Investigar para vivir, siempre para vivir
Comentario primero:
2025, 06.07. Domingo 14º del TO Ciclo C: Lucas 10,1-12 y 10,17-20. Leo y escribo Contigo:
Hablar y hacer igual que hablaba y hacía Jesús
Para el primer domingo de julio también tenemos un ‘relato recortado’ del evangelio de Lucas. Tendríamos que leernos los primeros veinte versículos del capítulo décimo de este Evangelio. Pero ya vemos por la cita que les transcribo que los versículos 13-16 no se nos leerán. ¿Son versículos malditos? Son versículos marginados. Me he permitido colocar uno de estos en lugar bien destacado, como se puede leer en el encabezamiento de este comentario.
Me voy a repetir las expresiones de este versículo hasta aprendérmelas de memoria. Me suenan mucho y bien. Son expresiones que no están dichas para los llamados ‘Doce’ apóstoles, sino para los ‘Setenta y dos’ seguidores de Jesús de Nazaret. Después de leer estas expresiones tantas veces tengo la seguridad de que este mensaje es idéntico al mensaje que sale también de labios de Jesús en la conflictiva cena de despedida. Escribo juntas ambas expresiones para caer mejor en la cuenta de las semejanzas: “Quien a vosotros os escucha a mí me escucha” (Lucas 10,16) y “Haced esto en memoria mía” (Lucas 22,19). Hablar y hacer igual que hablaba y hacía Jesús.
Cuando leo esto medito con sentido crítico y escribo: ¿Por qué, en ‘la interpretación’ de la Iglesia de la segunda expresión, se ha institucionalizado un sacramento? ¿Por qué no se ha institucionalizado otro sacramento en algún momento de la historia de la Iglesia al interpretar la primera expresión? ¿Lo que se dijo para los ‘Setenta y dos’ es de menor categoría que lo que se cree que se dijo a los ‘Doce’? ¿Quién y por qué nos enseña a leer tan discriminadamente? Una vez más y con estos pequeños datos del Evangelio y su recepción en el seno de la Iglesia, voy comprendiendo que durante siglos estuviera prohibida la lectura de la buena noticia del Evangelio a la gente laical. Es decir, a quien no fuera sacerdote, obispo, cardenal o papa.
Por haber sido arrojado este versículo 10,16 del Evangelio de Lucas al silencio del olvido o a las sombras de la marginación me pareció oportuno dedicarle la mayor parte de este comentario.
Y estoy convencido de que las personas que enseñan a leer y meditar las palabras de esta Palabra hacen como este Jesús de Nazaret de Lucas que leía ante los suyos las palabras de la Ley y les enseñaba a interpretarlas. Por eso hablaba tan claro y tan enfrentadamente sobre la Religión judía del Templo, de la Ley y del Sacerdocio. Sé que estas afirmaciones les suenan mucho a quienes leen estos comentarios. Lo repito tanto, porque así de ‘tanto’ creo en ellas y en esto.
En el final de este del comentario subrayo, como lo hace el relato, la misión evangelizadora que Jesús dejó en manos de sus seguidores y, por ello, también en nuestras propias manos. Tanto la misión de Jesús como la de cuantos creemos en él no fue redimir de nada a nadie y menos a través del sufrimiento, que tan arraigado estuvo todo esto en las entrañas religiosas de Israel y en las de la historia de la teología de la católica iglesia de la Roma vaticana.
La misión de Jesús es anunciar como constante lluvia fina, suave y buena que el Reino está en cada uno, dentro de cada uno, en todos (Lucas 10,9). El narrador sembró la semilla del Reino en la abundante tierra de su Evangelio y más ahora que Jesús y los suyos andan de camino subiendo a Jerusalén. Esta semilla del Reino no estaba en el Templo ni en la Ley (10,23-24; 11,28; 16,16; 17,20-21…). Esta semilla solo arraiga dentro de uno, como la luz, como el amor.
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 03.07.2016. También en Madrid, 06.07.2025.
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 32ª (06.07.2025): Lucas 11,1-36.
La señal del profeta Jonás coincide con la acción del samaritano del relato de Lucas
En la lectura del relato de Lucas hemos llegado al capítulo undécimo. Esté número de orden no lo escribió su narrador. Este Evangelio, como los otros tres Evangelios de nuestras Biblias, no tenía esos numeritos que llamamos capítulos y versículos. Los Evangelistas escribieron y trataron de aprovechar bien el material que usaban para su escritura. Estoy queriendo decir con este apunte que lo importante para la comprensión del mensaje del Evangelista es su texto, y no nuestras numeraciones, divisiones o catalogaciones del relato.
Al comenzar la lectura continuada del texto seleccionado (Lucas 11,1-36) para este comentario encontramos una vez más esta expresión: “Y sucedió que…” (11,1). Y lo que va a suceder, según el narrador Lucas, es un asunto importante y que tiene que ver con las varias caras que posee siempre la realidad que contemplamos. Esta cuestión primera es ‘la oración’: “Enséñanos a orar, como enseñó Juan a los suyos…” (11,1-13).
El mensaje de Lucas sobre la oración de Jesús no es pequeño. Al leer encontramos la llamada ‘Oración de el padrenuestro’ y sus consecuencias. Necesitaríamos más de una página de comentario para aclararnos sobre este asunto. Debemos, por honradez de pensamiento, leer el relato de Mateo 6,9-13. No estamos ante el mismo ‘padrenuestro’. Hay varias, y no pequeñas, diferencias entre ambos narradores. Y, ¿por qué razones esta ‘oración de Jesús’ no aparece ni en Marcos ni en Juan? Me quedo ahora con este interrogante: ¿Qué es la oración?
¿Orar tiene que ver, para Lucas, con expulsar demonios? Me pregunto esto porque este asunto de ‘los demonios’ está dentro de las relaciones de los humanos con sus dioses (Lucas 11,14-28). ¿Qué es orar? ¿Orar es expulsar demonios? ¿Los demonios son mudos? ¿Qué hay dentro de la persona cuando se ora y cuando no se ora? Y en este contexto de las preguntas nos sorprende la bienaventuranza que sólo este Lucas pone en boca de una mujer y que su Jesús de Nazaret completa tan sorprendentemente. Dichosa tu madre, le dice una mujer. Y dichosos tú y tú, por pertenecer a un padre que habla (11,27-28).
El narrador Lucas, sin más, me vuelve a sorprender como lector al decirme que hay alguien más que los discípulos del verso 11,1, “habiéndose reunido gente, Jesús les dijo: sois una generación malvada… y no se os dará otra señal que la del profeta Jonás” (Lc 11,29-32). Otra nueva página sería necesaria para explicar despacio aquella narración y mensaje del profeta Jonás que tanto tiene que ver con la oración, los demonios, el dios en quien se cree y… ¡las decisiones políticas! Añado: comprender a Jonás me recuerda tanto… ¡al samaritano bueno!
Aquel viejo Jonás de la tradición de Israel decidió huir a Tarsis y decidió ser arrojado al mar embravecido y decidió evangelizar en Nínive. Y decidió… Decidió siempre desde sus adentros en cada una de las encrucijadas de su vida. Decidió, como está sugiriendo a sus lectores el Evangelizador de Jesús de Nazaret llamado Lucas: “Mira, en consecuencia, que la luz que hay en ti no sea oscuridad” (Lc 11,33-36).
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