Es cierto, el hombre es tan feliz como él mismo decide serlo.
Por: Miguel Esponda, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
Por: Miguel Esponda, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
Según una encuesta elaborada por el portal china.com.cn, solo 6% de los chinos cree que es feliz. Además, informa que el 64 por ciento de los participantes se siente menos feliz que hace cinco años. Entre los encuestados, 39% considera que la pobreza es el factor principal para ser feliz, seguido por el 27% que afirma sentir presión psicológica; un 22% afirma que no se siente cómodo con su realización personal.
Es un problema serio de la humanidad éste de conseguir la felicidad, y lo ha sido desde que el hombre es hombre. Parece que la búsqueda de la felicidad no pasa de moda. Todo hombre, a lo largo de la historia, ha anhelado la felicidad y ha puesto lo mejor de sus esfuerzos en conseguirla a su manera.
Sin embargo, lo curioso es que el hombre no acaba por convencerse de las verdaderas “recetas” de la felicidad, o, mejor dicho, de los factores que le impiden alcanzarla. Es una cuestión que interesa a cualquier hombre: el cómo ser feliz. Qué hacer, qué tener, qué experimentar,… Chesterton escribió: “La furia con que el mundo actual busca el placer prueba que carece de él”.
Creemos que seremos felices si no nos falta nada para vivir, si no tenemos problemas, si nos vemos exentos del sufrimiento, si tenemos todo el placer al alcance de la mano, etc. Pero, aún con todo esto, el hombre no termina satisfecho, no acaba por saciar su sed de felicidad.
En 1952, la Madre Teresa de Calcuta escribió un artículo en el que entrevistaba a Dios y le preguntaba: ¿Qué es lo que le pedirías a tus hijos? A lo que Dios responde: “…que aprendan que de lo que siembran, cosechan, si siembran amor cosecharán felicidad. Que aprendan, que la verdadera felicidad no es lograr sus metas, sino aprender a ser feliz con lo que tienen. Que aprendan que la felicidad no es cuestión de suerte, sino producto de sus decisiones. Ellos deciden ser felices con lo que son y tienen, o morir de envidia y celos por lo que les falta y carecen. Que dos personas pueden mirar una misma cosa y ver algo totalmente diferente”.
Es cierto, el hombre es tan feliz como él mismo decide serlo. “Para ello –escribió Martín Descalzo- no hace falta ponerse una careta con “sonrisa-profidén”. Basta con vivir lo que de veras se ama”.
No es una meta imposible. Está a nuestro alcance cuando nos decidimos a dar rienda suelta a nuestro corazón, amando con desinterés en nuestra vida; olvidando nuestro egoísmo para entregarnos con generosidad a Dios, a nuestros seres queridos, a todo hombre que nos encontremos en el camino; amando en nuestro trabajo de cada día, en nuestras ocupaciones rutinarias, en todo momento, teniendo el corazón encendido. Claro que es difícil, ya que el egoísmo pesa más en nuestra alma que la generosidad, pero no hay camino más probado como éste para empuñar una felicidad sólida que nada nos podrá arrebatar.
Podemos seguir ambicionando la felicidad con una vida fácil, egoísta, cómoda, regalada, sin obstáculos o podemos tomarnos en serio el consejo de Cristo: “Hay más alegría en dar que en recibir.”
Es un problema serio de la humanidad éste de conseguir la felicidad, y lo ha sido desde que el hombre es hombre. Parece que la búsqueda de la felicidad no pasa de moda. Todo hombre, a lo largo de la historia, ha anhelado la felicidad y ha puesto lo mejor de sus esfuerzos en conseguirla a su manera.
Sin embargo, lo curioso es que el hombre no acaba por convencerse de las verdaderas “recetas” de la felicidad, o, mejor dicho, de los factores que le impiden alcanzarla. Es una cuestión que interesa a cualquier hombre: el cómo ser feliz. Qué hacer, qué tener, qué experimentar,… Chesterton escribió: “La furia con que el mundo actual busca el placer prueba que carece de él”.
Creemos que seremos felices si no nos falta nada para vivir, si no tenemos problemas, si nos vemos exentos del sufrimiento, si tenemos todo el placer al alcance de la mano, etc. Pero, aún con todo esto, el hombre no termina satisfecho, no acaba por saciar su sed de felicidad.
En 1952, la Madre Teresa de Calcuta escribió un artículo en el que entrevistaba a Dios y le preguntaba: ¿Qué es lo que le pedirías a tus hijos? A lo que Dios responde: “…que aprendan que de lo que siembran, cosechan, si siembran amor cosecharán felicidad. Que aprendan, que la verdadera felicidad no es lograr sus metas, sino aprender a ser feliz con lo que tienen. Que aprendan que la felicidad no es cuestión de suerte, sino producto de sus decisiones. Ellos deciden ser felices con lo que son y tienen, o morir de envidia y celos por lo que les falta y carecen. Que dos personas pueden mirar una misma cosa y ver algo totalmente diferente”.
Es cierto, el hombre es tan feliz como él mismo decide serlo. “Para ello –escribió Martín Descalzo- no hace falta ponerse una careta con “sonrisa-profidén”. Basta con vivir lo que de veras se ama”.
No es una meta imposible. Está a nuestro alcance cuando nos decidimos a dar rienda suelta a nuestro corazón, amando con desinterés en nuestra vida; olvidando nuestro egoísmo para entregarnos con generosidad a Dios, a nuestros seres queridos, a todo hombre que nos encontremos en el camino; amando en nuestro trabajo de cada día, en nuestras ocupaciones rutinarias, en todo momento, teniendo el corazón encendido. Claro que es difícil, ya que el egoísmo pesa más en nuestra alma que la generosidad, pero no hay camino más probado como éste para empuñar una felicidad sólida que nada nos podrá arrebatar.
Podemos seguir ambicionando la felicidad con una vida fácil, egoísta, cómoda, regalada, sin obstáculos o podemos tomarnos en serio el consejo de Cristo: “Hay más alegría en dar que en recibir.”
¡Vence el mal con el bien!
El servicio es gratuito
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