San Teófilo de Antioquía, obispo
fecha: 13 de octubre
†: s. II - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: J. Quasten: Patrología
†: s. II - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: J. Quasten: Patrología
Elogio: Conmemoración de san Teófilo, obispo
de Antioquía de Siria, varón muy erudito, que ocupó esta sede como sexto
sucesor de san Pedro y compuso un libro para defender la fe ortodoxa contra el
hereje Marción.
Según Eusebio de Cesarea (Hist. Eccl. IV,20),
Teófilo fue el sexto obispo de Antioquía de Siria. De sus escritos se deduce
claramente que nació cerca del Eufrates, de familia pagana, y que recibió
educación helenística. Se convirtió al cristianismo siendo de edad madura, tras
largas reflexiones y después de un estudio concienzudo de las Escrituras.
Relata su conversión de esta manera: «No seas, pues, incrédulo, sino cree.
Porque tampoco yo en otro tiempo creía que ello hubiera de ser; mas ahora, tras
haberlo bien considerado, lo creo, y porque juntamente leí las sagradas
Escrituras de los santos profetas, quienes, inspirados por el Espíritu de Dios,
predijeron lo pasado tal como pasó, lo presente tal como sucede y lo por venir
tal como se cumplirá. Teniendo, pues, la prueba de las cosas sucedidas después
de haber sido predichas, no soy incrédulo, sino que creo y obedezco a Dios.»
De sus obras se han conservado únicamente
los tres libros Ad Autolycum. Debió de componerlos poco después del
año 180, porque el libro tercero da una cronología de la historia del mundo que
llega hasta la muerte de Marco Aurelio (17 de marzo de 180). El autor defiende
el cristianismo contra las objeciones de su amigo Autólico. Habla de la esencia
de Dios, a quien sólo pueden ver los ojos del alma: Dios, en efecto, es visto por
quienes son capaces de mirarle, si tienen abiertos los ojos del alma. Porque
todos tienen ojos; pero hay quienes los tienen obscurecidos y no ven la luz del
sol. A sí mismos y a sus ojos deben echar los ciegos la culpa... Como un espejo
brillante, así de pura debe tener su alma el hombre. Apenas el orín toma al
espejo, ya no puede verse en él la cara del hombre; así también, apenas el
pecado está en el hombre, ya no puede éste contemplar a Dios.
Trata, además, de las contradicciones
internas de la idolatría y de la diferencia que hay entre el honor tributado al
emperador y la adoración debida a Dios: «Por ello, más bien honraría yo al
emperador, si bien no adorándole, sino rogando por él. Adorar, sólo adoro al
Dios real y verdaderamente Dios, pues sé que el emperador ha sido creado por
Él.»
También opone las enseñanzas de los
profetas, inspirados por el Espíritu Santo, a la necedad de la religión pagana
y a las doctrinas contradictorias de los poetas griegos, como Homero y Hesíodo,
en lo que atañe a Dios y al origen del mundo. Al final, el autor cita algunas
instrucciones de los profetas sobre la manera recta de honrar a Dios y encauzar
la vida. Es interesante advertir que, entre estas instrucciones, Teófilo no
duda en aducir también la autoridad de la Sibila. De esta manera nos ha
conservado dos largos fragmentos de sus oráculos, que no se hallan en ningún
otro manuscrito de los Oracula Sibyllina. Estos dos fragmentos constan de
ochenta y cuatro versos, y ensalzan en términos sublimes la fe en un solo Dios.
Aparte de los tres libros Ad Autolycum,
Teófilo compuso, según Eusebio, un tratado contra la herejía de Hermógenes, una
obra contra Marción y «algunos escritos catequéticos». Jerónimo (De vir. ill.
25) menciona, además de los tratados catequéticos, dos obras más de Teófilo,
los Comentarios al Evangelio y Sobre los Proverbios de Salomón. En otro lugar
(Ep. 121,6,15) habla Jerónimo de una concordancia evangélica. Teófilo es el
primer escritor que enseña claramente la inspiración del Nuevo Testamento.
Extractado de la Patrología de Quasten,
tomo I.
fuente: J. Quasten: Patrología
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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