- San Domino de Parma | |
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En la ciudad llamada Julia (hoy Fidenza), en el territorio de Parma, en la vía Claudia, san Domino, mártir.
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Santa Publia de Antioquia | |
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Santa Publia, monja
En Antioquia de Siria, conmemoración de santa Publia, quien, al morir su marido, entró en un monasterio. En este lugar, mientras cantaba con sus compañeras vírgenes las palabras del salmo «los ídolos de los gentiles son oro y plata» y «sean semejantes los que los hacen», fueron escuchadas por el emperador Juliano el Apóstata, que pasaba por allí, quien ordenó que la abofeteasen y reprendiesen con aspereza.
El historiador Teodoreto dice que Publia era una dama de buena familia de Antioquía que quedó viuda. Entonces reunió en su casa a cierto número de vírgenes y viudas que deseaban consagrarse a las prácticas de piedad en la vida común. El año 362, Juliano el Apóstata fue a Antioquía a preparar su campaña contra Persia. Un día, al pasar frente a la casa de Publia, Juliano se detuvo a escuchar el canto de las divinas alabanzas. Las religiosas cantaban en el oratorio el salmo 115 y Juliano alcanzó a distinguir las palabras: «Los ídolos de los gentiles son de oro y plata y están hechos por mano de hombre: no tienen boca y no pueden hablar». También oyó distintamente el versículo que dice: «Que los que construyen los ídolos y todos los que ponen su confianza en ellos sean como sus dioses». Juliano lo interpretó como un insulto personal y mandó que las religiosas se callasen y no volviesen a cantar nunca. Publia contestó por sus compañeras, citando el salmo 68: «Dios se levantará y destruirá a sus enemigos». Entonces Juliano mandó llamar a Publia y ordenó a los guardias que la golpeasen, a pesar de su sexo y su aspecto venerable. Pero ni así consiguió el emperador que las religiosas dejasen de cantar y se dice que tenía la intención de condenarlas a muerte al volver de la campaña de Persia. Pero Juliano no volvió nunca de esa campaña, de suerte que Publia y sus compañeras acabaron su vida en paz.
Véase Acta Sanctorum, oct., vol. IV, donde se cita el relato de Teodoreto (Hist. Eccles., III, 19).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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San Sabino de Bigorre | |
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San Sabino, eremita
En la región de Bigorre, a los pies de los Pirineos, san Sabino, eremita, que ilustró la vida monástica en Aquitania.
Se venera a san Sabino como el apóstol del Lavedán, región de los Pirineos en cuyos confines se halla situada Lourdes. Según la leyenda, Sabino, que nació en Barcelona, fue educado por su madre. A los pocos años, el niño pasó a Poitiers a continuar su educación bajo la dirección de su tío Eutilio, quien le nombró tutor de su primo, más joven que él. El ejemplo y las palabras de Sabino hicieron tanto bien a su primo, que el joven escapó de su casa e ingresó en el monasterio de Ligugé. Eutilio y su esposa rogaron a Sabino que emplease su influencia para hacer volver a su hijo; pero Sabino se negó a ello, citando las palabras del Evangelio en las que el Señor nos manda amarle más que a nuestro padre y a nuestra madre. Acto seguido, Sabino comunicó a sus tíos que él también estaba decidido a tomar el hábito en Ligugé.
Más tarde, san Sabino abandonó el monasterio para vivir en la soledad. Primero estuvo en Tarbes, y más tarde se dirigió al monasterio de Palatium Aemilianum, en el Lavedán. Fronimio, el abad del monasterio, le designó un sitio en las montañas de los alrededores y el santo se construyó allí una celda. Luego se metió a vivir a un pozo, y cuando Frominio le dijo que sus austeridades rayaban en la exageración, el santo le respondió que cada cristiano debía hacer penitencia por sus pecados en la forma particular que Dios le pide. San Sabino predicaba a los campesinos de los alrededores, tanto con la palabra como con el ejemplo de su vida penitente, y obró numerosos milagros. Por ejemplo, en cierta ocasión en que un campesino le reprendió ásperamente porque cruzaba su campo para ir a traer agua de la fuente, el santo la hizo brotar de la roca para no ofender a su vecino. Y una noche, como la yesca se le había acabado, encendió una tea, con el fuego de su propio corazón. Sólo tenía una túnica, que le duró doce inviernos y doce veranos.
Al recibir el aviso del cielo acerca de su próxima muerte, Sabino mandó llamar a los monjes y entregó el alma rodeado por ellos y por los campesinos de los alrededores. Su cadáver fue sepultado en la abadía, que más tarde tomó su nombre, así como la aldea próxima, que todavía se llama Saint-Savin-de-Tarves.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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