martes, 6 de octubre de 2015

San Adalberón de Würzburg - San Artaldo de Belley - Beatos Juan Hashimoto, Tecla, Luisa, Marta y 48 compañeros 06102015

San Adalberón de Würzburg

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En el monasterio de Lambach, en Baviera, muerte de san Adalberón, obispo de Würzburg, que, por defender la Sede Apostólica, tuvo que sufrir mucho por parte de los cismáticos y, expulsado varias veces de su sede, pasó en paz sus últimos años en dicho monasterio de Lambach, que él mismo había fundado.




San Artaldo de Belley

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San Artaldo de Belley, monje y obispo
En la Cartuja de Arvières, en la Borgoña, fundada por él mismo, san Artaldo, obispo de Belley. Tenía cerca de noventa años cuando, a su pesar, fue elegido obispo, aunque a los dos años renunció y volvió a la vida monástica, donde falleció a la edad de ciento seis años.
Artaldo nació en el castillo de Sothonod de Saboya. A los dieciocho años se trasladó a la corte del duque Amadeo III. Uno o dos años más tarde, ingresó en la cartuja de Portes. Al cabo de muchos años, siendo ya sacerdote y muy avanzado en experiencia y santidad, fue enviado por el prior de la Gran Cartuja a fundar un monasterio de su orden en Valromey, en Saboya. El sitio lleva el significativo nombre de «el Cementerio». Ahí se estableció Artaldo con seis monjes originarios de Portes. Poco después de la fundación, el fuego consumió el monasterio, de suerte que san Artaldo tuvo que recomenzar la obra. Para ello escogió otro sitio, a orillas del río Arviéres, donde edificó pronto un nuevo monasterio. Pero la celda de un cartujo era demasiado estrecha para la inmensa fama de que gozaba ya entonces el santo: el Papa acostumbraba consultarle, como a su maestro san Bruno; y la diócesis de Belley le eligió obispo a los ochenta años de edad, a pesar de sus vehementes protestas.

Dos años después, consiguió que el pueblo aceptase su renuncia y volvió jubilosamente a Arviéres, donde pasó el resto de su vida. Próximo a su muerte fue a visitarle san Hugo de Lincoln, el cual, cuando era prior de la cartuja de Witham, había movido a Enrique II de Inglaterra a favorecer la cartuja de Arviéres. La «Magna vita» de san Hugo, recuerda que éste reprendió bondadosamente a san Artaldo cuando el fundador de Arviéres le preguntó las últimas noticias políticas en presencia de sus monjes. El culto de san Artaldo, a quien los cartujos veneran simplemente como beato, fue confirmado en 1834 para la diócesis de Belley. El santo murió a los 105 años de edad.

En Acta Sanctorum, oct., vol. III, hay una breve biografía medieval; puede verse un relato más completo en Dom le Couteulx, Annales Ordinis Cartusiensis, vols. II y III.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




Beato Juan Hashimoto

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Beatos Juan Hashimoto, Tecla, Luisa, Marta y 48 compañeros, mártires
En Miyaco, Kyoto, beatos Juan Hashimoto, Samurai, Tecla, su esposa, Luisa, Marta, hijas suyas, y sus otros cuatro hijos, y 44 compañeros, la mayoría gente común, varias de ellas madres jóvenes con sus hijos, todos mártires.

El gran martirio de Miyaco (Kyoto), 6 de octubre de 1619 (cincuenta y dos mártires)

Este es uno de los martirios numerosos, o masivos, de Japón. En el martirio de Kyoto murieron cincuenta y dos cristianos quemados vivos: un samurai de alto rango, Juan Hashimoto con su esposa Tecla, encinta, y sus seis hijos, de entre tres y doce años; la mayoría eran gente sencilla del pueblo, madres jóvenes con sus hijos, que vivían agrupados en una calle de Kyoto («calle de los que creen en Dios») y que habían sido atendidos anteriormente por misioneros y catequistas, también martirizados posteriormente, algunos ya beatificados. Las madres martirizadas ofrecían a sus hijos pequeños: «¡Señor Jesús, recibe a estos niños!». Todo el grupo siguió la misma suerte: encarcelados en diversas fechas, orando y cantando en la cárcel, crucificados y quemados todos juntos, afirmaron su fe. Constan los nombres de cada uno y su testimonio cristiano y martirial, algunas familias enteras. El samurai Juan fue un apoyo para todos.

Destaca el martirio de Tecla, en medio de las llamas, sujeta a la cruz con tres hijos pequeños, consolándolos, apretando a la más pequeña, Luisa, de tres años, entre sus brazos, mientras los otros tres ardían en la cruz próxima. Destaca también la actitud martirial de la niña Marta, de siete años, que quedó ciega en la cárcel y a quien los mismos guardias quisieron liberar haciéndola apostatar; la niña Marta respondió profesando la fe en nombre de todos y pudo morir junto a su madre.

El martirio fue contemplado por numerosos cristianos y miles de paganos. De este martirio quedan numerosos testimonios, incluso de un anticatólico —trabajador de la compañía inglesa de Hirado, quien también describe la muerte y oración de Tecla con sus hijos— y de los archivos civiles japoneses. El martirio fue divulgado de inmediato en Occidente, gracias a la carta anual de Rodrigues Giram, del año 1619 —el mismo año del martirio—, que tomó los datos de la relación del padre Benito Fernández, mártir dos años después.

fuente: «L`Osservatore Romano»
 

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