Valor de La MISA según algunos santos:
El santo cura de Ars, San Juan María Vianney:
"Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella".
"Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va a Misa".
San Anselmo:
“Una sola misa ofrecida y oída en vida con devoción, por el bien propio, puede valer más que mil misas celebradas por la misma intención, después de la muerte.”
San Francisco de Asís:
"El
hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería
conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las
manos del sacerdote".
Santa Teresa de
Jesús:
En cierta ocasión, Santa Teresa se sentía
inundada de la bondad de Dios. Entonces le hizo esta pregunta a Nuestro Señor:
“Señor mío, “¿cómo Os podré agradecer?” Nuestro Señor le contestó: “ASISTID A
UNA MISA”.
San Felipe Neri:
"Con oraciones pedimos gracia a Dios; en la Santa Misa comprometemos a Dios a que nos las conceda”.
San Bernardo
"Uno obtiene más mérito asistiendo a una Santa Misa con devoción, que repartiendo todo lo suyo a los pobres y viajando por todo el mundo en peregrinación”.
San Buenaventura:
"La Santa Misa es una obra de Dios en la que presenta a nuestra vista todo el amor que nos tiene; en cierto modo es la síntesis, la suma de todos los beneficios con que nos ha favorecido".
San Pedro Julián Eymard
"Sepan, oh Cristianos, que la Misa es el acto de religión más sagrado.
No pueden hacer otra cosa para glorificar más a Dios, ni para mayor provecho de
su alma, que asistir a Misa devotamente, y tan a menudo como sea posible."
Esta página es obra de
Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
La Misa Una Fiesta con Jesús
Vivir la Misa con Jesús es hacer de cada misa una
fiesta con Él. Encontrarnos con el Rey del universo,
con nuestro Dios y Señor, debe ser para todo cristiano una gran fiesta. No
puede haber en el mundo otra fiesta semejante a ésta. Por eso, reviste la
máxima importancia asistir a misa, no por compromiso social o familiar, no por
cumplir simplemente, sino por amor..
Cuando asistimos por amor a Jesús y con la esperanza
de encontrarnos con Él, entonces la misa deja de ser algo aburrido que no
comprendemos. Incluso, si por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, no se
oye bien o el sacerdote dice las oraciones con poca devoción, nuestro encuentro
con Jesús está asegurado, porque no depende de los demás, sino de nuestra
propia actitud y devoción hacia Jesús.
“La Santa Misa es el sacrificio de agradecimiento
que le damos a Dios por el
perdón de nuestros pecados. No
existe ninguna forma de adoración más alta que
la Santa Misa, ya que en ella
transcendemos tiempo y espacio para penetrar en el
gran momento de la redención”
El señor Arzobispo empezó la Santa Misa, y al llegar a
la Oración Penitencial, dijo la Santísima Virgen:
“Desde
el fondo de tu corazón, pide perdón al Señor por todas tus culpas, por haberlo
ofendido, así podrás participar dignamente de este privilegio que es asistir a
la Santa Misa”.
Ritos iniciales
SALUDO AL PUEBLO
Reunido el pueblo, el sacerdote con los ministros va
al altar, mientras se entona el canto de entrada.
Cuando llega al altar, el sacerdote con los ministros hace la debida reverencia, besa el altar
y, si se juzga oportuno, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la
sede.
Terminado el canto de
entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan, mientras el sacerdote dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo.
El pueblo
responde:
Amén.
El
sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo con una de las fórmulas
siguientes u otras semejantes:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo
responde con una de las siguientes fórmulas:
Y con tu espíritu.
El sacerdote
lee la 'Antífona de entrada' de ese día.
ACTO PENITENCIAL
A continuación se hace el
acto penitencial con esta fórmula u otras semejantes:
El sacerdote invita a los fieles al arrepentimiento:
Hermanos: Para celebrar dignamente
estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.
Tras un
breve silencio, todos reconocen sus pecados con la oración:
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros
hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Golpeándose
el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a
la vida eterna.
INVOCACIONES
Siguen las invocaciones Señor, ten piedad, a no ser que se hayan utilizado en alguna de las
fórmulas del acto penitencial, que rezan alternadamente el sacerdote y los
fieles:
V. Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
V. Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
V .Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
GLORIA
Era día de fiesta y debía recitarse
el Gloria. Dijo nuestra Señora: “Glorifica y bendice con todo tu amor
a la Santísima Trinidad en tu reconocimiento como criatura Suya”.
Que distinto fue aquel Gloria.
De pronto me veía en un lugar lejano, lleno de luz ante la Presencia Majestuosa
del Trono de Dios, todo lleno de luz y con cuanto amor fui agradeciendo al
repetir… “Por tu inmensa Gloria Te alabamos, Te bendecimos, Te adoramos, Te
glorificamos, Te damos gracias, Señor Dios Rey Celestial, Dios Padre
Todopoderoso y me imaginaba el rostro paternal del Padre lleno de bondad…
Señor, Hijo del Padre, Tú que quitas el pecado del mundo…” y Jesús estaba
delante de mi, con ese rostro lleno de ternura y Misericordia… “porque
solo Tú eres Dios, solo Tú, Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo…” el
Dios del Amor hermoso, Aquel que en ese momento estremecía todo mi ser…
Y pedí: “Señor, líbrame de todo
espíritu malo, mi corazón te pertenece, Señor mío envíame tu paz para conseguir
el mejor provecho de esta Eucaristía y que mi vida de sus mejores frutos.
¡Espíritu Santo de Dios, transfórmame, actúa en mi, guíame Oh Dios, dame los
dones que necesito para servirte mejor…!”
GLORIA
A continuación, si la Liturgia del día lo prescribe,
se canta o se dice el himno. (Si es festivo, acto seguido todos rezan el
Gloria):
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te
adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios
Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú
que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a
la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú
Señor, sólo tú Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios
Padre. Amén.
ORACION COLECTA
Concluido el
himno, el sacerdote, con las manos juntas
dice:
Oremos
.
Y todos,
junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos.
Después el
sacerdote, con las manos extendidas, dice la Oración Colecta. Al final de la
oración el pueblo aclama:
Amén.
LITURGIA DE LA
PALABRA
Llegó
el momento de la Liturgia de la Palabra y la Virgen me hizo repetir: “Señor, hoy quiero escuchar Tu Palabra y
producir fruto abundante, que Tu Santo Espíritu limpie el terreno de mi
corazón, para que Tu palabra crezca y se desarrolle, purifica mi corazón para
que este bien dispuesto.
“Quiero que estés atenta a las lecturas y a
toda la homilía del sacerdote. Recuerda que la Biblia dice que la Palabra
de Dios no vuelve sin haber dado fruto. Si tu estas atenta, va a quedar
algo en ti de todo lo que escuches. Debes tratar de recordar todo el día
esas palabras que dejaron huella en ti. Serán dos frases unas veces,
luego será la lectura del Evangelio entera, tal vez solo una palabra, paladear
el resto del día y eso hará carne en ti porque esa es la forma de transformar
la vida, haciendo que la Palabra de Dios lo transforme a uno”.
“Y
ahora, dile al Señor que estás aquí para escuchar lo que quieres que El diga
hoy a tu corazón”.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
El lector va al ambón y lee la primera lectura, que
todos escuchan sentados.
Los domingos
se toma del Antiguo Testamento, excepto en el Tiempo Pascual, en que se toma de
los Hechos de los Apóstoles. Si es costumbre, puede leer alguno de los
asistentes. Para indicar el fin de la lectura, el lector dice:
Palabra de Dios.
Todos aclaman:
Te alabamos, Señor
SALMO RESPONSORIAL
También
puede leer el Salmo que corresponda a ese día alguno de los asistentes. Hay una
parte denominada Salmo Responsorial que el pueblo repite intercaladamente. Si
es costumbre, los Salmos serán cantados.
SEGUNDA LECTURA
Sólo se hace
una segunda lectura los domingos y las solemnidades. Al final, el que ha leído
dice:
Palabra de Dios.
Todos
aclaman:
Te alabamos, Señor.
ALELUYA
Los fieles
se ponen de pie al iniciarse el canto del Aleluya o, en todo caso, antes del evangelio.
EVANGELIO
El sacerdote, inclinado ante el altar, dice en voz baja:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso,
para que anuncie dignamente tu Evangelio.
Después el
diácono o el sacerdote va al ambón y dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo
responde:
Y con tu espíritu.
El
sacerdote:
Lectura del Santo Evangelio según San []
El pueblo
aclama:
Gloria a ti, Señor.
Una vez
leído el Evangelio, el sacerdote dice:
Palabra del Señor.
Todos
aclaman:
Gloria a ti, Señor Jesús.
El sacerdote
besa el libro, diciendo en voz baja:
Que las
palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
HOMILÍA
En este
momento el sacerdote hablará sobre las cuestiones de doctrina que considere de
interés. Debe decirse todos los domingos y fiestas de precepto. Al terminar es
oportuno guardar un breve espacio de tiempo en silencio. Los fieles permanecen
sentados.
PROFESIÓN DE FE
Acabada la
homilía y si es festivo, todos, de pie, rezarán el Credo, en una de las dos
formas: Credo Niceno o Credo Apostólico:
CREDO NICENO
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del
cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor
Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por
quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación
bajó del cielo,
Se inclina
levemente la cabeza en señal de respeto.
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la
Virgen, y se hizo hombre;
Se finaliza
la inclinación de la cabeza.
y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de
Poncio Pilatos: padeció y fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras,
y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con
gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el
Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que
con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los
profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la
resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
CREDO
APOSTOLICO
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y
de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina
levemente la cabeza en señal de respeto
.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu
Santo, nació de santa María Virgen,
Se finaliza
la inclinación de la cabeza.
padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue
crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día
resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha
de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los
santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Después se
hace la plegaria universal u oración de los fieles, que se desarrolla de la
siguiente forma:
Invitatorio
El sacerdote invita a los fieles a orar, por medio
de una breve monición.
Intenciones
Las intenciones son propuestas por un diácono o, en
su defecto, por un lector o por otra persona idónea.
El pueblo manifiesta su participación con una
invocación u orando en silencio.
La sucesión de intenciones ordinariamente debe ser
la siguiente:
a)
por las necesidades de la Iglesia;
b) por los gobernantes y por la salvación del
mundo entero;
c) por aquellos que se encuentran en necesidades
particulares;
d) por
la comunidad local.
Conclusión
El sacerdote termina la plegaria con una oración
conclusiva.
LITURGIA
EUCARÍSTICA
Un
momento después llegó el Ofertorio y La Santísima Virgen dijo “reza así: (y
yo La seguía) Señor, te ofrezco todo lo que soy, lo que tengo, lo que puedo,
todo lo pongo en Tus manos. Edifica tú, Señor con lo poco que soy.
Por los meritos de tu Hijo, transfórmame, Dios Altísimo. Te pido por mi
familia, por mis bienhechores, por cada miembro de nuestro apostolado, por
todas las personas que nos combaten, por aquellos que se encomiendan a mis
pobres oraciones…enséñame a poner mi corazón en el suelo para que su caminar sea
menos duro…Así oraban los santos, así quiero que lo hagan”.
De
pronto empezaron a ponerse de pie unas personas que no había visto antes. Era
como si del lado de cada persona que estaba en la Catedral, saliera otra
persona y aquello se lleno de unos personajes jóvenes, hermosos. Iban
vestidos con túnicas muy blancas y fueron saliendo hasta el pasillo central
dirigiéndose hacia el Altar.
Dijo
nuestra Madre: “Observa, son los Ángeles de la Guarda de cada una de las
personas que están aquí. Es el momento en que su ángel de la Guarda lleva
sus ofrendas y peticiones ante el Altar del Señor”.
En
aquel momento, estaba completamente asombrada, porque esos seres tenían rostros
tan hermosos, tan radiantes como no puede uno imaginarse. Lucían unos rostros
muy bellos, casi femeninos, sin embargo la complexión de su cuerpo, sus manos,
su estatura era de hombre. Los pies desnudos no pisaban el suelo, sino
que iban como deslizándose, como resbalando. Aquella procesión era muy
hermosa.
Algunos
de ellos tenían como una fuente de oro con algo que brillaba con una luz
blanca-dorada, dijo la Virgen: “Son los Ángeles de la guarda de las
personas que están ofreciendo esta Santa Misa por muchas intenciones, aquellas
personas que están conscientes de lo que significa esta celebración, aquellas
que tienen que ofrecer al Señor” .
“Ofrezcan
en este momento, ofrezcan sus penas, sus dolores, sus ilusiones, sus tristezas,
sus alegrías, sus peticiones. Recuerden que la Misa tiene un valor
infinito por lo tanto, sean generosos en ofrecer y en pedir.
Detrás
de los primeros Ángeles venían otros que no tenían nada en las manos, las
llevaban vacías. Dijo la Virgen: “Son los Ángeles de las personas que
estando aquí no ofrecen nunca nada, que no tienen interés en vivir cada momento
litúrgico de la Misa y no tienen ofrecimientos que llevar ante el Altar del
Señor”.
En
último lugar iban otros Ángeles que estaban medio tristes, con las manos juntas
en oración pero con la mirada baja. “Son los Ángeles de la guarda de
las personas que estando aquí, no están, es decir de las personas que han
venido forzadas que han venido por compromiso, pero sin ningún deseo de
participar de la Santa Misa y los Ángeles van tristes porque no tienen que
llevar ante el Altar, salvo sus propias oraciones”.
“No
entristezcan a su Ángel de la Guarda… ¡La Misa tiene un valor infinito! Eso lo
van a comprender el día que estén al otro lado. ¡Pidan por todo! Pidan por
ustedes, pero no sean egoístas, acuérdense de los pobres, de los necesitados,
de los pecadores, de los políticos que no hay nadie que rece por
ellos…acuérdense de la gente que está sufriendo en las cárceles, los enfermos,
por la paz del mundo, por sus familiares, sus vecinos, por quienes se
encomiendan a sus oraciones. Pidan, pidan mucho, pero también ofrezcan.
…Porque eso le agrada al Señor.
“Recuerden
que el ofrecimiento que más agrada al Señor es cuando se ofrecen ustedes mismos
como holocausto, para que Jesús, al bajar, los transforme por Sus propios
méritos. “¿Qué tienen que ofrecer al Padre por si mismos? La nada y
el pecado, pero al ofrecerse unidos a los meritos de Jesús, aquel ofrecimiento
es grato al Padre”.
Aquel
espectáculo, aquella procesión era tan hermosa que difícilmente podría
compararse a otra. Todas aquellas criaturas celestiales haciendo una
reverencia ante el Altar, unas dejando su ofrenda en el suelo, otras
postrándose de rodillas con la frente casi en el suelo y luego que llegaban
allí desaparecían de mi vista.
LITURGIA EUCARISTICA
PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Acabada la Liturgia de la Palabra, los ministros
colocan en el altar el corporal, el purificador, el cáliz y el misal, mientras
tanto puede ejecutarse un canto adecuado.
Conviene que los fieles expresen su participación en
la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la
eucaristía, bien aportando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de
los pobres. Los fieles que no participan personalmente en la ofrenda permanecen
sentados.
El sacerdote
presenta a Dios los dones del pan y del vino que, por la Consagración, se
convertirán en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Esta parte se conoce como el
'Ofertorio'.
El sacerdote
toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada sobre el altar, dice
en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y
ahora te presentamos: él será para nosotros pan de vida.
Si no se
canta durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote puede decir en voz
alta estas palabras; y el pueblo aclamará:
Bendito seas,
por siempre, Señor.
El diácono o
el sacerdote dice en voz baja mientras pone vino y un poco de agua en el cáliz:
El agua unida al vino sea signo de nuestra
participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición
humana.
Al ofrecer
el vino, el sacerdote dice:
Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este vino,
fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y
ahora te presentamos: él será para nosotros bebida de salvación.
Si el
sacerdote lo ha dicho en voz alta, el pueblo aclamará:
Bendito seas,
por siempre, Señor.
El
sacerdote, inclinado, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu
presencia, Señor, Dios nuestro.
Mientras el
sacerdote se lava las manos, dice en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
El celebrante se va al centro del altar y, de cara al pueblo, puesto de
pie, dice:
Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y
vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo
responde:
El Señor reciba
de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro
bien y el de toda su santa Iglesia.
El
celebrante canta o dice la oración sobre las ofrendas, que es variable y propia
de cada misa y los fieles de pie..
Al final el
pueblo aclama:
Amén.
PLEGARIA
EUCARÍSTICA
DIALOGO INTRODUCTORIO AL PREFACIO
El sacerdote comienza la plegaria eucarística con el
prefacio. Con las manos extendidas dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo
responde:
Y con tu
espíritu.
El
sacerdote, elevando las manos, prosigue:
Levantemos el corazón
El pueblo
responde:
Lo tenemos
levantado hacia el Señor.
El
sacerdote, con las manos extendidas, añade:
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
El pueblo
responde:
Es justo y
necesario.
Había
llegado el momento de la Consagración, el momento del más maravilloso de
los Milagros y cuando la asamblea decía: “Santo, Santo, Santo” de
pronto, todo lo que estaba detrás de los celebrantes desapareció. Del
lado izquierdo del señor Arzobispo hacia atrás en forma diagonal aparecieron
miles de Ángeles pequeños, Ángeles grandes, Ángeles con las alas inmensas,
Ángeles con alas pequeñas, Ángeles sin alas, como los anteriores; todos
vestidos con unas túnicas como las albas blancas de los sacerdotes o los
monaguillos.
…Del
lado derecho del Arzobispo hacia atrás en forma también diagonal, una multitud
de personas, iban vestidas con la misma túnica pero en colores pastel: rosa,
verde, celeste, lila, amarillo; en fin, de distintos colores muy suaves.
Sus rostros también eran brillantes, llenos de gozo, parecían tener todos la
misma edad. Se podía apreciar (y no puedo decirlo porque) que había gente
de distintas edades, pero todos parecían igual en las caras, sin arrugas,
felices. Todos se arrodillaban también ante el canto de “Santo, Santo,
Santo, es el Señor…”
Dijo
nuestra Señora: -“Son todos los Santos y Bienaventurados del cielo y entre
ellos, también están las almas de los familiares de ustedes que gozan ya de la
Presencia de Dios”. La Virgen dijo que cuando uno ofrece la Misa y reza
por sus difuntos y va nombrándolos mentalmente, el Señor concede la Gracia de
quien pide por los suyos” en ese momento se hacen presente ellos”. Y me dijo:
“Pide por tu padre, por tu abuela, por los tuyos”… y yo podía ver a todos ellos
allí. Todos ellos estaban encabezados por San José… estaban casi cerca del
brazo del sacerdote.
Entonces La
vi. Allá justamente a la derecha del Arzobispo…un paso detrás de
Monseñor, estaba suspendida un poco del suelo, arrodillada sobre unas telas muy
finas, transparentes pero a la vez luminosas, como agua cristalina, la
Santísima Virgen, con las manos unidas, mirando atenta y respetuosamente
al celebrante. Me hablaba desde allá, pero silenciosamente, directamente
al corazón, sin mirarme.
-“¿Te
llama la atención verme un poco más atrás de Monseñor, verdad? Así debe
ser…CON TODO LO QUE ME AMA MI HIJO, NO ME HA DADO LA DIGNIDAD QUE DA A UN
SACERDOTE DE PODER TRAERLO ENTRE MIS MANOS DIARIAMENTE, COMO LO HACEN LAS MANOS
SACERDOTALES. Por ello siento tan profundo respeto por un
sacerdote y por el milagro que Dios realiza a través suyo, que me obliga a
arrodillarme aquí”.
¡Dios
mío, cuánta dignidad, cuánta gracia derrama el Señor sobre las almas
sacerdotales y ni nosotros, ni tal vez muchos de ellos estamos conscientes!
Delante
del altar, empezaron a salir unas sombras de personas en color gris que
levantaban las manos hacia arriba. Dijo La Virgen Santísima: -“Son las
almas benditas del Purgatorio que están a la espera de las oraciones de ustedes
para refrescarse. No dejen de rezar por ellas. Piden por ustedes,
pero no pueden pedir por ellas mismas, son ustedes quienes tienen que pedir por
ellas para ayudarlas a salir para encontrarse con Dios y gozar de El
eternamente”.
“Ya
lo ves, aquí estoy todo el tiempo…La gente hace peregrinaciones y busca los
lugares de Mis apariciones, y está bien por todas las gracias que allá se
reciben, pero en ninguna aparición, en ninguna parte Estoy más tiempo presente
que en la Santa Misa. Al pie del Altar donde se celebra la Eucaristía,
siempre Me van a encontrar; al pie del Sagrario permanezco Yo con los Ángeles,
porque Estoy siempre con Él”.
Ver
ese rostro hermoso de la Madre en aquel momento del “Santo”, al igual que
todos ellos, con el rostro resplandeciente, con las manos juntas en espera de
aquel milagro que se repite continuamente, era estar en el mismo cielo. Y
pensar que hay gente, habemos personas que podemos estar en ese momento
distraídas, hablando…Con dolor lo digo, muchos varones más que mujeres, que de
pie cruzan los brazos, como rindiéndole un homenaje de pie al Señor, de igual a
igual.
Dijo
la Virgen: “Dile al ser humano, que nunca un hombre es más hombre que cuando
dobla las rodillas ante Dios”.
El
celebrante dijo las palabras de la “consagración”. Era una persona
de estatura normal, pero de pronto empezó a crecer, a volverse lleno de luz,
una luz sobrenatural entre blanca y dorada lo envolvía y se hacía muy fuerte en
la parte del rostro, de modo que no podía ver sus rasgos. Cuando
levantaba la forma vi. Sus manos y tenía unas marcas en el dorso de las cuales
salía mucha luz. ¡Era Jesús! ¡Era El que con su Cuerpo envolvía el del
celebrante como si rodeara amorosamente las manos del señor Arzobispo! En
ese momento la Hostia comenzó a crecer y crecer enorme y en ella, el Rostro
maravilloso de Jesús mirando hacia Su pueblo.
Por
instinto quise bajar la cabeza y dijo nuestra Señora: “No agaches la mirada,
levanta la vista, contémplalo, cruza tu mirada con la suya y repite la oración
de Fátima: Señor, yo creo, adoro, espero y Te amo, Te pido perdón por aquellos
que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman. Perdón y Misericordia…
Ahora dile cuanto lo amas, rinde homenaje al Rey de Reyes”.
Se
lo dije, parecía que sólo a mí me miraba desde la enorme Hostia, pero supe que
así contemplaba a cada persona, lleno de amor…Luego baje la cabeza hasta tener
la frente en el suelo, como hacían todos los Ángeles y bienaventurados del
cielo. Por fracción de segundo tal vez, pensé que era aquello que Jesús
tomaba el cuerpo del celebrante y al mismo tiempo estaba en la Hostia que al
bajarla el celebrante se volvía nuevamente pequeña. Tenía yo las mejillas
llenas de lágrimas, no podía salir de mi asombro.
Inmediatamente
Monseñor dijo las palabras consagratorias del vino y junto a sus palabras,
empezaron unos relámpagos en el cielo y en el fondo. No había techo de la
Iglesia ni paredes, estaba todo oscuro solamente aquella luz brillante en el
Altar.
De
pronto suspendido en el aire, vi a Jesús, crucificado, de la cabeza a la parte
baja del pecho. El tronco transversal de la cruz estaba sostenido por
unas manos grandes, fuertes. De en medio de aquel resplandor se
desprendió una lucecita como de una paloma muy pequeña muy brillante, dio una
vuelta velozmente toda la Iglesia y se fue a posar en el hombro izquierdo del
señor Arzobispo que seguía siendo Jesús, porque podía distinguir Su melena y
Sus llagas luminosas, Su cuerpo grande, pero no veía Su Rostro.
Arriba,
Jesús crucificado, estaba con la cara caída sobre el lado derecho del hombro,
lo que se veía del rostro y brazos golpeados y descarnados. Del costado
derecho tenía una herida en el pecho salía a borbotones hacia la izquierda
sangre y hacia la derecha sospecho que agua pero muy brillante, más bien eran
chorros de luz que iban dirigiéndose hacia los fieles moviéndose a derecha e
izquierda. ¡Me asombraba la cantidad de sangre que salía encima del Cáliz
y pensé que iba a chorrear y manchar todo el Altar, pero no cayó ni una sola
gota!
Dijo
la Virgen en ese momento: “Este es el Milagro de los Milagros, te lo he
repetido, para el Señor no existe ni tiempo ni distancia y en el momento
de la Consagración, toda la asamblea es trasladada al pie del Calvario en el
instante de la crucifixión de Jesús”.
¿Puede
alguien imaginarse eso? Nuestros ojos no lo pueden ver, pero todos
estamos allá, en el momento que a Él lo están crucificando y está pidiendo
perdón al Padre, no solamente por quienes lo matan, sino por cada uno de
nuestros pecados: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”.
SANTO
El sacerdote
prosigue el prefacio con las manos extendidas. Al final de éste junta las manos
y, en unión del pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Los fieles
escuchan en silencio y permaneciendo de pie la Plegaria Eucarística que dice el
sacerdote en nombre de todos. Al llegar la consagración, normalmente se
arrodillan, y para la aclamación, se ponen de nuevo en pie.
El
sacerdote, con claridad, pronuncia las palabras del Señor para consagrar el
pan:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
Igualmente,
consagra el vino con las palabras:
TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE
MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS
Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN
CONMEMORACIÓN MÍA.
Jesucristo
Sacerdote, sirviéndose de las palabras de la Consagración pronunciadas por el
sacerdote, convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre
.
ACLAMACIONES
DESPUES DE LA CONSAGRACION
A
continuación, el celebrante, muestra al pueblo la Hostia consagrada y el Cáliz,
y lo adora con un signo de reverencia y según la Plegaria eucarística que se
siga, el sacerdote irá diciendo las oraciones previas a la Consagración:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo
prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
Proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
2
Aclamad
el Misterio de la redención.
Y el pueblo prosigue aclamando:
Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz ,anunciamos tu muerte,
Señor, hasta que vuelvas.
3
Cristo
se entregó por nosotros
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Por
tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor.
El sacerdote prosigue la plegaria eucarística. Al
final de ella, el sacerdote toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y,
sosteniéndolos elevados, dice:
Por
Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu
Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
""en
el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la Sangre de Cristo. Y
cuando en el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo se junta a Cristo, y
el pueblo de los creyentes se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual
unión y conjunción del agua y del vino de tal modo se mezcla en el cáliz del
Señor que aquella mezcla no puede
separarse
entre sí. Por lo que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno
sólo ofrece vino, la Sangre de Cristo empieza a estar sin nosotros, y si el
agua está sola el
pueblo
empieza a estar sin Cristo. Más cuando uno y otro se mezclan y se unen entre sí
con la unión que los fusiona, entonces se lleva a cabo el sacramento espiritual
y celestial.
AI momento
de preparar sobre el Altar el pan y el vino "el Diácono u otro ministro,
pasa al sacerdote la panera con el pan que se va a consagrar; vierte el vino y
unas gotas de agua en el cáliz.."
Con
este signo el sacerdote le pide a Dios que una nuestras vidas a la suya.
El instante
en que se echa el agua se acompaña con una oración que se dice en secreto:
"El agua unida al vino sea signo de nuestra
participación
en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.
ORACIÓN
DEL SEÑOR
Cuando
íbamos a rezar el Padrenuestro, Habló el Señor por primera vez durante
la celebración y dijo: “Aguarda quiero que ores con la mayor profundidad de
que seas capaz y que en este momento, traigas a tu memoria a la o a las
personas que más daño te han ocasionado durante tu vida para que la abraces
junto a tu pecho y le digas de todo corazón: -En el nombre de Jesús yo te
perdono y te deseo la paz. En el Nombre de Jesús te pido perdón y deseo
mi paz-. Si esa persona merece la paz, la va a recibir y le va a hacer
mucho bien; si esa persona no es capaz de abrirse a la paz, esa paz volverá a
tu corazón. Pero no quiero que recibas y des la paz, a otras personas cuando
no eres capaz de perdonar y sentir esa paz primero en tu corazón”.
“Cuidado
con lo que hacen”, -continuo el Señor- “Ustedes repiten en el
Padrenuestro: perdónanos así como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden. Si ustedes son capaces de perdonar y no olvidar, como dicen
algunos, están condicionando el perdón de Dios. Están diciendo perdóname
únicamente como yo soy capaz de perdonar, no más allá”.
Rito de la comunión
Una vez que
ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice ésta u
otra introducción:
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su
divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
Toda la
asamblea continúa con el celebrante el canto o la recitación de la oración
dominical:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea
tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en
el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la
tentación, y líbranos del mal.
El sacerdote
prosigue él solo:
Líbranos de todos los males Señor, y concédenos la paz
en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre
libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador
Jesucristo.
El pueblo
concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor
No
sé cómo explicar mi dolor, al comprender cuanto podemos herir al Señor y cuanto
podemos lastimarnos nosotros mismos con tantos rencores, sentimientos malos y
cosas feas que nacen de los complejos y de las susceptibilidades. Pedí
perdón y perdone de corazón a todos los que me habían lastimado alguna vez,
para sentir la paz del Señor.
El
celebrante decía: concédenos la paz y la unidad…y luego: “la paz del Señor
esté con ustedes”
De
pronto vi. Que en medio de algunas personas que se abrazaban (no todos), se
colocaba en medio una luz muy intensa, supe que era Jesús y me abalance
prácticamente a abrazar a la persona que estaba a mi lado. Pude sentir
verdaderamente el abrazo del Señor en esa luz, era El que me abrazaba para
darme Su paz, porque en ese momento había sido yo capaz de perdonar y de sacar
de mi corazón todo dolor contra otras personas. Eso es lo que Jesús
quiere, compartir ese momento de alegría abrazándonos para desearnos Su paz.
RITO DE LA
PAZ
Después el
sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
“La paz os dejo, mi paz os doy”, no tengas en cuenta
nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele
la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo
responde:
Amén
El sacerdote
añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
El pueblo
responde:
Y con tu espíritu.
Luego, si se
juzga oportuno, el diácono o el sacerdote invita a darse la paz con éstas o
parecidas palabras:
Daos fraternalmente la paz
Y todos,
según la costumbre del lugar se dan la paz
FRACCIÓN DEL
PAN
El sacerdote
toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del
mismo en el cáliz. Mientras se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de
nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de
nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
El sacerdote
reza en secreto la oración para la comunión:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu
Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu
piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
COMUNIÓN
Llegó
el momento de la comunión de los celebrantes, ahí volví a notar la presencia de
todos los sacerdotes junto a Monseñor. Cuando el comulgaba, dijo la
Virgen:
“Este
es el momento de pedir por el celebrante y los sacerdotes que lo acompañan,
repite junto a Mi: Señor bendícelos, santifícalos, ayúdalos, purifícalos,
ámalos, cuídalos, sostenlos con tu Amor…Recuerden a todos los sacerdotes del
mundo, oren por todas las almas consagradas”
Hermanos
queridos, ese es el momento que debemos pedir porque ellos son Iglesia, como
también lo somos los laicos. Muchas veces los laicos exigimos mucho de
los sacerdotes, pero somos incapaces de rezar por ellos, de entender que son
personas humanas, de comprender y valorar la soledad que muchas veces puede
rodear a un sacerdote.
Debemos
comprender que los sacerdotes son personas como nosotros y que necesitan
comprensión, cuidado, que necesitan afecto, atención de parte de nosotros,
porque están dando su vida por cada uno de nosotros, como Jesús, consagrándose
a Él.
El
Señor quiere que la gente del rebaño que le ha encomendado ore y ayude en la
santificación de su Pastor. Algún día, cuando estemos al otro lado, comprenderemos
la maravilla que el Señor ha hecho al darnos sacerdotes que nos ayuden a salvar
nuestra alma.
COMUNIÓN
El sacerdote
hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre
la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y,
juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarme.
El
sacerdote, después de comulgar con el Cuerpo
y la Sangre de Cristo, lee la
“Antífona de Comunión” que corresponde a ese día. Seguidamente, se acerca a los
que quieren comulgar y mostrándoles el pan consagrado, dice a cada uno de
ellos:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a
comulgar responde:
Amén.
Y comulga
Empezó
la gente a salir de sus bancas para ir a comulgar. Había llegado el
momento del encuentro, de la “Comunión”, el Señor me dijo: “Espera un
momento, quiero que observes algo…” por un impulso interior levante la
vista hacia la persona que iba a recibir la comunión en la lengua de manos del
sacerdote.
Debo
aclarar que esta persona era una de las señoras de nuestro grupo.
Cuando el sacerdote colocaba la Sagrada Hostia en su lengua, como un flash de
luz, aquella luz muy dorada-blanca atravesó a esta persona por la espalda
primero y luego fue envolviéndola por los hombros y la cabeza. Dijo el
Señor:
Así
es como Yo Me complazco en abrazar a un alma que viene con el corazón limpio a
recibirme!”.
El
matiz de la voz de Jesús era de una persona contenta. Yo estaba atónita
mirando a esa amiga volver hacia su asiento rodeada de luz, abrazada por el
Señor, y pensé en la maravilla que nos perdemos tantas veces por ir con
nuestras pequeñas o grandes faltas a recibir a Jesús, cuando tiene que ser una
fiesta.
Cuando
me dirigía a recibir la comunión Jesús repetía: “La ultima cena fue el
momento de mayor intimidad con los Míos. En esa hora del amor, instaure
lo que ante los ojos de los hombres podía ser la mayor locura, hacerme
prisionero del amor. Instaure la Eucaristía. Quise permanecer con
ustedes hasta la consumación de los siglos, porque Mi Amor no podía soportar
que quedaran huérfanos aquellos a quienes amaba más que a Mi vida…”
Recibí
aquella Hostia, que tenía un sabor distinto, era una mezcla de sangre e
incienso que me inundo entera. Sentía tanto amor que las lágrimas me
corrían sin poder detenerlas…
.
ANTIFONA DE
COMUNIÓN
La antífona
de la comunión se canta durante la distribución de la comunión a los fieles.
Puede cantarse también otro himno apropiado.
Cuando llegué a mi asiento, al arrodillarme dijo el Señor: -“Escucha…”
Y en un momento comencé a escuchar dentro de mí las oraciones de una señora que
estaba sentada delante de mí y que acababa de comulgar.
Lo que ella decía sin abrir la boca era más o menos así: “Señor, acuérdate
que estamos a fin de mes y que no tengo el dinero para pagar la renta, la cuota
del auto, los colegios de los chicos, tienes que hacer algo para ayudarme… Por
favor, haz que mi marido deje de beber tanto, no puedo soportar más sus
borracheras y mi hijo menor, va a perder el año otra vez si no lo ayudas, tiene
exámenes esta semana… Y no te olvides de la vecina que debe mudarse de casa,
que lo haga de una vez porque ya no la puedo aguantar… etc., etc.
De pronto el señor Arzobispo dijo: “Oremos” y obviamente toda la
asamblea se puso de pie para la oración final. Jesús dijo con un tono triste: -“¿Te
has dado cuenta? Ni una sola vez Me ha dicho que Me ama, ni una sola vez ha
agradecido el don que Yo le He hecho de bajar Mi Divinidad hasta su pobre
humanidad, para elevarla hacia Mí. Ni una sola vez ha dicho: gracias, Señor. Ha
sido una letanía de pedidos… y así son casi todos los que vienen a recibirme.”
“Yo He muerto por amor y Estoy resucitado. Por amor espero a cada uno de
ustedes y por amor permanezco con ustedes…, pero ustedes no se dan cuenta que
necesito de su amor. Recuerda que Soy el Mendigo del Amor en esta hora sublime
para el alma.”
¿Se dan cuenta ustedes de que Él, el Amor, está pidiendo nuestro amor y no
se lo damos? Es más, evitamos ir a ese encuentro con el Amor de los Amores, con
el único amor que se da en oblación permanente.
Después, con
el pueblo sentado o de rodillas, tiene lugar la purificación, que es cuando se
limpian la patena y el cáliz. El sacerdote dice en secreto:
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos aproveche para la eterna.
ACCIÓN DE
GRACIAS
Terminada la
comunión el sacerdote puede retirarse a la sede. Según las circunstancias, se
guardará silencio durante unos instantes o se cantará algún salmo o himno de
alabanza. Los fieles pueden permanecer
sentados durante la acción de gracias y hasta la oración, para la que se
ponen de pie.
ORACION
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
De pie en la
sede o en el altar, el sacerdote dice:
Oremos.
Luego canta
o recita la oración, después de la comunión, que es variable y propia de la
misa del día.
Al final el
pueblo aclama:
Amén.
RITO DE DESPEDIDA
En este
momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o
advertencias al pueblo.
BENDICIÓN
Cuando
iba a dar la bendición el Arzobispo, hablo nuevamente la Santísima
Virgen y dijo: “Atenta, cuidado…Ustedes hacen un garabato en lugar de la
señal de la Cruz. Recuerda que esta bendición puede ser la última que
recibas en tu vida, de manos de un sacerdote. Tú no sabes si saliendo de
aquí vas a morir o no y no sabes si vas a tener la oportunidad de que otro
sacerdote te de una bendición. Esas manos consagradas te están dando la
bendición en el Nombre de la Santísima Trinidad, por lo tanto, haz la señal de
la Cruz con respeto y como si fuera la última de tu vida”.
BENDICIÓN
Después
tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y
dice:
El Señor esté con vosotros.
El pueblo
responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote
bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y
Espíritu Santo,
Todos se
santiguan.
descienda sobre
vosotros.
El pueblo
responde:
Amén.
DESPEDIDA
Luego el
diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, despide al pueblo con ésta
o parecida fórmula:
Podéis ir en paz.
El pueblo
responde:
Demos gracias a Dios.
Después el
sacerdote besa con veneración el altar, como al comienzo, y, hecha la debida
reverencia con los ministros, se retira a la sacristía.
.La Santa
Misa ya ha terminado, los fieles pueden salir del templo si lo desean o seguir
en lo que se denomina la 'Acción de Gracias', en la que cada uno, en oración
íntima con el Señor, se dirige a Él con confianza, cariño y delicadeza por
haberlo recibido en la comunión.
DESPEDIDA
Jesús me pidió que me quedara con Él unos minutos más luego de terminada la
Misa. Dijo:
“No salgan a la carrera terminada la Misa, quédense un momento en Mi
Compañía, disfruten de ella y déjenme disfrutar de la de ustedes…”
- Señor, verdaderamente, ¿cuánto tiempo te quedas luego de la comunión con
nosotros?
Supongo que el Señor se debió reír de mi tontería porque contestó: “Todo
el tiempo que tú quieras tenerme contigo. Si me hablas todo el día, dedicándome
unas palabras durante tus quehaceres, te escucharé. Yo estoy siempre con
ustedes, son ustedes los que Me dejan a Mí. Salen de la Misa y se acabó el día
de guardar, cumplieron con el día del Señor y se acabó, no piensan que Me
gustaría compartir su vida familiar con ustedes, al menos ese día.”
“Yo lo sé todo, leo hasta en lo más
profundo de sus corazones y sus mentes, pero me gusta que me cuenten ustedes
sus cosas, que Me hagan partícipe como a un familiar, como al más íntimo amigo”
¡Cuántas gracias se pierde el hombre por no darme un lugar en su vida!”
Cuando me quedé aquel día con Él y en muchos otros días, fue dándonos
enseñanzas y hoy quiero compartir con ustedes en esta misión que me han
encomendado. Dice Jesús:
“Quise salvar a mi criatura, porque el momento de abrirles la puerta del
cielo ha sido preñado con demasiado dolor…” “Recuerda que ninguna madre ha
alimentado a su hijo con su carne, Yo He llegado a ese extremo de Amor para
comunicarles mis méritos.”
“La Santa Misa Soy Yo mismo prolongando Mi vida y Mi sacrificio en la Cruz
entre ustedes. Sin los méritos de Mi vida y de Mi Sangre, ¿qué tienen para
presentarse ante el Padre? La nada, la miseria y el pecado…”
“Ustedes deberían exceder en virtud a los Ángeles y Arcángeles, porque
ellos no tienen la dicha de recibirme como alimento, ustedes sí. Ellos beben
una gota del manantial, pero ustedes que tienen la gracia de recibirme, tienen
todo el océano para beberlo.”
La otra cosa de la que habló con dolor el Señor fue de las personas que
hacen un hábito de su encuentro con Él. De aquellas que han perdido el asombro
de cada encuentro con Él. Que la rutina vuelve a ciertas personas tan tibias
que no tienen nada nuevo que decirle a Jesús al recibirlo. De no pocas almas
consagradas que pierden el entusiasmo de enamorarse del Señor y hacen de su
vocación un oficio, una profesión a la que no se le entrega más que lo que
exige de uno, pero sin sentimiento…
Luego el Señor me habló de los frutos que debe dar cada comunión en
nosotros. Es que sucede que hay gente que recibe al Señor a diario y que no
cambia su vida. Que tienen muchas horas de oración y que hace muchas obras,
etc. etc. Pero su vida no se va transformando y una vida que no se va
transformando, no puede dar frutos verdaderos para el Señor. Los méritos que recibimos en la Eucaristía deben dar frutos de conversión en nosotros y frutos de caridad para con nuestros hermanos.
Los laicos tenemos un papel muy importante dentro de nuestra Iglesia, no
tenemos ningún derecho a callarnos ante el envío que nos hace el Señor como a
todo bautizado, de ir a anunciar la Buena Nueva. No tenemos ningún derecho de
absorber todos estos conocimientos y no darlos a los demás y permitir que
nuestros hermanos se mueran de hambre teniendo nosotros tanto pan en nuestras
manos.
LA PROXIMA VEZ QUE ASISTAS A LA SANTA MISA,
VIVELA. SE QUE EL SEÑOR CUMPLIRA CONTIGO LA PROMESA DE QUE “NUNCA MAS TU
MISA VA A VOLVER A SER LA DE ANTES” Y CUANDO LO RECIBAS… ¡AMALO…!
EXPERIMENTA LA DULZURA DE SENTIRTE REPOSANDO ENTRE LOS PLIEGUES DE SU COSTADO,
ABIERTO POR TI…PARA DEJARTE SU IGLESIA, SU SANTA MADRE, ABRIRTE LAS PUERTAS DE
LA CASA DE SU PADRE, Y…PARA QUE FUERAS CAPAZ DE COMPROBAR SU AMOR MISERICORDIOSO
A TRAVES DE ESTE TESTIMONIO Y TRATAR DE CORRESPONDERLE CON TU PEQUEÑO AMOR.
Los datos introductorios han sido extraídos de las apariciones de La Virgen
María a Catalina, Mis. Laica del Corazón Eucarístico de Jesús y a Catalina
Rivas, vidente con los estigmas de la Pasión del Señor.
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