sábado, 15 de junio de 2019

¿Todo lo que tiene el Padre es mío? (Domingo de la Santa Trinidad en el Ciclo C (16.06.2019): Juan 16,12-15) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) (Domingo 29º de Mateo (16.06.2019): Mateo 16,1-12).


Suerte y Salud para quien lee, celebra, contempla y medita en un nuevo domingo de la liturgia.
En el recorrido de nuestras semanas llega una fiesta que no sé muy bien si está en su sitio, en su sentido y en la experiencia de fe de quienes la proclaman. El nombre de la fiesta es 'Santísima Trinidad'. 

Una Trinidad que es Padre, Hijo y Espíritu. Tres en uno. Tres personas y una sola divinidad. ¿Divinidad humana? ¿Alguienes tan especiales como el hielo ardiente de la soledad sonora o cualquier otro oxímoron literario, recurso del lenguaje, o manera de no decir nada de lo que tanto se ignora?

¿Cuesta tanto imaginar nuestra directa y humana experiencia y realidad natural? ¿No somos cada ser humano hijos de un padre y de una madre? ¿Existe acaso otra trinidad más sencilla, humana y encarnada? ¡Madre, Padre, Hijo! 

La contemplación sistemática de un espíritu vestido de paloma me desconcierta personalmente y no acabo de comprender lo que tanto investigador creyente siglo tras siglo afirma sin complejo alguno: un padre, un hijo y una paloma-espíritu. Y por no seguir hablando, nada digo de aquel recurso vegetal del trébol... 

Lo voy a dejar donde siempre estuvo todo esto, en el misterio. El tiempo me irá llevando de la mano hasta el misterio y de este tiempo me fío. Así de sereno y así de normal. 

Y en esta solemnidad trinitaria ha tocado comentar el texto de Mateo donde se habla de una señal con la que, al parecer de este Evangelista, Jesús estaba muy identificado: La señal de Jonás. 

Sí, aquel Jonás del pez monstruoso y que espero que nadie confunda con el Rafael del pez pescado. La señal de Jonás es muy central para entender a Jesús, siempre según este Evangelista Mateo. 

Me provoca un respeto muy grande pensar en asuntos políticos, y más si estos asuntos son de alcance internacional... Pero creo que esta 'señal de Jonás' tiene profundas y explícitas connotaciones de política internacional, de convivencia de pueblos con pueblos, sobre todo cuando se trata de pueblos conquistados y de pueblos conquistadores. 

Me detengo aquí que ya es más que suficiente con esto y con lo del misterio trinitario para una sola semana. Que tengas buena lectura de los comentarios. Los tienes a continuación. 
Hasta dentro de poco y en junio...    
   
Domingo de la Santa Trinidad en el Ciclo C (16.06.2019): Juan 16,12-15
¿Todo lo que tiene el Padre es mío? Lo medito y escribo CONTIGO: 

Éste es el texto del Evangelio del domingo 16 de junio de nuestro año de 2019: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”  (Juan 16,12-15).

Ya dejamos atrás la Ascensión y Pentecostés. Celebraremos el próximo domingo la fiesta llamada ‘El Cuerpo de Cristo’ y este domingo será la fiesta de ‘La Santísima Trinidad’. Así se la suele llamar oficialmente en el dogma, teología y liturgia de la Religión Católica, aunque tal nombre esté ausente del texto de los libros del Nuevo Testamento de nuestras Biblias. Ningún Evangelista escribió la expresión de este dogma: ‘Santísima Trinidad’. Fue Tertuliano la primera persona en dejar escrito el nombre de ‘Trinidad’ en el año 215 después de Cristo.

En el texto que se nos propone para la lectura y meditación el Evangelista Juan, el último de los cuatro, cita explícitamente al Padre (16,15) y al Espíritu (16,13) determinado por la expresión ‘de la verdad’. Y quien habla en este texto es el propio Jesús de Nazaret, curiosamente, en la sobrecena de la noche del lavatorio de los pies. ¿Podría aceptarse que ahí y de esa manera se estaba haciendo presente la Santísima Trinidad, dogma central del Catecismo Católico?

Acabo de escribir que estas palabras que se nos leerán en esta fiesta del domingo se las ha colocado el cuarto Evangelio en la boca de su Jesús de Nazaret en el larguísimo discurso de despedida de la última cena. ¿Cómo es posible que ninguno de los tres Evangelios Sinópticos, y más antiguos, no haya conservado nada de cuanto se habló en aquellos discursos de la cena?

Digo algo más: La inmensa mayoría de los especialistas de la investigación bíblica afirman que los capítulos decimoquinto, decimosexto y decimoséptimo fueron añadidos posteriormente a la redacción original del cuarto Evangelio. Es decir, el mensaje que se nos leerá en la celebración de la fiesta de la Trinidad no es un mensaje de Jesús de Nazaret, sino que una comunidad de creyentes y seguidores de Jesús de finales del siglo primero se lo atribuyeron a la persona de Jesús en quien creían. Así lo creían ellos, así lo escribieron y así nos ha llegado.

He subrayado en negrita una expresión que me da mucho en qué pensar de manera crítica. ¿Quién es quién para haberse metido en los adentros de la persona de Jesús de Nazaret para atreverse a decir una afirmación tan categórica como “todo lo que tiene el Padre es mío? Sólo este Jesús del cuarto Evangelio hablaba así. Cada vez se ve con más claridad que con el paso de los días, de los años y de los siglos la divinización del hijo de José y de María ha ido empapando-difuminando toda su humana humanidad.

¿No será cierto que la verdad profunda que se esconde tras los ropajes del mito de esta santa trinidad es la humana experiencia que todos llevamos dentro de ser hijos de un padre y de una madre, tres personas distintas, una familia humana, y una realidad como lo es ‘el ser persona’?
Carmelo Bueno Heras

Domingo 29º de Mateo (16.06.2019): Mateo 16,1-12.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

Estamos leyendo las últimas tareas de la misión de Jesús de Nazaret por Galilea que nos está compartiendo el Evangelista Mateo: “Se acercaron los fariseos y saduceos y le pidieron a Jesús con mala idea: Muéstranos una señal que venga del cielo. Él les respondió... Los dejó plantados y se marchó” (Mateo 16,1-4).

Antes de comentar el asunto de esta señal que se le pide a Jesús quiero indicar que el relato del Evangelista continúa con otro asunto relacionado con varios temas de los que ya escribió este narrador. Este va a ser el penúltimo o el último mensaje de la evangelización en sus tierras de Galilea: “Jesús les dijo a sus seguidoras y seguidores: ¡Atención! Mucho cuidado con la levadura del pan de los fariseos y saduceos...” (Mt 16,5-12).

Quiero también recordar aquí que conviene leerse ahora el capítulo vigesimotercero  completo de este mismo Evangelio. Las personas de las que se habla y con quienes se habla en estos contextos son las mismas. Y los mensajes de estos relatos se acaban comprendiendo con la sola lectura de los mismos y sin otro criterio de interpretación que la relación de los textos como si se tratara de la relación entre las personas. Relacionar relatos es relacionar personas...

Situados ya en este contexto de relaciones, comento la cuestión de ‘la señal y de la levadura’. Si el lector se siente curioso y crítico constatará que el Evangelista Marcos ya habló de este asunto de ‘la señal’ que le piden a Jesús gentes perversas e idólatras (Mc 8,11-13). En Marcos, Jesús no comenta ni comparte señal alguna. En Mateo se nos dice: “No existe otra señal que la de Jonás” (Mt 16,4). Y para mí lector de ahora, ¿cuál fue entonces esta señal de Jonás?

El motivo de esta pregunta que acabo de hacerme ha despertado en muchos investigadores bíblicos el proyecto de su tesis doctoral en asuntos de estudios bíblicos. Y hay respuestas bien diversas. La señal de Jonás es el barco, ‘multirreligioso’, en el que viajaba rumbo a España (la Tarsis del occidente y del acabamiento de la tierra, para los judíos). La señal de Jonás es el embravecimiento del mar que sólo se calmó cuando Yavé Dios quiso.  La señal de Jonás es su pez salvador del naufragio...   La señal de Jonás es la predicación de la conversión, el ricino que nace y se seca... Pero hay otra señal desconcertante en el viejo mito del Jonás de este Israel.

La señal de Jonás es la utopía de un judío herético que piensa y cree, desde su humanidad de creyente, que su enemigo el conquistador opresivo y ninivita, también es persona, hijo de hombre, hijo de Dios y por lo tanto ‘otro yo’ humano, amigo, hermano, cercano, prójimo en definitiva. Así lo ha experimentado Jesús en su encuentro con la mujer cananea (Mt 15,21-28).

¿No es esta ‘señal’ de Jonás la comida que alimenta la experiencia de la fe de Jesús de Nazaret, según nos cuenta el Evangelista Mateo? ¿No es esta misma ‘señal’ la que impulsa a este Jesús a gritar por dos veces a los suyos aquel profético y humanizador ‘dadles vosotros de comer’ de las dos multiplicaciones de la comida que nos cuenta el Evangelista?  ¿No es esta señal de Jonás la levadura que ha fermentado la evangelización de Jesús en su tierra de Galilea y que está encontrando la incomprensión entre sus propios seguidores de ayer, de hoy, de siempre?
Carmelo Bueno Heras

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