Santa Columba, virgen y mártir
fecha: 31 de diciembre
†: c. 272 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
†: c. 272 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
En Sens, de la Galia Lugdunense, santa Columba, virgen
y mártir.
patronazgo: protectora contra las enfermedades
de los ojos, y para pedir la lluvia.
Santa Columba de Sens fue una de las mártires más
famosas de toda la Edad Media y su culto tuvo una amplia difusión. Sin embargo,
la información histórica sobre ella está teñida de leyenda, la misma «Passio»
está llena de lugares comunes, típicos de las hagiografías áureas de los
primeros mártires. Columba es presentada como perteneciente a una noble familia
pagana de España, que vivió en el siglo tercero; para escapar del culto a los
dioses, abandonó la familia y se fue a la Galia, primero a Vienne, donde
recibió el bautismo, y a continuación, a Sens. Parece que su verdadero nombre
era Eporita, pero que fue llamada Columba (Paloma) por su inocencia.
En Sens fue arrestada como cristiana a causa de la
persecución en todo el Imperio Romano; encontrándose en la ciudad el emperador
Aureliano Lucio Domicio (270-275), fue llevada ante él, quien en su intento de
hacerla renunciar a la virginidad cristiana llegaría a proponerle matrimonio
con su propio hijo. Pero entonces, irritado por su negativa, ordenó encerrarla
en el anfiteatro, en una «ccelda meretricia», pero cuando se presentó un joven
para abusar de ella, un oso del anfiteatro intervino para protegerla, dando al
hombre a la fuga. Dado que ninguno de los soldados quería intervenir más,
Aureliano enfurecido ordenó que tanto la virgen como el oso fuesen quemados
vivos, pero una nube de África, trajo una providencial lluvia que apagó el
fuego ya preparado, mientras que el oso escapó a través hacia los campos. El
Emperador obstinado condenó ahora a Colomba a la decapitación, después de un
último intento de hacerla cambiar su fe. La niña, de sólo dieciséis años, fue
martirizada no lejos de Sens y fue sepultada por un hombre que había recuperado
la vista invocando su intercesión. Todo esto se cuenta como sucedido en la
segunda mitad del siglo III, entre los años 270 y 275, en referencia al
emperador Aureliano, que se encontraba en Sens para sus guerras en la Galia.
Veneradísima en la Francia de la época, el rey Lotario
III, en el 620, fundó sobre la tumba de la santa la famosa abadía de
Sainte-Colombe-les-Sens. En el 623 el obispo de Sens, san Lupo (m.
623) deseó ser enterrado a los pies de la mártir, en el año 853 el obispo
Wessilone, al consagrar la nueva iglesia se encontró con las reliquias de los
dos santos, los envolvió en una preciosa tela oriental, cuyos restos se
encuentran en el siglo XIX, y se conservan en el tesoro de la catedral de Sens.
La iglesia abacial fue construida por tercera vez en 1164 y consagrada por el
Papa Alejandro III, pero fue destruida en 1792, en la Revolución Francesa. Los
restos del complejo de la abadía y la iglesia fueron adquiridos en 1842 por las
Hermanas de la Santa Infancia de Jesús y María, que construyeron allí su Casa
Madre, preservando los restos de la cripta. Sin embargo las reliquias de santa
Colomba ya habían sido trasladadas en 1803 a la catedral de Sens.
Hay numerosas iglesias dedicadas a la santa mártir, en
Francia, España, Países Bajos, Alemania e Italia, donde el culto era
particularmente popular en Rimini. Según las tradiciones locales, algunos
comerciantes que navegaban por el Adriático, llevaban consigo una reliquia de
la cabeza de Santa Columba, pero se vieron obligados a desembarcar en Rimini,
donde la reliquia fue recibida por el obispo Stennio y colocada en la catedral.
Santa Columba es invocada para obtener la lluvia y sus atributos iconográficos
suelen ser un oso encadenado, y una pluma de pavo real en lugar de la palma de
los mártires.
Extractado y traducido de un artículo de Antonio
Borrelli. La «Passio», aunque carente de valor histórico, se conserva en
numerosos manuscritos; ver G. Chastel en Ste. Colombe de Sens (1939).
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Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente,
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corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre
del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=4664
can.: pre-congregación
país: Turquía - †: c. 350
país: Turquía - †: c. 350
En Constantinopla, san Zótico, presbítero, que se preocupó de alimentar a los huérfanos.
can.: B: Juan Pablo II 4 oct 1981
país: Francia - n.: 1593 - †: 1659
formas del nombre: Alain
país: Francia - n.: 1593 - †: 1659
formas del nombre: Alain
En la fortaleza de Mercués, cerca de Cahors, en la Francia meridional, tránsito del beato Alano de Solminihac, obispo de Cahors, que con visitas pastorales trabajó por enderezar las costumbres del pueblo, y se empeñó con apostólica insistencia en renovar la Iglesia que tenía encomendada.
Beata Josefina Nicoli, virgen
fecha: 31 de diciembre
n.: 1863 - †: 1924 - país: Italia
canonización: B: Benedicto XVI 3 feb 2008
hagiografía: Vaticano
n.: 1863 - †: 1924 - país: Italia
canonización: B: Benedicto XVI 3 feb 2008
hagiografía: Vaticano
En Cagliari, Italia, beata Josefina Nicoli, virgen,
religiosa de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Josefina Nicoli nació en Casatisma (Pavía, Italia) el
18 de noviembre de 1863. Era la quinta de diez hijos de una familia de clase
media y de profunda fe. Cursó la escuela primaria con las religiosas agustinas,
en Voghera; y estudió magisterio en Pavía. Su deseo secreto, que la impulsó a
realizar estos estudios, era el de dedicarse a la educación de niños pobres en
un tiempo en el que era muy alto el porcentaje de analfabetismo entre la gente
de menos recursos. Este deseo fue madurando, sobre todo, a través de la
experiencia del dolor, que visitó su familia con la muerte de algunos de los
hijos, entre ellos Juan, de quien Josefina se había convertido en su servicial
enfermera personal. En medio de estas situaciones dolorosas aprendió a
considerar el valor de la vida y la fragilidad de las cosas humanas.
Josefina era querida por todos, su carácter dulce era
un don natural; y un sacerdote de Voghera, don Giacomo Prinetti, su director
espiritual, la guió en el camino de la perfección del espíritu, mientras
maduraba la llamada a consagrar su vida a Dios. El 24 de septiembre de 1883, a la
edad de veinte años, ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San
Vicente de Paúl, en la casa «San Salvario» de Turín, donde hizo el postulantado
y el noviciado. Recibió el hábito propio de la Compañía en París, en una
ceremonia que tuvo lugar en la Casa madre de las Hijas de la Caridad.
En el año 1885 fue trasladada a Cerdeña. Su primera
misión, que acogió con gran entusiasmo, fue la de enseñar en el «Conservatorio
de la Providencia» de Cágliari. La experiencia educativa entre niñas pobres la marcó
de forma especial. Durante este tiempo no se limitó a mirar sólo lo que sucedía
entre los muros del conservatorio, sino que intensificó cada vez más su unión
con el Señor crucificado en medio de las vicisitudes cotidianas. En el año
1886, la ciudad de Cágliari fue azotada por la epidemia del cólera, y sor
Josefina, juntamente con sus hermanas del conservatorio, se dedicó, en los
momentos que le quedaban libres después del horario escolar, a socorrer a las
familias pobres de la ciudad, organizando «cocinas económicas» que pusieron a
disposición de las autoridades civiles. Este servicio le permitió salir al
encuentro de los muchachos abandonados por las calles de Cágliari, enseñándoles
el catecismo en los encuentros que programaba los domingos. Más tarde organizó
a los muchachos en una asociación que llamó «Los Luisitos», estimulándolos a
vivir en actitud de ayuda fraterna y educándolos a una sana sociabilidad que, a
muchos de ellos, los condujo a cambiar de vida.
Después de casi quince años de activa vida apostólica
en Cágliari, en el año 1889 fue trasladada al orfanato de Sássari. También allí
desarrolló un amplio proyecto apostólico, organizando diversas instituciones
orientadas siempre al servicio hacia los pobres. Se preocupó por la formación
de escuelas de catequesis que cada domingo reunían a cerca de 800 niños, y,
sobre todo, dedicó muchas de sus energías a dar vida a la «Escuela de religión»
para las jóvenes universitarias, con el fin de prepararlas para ser buenas
maestras en la fe, y así contrarrestar la masonería que se difundía por Sássari
y trataba de debilitar la presencia de los católicos en la ciudad.
En los proyectos de la divina Providencia, le espera
un nuevo destino: Turín (1910-1913). Por sus dotes organizativas la nombraron
ecónoma provincial, y un tiempo después pasó a ser directora de la casa de
formación de las Hijas de la Caridad, misión a la que se dedicó con gran
entrega. Se enfermó gravemente de tuberculosis y fue trasladada a Cerdeña -con
gran dolor para el consejo provincial-, ya que el clima de las islas era
favorable para su salud. De regreso a Sássari, en el año 1914, reinaba un
ambiente hostil a causa del anticlericalismo. Su permanencia en las islas
mejoró el estado de su salud, pero comenzó su calvario interior. Una serie de
malentendidos y falsos testimonios por parte de la administración del orfanato
obligaron a los superiores a trasladarla nuevamente. Sor Josefina estaba a
completa disposición, aceptando en silencio la humillación más grande que
hubieran podido hacerle: la declararon incapaz de administrar el orfanato. Ante
esta situación se repetía a sí misma: «Josefina, esto te viene muy bien.
Aprende a ser humilde». La Providencia la condujo en la última etapa de su vida
al Asilo de la Marina, en Cágliari.
En su nuevo destino, se encontró en medio de un barrio
superpoblado, ubicado en las cercanías del puerto, y donde la pobreza alcanzaba
índices muy altos, haciendo que las condiciones de vida fueran muy precarias. A
los niños, por ser pobres, se les negaba el derecho a la educación, lo que
favorecía los malos comportamientos. En el contacto directo con la pobreza
material descubrió heridas aún más secretas: las de la pobreza moral y
espiritual. Su celo apostólico la impulsó nuevamente a salir al encuentro de
los jóvenes, enseñándoles el catecismo, y orientando a quienes emigraban de las
zonas rurales a la ciudad. Fundó la primera sección en Italia de la «Pequeña
obra de Luisa de Marillac». Formó también el primer grupo de la Acción Católica
femenina en Cágliari. Pero a quienes dedicó gran parte de sus iniciativas
apostólicas, como una bondadosa y paciente madre, fue a los llamados «muchachos
de la cesta», un grupo numeroso que vagaba por la ciudad, sobre todo en las
cercanías del mercado de la ciudad, llevando consigo su instrumento de trabajo:
una cesta; y se ganaban su sustento llevando equipajes de la estación al
puerto.
La caridad fue la norma de su vida, y en cada
circunstancia hizo realidad su constante deseo de entregarse al Señor,
formulando, desde edad muy temprana, como un firme propósito: «Deseo ser toda
suya». En el último año de su vida, no obstante todo el bien realizado, se
repitió la situación de calvario al ser calumniada ella y su obra en el Asilo
de la Marina. Como en otras ocasiones, sor Josefina aceptó en silencio cuanto
acontecía, y el testimonio de su vida llevó al funcionario que la calumnió a
retractarse y reconocer su error. La caridad humilde que testimonió hizo que el
funcionario difamador se acercara a su lecho de muerte, y ella, sonriendo, lo
perdonó. Murió en Cágliari, a causa de una bronco-pulmonía, el 31 de diciembre
de 1924; el funeral se celebró el día 1 de enero. Su muerte -dijo una hermana
de la comunidad- fue «la corona de una vida íntegra y la prueba de una virtud
practicada de modo heroico».
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