San Matías, apóstol
fecha: 14 de mayo
fecha en el calendario anterior: 24 de febrero
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
fecha en el calendario anterior: 24 de febrero
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Fiesta de san Matías, apóstol, que siguió al Señor Jesús desde el
bautismo de Juan hasta el día en que Cristo subió a los cielos y, por esta
razón, después de la Ascensión del Señor fue puesto por los apóstoles en el
lugar que había ocupado Judas, el traidor, para que, formando parte del grupo
de los Doce, fuese testigo de la Resurrección.
Patronazgos: patrono de Tréveris (que dice tener sus reliquias) y otras ciudades
europeas, de los constructores, carpinteros, ebanistas, herreros, carniceros,
porquerizos, sastres y confiteros; de los chicos que comienzan la escuela,
protector contra la viruela, la tos ferina, y para pedir la fecundidad
matrimonial.
Oración: Oh Dios, que quisiste agregar a san Matías al colegio de los
apóstoles, concédenos, por sus ruegos, que podamos alegrarnos de tu
predilección al ser contados entre tus elegidos. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Ver más información en: Los Doce
Clemente de Alejandría, basándose en la
tradición, afirma que san Matías fue uno de los setenta y dos discípulos que el
Señor envió a predicar durante su ministerio; Eusebio y san Jerónimo confirman
dicha tradición. Los Hechos de los Apóstoles (1,15ss.) nos dicen que Matías
acompañó al Salvador, desde el Bautismo hasta la Ascensión. Cuando san Pedro
decidió proceder a la elección de un nuevo Apóstol para remplazar a Judas, los
candidatos, escogidos entre los más dignos, fueron un tal José, y Matías.
Después de pedir a Dios que dirigiese la elección, los Apóstoles sortearon los
dos nombres; la elección recayó sobre Matías, quien pasó a formar parte del
grupo de los Doce. El Espíritu Santo descendió también sobre él en Pentecostés
y Matías se entregó celosamente a su misión. Clemente de Alejandría afirma que
se distinguió principalmente por la insistencia con que predicaba la necesidad
de mortificar la carne para dominar la sensualidad, y él mismo practicaba esta
lección que había aprendido de Jesucristo.
Según la tradición, san Matías predicó
primero en Judea y después en otros países. Los griegos sostienen que
evangelizó la Capadocia y las costas del Mar Caspio, que sufrió muchas
persecuciones y vejaciones de parte de los pueblos bárbaros donde misionó y que
obtuvo finalmente la corona del martirio en Cólquida. No existen datos ciertos
sobre la forma en que fue martirizado, pero los «Menaia» griegos y otras
fuentes legendarias sostienen que fue crucificado. Se dice que su cuerpo estuvo
mucho tiempo en Jerusalén y que santa Elena lo trasladó a Roma, y de allí
llegaron a Tréveris (Trier), en Alemania, ciudad y diócesis de la que es
patrono.
Aparte del breve pasaje de los Hechos de
los Apóstoles, no existe ninguna otra fuente fidedigna sobre San Matías, pero
su nombre aparece frecuentemente en la literatura apócrifa. El «Acta de Andrés
y Matías en la ciudad de los caníbales» es una novela griega que data, según
algunos autores, del siglo II, y alcanzó gran difusión. Existen traducciones de
dicha obra en sirio, armenio y copto. Orígenes conoció además un evangelio
apócrifo de Matías; se ha discutido mucho acerca de la identidad de ese
evangelio con las «Tradiciones de Matías», de las que Clemente de Alejandría
cita una o dos frases. Su fiesta tradicionalmente se ubicaba el 24 de febrero,
pero por caer siempre en Cuaresma, se optó -en la nueva distribución del
calendario santoral- por trasladarlo al 14 de mayo, que siempre cae dentro del
tiempo pascual.
Hasta aquí lo que, con apenas retoques,
leemos en el Butler, uno de los que con más sobriedad cuentan los hechos,
escasísimos, que conocemos. Las «tradiciones» de las que se hace eco Clemente
de Alejandría deben tomarse siempre con cierta prevención crítica, ya que es
autor muy dado a confundir tradición con habladurías ocasionales; es verdad que
cuando nos faltan fuentes, uno se aferra a lo que sea. Pero posiblemente deba
resistirse el impulso de querer saberlo todo sobre todos los detalles de la Iglesia
inicial.
Lo que la cuestión de Matías plantea, a mi
entender, es el modo como la Iglesia inicial vivió la compleja cuestión de la
apostolicidad: por un lado, apóstol es todo «enviado oficial», «enviado en
nombre de...», cargo que existía ya en las sinagogas; y en ese sentido, en
tanto Jesús envió a muchos, no sólo a los Doce, sino a todo bautizado, todos
somos apóstoles. Sin embargo, despunta un uso especial del término, por
ejemplo, en Pablo, cuando dice «no me envió Dios a bautizar sino a anunciar...»,
Pablo siente que su envío tiene algo de especial, y lo signa con el título de
«apóstol», e incluso en nombre de esa autoconciencia apostólica escarnece a
quienes creen que el título es una especie de título nobiliario, «esos que se
creen superapóstoles». ¿Quiénes serán esos, tomados en el caso de esta cita de
Pablo, negativamente? ¡pues, los Doce! un tercer uso, más específico, yo diría
ultraespecífico y ultraproblemático, fue esto de llamar «apóstoles» a un grupo
especial que representaba cierta elección directa de Jesús, y que tenía como
condición -lo vemos en Matías- el haber estado con Jesús en su vida pública y
ser testigo de la resurrección.
Evidentemente el «Colegio de los Doce»,
esa institución tan propia de la Iglesia inicial, no podía durar. Incluso
aunque supusiéramos que cuando se fueran muriendo uno por uno, los hubieran
reemplazado echando suertes -cosa que no ocurrió-, necesariamente se acabaría
cuando muriera el último que pudiera ser testigo presencial. Los Doce eran
esencialmente una institución provisoria. Por supuesto que los obispos son
herederos de los Apóstoles, y que la colegialidad episcopal retoma la
colegialidad de los Doce, eso no lo discuto; sin embargo los Doce como tal, el
hecho de que deban ser doce y no trece ni cinco, y mucho menos una cantidad
enorme e indiscernible, fue una institución pasajera, tal vez duró poquitísimo
tiempo. Y sin embargo sirvió como molde y modelo a la «apostolicidad». Hasta
tal punto que un libro más bien tardío, el Apocalipsis, escrito cuando seguramente
la institución de los Doce ya no existía, hablará de los Doce como realidades
simbólicamente ligadas a las Doce tribus (que tampoco existieron mucho tiempo,
dicho sea de paso).
Los Doce, y la necesidad de elegir a
Matías para completar el número, nos hace pensar en cuánto desconocemos de la
Iglesia inicial, cuánta hipótesis -a veces incluso aventurada- debemos hacer.
En cuán trascendente y misteriosa es la Iglesia inicial respecto de la misma
Iglesia en cualquier otro momento de la historia. Identidad y a la vez
no-identidad; fidelidad a un proyecto de Jesús para su Iglesia, y a la vez
necesidad de recrear las formas cada vez de nuevo, aunque no partiendo de cero,
precisamente porque allí está, modelando e iluminando, la realidad irrepetible
de la Iglesia inicial.
Bibliografía: cualquier obra que trate de
Hechos de los Apóstoles o de la apostolicidad de Pablo se topa, por fuerza, con
la problemática cuestión de los Doce, como institución efímera históricamente y
perenne simbólicamente. Por mi parte recomiendo, precisamente porque no divaga
sino que trata lo poco que sabemos históricamente, el apartado dedicado a Los
Doce, en «Comentario Bíblico San Jerónimo», tomo V, pp. 752 y ss. como sección
dentro de «Aspectos del pensamiento neotestamentario», ediciones Cristiandad,
1970, (se consigue en la Biblioteca de ETF). La sección en cursiva de esta
hagiografía es, como queda dicho, casi literal del Butler, con poca adaptación
a la nueva fecha de la fiesta.
El cuadro es «El apóstol san Matías» de Rubens, siglo XVII, en el Museo del Prado de Madrid.
El cuadro es «El apóstol san Matías» de Rubens, siglo XVII, en el Museo del Prado de Madrid.
Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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