viernes, 9 de octubre de 2015

El profeta Gentileza (Leonardo Boff)

El profeta Gentileza

2004-05-07


  Seguramente muchos en Rio se acuerdan de aquella figura singular de largos cabellos, barba blanca, vestido con una bata albísima con apliques llenos de mensajes y un estandarte en la mano con muchos dichos en rojo, que desde principios de 1970 hasta su muerte en 1996 recorría toda la ciudad, viajaba en las barcas Rio-Niterói y entraba en los trenes y autobuses para hacer su predicación. A partir de 1980 llenó las 55 pilastras del viaducto de Caju, cerca de la estación de autobuses, con inscripciones en verde-amarillo proponiendo su crítica del mundo y su alternativa al malestar de nuestra civilización. No era loco como parecía, sino un profeta del temple de los profetas bíblicos como Amós u Oseas.
Como todo profeta, también él sintió un llamamiento divino que vino a través de un acontecimiento de gran densidad trágica: el incendio del circo norteamericano en Niterói el día 17 de diciembre de 1961 en el que quedaron calcinadas cerca de 400 personas. Era entonces un empresario del transporte de carga en Guadalupe y se sintió llamado a consolar a las familias de las víctimas. Dejó todo, tomó uno de sus camiones, puso en él dos pipas de cien litros de vino y allí en Niterói junto a las barcas lo distribuía en pequeños vasos de plástico diciendo «quien quiera tomar vino no tiene que pagar nada, basta pedirlo por gentileza y decir agradecido». De José da Trino, ése era su nombre, empezó a llamarse José Agradecido o Profeta Gentileza. Interpretó el incendio del circo como una metáfora del incendio del mundo tal como está organizado, como un circo, por el «diablo-capital», que vende todo, destruye todo, destruyendo la propia humanidad. Según él, debemos construir otro mundo a partir de la Gentileza, cosa que él hizo en miniatura transformando el local en un bellísimo jardín, llamado «Paraíso Gentileza».
El cuarto aplique de su bata decía: “Gentileza es el remedio de todos los males, amor y libertad”. Y lo fundamentaba así: «Dios-Padre es Gentileza que genera al Hijo por Gentileza. Por eso, Gentileza genera Gentileza». Enseñaba con insistencia: en lugar de «obrigado» [como se dice «gracias» en portugués], debemos decir «agradecido», y en vez de «por favor» debemos decir «por gentileza», porque nadie está obligado a nada y debemos ser gentiles unos con otros y relacionarnos por amor y no por favor. ¿No es exactamente esto lo que está necesitando Rio de Janeiro?
Ya hemos dicho en esta columna semanal que, junto con el principio de Geometría, la Gentileza funda un principio civilizatorio, principio despreciado por la modernidad y hoy de extrema importancia si queremos humanizar las relaciones excesivamente funcionales y marcadas por la violencia.
La crítica de la modernidad no es monopolio de los maestros del pensamiento académico, como Freud con «El malestar en la civilización», la Escuela de Frankfurt con Horkheimer con «El eclipse de la razón» y Habermas con su «Conocimiento e interés» o incluso toda la producción filosófica del Heidegger tardío. El Profeta Gentileza, representante del pensamiento popular y cordial, llegó a la misma conclusión que estos maestros. Pero fue más certero que ellos al proponer la alternativa: la Gentileza como irradiación del cuidado y de la ternura esencial. Este paradigma tiene más posibilidad de humanizarnos que el que ardió en el circo de Niterói: el espíritu de geometría, el saber como poder y el poder como dominación sobre los otros y la naturaleza.



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