¿El santo Cristo, la santa Cruz y los... crucificados?
Comentario primero: En la fiesta de la exaltación de la santa cruz o...
2025, 14 de septiembre. Domingo 24º T.O. C: Lucas 15,1-32. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:
La parábola de ‘aquel padre’ y de sus dos hijos
Este capítulo decimoquinto del llamado Evangelio de Lucas es uno de los textos que casi todo el mundo conoce, no de memoria, y sabe qué se cuenta en él. Aun así, me tomo la libertad de copiar el inicio que escribió el Evangelista: “Todos los que recaudaban impuestos para Roma y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle. Los fariseos y los maestros de la Ley murmuraban: Este anda con pecadores y come con ellos. Entonces Jesús les dijo esta parábola” (Lucas 15,1-3).
Subrayo en estos versículos del texto dos datos del lenguaje que ahí se expresan. El primer dato es la palabra ‘todos’ (creo que en el griego del evangelio se dice ‘panta’). Es tan enorme la exageración que no puede ser una verdad matemática. No es concebible que ‘todos’ los recaudadores de impuestos se acercaran a Jesús mientras iba de camino a Jerusalén acompañado por seguidores sorprendidos ante la cantidad de personas. Y no sólo se acercaron estos recaudadores, sino ‘todos’ los pecadores. Es decir, todas las personas que no fueran judías y todos aquellos judíos que habían roto con alguna de las leyes de la Torá de Moisés.
Y hay más personas que se acercan. Está presente ese ‘todos’ cuando se alude a los fariseos y los maestros de la Ley que se atreven a murmurar o denunciar ante el propio Jesús por lo que hace. En esta murmuración se expresan los dos gestos blasfemos que realiza Jesús: acoge a pecadores, anda con ellos. Y yo añado, porque puedo imaginármelo, que también los saluda, los abraza, los perdona. Y los invita a comer o se deja invitar por ellos. Este comer con pecadores y extranjeros rompe de manera herética y blasfema toda norma, moral o tradición de la Religión del Israel de Moisés y de los Profetas… El escándalo de este nuevo profeta que es Jesús de Nazaret es acoger, perdonar y comer con aquellas gentes rechazadas por la religión y la espiritualidad de su pueblo.
Quiero dedicar este párrafo del comentario a estos dos verbos: comer-perdonar. O perdonar y comer. Están explícitamente citados aquí en Lucas 15,1-3, pero ya nos los ha escrito este Evangelista en otros contextos de su libro, como por ejemplo en el largo relato de Lucas 7,36-50 y en casa del fariseo Simón. Y nadie debe dejar de leer ahora Lucas 7,34-35, donde se cuenta que el propio Jesús de Nazaret dice de sí mismo que es un comilón y un borracho, amigo de los recaudadores de impuestos y de los pecadores. Si este perdonar y comer están tan explícitos aquí y en otros lugares de este Evangelio, ¿quién y por qué convirtió ambas acciones tan naturales en los sacramentos tan divinamente vaciados de la Confesión o Reconciliación y en la santa Misa o Eucaristía?
El segundo de los datos que anunciaba más arriba es la expresión ‘esta parábola’. Creo que se trata de una explícita llamada de atención del narrador para que el lector caiga en la cuenta del dato y piense. Esta parábola, en singular, ¿es la primera (Lucas 15,4-7)? O, ¿la segunda (Lucas 15,8-10)? O, ¿la tercera (Lucas 15,11-32)?
‘Esta parábola’, o las tres, está contada para personas concretas de aquel tiempo y mientras todas ellas van subiendo a Jerusalén para la fiesta más importante de su Religión. Por eso, pienso: si los gestos de perdonar y comer de Jesús se valoraron como blasfemos, ¿su parábola de palabras fue también blasfema? Sí, claro.
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 11.09.2016. También en Madrid, 14.09.2025.
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 40ª (14.09.2025): Lucas 18,1-30.
El llamado Reino está en ‘el niño’ que todos llevamos dentro.
El Evangelista Lucas nos va acercando a su Jesús de Nazaret hacia el final del camino que es Jerusalén. Nos lo recuerda a sus lectores en 18,31, en 19,1, en 19,11 y definitivamente en 19,28. Antes de todo esto nos ha dejado este narrador un relato muy curioso (Lucas 18,1-30). Este largo texto tiene forma de discurso que el narrador pone en boca de su Jesús, tal vez, por desear hablar a sus lectores de cuestiones no sé si sencillas o preñadas de tempestades.
La primera cuestión es la oración: “Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre” (18,1-8) y “Dos hombres subieron al templo a orar” (18,9-14).
La segunda cuestión es la vida eterna: “Uno de los principales le preguntó [a Jesús]: “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna? (18,18-30).
Entre ambas cuestiones, el Evangelista deja a sus lectores otro asunto cargado de inmensa curiosidad humana y teológica: “Le presentaron también [a Jesús] unos niños pequeños para que los tocara. Al ver esto, los discípulos los reprendían. Jesús llamó a los niños y decía: Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios. Os aseguro que quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él (18,15-17).
Estas tres cuestiones –la oración, la vida eterna, el Reino de Dios- son tan sensibles y centrales para la fe en Jesús de Nazaret que, se diga lo que se diga y cómo se diga, siempre habrá acuerdos y desacuerdos entre los comentaristas. Siempre fue así, enfrentamientos.
La cuestión de la oración acaba en el relato de Lucas así: “El que se ensalza será abajado. El que se abaja será levantado” (18,14). ¿Qué es orar? ¿Insistir hasta importunar a su Dios como aquella viuda injustamente tratada o colocarse en el último lugar de todo y callarse ante Dios como el publicano? ¿Qué es orar? ¿Respirar y vivir como el niño que se siente seguro, sereno y querido por nada y por todo? ¿Qué es orar? ¿La liturgia de las horas del coro de los monasterios, el rosario de los devotos o la práctica de las celebraciones sacramentales? ¿Qué es orar? Si alguien tiene la respuesta definitiva por su atesorada experiencia, que hable claro.
La cuestión de la vida eterna acaba en el relato de Lucas así: “Lo imposible para los hombres es posible para Dios” (18,27). ¿Qué es la vida eterna? ¿El cielo de las alturas, morada de la Trinidad, Paraíso que espera la llegada de la consumación de todo, el más allá del éxtasis permanente de la felicidad? ¿Qué es la vida eterna? ¿La vida que no se acaba por ser vida que siempre vive y se transforma? ¿La vida es esto siempre tan mejorable? ¿Por qué hablar tanto de lo que tanto se ignora y más cuando es tan sangrante aquí la distancia entre ricos y pobres?
La cuestión del Reino de Dios, Reinado que dicen otros comentaristas. ¿Qué es ese Reino de Dios? ¿Qué es, dónde está, cuándo llega, cómo se le reconoce? ¿Ese Reino es Israel y su Religión de la Ley, Templo y Sacerdocio? ¿Ese Reino es la Iglesia que muchos aseguran fundó e instituyó el propio Jesús de Nazaret resucitado en Jesucristo? ¿Ese Reino es el Cielo o Paraíso de la Trinidad y sus adoradores los santos? Está... ¿en el niño sano que todos llevamos dentro?
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 09.09.2018. También en Madrid, 14.09.2025.
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