presbítero de la Orden de los Mínimos, que abandonó las armas de un príncipe terreno para militar a las órdenes de Cristo Rey y rigió la provincia hispana de dicha Orden con celo, prudencia y caridad. († 1604)
En Lima, ciudad del Perú, san Francisco Solano, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que para la salvación de las almas recorrió en todas direcciones América meridional, y enseñó, con su palabra y su testimonio, la novedad de la vida cristiana a los indios y a los mismos colonizadores españoles. († 1610)
En Cerecca-Ghebaba, pueblo de Etiopía, beato Ghebre Miguel, esto es, «Siervo Miguel», presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que buscando en sus estudios y en la oración la verdadera fe, la encontró uniéndose a la Iglesia católica. Por ello sufrió primero cárceles, y luego, custodiado por soldados y cargados sus pies con pesadas cadenas, fue obligado a caminar durante trece meses, fustigado continuamente, hasta que falleció consumido por la sed y el hambre. († 1855)
En Londres, en Inglaterra, beato Ricardo Langhorne, mártir, insigne jurista, que, acusado de traición, bajo el rey Carlos II fue condenado a la pena capital y entregó su alma a Dios en el patíbulo de Tyburn. († 1679)
En la ciudad de Nangong, en la provincia china de Hebei, san Juan Wang Guixin, mártir, que en la persecución desencadenada por los Yihetuan prefirió morir por Cristo antes que manchar su pureza con una leve mentira. († 1900)

Santos del día 13 de julio

                                                        Santos del día 13 de julio

   San Enrique II, emperador - Memoria litúrgica   
No se celebra hoy, porque hay una celebración de mayor rango (XV Domingo del Tiempo Ordinario, solemnidad)
San Enrique, emperador romano-germánico, que, según la tradición, de acuerdo con su esposa Cunegunda puso gran empeño en reformar la vida de la Iglesia y en propagar la fe en Cristo por toda Europa, donde, movido por un celo misionero, instituyó numerosas sedes episcopales y fundó monasterios. Murió en este día en Grona, cerca de Göttingen, en Franconia. († 1024)

Conmemoración de san Esdras, sacerdote y escriba, que, en tiempo de Artajerjes, rey de los persas, habiendo regresado desde Babilonia a Judea, congregó al pueblo que estaba disperso y puso gran empeño en estudiar, llevar a la práctica y enseñar la Ley del Señor en Israel.
Conmemoración de san Silas, elegido y enviado por los apóstoles a las Iglesias de la gentilidad junto a los santos Pablo y Bernabé, lleno de la gracia de Dios cumplió con gran empeño su ministerio. († s. I)
En Alejandría de Egipto, san Serapión, mártir, que, en tiempo del emperador Septimio Severo y del prefecto Áquila, alcanzó la corona del martirio al ser quemado vivo. († c. 204)
En la isla de Quíos, santa Miropa, mártir. († s. III/IV)
En Filomelia, ciudad de Frigia, santos mártires Alejandro y treinta soldados, que, según cuenta la tradición, fueron martirizados bajo Magno, prefecto de Antioquía de Pisidia. († s. IV)
En Albi, ciudad de Aquitania, actualmente Francia, tránsito de san Eugenio, obispo de Cartago, glorioso por su fe y sus virtudes, que sufrió el destierro durante la persecución desencadenada por los vándalos. († 501)
En la Bretaña Menor, san Turiavo, abad del monasterio de Dôle y obispo. († s. VII/VIII)
En Génova, ciudad de la Liguria, beato Jacobo de Varazze o Voragine, obispo, de la Orden de Predicadores, que, para promover la vida cristiana en el pueblo, ofreció en sus escritos numerosos ejemplos de virtud. († 1298)
En Norwich, en Inglaterra, beato Tomás Tunstal, presbítero de la Orden de San Benito y mártir, que, en tiempo del rey Jacobo I, fue condenado a muerte y ahorcado por haber entrado, como sacerdote, en este país. († 1616)
Ante las costas de Rochefort, en Francia, beatos Luis Armando José Adam, de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y Bartolomé Jarrige de la Morélie de Biars, presbíteros y mártires, que, encarcelados en una vieja nave durante la Revolución Francesa por ser sacerdotes, murieron en ella víctimas de la peste y de su caridad para con sus compañeros de cautiverio. († 1794)
En Orange, ciudad de Provenza, también en Francia, beatas Magdalena de la Madre de Dios (Isabel) Verchiére y cinco compañeras, vírgenes, martirizadas durante la misma Revolución Francesa. Sus nombres son: beatas Teresa Enrica de la Anunciación Faurie, Ana Andrea de San Alejo Minutte, María Ana de San Francisco Lambert, María Ana de Santa Francisca Depeyre y María Anastasia de San Gervasio Roquard. († 1794)
En la ciudad de Chau Dóc, en Cochinchina, san Manuel Lé Van Phung, mártir, padre de familia, que, pese a estar detenido en la cárcel, no cesó de exhortar a sus hijos y familiares para que fueran caritativos con sus enemigos, y finalmente fue decapitado por orden del emperador Tu Duc. († 1859)
En Budrie, lugar de Romagna, santa Clelia Barbieri, virgen, que se preocupó por el bien espiritual de la juventud femenina y fundó la Congregación de Hermanas Mínimas de la Virgen de los Dolores para la formación humana y cristiana, especialmente, de las niñas pobres y abandonadas. († 1870)
En Galeazza, cerca de Bolonia, en Italia, beato Fernando María Baccillieri, presbítero, que consagró su vida a la formación, bajo todos los aspectos, del pueblo que se le había encomendado, y fundó la Congregación de Siervas de María para ayuda a las familias necesitadas y, en particular, para la formación de la juventud femenina. († 1893)
En el territorio de Langziqiao, cerca de Hengshui, en la provincia de Hebei, en China, san Pablo Liu Jinde, mártir, que, durante la persecución llevada a cabo por los Yihetuan, ya anciano y habiendo quedado como el único cristiano de la aldea, salió al encuentro de los agresores con el rosario y un libro de devoción en la mano y los saludó como se solía saludar a los cristianos, por lo que fue inmediatamente asesinado. († 1900)
En la localidad de Nangong, también en la misma provincia china de Hebei, san José Wang Guiji, mártir, el cual, durante la persecución ya mencionada, rechazó salvar su vida diciendo, como le sugerían, una leve mentira, y prefirió morir gloriosamente por Cristo. († 1900)
En la ciudad de Angostura, en Colombia, beato Mariano de Jesús Euse Hoyos, presbítero, quien, sencillo e íntegro, se entregó totalmente a la oración, a los estudios y a la formación cristiana de los niños. († 1926)
En Caguas, ciudad de Puerto Rico, beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago, que se consagró incansablemente en la renovación de la sagrada liturgia y a la difusión de la fe entre los jóvenes. († 1963)