miércoles, 7 de octubre de 2015

LA VOCACIÓN Y LA MISIÓN DE LA FAMILIA EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO INSTRUMENTUM LABORIS (I PARTE)

SÍNODO DE LOS OBISPOS
___________________________________________________________
XIV ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
LA VOCACIÓN Y LA MISIÓN DE LA FAMILIA
EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
INSTRUMENTUM LABORIS
CIUDAD DEL VATICANO
2015
ÍNDICE
SIGLAS
PRESENTACIÓN
INTRODUCCIÓN
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivenciasEn camino hacia el sacramento nupcial
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)El perdón en el seno de la familia
«El gran río de la misericordia»
El arte del acompañamiento
Los separados y los divorciados fieles al vínculo
Dios nunca abandona
Agilización de los procedimientos e importancia de la fe en las causas de nulidad
La preparación de los agentes y el incremento de los tribunales
Líneas pastorales comunes
La integración de los divorciados vueltos a casar civilmente en la comunidad cristiana
El camino penitencial
La participación espiritual en la comunión eclesial
Matrimonios mixtos y con disparidad de culto
La peculiaridad de la tradición ortodoxa
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
SIGLAS
AAConcilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Apostolicam Actuositatem (18 de noviembre de 1965)
AGConcilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Ad Gentes (7 de diciembre de 1965)
CCCCatecismo de la Iglesia Católica (15 de agosto de 1997)
CiVBenedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009)
DCConsejo Pontificio para los Textos Legislativos, Instrucción Dignitas Connubii (25 de enero de 2005)
DCEBenedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est (25 de diciembre de 2005)
DeVSan Juan Pablo II, Carta Encíclica Dominum et Vivificantem (18 de mayo de 1986)
GSConcilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes (7 de diciembre de 1965)
EdESan Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia (17 de abril de 2003)
EGFrancisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (24 de noviembre de 2013)
ENBeato Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (8 de diciembre de 1975)
FCSan Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (22 de noviembre de 1981)
ILIII Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. Instrumentum Laboris (24 de junio de 2014)
LFFrancisco, Carta Encíclica Lumen Fidei (29 de junio de 2013)
LGConcilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium (21 de noviembre de 1964)
MVFrancisco, Bula Misericordiae Vultus (11 de abril de 2015)
NAConcilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Nostra Aetate (28 de octubre de 1965)
NMISan Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte (6 de enero de 2001)
RMS. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris Missio (7 de diciembre de 1990)
PRESENTACIÓN
Ya se acerca el fin del período intersinodal, durante el cual el Santo Padre Francisco ha confiado a la Iglesia entera la tarea de «madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar» (Discurso para la conclusión de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 18 de octubre de 2014).
Después de haber reflexionado, en la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos de octubre de 2014, sobre Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, la XIV Asamblea General Ordinaria, que tendrá lugar del 4 al 25 de octubre de 2015, tratará el tema La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Así pues, tres momentos íntimamente relacionados marcan el camino sinodal: la escucha de los desafíos de la familia, el discernimiento de su vocación y la reflexión sobre su misión.
A la Relatio Synodi, fruto madurado en la última Asamblea, se agregó una serie de preguntas para conocer la recepción del documento y para solicitar su profundización. En esto consistían los Lineamenta, que fueron enviados a los Sínodos de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris, a las Conferencias Episcopales, a los Dicasterios de la Curia Romana y a la Unión de los Superiores Generales.
Todo el Pueblo de Dios fue invitado a participar en el proceso de reflexión y profundización, al que contribuyó el Santo Padre, quien con sus catequesis semanales sobre la familia en las Audiencias generales, y en otras varias ocasiones, acompañó el camino común. Confirma el renovado interés por la familia, suscitado por el Sínodo, una amplia atención reservada a ella no sólo en ambientes eclesiales, sino también de parte de la sociedad civil.
A las Respuestas provenientes de los organismos con el derecho a responder, se sumaron otras aportaciones, llamadas Observaciones, de parte de muchos fieles (individuos, familias y grupos). Varios componentes de las Iglesias particulares, organizaciones, agregaciones laicas y otras instancias eclesiales ofrecieron importantes sugerencias. Universidades, instituciones académicas, centros de investigación y estudiosos enriquecieron —y siguen haciéndolo—la profundización de las temáticas sinodales con sus propias Contribuciones —a través de simposios, congresos y publicaciones—, señalando también nuevos aspectos, como solicitaba la “pregunta previa” de los Lineamenta.
El presente Instrumentum Laboris está compuesto por el texto definitivo de la Relatio Synodi integrado con la síntesis de las Respuestas, las Observaciones y las Contribuciones de estudio. Para facilitar la lectura, se debe tener presente que la numeración contiene tanto el texto de la Relatio como las integraciones. El texto original de la Relatio se reconoce por el número entre paréntesis y por el carácter cursivo.
El documento se articula en tres partes, que muestran la continuidad entre las dos Asambleas: La escucha de los desafíos que afronta la familia (I parte) evoca más directamente el primer momento sinodal; El discernimiento de la vocación familiar (II parte) y La misión de la familia hoy (III parte) introducen en el tema del segundo momento, con el propósito de ofrecer a la Iglesia y al mundo contemporáneo estímulos pastorales para una renovada evangelización.
Lorenzo Card. Baldisseri
Secretario General del Sínodo de los Obispos
Vaticano, 23 de junio de 2015
INTRODUCCIÓN
1. (1)El Sínodo de los Obispos reunido en torno al Papa dirige su pensamiento a todas las familias del mundo con sus alegrías, fatigas y esperanzas. En particular, siente el deber de agradecer al Señor la generosa fidelidad con la cual tantas familias cristianas responden a su vocación y misión. Lo hacen con alegría y con fe incluso cuando en el camino familiar encuentran obstáculos, incomprensiones y sufrimientos. A estas familias va el aprecio, el agradecimiento y el aliento de toda la Iglesia y de este Sínodo. En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el sábado 4 de octubre de 2014 en preparación al Sínodo de la familia, el Papa Francisco evocó de manera simple y concreta la centralidad de la experiencia familiar en la vida de todos, expresándose así: «Cae ya la noche en nuestra asamblea. Es la hora en la que se regresa a casa de buen grado para encontrarse en la misma mesa, en el espesor de los afectos, del bien realizado y recibido, de los encuentros que enardecen el corazón y lo hacen crecer, buen vino que anticipa en los días del hombre la fiesta sin ocaso. Es también la hora más fuerte para quien se encuentra cara a cara con su propia soledad, en el crepúsculo amargo de sueños y proyectos destrozados: cuántas personas arrastran sus días en el callejón ciego de la resignación, del abandono, si no del rencor; en cuántas casas ha faltado el vino de la alegría y, por lo tanto, el sabor —la sabiduría misma— de la vida... De unos y de otros nos hacemos voz esta noche con nuestra oración, una oración para todos».
2. (2) Regazo de alegrías y pruebas, de afectos profundos y de relaciones a veces heridas, la familia es una auténtica “escuela de humanidad”(cfr. GS, 52), de la que se percibe fuertemente la necesidad. A pesar de las numerosas señales de crisis de la institución familiar en los diversos contextos de la “aldea global”, el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia, experta en humanidad y fiel a su misión, a anunciar sin descanso y con profunda convicción el “Evangelio de la familia” que las fue encomendado con la revelación del amor de Dios en Jesucristo e ininterrumpidamente enseñado por los Padres, los Maestros de espiritualidad y el Magisterio de la Iglesia. La familia asume para la Iglesia una importancia del todo particular y en un momento en que se invita a todos los creyentes a salir de sí mismos es necesario redescubrir la familia como sujeto imprescindible para la evangelización. El pensamiento va al testimonio misionero de tantas familias.
3. (3)El Obispo de Roma invitó al Sínodo de los Obispos, reunido en su Asamblea General Extraordinaria de octubre de 2014, a reflexionar sobre la realidad de la familia, decisiva y preciosa, para profundizar después la reflexión en la Asamblea General Ordinaria que tendrá lugar en octubre de 2015, así como durante todo el año que transcurrirá entre los dos eventos sinodales. «El convenire in unum alrededor del Obispo de Roma ya es un evento de gracia, en el cual la colegialidad episcopal se manifiesta en un camino de discernimiento espiritual y pastoral»: así describió el Papa Francisco la experiencia sinodal, indicando como tarea escuchar tanto los signos de Dios como los de la historia de los hombres, y vivir la consiguiente doble y única fidelidad a ambos.
4. (4). A la luz de este mismo discurso, hemos reunido los resultados de nuestras reflexiones y conversaciones en las tres partes siguientes: la escucha, para mirar la realidad de la familia hoy, en la complejidad de sus luces y sombras; la mirada fija en Cristo para repensar con renovada frescura y entusiasmo lo que la revelación, transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la belleza y sobre la dignidad de la familia; la confrontación con el Señor Jesús a fin de discernir los caminos para renovar la Iglesia y la sociedad en su compromiso por la familia basada en el matrimonio entre hombre y mujer.
5. Conservando el valioso fruto de la Asamblea anterior, el nuevo paso que nos espera parte de la escucha de las desafíos que debe afrontar la familia para dirigir la mirada a su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. La familia, además de tener que responder a las problemáticas hodiernas, ante todo está llamada por Dios a tomar conciencia, siempre nueva, de su identidad misionera de Iglesia doméstica, también ella “en salida”. En un mundo a menudo marcado por la soledad y la tristeza, el “Evangelio de la familia” es verdaderamente una buena noticia.

I PARTE
LA ESCUCHA DE LOS DESAFÍOS
QUE AFRONTA LA FAMILIA
El contexto sociocultural
6. (5) Fieles a las enseñanzas de Cristo miramos a la realidad de la familia hoy en toda su complejidad, en sus luces y sombras. Pensamos en los padres, los abuelos, los hermanos y hermanas, los familiares próximos y lejanos, y en el vínculo entre dos familias que se crea con cada matrimonio. El cambio antropológico-cultural hoy influye en todos los aspectos de la vida y requiere un enfoque analítico y diversificado. Hay que subrayar ante todo los aspectos positivos: la mayor libertad de expresión y el reconocimiento más amplio de los derechos de la mujer y de los niños, al menos en algunas regiones. Pero, por otra parte, también hay que considerar el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto. A esto se añade la crisis de la fe que afecta a tantos católicos y que a menudo está en el origen de las crisis del matrimonio y de la familia.
El cambio antropológico
7. En la sociedad hodierna se observan disposiciones diferentes. Sólo una minoría vive, sostiene y propone las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre el matrimonio y la familia, reconociendo en estas la bondad del proyecto creador de Dios. Los matrimonios, ya sean religiosos o no, diminuyen y crece el número de separaciones y divorcios.
Se van difundiendo el reconocimiento de la dignidad de toda persona, hombre, mujer y niños, y la toma de conciencia de la importancia de las diferentes etnias y de las minorías; aspectos, estos últimos, que —ya generalizados en numerosas sociedades, no sólo occidentales— se están consolidando en varios otros países.
Se observa, en los más diversos contextos culturales, el miedo de los jóvenes a asumir compromisos definitivos, como el de formar una familia. Más en general, se observa el difundirse de un individualismo extremo centrado en la satisfacción de deseos que no llevan a la plena realización de la persona.
El desarrollo de la sociedad de consumo ha separado sexualidad y procreación. Esta es también una de la causas de la creciente disminución de la natalidad. En algunos contextos está vinculada a la pobreza o a la imposibilidad de acudir la prole; en otros a la dificultad de querer asumirse responsabilidades y a la percepción de que los hijos podrían limitar la libre expansión de uno mismo.
Las contradicciones culturales
8. Las contradicciones culturales que inciden en la familia no son pocas. Se la sigue imaginando como el puerto seguro de los afectos más íntimos y gratificantes, pero las tensiones inducidas por una exasperada cultura individualista de la posesión y del placer generan en ella dinámicas de impaciencia y de agresividad a veces ingobernables. También se podría mencionar una cierta visión del feminismo, que considera la maternidad un pretexto para la explotación de la mujer y un obstáculo a su plena realización. Por otra parte, se observa una tendencia creciente a concebir la generación de un hijo como un instrumento para la afirmación de sí mismos, que hay que obtener con cualquier medio. Por último, cabe recordar las teorías según las cuales se debe afirmar la identidad personal y la intimidad afectiva en una dimensión radicalmente desvinculada de la diversidad biológica entre varón y mujer.
Al mismo tiempo, sin embargo, se quiere reconocer a la estabilidad de una pareja instituida independientemente de la diferencia sexual la misma titularidad de la relación matrimonial intrínsecamente vinculada a los roles paterno y materno, definidos a partir de la biología de la generación. La confusión no ayuda a definir la especificidad social de dichas uniones, mientras que pone en las manos de la opción individualista el vínculo especial entre diferencia, generación e identidad humana. Ciertamente es necesaria una mejor profundización humana y cultural, no sólo biológica, de la diferencia sexual, con la conciencia de que «la remoción de la diferencia […] es el problema, no la solución» (Francisco, Audiencia general, 15 de abril de 2015).
Las contradicciones sociales
9. Eventos traumáticos como los conflictos bélicos, la eliminación de los recursos, los procesos migratorios, inciden de manera creciente en la calidad afectiva y espiritual de la vida familiar y ponen en riesgo las relaciones dentro de la familia. Sus energías materiales y espirituales, con frecuencia, se llevan hasta el umbral de la disolución.
Asimismo se debe hablar, en general, de las graves contradicciones generadas por el peso de políticas económicas desconsideradas, al igual que de la insensibilidad de políticas sociales, incluso en las llamadas sociedades del bienestar. En particular, el peso cada vez mayor del mantenimiento de los hijos, así como el enorme agravamiento de las tareas subsidiarias del cuidado social de enfermos y ancianos, de hecho delegados a las familias, constituyen una auténtica y enorme carga que pesa sobre la vida familiar.
Si se añaden los efectos de una coyuntura económica desfavorable, de naturaleza bastante ambigua, y el creciente fenómeno de la acumulación de riqueza en manos de pocos y de la distracción de recursos que deberían ir destinados al proyecto familiar, el cuadro de empobrecimiento de la familia se perfila todavía más problemático. La dependencia del alcohol, las drogas o el juego de azar a veces es expresión de estas contradicciones sociales y del consiguiente malestar en la vida de las familias.
Fragilidad y fuerza de la familia
10. La familia, comunidad humana fundamental, hoy muestra como nunca antes, precisamente mediante su crisis cultural y social, cuántos sufrimientos procuran su debilitamiento y su fragilidad. Y cuánta fuerza puede encontrar, en sí misma, para encarar la inadecuación y la inoperancia de las instituciones por lo que se refiere a la formación de la persona, la calidad del vínculo social y el cuidado de las personas más vulnerables. Por tanto, es particularmente necesario apreciar adecuadamente la fuerza de la familia, para poder sostener sus fragilidades.

La familia recurso insustituible de la sociedad
11. La familia sigue siendo hoy, y será siempre, el pilar fundamental e irrenunciable de la vida social. En efecto, en ella conviven múltiples diferencias, mediante las cuales se estrechan relaciones, se crece confrontándose y acogiéndose mutuamente entre generaciones. Precisamente de este modo la familia representa un valor fundante y un recurso insustituible para el desarrollo armónico de toda sociedad humana, según afirma el Concilio: «La familia es una escuela de humanidad más rica [...] es el fundamento de la sociedad» (GS, 52). En las relaciones familiares, conyugales, filiales y fraternas todos los miembros de la familia establecen vínculos fuertes y gratuitos, con concordia y respeto recíproco, que permiten superar los riesgos del aislamiento y de la soledad.
Políticas en favor de la familia
12. Se subraya que, puesto que la familia es protagonista de la edificación de la ciudad común y no una realidad privada, son necesarias políticas familiares adecuadas, que la sostengan y la promuevan. Además, se sugiere considerar la relación entre la asistencia social y la acción compensatoria de la familia. Respecto a políticas familiares y a sistemas de asistencia social inadecuados, dicha acción compensatoria redistribuye recursos y tareas para el bien común, contribuyendo a reequilibrar los efectos negativos de la falta de equidad social.
El desafío de la soledad y la precariedad
13. (6) Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones. Asimismo, hay una sensación general de impotencia frente a la realidad socioeconómica que a menudo acaba por aplastar a las familias. Esto se debe a la creciente pobreza y precariedad laboral que a veces se vive como una auténtica pesadilla, o a una fiscalidad demasiado alta que ciertamente no alienta a los jóvenes a contraer matrimonio. Con frecuencia las familias se sienten abandonadas por el desinterés y la poca atención de las instituciones. Las consecuencias negativas desde el punto de vista de la organización social son evidentes: de la crisis demográfica a las dificultades educativas, de la fatiga a la hora de acoger la vida naciente al sentir la presencia de los ancianos como un peso, hasta el difundirse de un malestar afectivo que a veces llega a la violencia. El Estado tiene la responsabilidad de crear las condiciones legislativas y laborales para garantizar el futuro de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de formar una familia.
El desafío económico
14. La vida familiar concreta está en estrecha conexión con la realidad económica. Muchos observan que, en nuestros días, la familia fácilmente sufre múltiples vulnerabilidades. Desde el punto de vista de la economía, los problemas más relevantes son los relacionados con salarios insuficientes, desempleo, inseguridad económica, falta de un trabajo digno y de seguridad en el puesto de trabajo, trata de personas humanas y esclavitud.
En la familia se refleja de modo particularmente agudo el efecto de la falta de equidad económica, que les impide crecer: falta una casa propia; no se engendran hijos; cuando se tienen encuentran dificultades para cursar sus estudios y llegar a ser independientes; se les impide poder hacer planes para el futuro con tranquilidad. A fin de superar esta situación es necesario un cambio estructural de perspectiva de parte de toda la sociedad, como nos recuerda el Papa: «El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo» (EG, 204). Una renovada solidaridad intergeneracional comienza con la atención a los pobres del presente, antes que a los del futuro, teniendo en cuenta en particular las necesidades de las familias.
El desafío de la pobreza y la exclusión social
15. Representan un desafío especialmente importante los grupos sociales, a veces muy numerosos, caracterizados por situaciones de pobreza, no sólo económica sino a menudo cultural, que impiden la realización de un proyecto de vida familiar adecuado a la dignidad de la persona. Es preciso reconocer también que, a pesar de las enormes dificultades, numerosas familias pobres tratan de llevar una vida cotidiana digna, confiando en Dios, que no defrauda y no abandona.
Se ha observado, además, que el sistema económico actual produce diversas formas de exclusión social. Las categorías de personas que se sienten excluidas son varias. Una característica común es que a menudo los “excluidos” son “invisibles” a los ojos de la sociedad. No pocas veces la cultura dominante, los medios de comunicación, las mayores instituciones contribuyen a mantener —o incluso a empeorar— esta “invisibilidad” sistemática. Al respecto, el Papa Francisco se pregunta: «¿Por qué […] nos acostumbramos a ver cómo se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza?». Y responde: «Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia» (Discurso a los participantes en el Encuentro mundial de los Movimientos populares, 28 de octubre de 2014).
La exclusión social debilita la familia y llega a ser una seria amenaza para la dignidad de sus miembros. Es especialmente preocupante la condición de los hijos, los cuales es como si a priori fueran castigados a causa de la exclusión y, con frecuencia, trágicamente marcados de por vida por privaciones y sufrimientos. Se trata de auténticos “huérfanos sociales”.
El desafío ecológico
16. Desde el punto de vista de la ecología, los problemas relevantes derivan de un acceso insuficiente al agua de parte de muchas poblaciones, degradación del medio ambiente, hambre y malnutrición, terrenos incultos o devastados, cultura del “usar y tirar”. Las situaciones descritas inciden, con frecuencia duramente, en las dinámicas de la vida familiar y su serenidad.
Por tales razones, y gracias también al impulso del Papa Francisco, la Iglesia promueve y colabora en vista de un profundo replanteamiento de la orientación del sistema mundial, mediante una cultura ecológica capaz de elaborar un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad. Puesto que todo está íntimamente conexo, es necesario profundizar los aspectos de una “ecología integral” que incluya tanto las dimensiones medio ambientales como las humanas, sociales y económicas, para el desarrollo sostenible y la salvaguardia de la creación.
Capítulo III
Familia e inclusión
La tercera edad
17. Muchos destacan la condición de las personas en edad avanzada en el seno de las familias. En las sociedades evolucionadas el número de ancianos tiende a aumentar, mientras que decrece la natalidad. El recurso que representan los ancianos no siempre se aprecia de manera adecuada. Como recordó el Papa Francisco: «El número de ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado lo suficiente para hacerles espacio, con justo respeto y concreta consideración a su fragilidad y dignidad. Mientras somos jóvenes, somos propensos a ignorar la vejez, como si fuese una enfermedad que hay que mantener alejada; cuando luego llegamos a ancianos, especialmente si somos pobres, si estamos enfermos y solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada a partir de la eficiencia, que, como consecuencia, ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar» (Audiencia general, 4 de marzo de 2015).
18. La condición de los abuelos en la familia requiere una atención peculiar. Ellos constituyen el anillo de conjunción entre las generaciones, que asegura la transmisión de tradiciones y de costumbres en las cuales los más jóvenes pueden encontrar sus propias raíces. Además, con frecuencia, de manera discreta y gratuita, garantizan una preciosa ayuda económica a los esposos jóvenes y se hacen cargo de los nietos, a los que también transmiten la fe. Muchas personas, especialmente en nuestros días, pueden reconocer que precisamente a sus abuelos deben su iniciación a la vida cristiana. Esto testimonia que en la familia, en el sucederse de las generaciones, la fe se comunica y se custodia, lo que la convierte en una herencia insustituible para los nuevos núcleos familiares. A los ancianos corresponde, por tanto, un sincero tributo de reconocimiento, de aprecio y de hospitalidad, de parte de los jóvenes, de las familias y de la sociedad.
El desafío de la viudez
19. La viudez es una experiencia particularmente difícil para quien ha vivido la elección matrimonial y la vida familiar como un don en el Señor. Sin embargo, a los ojos de la fe también presenta algunas posibilidades para valorar. Así por ejemplo, algunos, cuando les toca vivir esta dolorosa experiencia, muestran que saben volcar sus energías todavía con más entrega en los hijos y los nietos, y encuentran en esta experiencia de amor una nueva misión educativa. El vacío que deja el cónyuge fallecido, en cierto sentido, se colma con el afecto de los familiares, quienes valoran a las personas viudas y les permiten de este modo custodiar la preciosa memoria de su matrimonio. En cambio, en el caso de quienes no cuentan con la presencia de familiares a los que dedicarse y de los cuales recibir afecto y cercanía, la comunidad cristiana debe sostenerlos, con particular atención y disponibilidad, sobre todo si son personas viudas en condiciones de indigencia.
La última etapa de la vida y el luto en familia
20. Las personas en edad avanzada son conscientes de que se encuentran en la última fase de la existencia. Su condición repercute en toda la vida familiar. El hecho de tener que afrontar la enfermedad, que con frecuencia acompaña el prolongarse de la vejez, y sobre todo la muerte, sentida como próxima y experimentada en la pérdida de las personas más queridas (el cónyuge, los familiares, los amigos) constituyen los aspectos críticos de esta edad, que exponen a la persona y a toda la familia a la redefinición de su equilibrio.
Valorar la fase conclusiva de la vida hoy es todavía más necesario, ya que —por lo menos en los países ricos— se trata de cancelar de todos los modos posibles el momento del tránsito. Frente a una visión negativa de este período —que considera sólo los aspectos de decadencia y progresiva pérdida de capacidades, autonomías y afectos—, se puede afrontar los últimos años valorizando el sentido del cumplimiento y la integración de toda la existencia. Así también es posible descubrir una nueva declinación de lo que significa generar, ofreciendo una herencia ante todo moral a las nuevas generaciones. La dimensión de la espiritualidad y de la trascendencia, unida a la cercanía de los miembros de la familia, constituyen recursos esenciales para que también la vejez esté llena de un sentido de dignidad y de esperanza.
Por otra parte, exigen una atención especial las familias que pasan por la prueba de la experiencia del luto. Cuando la pérdida concierne a niños y jóvenes, el impacto sobre la familia es particularmente lacerante.
El desafío de la discapacidad
21. Es preciso dirigir una mirada especial a las familias de las personas con discapacidad, en las cuales dicho handicap —que irrumpe improvisamente en la vida— genera un desafío, profundo e inesperado, y desbarata los equilibrios, los deseos y las expectativas. Esto determina emociones contrastantes que hay que gobernar y elaborar, a la vez que impone tareas, urgencias y necesidades nuevas, funciones y responsabilidades diferentes. La imagen familiar y todo su ciclo vital se ven profundamente turbados. Sin embargo, la familia podrá descubrir, junto con la comunidad cristiana a la que pertenece, habilidades distintas, competencias imprevistas, nuevos gestos y lenguajes, formas de comprensión y de identidad, en el largo y difícil camino de acogida y cuidado del misterio de la fragilidad.
22. Este proceso, de por sí extraordinariamente complejo, llega a ser todavía más arduo en las sociedades en las que sobreviven formas despiadadas de estigma y de prejuicio, que impiden el encuentro fecundo con la discapacidad y el florecer de la solidaridad y el acompañamiento comunitario. En realidad este encuentro puede constituir, para cada uno y para toda la comunidad, una ocasión preciosa para crecer en la justicia, el amor y la defensa del valor de toda vida humana, a partir del reconocimiento de un profundo sentido de comunión en la vulnerabilidad. Cabe esperar que, en una comunidad realmente acogedora, la familia y la persona con necesidades especiales no se sientan solas y descartadas, sino que reciban alivio y sostén, especialmente cuando las energías y los recursos familiares disminuyen.
23. A este propósito, hay que considerar el desafío llamado del “después de nosotros”: pensamos en las situaciones familiares de pobreza y soledad, o en el reciente fenómeno según el cual, en las sociedades económicamente más avanzadas, el aumento de la esperanza de vida permitirá a las personas con discapacidad, con una alta probabilidad, sobrevivir a sus padres. Si la familia logra aceptar con los ojos de la fe la presencia de personas con discapacidad, podrá también ayudarles a no vivir su discapacidad solamente como un límite y a reconocer su valor diferente y original. De este modo, se garantizará, defenderá y valorará la calidad posible de toda vida, individual y familiar, con sus necesidades, su derecho a igual dignidad y oportunidades, a servicios y cuidados, a compañía y afectividad, a espiritualidad, belleza y plenitud de sentido, en cada fase de la vida, desde su concepción hasta el envejecimiento y su fin natural.
El desafío de las migraciones
24. Despierta preocupación en muchos el efecto sobre la familia del fenómeno migratorio, que atañe, en modalidades diversas, a poblaciones enteras en varias partes del mundo. El acompañamiento de los migrantes exige una pastoral específica, dirigida tanto a las familias en migración como a los miembros de los núcleos familiares que permanecen en los lugares de origen; esto se debe llevar a cabo respetando sus culturas, así como la formación religiosa y humana de la que provienen. Hoy el fenómeno migratorio conlleva trágicas heridas para masas de individuos y familias en “excedencia” de distintas poblaciones y territorios, que buscan legítimamente un futuro mejor, un “nuevo nacimiento”, cuando se da el caso de que donde nacieron no es posible vivir.
25. Las varias situaciones de guerra, persecución, pobreza, desigualdad, habitualmente motivo de la migración, junto con las peripecias de un viaje que a menudo pone en peligro incluso la vida, marcan traumáticamente a las personas y sus sistemas familiares. El proceso migratorio, en efecto, inevitablemente lacera las familias de los migrantes por las múltiples experiencias de abandono y división: en numerosos casos el cuerpo familiar se ve dramáticamente desmembrado entre quien se marcha para abrir camino y quien se queda a la espera de un regreso o de una reunificación. Quienes se marchan extrañan su tierra y su cultura, su lengua, los vínculos con la familia ampliada y con la comunidad, el pasado y el tradicional desarrollo del propio camino de vida.
26. El encuentro con un nuevo país y una nueva cultura es todavía más difícil cuando no encuentran condiciones de auténtica acogida y aceptación, que respeten los derechos de todos y ofrezcan una convivencia pacífica y solidaria. El sentido de desorientación, la nostalgia de los orígenes perdidos y las dificultades de una auténtica integración —que pasa por la creación de nuevos vínculos y la planificación de una vida que enlace pasado y presente, culturas y geografías, lenguas y mentalidades diferentes—hoy, en muchos contextos, no se han superado y desvelan sufrimientos nuevos incluso en la segunda y tercera generación de familias inmigrantes, alimentando fenómenos de fundamentalismo y de rechazo violento de la cultura del país de acogida.
Un recurso muy valioso para superar estas dificultades es precisamente el encuentro entre familias, y con frecuencia un papel clave en los procesos de integración lo desempeñan las madres, compartiendo la experiencia del crecimiento de sus hijos.
27. Por otra parte, las experiencias migratorias resultan especialmente dramáticas y devastadoras, tanto para las familias como para las personas, cuando tienen lugar fuera de la legalidad, cuando las sostienen los circuitos internacionales de la trata de personas, cuando conciernen a los niños no acompañados, cuando obligan a paradas prolongadas en lugares intermedios entre un país y otro, entre el pasado y el futuro, y a permanencias en campos de prófugos o centros de acogida, en los cuales no es posible iniciar un camino de arraigo ni delinear el propio nuevo porvenir.
Algunos desafíos peculiares
28. (7) Existen contextos culturales y religiosos que plantean desafíos particulares. En algunas sociedades todavía está en vigor la práctica de la poligamia y en algunos contextos tradicionales la costumbre del “matrimonio por etapas”. En otros contextos permanece la práctica de los matrimonios combinados. En los países en que la presencia de la Iglesia Católica es minoritaria son numerosos los matrimonios mixtos y de disparidad de culto, con todas las dificultades que conllevan respecto a la configuración jurídica, al bautismo y a la educación de los hijos y al respeto mutuo desde el punto de vista de la diversidad de la fe. Estos matrimonios corren el riesgo del relativismo o de la indiferencia, pero a su vez pueden representar una buena posibilidad para favorecer el espíritu ecuménico y el diálogo interreligioso en una armoniosa convivencia de comunidades que viven en el mismo lugar. En numerosos contextos, y no sólo occidentales, se está ampliamente difundiendo la praxis de la convivencia que precede al matrimonio, así como convivencias no orientadas a asumir la forma de un vínculo institucional. A esto se añade a menudo una legislación civil que compromete el matrimonio y la familia. A causa de la secularización en muchas partes del mundo la referencia a Dios ha disminuido fuertemente y la fe ya no es un hecho socialmente compartido.
La familia y los niños
29. (8) Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente en algunos países, y muchos los que después crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar ampliado o reconstituido. El número de divorcios es creciente y no es raro el caso de opciones determinadas únicamente por factores de orden económico. Con frecuencia los niños son motivo de contienda entre los padres y además los hijos son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. Los padres a menudo están ausentes —no sólo por causas económicas— precisamente allí donde se percibe la necesidad de que ellos asuman más claramente la responsabilidad de los hijos y de la familia. Todavía es preciso defender y promover la dignidad de la mujer. En efecto, hoy en muchos contextos ser mujer es objeto de discriminación, y con frecuencia se penaliza el don de la maternidad en lugar de presentarlo como un valor. Tampoco hay que olvidar los crecientes fenómenos de violencia de los que son víctimas las mujeres, a veces lamentablemente también en el seno de las familias, ni la grave y difundida mutilación genital de la mujer en algunas culturas. Por otro lado, la explotación sexual de la infancia constituye una de las realidades más escandalosas y perversas de la sociedad actual. Asimismo, en las sociedades golpeadas por la violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la presencia del crimen organizado, se dan situaciones familiares deterioradas y sobre todo en las grandes metrópolis y en sus periferias crece el llamado fenómeno de los niños de la calle. Las migraciones, por su parte, representan otro signo de los tiempos que hay que afrontar y comprender con toda la carga de consecuencias sobre la vida familiar.
El papel de las mujeres
30. Desde diversas partes se ha observado que los procesos de emancipación de la mujer han puesto muy bien de relieve su papel determinante en el crecimiento de la familia y de la sociedad. Sin embargo, sigue siendo cierto que la condición femenina en el mundo está sujeta a grandes diferencias que derivan principalmente de factores culturales. No se puede pensar que situaciones problemáticas se resuelvan fácilmente con el fin de la emergencia económica y la llegada de una cultura moderna, como demuestran las difíciles condiciones de las mujeres en varios países de reciente desarrollo.
En los países occidentales la emancipación femenina requiere una redefinición de las tareas de los cónyuges en su reciprocidad y en la común responsabilidad respecto a la vida familiar. En los países en vías de desarrollo, a la explotación y la violencia ejercidas sobre el cuerpo de las mujeres y a la fatiga que se les impone incluso durante el embarazo, a menudo se añaden abortos y esterilizaciones forzadas, así como las consecuencias extremadamente negativas de prácticas conexas con la procreación (por ejemplo, alquiler del útero o mercado de los gametos embrionales). En los países avanzados, el deseo del hijo “a toda costa” no ha llevado a relaciones familiares más felices y sólidas, sino que en muchos casos de hecho ha agravado la desigualdad entre mujeres y hombres. La esterilidad de la mujer representa, según los prejuicios presentes en varias culturas, una condición socialmente discriminatoria.
Puede contribuir al reconocimiento del papel determinante de las mujeres una mayor valorización de su responsabilidad en la Iglesia: su intervención en los procesos de decisión; su participación, no sólo formal, en el gobierno de algunas instituciones; su participación en la formación de los ministros ordenados.

La importancia de la vida afectiva
31. (9) Frente al cuadro social delineado, en muchas partes del mundo, se observa en los individuos una mayor necesidad de cuidar la propia persona, de conocerse interiormente, de vivir mejor en sintonía con las propias emociones y los propios sentimientos, de buscar relaciones afectivas de calidad. Esta justa aspiración puede abrir al deseo de comprometerse en construir relaciones de entrega y reciprocidad creativas, solidarias y que responsabilicen, como las familiares. El peligro individualista y el riesgo de vivir en clave egoísta son relevantes. El desafío para la Iglesia es ayudar a los esposos a una maduración de la dimensión emocional y al desarrollo afectivo promoviendo el diálogo, la virtud y la confianza en el amor misericordioso de Dios. El pleno compromiso que se requiere en el matrimonio cristiano puede ser un fuerte antídoto a la tentación de un individualismo egoísta.
La formación de la afectividad
32. Se requiere que las familias se sientan responsables directamente de la formación afectiva de las generaciones jóvenes. La velocidad con la cual tienen lugar los cambios de la sociedad contemporánea hace más difícil el acompañamiento en la formación de la afectividad para la maduración de toda la persona. Este hecho exige también agentes pastorales que estén formados apropiadamente, que posean no sólo un conocimiento en profundidad de la Escritura y de la doctrina católica, sino que a su vez estén dotados de instrumentos pedagógicos, psicológicos y médicos adecuados. El conocimiento de la psicología de la familia será una ayuda para transmitir la visión cristiana de modo eficaz: se debe comenzar este esfuerzo educativo ya con la catequesis de la iniciación cristiana.
Fragilidad e inmadurez afectivas
33. (10). En el mundo actual no faltan tendencias culturales que parece que impongan una afectividad sin límites de la que se quieren explorar todos los aspectos, incluso los más complejos. De hecho, la cuestión de la fragilidad afectiva es de gran actualidad: una afectividad narcisista, inestable y cambiante que no siempre ayuda a los sujetos a alcanzar una mayor madurez. Preocupa una cierta difusión de la pornografía y de la comercialización del cuerpo, favorecida entre otras cosas por un uso desequilibrado de Internet, al igual que hay que denunciar la situación de las personas que se ven obligadas a practicar la prostitución. En este contexto, a menudo los cónyuges se sienten inseguros, indecisos y les cuesta encontrar los modos para crecer. Son numerosos los que suelen quedarse en los estadios primarios de la vida emocional y sexual. La crisis de los esposos desestabiliza la familia y a través de las separaciones y los divorcios puede llegar a tener serias consecuencias para los adultos, los hijos y la sociedad, debilitando al individuo y los vínculos sociales. Asimismo, el descenso demográfico, debido a una mentalidad antinatalista y promovido por las políticas mundiales de salud reproductiva, no sólo determina una situación en la cual el sucederse de las generaciones ya no está asegurado, sino que se corre el riesgo de que con el tiempo lleve a un empobrecimiento económico y a una pérdida de esperanza en el futuro. El avance de las biotecnologías también ha tenido un fuerte impacto sobre la natalidad.
El desafío bioético
34. Desde varias partes se señala que la llamada revolución biotecnológica en el campo de la procreación humana ha introducido la posibilidad técnica de manipular el acto de engendrar, convirtiéndolo en independiente de la relación sexual entre hombre y mujer. De este modo, la vida humana así como la paternidad y la maternidad se han convertido en realidades componibles y descomponibles, sujetas principalmente a los deseos de los individuos o de las parejas, no necesariamente heterosexuales y regularmente casadas. En los últimos tiempos este fenómeno se ha presentado como una novedad absoluta en el escenario de la humanidad, y está adquiriendo una difusión cada vez mayor. Todo esto tiene profundas repercusiones en la dinámica de las relaciones, en la estructura de la vida social y en los ordenamientos jurídicos, que intervienen para tratar de regular prácticas que ya están en curso y situaciones diferenciadas.
El desafío para la pastoral
35. (11) En este contexto la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza. Es preciso partir de la convicción de que el hombre viene de Dios y, por tanto, de que una reflexión capaz de volver a proponer las grandes preguntas acerca del significado del ser hombres, encontrará un terreno fértil en las expectativas más profundas de la humanidad. Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana también en este tiempo marcado por el individualismo y el hedonismo. Hay que acoger a las personas con su existencia concreta, saber sostener su búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia, incluso en quien ha experimentado el fracaso o se encuentra en las situaciones más disparatadas. El mensaje cristiano siempre lleva en sí mismo la realidad y la dinámica de la misericordia y de la verdad, que en Cristo convergen.
36. En la formación a la vida conyugal y familiar, los agentes pastorales deberán tener en cuenta la pluralidad de las situaciones concretas. Por una parte, es preciso promover realidades que garanticen la formación de los jóvenes al matrimonio, pero por otra, es preciso seguir a quienes viven sin formar un nuevo núcleo familiar y con frecuencia permanecen vinculados a la familia de origen. También los esposos que no pueden tener hijos deben ser objeto de una atención pastoral particular de parte de la Iglesia, que los ayude a descubrir el designio de Dios sobre su situación, al servicio de toda la comunidad.
Hay una solicitud, ampliamente compartida, de que se precise que con la categoría de “lejanos” no cabe entender una realidad de excluidos o de alejados: se trata de personas amadas por Dios y a ellas la Iglesia desea llegar con su acción pastoral. Es necesario tener hacia todos una mirada de comprensión, considerando que las situaciones de distancia de la vida eclesial no siempre son queridas, con frecuencia son inducidas y a veces incluso sufridas, a causa de los comportamientos de terceros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario